Los grandes personajes de la Historia

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30: Marie Curie » Hacia el primer Premio Nobel

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Hacia el primer Premio Nobel

A finales de 1897 Marie comenzó a trabajar en el laboratorio. Sus primeros trabajos los describe del siguiente modo el catedrático de Historia de la ciencia y biógrafo de Marie Curie, José Manuel Sánchez Ron: «Lo que hizo Marie en aquellas sus primeras investigaciones en el campo de la radiactividad fue, por un lado, estudiar la conductibilidad del aire bajo la influencia de la radiación emitida por el uranio, descubierta por Becquerel, y, por otra parte, buscar si existían otras sustancias, aparte de los compuestos del uranio, que convirtiesen el aire en conductor de la electricidad (…). De esta manera Marie examinó un gran número de metales, sales, óxidos y minerales». Los experimentos de Marie tras varios meses de trabajo le permitieron llegar a varias conclusiones: por una parte, pudo determinar que todos los compuestos de uranio emitían radiación y que ésta era mayor en la medida en que dichos compuestos presentaban más cantidad de uranio. Pero asimismo comprobó que dos minerales de uranio, la pechblenda (óxido de uranio) y la calcolita (fosfato de cobre y de uranio) eran mucho más radiactivos que el mismo uranio, lo que la llevó a intuir que debían de existir en ellos elementos mucho más activos. El descubrimiento del radio y el polonio despuntaba en el horizonte.

Para poder comprobar la hipótesis de Marie era necesario aislar los nuevos elementos cuya existencia intuía. La tarea era científicamente tan compleja y requería tanto trabajo que Marie solicitó a Pierre su colaboración. En palabras de Sánchez Ron, «en la colaboración de Marie y Pierre, y en la medida en la que sea posible distinguir con claridad responsabilidades diferentes, ella asumió sobre todo las tareas asociadas a los análisis químicos y él las asociadas a los físicos». Unos meses después, el 18 de julio de 1898, Marie y Pierre Curie presentaban ante la Academia de Ciencias de Francia un artículo conjunto titulado «Sobre una nueva sustancia radiactiva contenida en la pechblenda». Habían descubierto un nuevo elemento de la naturaleza al que Marie, en honor a su patria, había denominado polonio. Además, en su artículo se empleaba por primera vez el término «radiactividad» y desde entonces sería adoptado por toda la comunidad científica. Durante sus trabajos, Marie obtuvo indicios de la existencia en la pechblenda de otro elemento también radiactivo pero que, según sus cálculos, debía de estar presente en dicha sustancia en una proporción muy pequeña. Para identificarlo, Pierre y Marie pidieron ayuda al químico Gustave Bémont, que aceptó unirse a sus trabajos. Tras unos meses, el 26 de diciembre, el matrimonio Curie y Bémont presentaban ante la Academia un nuevo artículo («Sobre una nueva sustancia fuertemente radiactiva contenida en la pechblenda») en el que anunciaban al mundo el descubrimiento de un nuevo elemento al menos novecientas veces más radiactivo que el uranio y al que bautizaron con el nombre de radio.

Los experimentos de los Curie les habían permitido identificar la existencia de dos nuevos elementos radiactivos, el polonio y el radio. Pero en el caso del segundo aún les restaba la dificilísima tarea de conseguir aislarlo en estado puro. A ello consagrarían los siguientes cuatro años, trabajando sin descanso con toneladas de residuos de pechblenda procedentes de las minas de San Joachimsthal en Bohemia y constantemente expuestos a la radiación emitida por las sustancias estudiadas. Como afirmaría la propia Marie, «no teníamos dinero, laboratorio, ni ayuda para llevar a cabo esa labor importante y difícil (…) puedo decir sin exageración que ese período fue, para mi marido y para mí, la época heroica de nuestra existencia común». Finalmente, el 28 de marzo de 1902 Marie pudo presentar ante la comunidad científica una muestra de un decigramo de cloruro de radio y la cuantificación del peso atómico del nuevo elemento. En junio del año siguiente, una Marie embarazada obtenía su doctorado en Ciencias Físicas con la tesis Investigaciones sobre las sustancias radiactivas. Sin embargo los estragos que sobre su salud estaba produciendo la exposición a la radiación la harían perder a la hija que esperaba en el mes de agosto. Cuando terminaba de reponerse, en noviembre de 1903 una noticia volvería a dibujar una sonrisa en su cara: Pierre y Marie habían sido merecedores del Premio Nobel de Física de ese año compartido con Henri Becquerel. Su trabajo y su perseverancia eran recompensados como merecían, pero su vida nunca volvería a ser la misma.

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