Los grandes personajes de la Historia

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29: Karl Marx » De la agitación estudiantil a la revolución europea

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De la agitación estudiantil a la revolución europea

En el mes de abril de 1842, el joven Karl Marx se trasladó a Colonia, la más importante ciudad de la Renania prusiana, a la búsqueda de una ocupación en la que ganarse la vida. En aquel momento la ciudad vivía una gran excitación política, puesto que se había reunido una asamblea de autoridades de la región, la llamada Sexta Dieta Renana, encargada de discutir sobre la libertad de prensa y religiosa. Marx comenzó a colaborar con una revista que se había fundado en enero con objeto de defender los intereses de la pequeña burguesía de la región, titulada Gaceta Renana, en la que publicó artículos sobre la situación política y social de Prusia que le dieron gran notoriedad como joven radical pero también le granjearon crecientes problemas con la censura, pese a lo cual fue nombrado director de la publicación algo más tarde. En el mes de enero siguiente el Consejo de Ministros, presidido por el rey, ordenó el cierre de la revista; en esta resolución fue determinante la presión del embajador ruso, ya que la Gaceta había publicado varios artículos críticos con el absolutismo de los zares. Ante semejante situación, Marx dimitió y decidió exiliarse. En una carta personal afirmaría entonces: «En Alemania no puedo comenzar nada nuevo. Aquí está uno obligado siempre a falsificarse».

El objetivo elegido para el exilio fue París, donde llegó a finales de 1843, junto con Jenny, a la que había convertido en su esposa poco antes pese a la oposición de la familia de ésta. Según el profesor Berlin, «esta hostilidad [familiar] sólo sirvió para avivar la apasionada lealtad de la joven mujer, seria y profundamente romántica, cuya existencia quedó transformada por la revelación que le hiciera su marido de un nuevo mundo; Jenny consagró todo su ser a la vida y obra de su cónyuge». París era el lugar ideal para que el matrimonio de exiliados comenzase su nueva vida en común. La ciudad del Sena no sólo era la capital cultural de Europa, sino que gracias al ambiente de relativa tolerancia política que demostraban los gobiernos del rey Luis Felipe de Orleans se había convertido en destino para los exiliados políticos de los países sometidos a regímenes absolutistas. Allí comenzó Marx una frenética actividad en varios frentes. En primer lugar, comenzó un estudio en profundidad de las otras dos grandes fuentes de su pensamiento: los economistas clásicos ingleses Adam Smith y David Ricardo, que desde la década de 1770 habían puesto las bases de la ciencia económica, y el socialismo utópico francés, que desde hacía varias décadas criticaba los efectos disolventes que estaba produciendo en la sociedad la Revolución industrial. Como consecuencia de sus inquietudes sociales y su conciencia de exiliado, empezó a frecuentar reuniones de obreros y a relacionarse con agrupaciones políticas que defendían los intereses de los trabajadores (como la llamada «Liga de los Justos», una sociedad secreta revolucionaria fundada por obreros alemanes exiliados, principalmente ebanistas y sastres). Por último, entró en contacto con algunos de los grandes pensadores políticos y sociales del momento, como el socialista utópico Blanqui o los anarquistas Proudhon y Bakunin (exiliado en la capital francesa desde su Rusia natal).

Pero la más importante de las amistades que trabó en aquel viaje fue con un joven alemán dos años menor que él, que también había sido universitario en Berlín, que participaba de sus inquietudes filosóficas y políticas y que conocía de primera mano las calamidades ocasionadas por la Revolución industrial porque había pasado varios años en Manchester dirigiendo la sucursal del negocio familiar. Su nombre era Friedrich Engels, quien, según el profesor Berlin, «mostraba un intelecto penetrante y lúcido y un sentido de la realidad como muy pocos, o quizá ninguno, de sus contemporáneos radicales podían ostentar (…). Su destreza para escribir rápida y claramente, su paciencia y lealtad ilimitadas, lo convirtieron en ideal aliado y colaborador del inhibido y difícil Marx». Engels quedó fascinado por la personalidad compleja y seductora de Marx, y pronto comenzaron a colaborar y a definir una postura conjunta frente a los proyectos políticos de otros socialistas y radicales; el primer fruto de esta colaboración fue el opúsculo titulado La sagrada familia, que era una respuesta a Bruno Bauer y los jóvenes hegelianos. Comenzaba así una amistad y colaboración de por vida, de la que Engels dejó escrito que «después de Marx, yo siempre he tocado el segundo violín», pero a la que supo aportar una sensibilidad social que siempre humanizó el rigor teórico del filósofo de Tréveris.

