Los grandes personajes de la Historia

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29: Karl Marx » La educación de un joven de origen judío

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La educación de un joven de origen judío

Karl Heinrich Marx nació el 5 de mayo de 1818, hijo del abogado del Tribunal Supremo Heinrich Marx y de su mujer Henriette (cuyo apellido de soltera era Pressburg). Ambos cónyuges eran de origen judío (Mordecai era el apellido hebreo de la familia paterna) y contaban con numerosos rabinos entre sus antepasados. Debido al endurecimiento de las condiciones de los judíos tras la anexión de Renania por Prusia ambos decidieron convertirse al protestantismo, siendo bautizado el padre por la Iglesia evangélica en agosto de 1817 y la madre en 1825. Los ocho hijos del matrimonio, de los que Karl era el segundo, fueron bautizados un año antes. Con doce años fue enviado al Gymnasium (centro de formación similar a un liceo) Federico Guillermo de su ciudad natal. Su padre era un hombre de clase acomodada, formado en ciencia jurídica y muy versado en la obra de los pensadores ilustrados franceses y alemanes, por lo que quería que sus hijos recibiesen una educación esmerada que les permitiese ganarse la vida de forma respetable. En 1835 Karl superó el examen de madurez que finalizaba su formación secundaria y comenzó estudios de derecho en la Universidad de Bonn, donde junto con otros estudiantes comenzó a frecuentar la compañía de escritores e intelectuales. En aquellos momentos las universidades alemanas eran centros de gran agitación intelectual y política, en las que se discutía ardientemente sobre la situación de Europa, ya que el período de restauración al absolutismo se había visto truncado por una oleada revolucionaria en 1830. Ésta había provocado una nueva caída de la dinastía Borbón en Francia, la independencia de Bélgica frente a Holanda y serias conmociones en Polonia, Italia y la propia Alemania, donde se produjeron revueltas contra varios soberanos, entre ellos el prusiano. Sin embargo, de esa lucha poco fruto obtuvieron los súbditos de Federico Guillermo III en cuanto a reconocimiento de libertades, participación política o avances en la unificación de Alemania. Pero lo que había quedado claro era que las ideas de libertad y nacionalismo que habían sacudido los principados alemanes desde principios de siglo seguían bullendo en las mentes de sus súbditos.

Durante esos años se desarrolló otra de las influencias básicas en la formación del joven Marx gracias a su estrecha relación con la familia de una amiga de la infancia, Jenny von Westphalen. Su padre, el barón Ludwig von Westphalen, le introdujo en el conocimiento de Homero y el teatro griego antiguo (que siempre leyó en su lengua original), de los escritores románticos del momento y de grandes clásicos de la literatura como Dante, Shakespeare y Cervantes. Hay quien incluso afirma que fue el barón quien le dio a leer por primera vez a los socialistas utópicos franceses que, como Saint-Simon, habían comenzado a criticar los nefastos efectos sociales de la Revolución industrial. Sin lugar a dudas aquella familia fue un gran apoyo para el estudiante que, poco antes de matricularse en la Facultad de Derecho de la Universidad de Berlín en el otoño de 1836, se prometió secretamente en matrimonio con Jenny.

Aquellos años universitarios fueron de mucho provecho vital e intelectual. Continuó sus estudios en derecho y asistió además a cursos de filosofía e historia. El medio universitario de Berlín estaba dominado en aquel entonces por los seguidores del filósofo Georg W. F. Hegel, que había fallecido cinco años antes pero que seguía siendo la figura intelectual más brillante e influyente de toda Alemania. Marx entró en contacto asiduo con sus seguidores, los «jóvenes hegelianos», y estudió profundamente su filosofía, la última representante de la corriente conocida como «idealismo», y a la que se ha señalado como una de las fuentes esenciales de su pensamiento. Realizó sus primeras incursiones en la literatura cultivando la poesía e intentando hacer lo mismo con la novela y el teatro, presidió una «unión estudiantil treverina de amigos de la juerga» y se batió varias veces en duelo. Semejantes muestras de alegría juvenil no fueron muy bien recibidas en su familia. Según el filósofo e historiador de las ideas Isaiah Berlin, «su padre, alarmado por semejante disipación intelectual, le escribió infinidad de cartas desbordantes de consejos ansiosos y afectuosos, rogándole que pensara en el futuro y se preparara para ser abogado o funcionario civil. Su hijo le enviaba consoladoras respuestas, pero no modificó su vida». El patriarca de los Marx falleció en 1837 sin poder ver terminados los estudios de su hijo y dejando a toda la familia en una situación económica delicada.

Pero Karl pudo continuar estudiando hasta que en 1841 acabó su tesis doctoral (sobre la filosofía griega del período helenístico, que dedicó al barón Von Westphalen) y vio la luz su primera publicación, unos poemas que con el nombre de «Cantos salvajes» se incluyeron en un número de la revista Ateneo, realizada por sus compañeros de universidad. En aquel momento Marx ya había fraguado un proyecto para su futuro, deseaba dedicarse a la docencia universitaria y, con el objetivo de conseguir una pronta colocación, se trasladó de nuevo a Bonn, donde enseñaba uno de sus amigos de Berlín, Bruno Bauer. Pero las dificultades de éste con las autoridades académicas y la censura pronto le mostraron que una actividad docente en libertad no era posible en Prusia. Si la universidad se le cerraba, ¿hacia dónde encaminaría sus pasos? Una temprana oportunidad le daría la respuesta.

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