Los grandes personajes de la Historia

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31: Mahatma Gandhi » El pacifista rebelde

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El pacifista rebelde

Si el siglo XX fue con diferencia el que mayor número de muertos produjo como resultado de guerras, masacres y otras formas de violencia practicadas por el ser humano, la figura de Mohandas Gandhi se eleva de ese tenebroso contexto como una luz de esperanza. Nacido en la India y educado en Gran Bretaña, vivió veintiún años de su vida en Sudáfrica, de donde volvió a su país natal para luchar por su independencia. Pero la lucha política de Gandhi no destacó tanto por lograr finalmente sus objetivos como por haberlo hecho tomando como base la noviolencia, un método de acción política basado en la expresa renuncia a la violencia como principio y como arma de deslegitimación. Ello fue posible gracias a sus irrepetibles dotes personales y a un largo proceso de reflexión moral y religiosa que le permitieron plantear estrategias políticas que pusieron en jaque a la mayor potencia mundial del momento sin poner en juego el derramamiento de una gota de sangre.

A mediados del siglo XIX la península Indostánica se encontraba bajo completo dominio británico. Desde hacía un siglo las compañías comerciales británicas primero y después las autoridades coloniales habían ido dominando directamente el territorio o poniendo bajo su tutela (con la forma legal de protectorados) los quinientos sesenta y cinco estados principescos en que se dividía. La India oriental británica, que incluía los territorios de los actuales estados de Pakistán, India, Sri Lanka, Bangladesh y Myanmar, era para Gran Bretaña una fuente inagotable de materias primas e ingresos al tiempo que un mercado reservado indispensable para asegurar el crecimiento de su industria; para los indios suponía la subordinación a un poder extranjero que les cargaba de impuestos, interfería en sus tradicionales relaciones políticas y sociales y les prohibía la fabricación de cualquier producto que pudiese competir con sus intereses económicos.

Pero era además un mosaico intrincadísimo de estados, castas sociales, razas (arios e indostánicos) y religiones (la hindú y la musulmana eran las mayoritarias, pero también había comunidades de jainas, sijs, zoroastristas, cristianos y judíos) que dificultaba en gran medida la gobernación del territorio. Para ello fue indispensable la integración de población indígena tanto en la administración como en las fuerzas militares y de seguridad, método que garantizaba el dominio de una pequeña minoría europea sobre millones de nativos. En este contexto llegó al mundo el principal responsable de que semejante estado de cosas fuese a cambiar en menos de un siglo.

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