Los grandes personajes de la Historia

Los grandes personajes de la Historia


29: Karl Marx » Una madurez dedicada al estudio

Página 186 de 268

Una madurez dedicada al estudio

Instalado en Londres junto al resto de su familia, Karl Marx comenzó una vida que se vio pronto marcada por las penurias económicas y, desde 1867, por la falta de salud. El matrimonio Marx tuvo desde 1844 siete hijos de los que sólo sobrevivieron tres niñas. Además, el célebre pensador tuvo un hijo ilegítimo con una antigua sirvienta de la familia, Helene Demuth, cuya paternidad fue asumida por Engels para evitar la ruptura del matrimonio de su admirado amigo. Pero la generosidad de Engels no se detuvo ahí, y pasó a desempeñar un papel esencial en el sostenimiento de la familia durante su estancia en Gran Bretaña. Pese a que Marx ejerció intensamente el periodismo hasta el final de su vida y en ocasiones logró importantes ingresos por contratos de publicación de obras o la percepción de herencias, sobre todo la de su madre, fallecida en 1864, nunca obtuvo ingresos suficientes para mantener a su familia durante mucho tiempo, y periódicamente pasaban por etapas de gran penuria económica. Engels, sin embargo, había heredado el negocio familiar, lo que le permitió ser un próspero hombre de negocios industrial además de pensador y escritor, empleando buena parte de sus ganancias en la causa socialista y en fines filantrópicos. En numerosas ocasiones ayudó económicamente a Marx y a partir de noviembre de 1868 decidió liquidar sus deudas y pasarle una asignación mensual que asegurase su subsistencia y la de su familia, con lo cual se convertía en su mecenas además de amigo.

En Londres Marx se dedicó en cuerpo y alma al estudio de la filosofía, la economía y la historia desde el verano de 1850, en que tuvo acceso a la Biblioteca Británica, en la que pasó más de veinte años investigando en sus riquísimos fondos. Comenzó a trabajar en el desarrollo de sus ideas con el objeto de completar sus teorías ya expuestas en los años anteriores, dando al conjunto de su obra un valor difícilmente soslayable. Según el profesor de Historia de la Universidad de Chicago Daniel Boorstin, «Marx fue una figura de transición perfecta entre la era del por qué religioso, que intentaba explicar el mundo a partir del fin (¿con qué finalidad?), y la era del por qué científico (¿por qué causa?). De la salvación a la evolución. Salvaguardó el concepto de la Historia como un proceso dotado de sentido y capacidad de evolución, revelando al propio tiempo las leyes del cambio social». Efectivamente, frente a los socialistas anteriores, que solían agruparse bajo la etiqueta de «utópicos», Marx intentó fundamentar sus postulados filosóficos y sociales en una base sólida contrastada mediante la aplicación de métodos científicos. La metodología y las herramientas teóricas que le permitieron dar este carácter a sus reflexiones le fueron proporcionados por la ciencia económica, que llevaba ya años estudiando. Muy pronto su propósito de definir sus ideas sobre el hombre, la sociedad y la historia se transformó en un magno proyecto de análisis del sistema económico capitalista que recogió en su gran obra El Capital. Crítica de la economía política. Como señala el filósofo Jacobo Muñoz, «en El Capital y otros textos afines (…). Marx elabora, sin solución de continuidad con sus estudios más ortodoxamente históricos, una teoría totalizadora del modo de producción capitalista, o lleva a cabo, como también suele decirse, un análisis teórico del capitalismo “en su medida ideal”». Este hecho le ha llevado a ser considerado uno de los grandes economistas de la Historia, y su aportación a la ciencia económica fue así descrita por Joseph A. Schumpeter, uno de los más grandes economistas del siglo XX: «Marx fue el primer gran economista que entendió y enseñó de una manera sistemática cómo la teoría económica puede transformarse en análisis histórico y el relato histórico en histoire raisonnée [“historia razonada”]».

Pero nada más llegar a Londres retomó su labor periodística, que se extendería más allá de Europa, ya que en 1851 comenzó a colaborar en el diario New York Tribune. De hecho, en esos primeros meses en Londres Marx se sintió atraído por la idea de emigrar a Estados Unidos, donde pensaba que quizá tendría un futuro mejor, pero no pudo llevar a cabo jamás esta tentativa (más tarde intentaría nacionalizarse británico, pero su solicitud fue rechazada). Fruto de esas primeras colaboraciones con medios estadounidenses fue el libro El dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte en el que analizaba muy críticamente el golpe de Estado del presidente de la República Francesa Luis Bonaparte, que un año más tarde se haría coronar emperador de los franceses con el nombre de Napoleón III. Este escrito le enemistaría para siempre con el nuevo monarca francés, que a comienzos de la década de 1860 instigaría al biólogo y político Karl Vogt para que acusase públicamente a Marx de ser un falsario que vivía de contribuciones de los obreros siendo en realidad un agente doble de la aristocracia. Aquél fue el comienzo de una «leyenda negra» sobre Marx que su actividad política posterior y su número creciente de enemigos no hicieron sino aumentar. En opinión del historiador Eric Hobsbawm, «el destacado papel de Marx en la Asociación Internacional de Trabajadores (la denominada “Primera Internacional”) y el surgimiento en Alemania de dos importantes partidos de clase obrera, ambos fundados por miembros de la Liga Comunista que le tenían en gran estima, llevaron a una renovación del interés por el Manifiesto y por sus otros escritos. En particular, su defensa elocuente de la Comuna de París de 1871 (…) le proporcionó una considerable notoriedad en la prensa como un peligroso líder de la subversión internacional temido por los gobiernos». Efectivamente, la actividad política no desapareció de la vida de Marx en esta etapa, como tampoco lo había hecho en las anteriores.

Ir a la siguiente página

Report Page