La actividad de Marx acabó significándose ante los ojos del gobierno francés, encabezado entonces por el liberal conservador François Guizot, que ordenó en 1845 su expulsión junto con otros exiliados alemanes. Por ello se trasladó a Bruselas, donde fue aceptado por el gobierno a condición de que se dedicase únicamente a sus estudios filosóficos y no mantuviese actividad política. Sin embargo Marx no cumpliría con esta condición y no abandonaría su actividad. Allí se le unió Engels y viajaron juntos a Gran Bretaña, donde entraron de nuevo en contacto con la Liga de los Justos y con los líderes del movimiento cartista (organización de trabajadores británicos que luchaban por el reconocimiento del derecho a voto de los obreros y por la mejora de sus condiciones de vida y trabajo) como G. J. Harney. En 1846 empezaron a organizar una red de comités de correspondencia que se extendió por París, Londres y zonas de Alemania, en lo que fue el comienzo de un esfuerzo de coordinación internacional de la acción política de los obreros y sus aliados.

Toda esta actividad intelectual y política culminó en 1848, que fue un año especialmente significado en la historia de Europa y en la vida de Marx. En febrero apareció en Londres la primera edición del que acabaría por convertirse en el texto político más publicado y leído a lo largo de la Historia, el Manifiesto comunista. Fue escrito conjuntamente por Marx y Engels a raíz de un encargo de la Liga de los Justos, que cambió su nombre a partir de entonces por el de Liga de los Comunistas. En este texto Marx presentaba ya madura su visión de la Historia, cuyo motor era para él la lucha de clases. Además avanzaba ya algunos puntos cruciales de sus teorías filosóficas y económicas, como la denuncia de que el capitalismo era un sistema con serias deficiencias que acabarían por derribarlo y que el proletariado era la clave no sólo de su propia liberación como clase oprimida sino de la emancipación de la sociedad en su conjunto. Su llamada a la acción política colectiva para cambiar un mundo cada vez más injusto (resumida en el célebre colofón de la obra: «¡Proletarios de todos los países, uníos!») fue una de las claves de la perennidad de un texto que si inmediatamente no tuvo mucha repercusión fuera de los círculos de exiliados alemanes, fue cobrando más peso a medida que avanzaba el siglo.

Ese mismo año Europa se vio sacudida por una oleada revolucionaria como no había conocido antes. En Francia se derrocó al rey Luis Felipe I y se instauró la Segunda República, e Italia, Austria (donde el emperador Fernando I tuvo que abdicar en favor de su sobrino Francisco José I para calmar los ánimos) y Alemania (donde se celebró en Frankfurt una gran reunión de alemanes de todos los estados para discutir la unificación) se vieron sacudidas por una oleada incendiaria de dimensiones inéditas. Los años de crisis económica (agraria pero también financiera e industrial), las ansias de libertad y los ideales democráticos y nacionalistas fueron los principales motivos de estos acontecimientos, que Marx siguió con mucha atención. Aunque pronto pasó de la observación a la acción. Fue expulsado de Bélgica y decidió volver a Colonia, donde fundó con Engels un periódico en el que exponer su visión de los acontecimientos e intervenir en ellos, la Nueva Gaceta Renana, que apareció entre junio y el 18 de mayo de 1849 y en la que escribieron cientos de artículos de análisis y crítica de la actitud de la burguesía ante lo que estaba sucediendo. Tras su cierre por orden gubernativa, Marx asumió la dirección de la Asociación Obrera de Colonia, a raíz de lo cual fue procesado por incitación a la rebelión y después absuelto. Pese a ello fue definitivamente expulsado de Prusia, trasladándose a Londres en otoño, ciudad que sería su residencia durante el resto de sus días. Allí tendría la oportunidad de asentarse, de reflexionar sobre los acontecimientos de aquel año (los gobiernos sofocaron una a una las algaradas revolucionarias) y de proseguir con su labor intelectual de estudio y escritura, que daría como fruto alguna de las obras que han marcado indeleblemente nuestro tiempo.

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