Los grandes personajes de la Historia

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27: Simón Bolívar » La epopeya andina: Ecuador, Perú y Bolivia

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La epopeya andina: Ecuador, Perú y Bolivia

En 1822 dos ejércitos colombianos marchaban hacia Quito. Desde el norte avanzaba Bolívar, que había vencido a García en Bomboná el 7 de abril. Desde el sur lo hacían las tropas al mando de uno de sus hombres de más confianza, el general venezolano Antonio José de Sucre. Éste se enfrentó a los realistas en Pichincha el 24 de mayo, liberando definitivamente Ecuador de la presencia militar española. Ese mismo día lograba por fin entrar Bolívar en Quito y añadir Ecuador a la República de Colombia. Permaneció allí varias semanas decidiendo cuáles deberían ser sus siguientes pasos. Tras calcular detenidamente si efectuar su plan de intervenir en Perú, que a esas alturas era el gran núcleo realista que subsistía en Sudamérica, decidió llevarlo a la práctica, en parte porque era el único escollo que quedaba para lograr el sueño de una independencia de todo el continente, y en parte porque consideró que la Gran Colombia no tendría nunca estabilidad mientras existiese un poder español con sede en Lima.

Pero de Quito Bolívar no sólo se llevó la victoria. Allí conoció a la mujer que más le marcaría desde el fallecimiento de su esposa, Manuela Sáenz. Bolívar no había vuelto a contraer matrimonio, pero había mantenido relaciones con varias mujeres. El caso de Manuela sería distinto, puesto que fue la relación más duradera que mantuvo. Esta quiteña era hija natural de un español y su amante americana. A los veinte años contrajo matrimonio con un aburrido comerciante británico afincado en Perú, James Thorne, que la llevó a vivir a aquellas tierras. Estaba casualmente en Quito en compañía de su padre cuando entró el Libertador victorioso. Se enamoraron y ella se convirtió, además de en su apoyo, en una de las primeras defensoras públicas de la persona y obra de Bolívar, pese a que pasaron por numerosos vaivenes afectivos. En palabras de Lynch, «la relación, que había comenzado en el baile con motivo de la victoria, sobrevivió a las separaciones, la distancia, las peleas y a sus propios temperamentos, igualmente apasionados, y entró para siempre en la historia…».

Para intervenir en Perú era necesario concertar esfuerzos con el general José de San Martín, que ya estaba allí trabajando por la independencia pero que sólo había obtenido un éxito parcial. El militar argentino, que había logrado la independencia de Argentina, Uruguay y Chile, tenía la misma visión global de la situación que Bolívar, al considerar necesaria la total expulsión de los españoles como único método para garantizar la independencia americana. Por ello se encontraron en Guayaquil en julio de 1822. Aunque no se tienen testimonios directos de lo tratado por ambos, los acontecimientos de las siguientes semanas hicieron evidente que habían trazado a grandes rasgos un plan conjunto para liberar Perú. La situación de este virreinato era muy incierta ya que las autoridades republicanas se hallaban en una situación muy apurada y los realistas contaban con notables apoyos sociales y bases de operación territoriales. En semejante trance, el Congreso de Perú llamó formalmente a Bolívar para que acudiese en su ayuda a mediados de 1823. En septiembre ponía pie en el puerto de El Callao y de inmediato comenzaba a organizar las tropas de los independentistas para pasar a la lucha.

Pero una vez más un golpe inesperado vino a complicar una situación que no era fácil. La guarnición de El Callao se pasó al bando realista y pocos días después tomó Lima, la capital. El Congreso, ante la gravedad de la situación y la evidencia de que tendría que disolverse para salvar la vida de sus miembros, decidió conceder a Bolívar plenos poderes y el título de dictador. Bolívar reunió las fuerzas independentistas (un ejército compuesto por colombianos, argentinos y peruanos) y emprendió una ofensiva estratégica, que culminó con su victoria sobre los realistas en Junín, el 6 de agosto de 1824. Pero éstos no estaban vencidos del todo y comenzaron a reorganizarse en el interior. Bolívar no acudió personalmente a la persecución de los españoles, sino que permaneció organizando el futuro político del país, ante las interminables disensiones de los políticos peruanos, y velando por la estabilidad de los territorios recientemente emancipados. Como afirma Demetrio Ramos, «en la última fase de la campaña del Perú, Bolívar, absorbido por preocupaciones de toda índole, confió el mando del ejército a Sucre, en cuyas dotes militares confiaba tanto como en su fidelidad. Este último no defraudó las esperanzas del Libertador…». Efectivamente, el 9 de diciembre de 1824, Sucre obtuvo la victoria definitiva en Ayacucho, donde derrotó al ejército que dirigía el propio virrey La Serna. Fue la última batalla por la independencia, el poder español en Sudamérica había sido finalmente derrotado y el virrey aceptó regresar a España con la parte de su ejército que así lo desease. Pese a que el general realista Olañeta no aceptó la derrota y se declaró dispuesto a resistir en el Alto Perú (la actual Bolivia), su asesinato en abril de 1825, cuando Sucre ya avanzaba para someterle, disipó cualquier sombra de resistencia realista.

Sólo dos días antes de la batalla de Ayacucho, Bolívar envió una invitación a los gobiernos independientes de Colombia, México, Centroamérica, Chile y Río de la Plata para reunirse en 1826 en Panamá con el objetivo de entablar negociaciones para hacer una gran confederación de estados hispanoamericanos desde Texas hasta Cabo de Hornos, desde la Patagonia hasta California. Era el gran sueño de la unión americana con el que tanto tiempo había fantaseado y que finalmente no llegó a realizarse, ya que a la cita no acudieron todos los invitados y los acuerdos que se tomaron no fueron ni lo ambiciosos ni lo sólidos que él habría deseado.

Después de Ayacucho Bolívar se presentó ante el Congreso peruano para renunciar a la dictadura, como también lo hizo al millón de pesos de oro que le ofreció el mismo como recompensa. Aún permaneció tiempo en aquellas latitudes al encargarse de la organización política del Alto Perú. Ordenó reunir a una asamblea para que decidiese sobre el futuro del país y ésta declaró la independencia de la república el 6 de agosto de 1825. Cinco días después tomaría el nombre de República Bolívar (más tarde modificado por Bolivia). Además, el Libertador redactaría un proyecto de Constitución para la nueva república que le haría llegar en mayo de 1826. Pero para entonces Bolívar tenía ya nuevas y acuciantes preocupaciones.

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