Los grandes personajes de la Historia

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32: Winston Churchill » La gran guerra y después

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La gran guerra y después

El verano de 1914 se recuerda por ser uno de los más frenéticos en la política europea del siglo XX. El asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, heredero del trono austro-húngaro, el 28 de junio dio paso a mes y medio de declaraciones de guerra que enfrentaron durante cuatro años a Alemania y Austria-Hungría con el Reino Unido, Francia y Rusia. Tras décadas de rivalidad política, colonial y económica, las grandes potencias europeas del siglo XIX se embarcaban en una guerra por la supremacía internacional que desencadenó una oleada de muerte y destrucción de dimensiones desconocidas. Ésa es la razón de que hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial a finales de la década de los treinta la Primera fuese conocida sencillamente como «la Gran Guerra».

Cuando Gran Bretaña declaró la guerra al Imperio alemán el 4 de agosto de 1914 el gobierno estaba presidido por el liberal Herbert Henry Asquith, que junto a su ministro de la Guerra, Herbert Kitchener, y al de Marina, Winston Churchill, fueron quienes delinearon la estrategia británica durante los primeros meses de contienda. Sin embargo el último no logró permanecer en el cargo ni siquiera un año completo. Pese a que las medidas que había tomado desde 1911 se revelaron adecuadas para la contienda que se desencadenó tres años después, varias decisiones arriesgadas una vez iniciadas las hostilidades le costaron el puesto. En otoño amagó con ponerse al frente de las tropas aliadas sitiadas en la plaza de Amberes (Bélgica y Luxemburgo habían sido ocupadas por Alemania y el grueso de la batalla se libraba en el norte de Francia). A principios de 1915 defendió la estrategia de desbloquear la guerra (que ya se había estancado en lo que se conoció como «guerra de posiciones», consistente en largas batallas libradas desde frentes de trincheras que no se movían durante meses) abriendo por sorpresa un nuevo frente en los Balcanes, que consideraba el punto débil del enemigo. Logró imponer esta visión a sus compañeros de gobierno pero la operación fracasó. El 18 de marzo de 1915, fuerzas británicas desembarcaron en la península de Gallípoli, en los Dardanelos, con el objetivo de atacar Turquía, aliada de Alemania, y desde allí ascender rápidamente hacia el norte. Los turcos lograron neutralizar la ofensiva británica echando por tierra la operación; la insistencia de Churchill en resistir en ese nuevo frente precipitó su pérdida de apoyos en la armada y que fuese depuesto el 17 de mayo. Además, su caída se había vuelto inevitable desde el momento en que se hizo necesario un gobierno de concentración para mantener el esfuerzo bélico. Como era de esperar, los conservadores exigieron como condición para entrar en dicho gobierno la cabeza del ministro de Marina.

Apeado de la dirección de la guerra, Churchill no quiso permanecer al margen de ella, así que solicitó su readmisión en el ejército y se trasladó al frente occidental en otoño, pasando siete meses como oficial en Flandes. Pese a su deseo de entrar en acción, la desesperante dinámica bélica impuesta en ese frente le impidió destacarse en combates contra el enemigo, por lo que solicitó nuevamente su baja militar y en mayo de 1916 volvía a ocupar su escaño en la Cámara de los Comunes. Ese mismo año se renovó la cabeza del gobierno de concentración, pasando a ocupar el cargo de premier Lloyd George, antiguo compañero de Churchill antes de su nombramiento para el Ministerio de Marina. Aunque en los primeros meses no pudo conceder una cartera a su antiguo camarada porque su postura era todavía muy débil frente a los conservadores, quienes mantenían su veto sobre el ex ministro y veían con desconfianza su trayectoria durante la contienda, fue afianzándose hasta que en julio de 1917 le nombró ministro de Armamento sin consultar a los conservadores y con gran revuelo público. Churchill ocupó ese cargo hasta el armisticio, a partir del cual pasó a desempeñar sucesivamente las carteras de Guerra, del Aire y de las Colonias. Hasta que cayó ese gobierno en 1922 se convirtió en uno de los más cercanos colaboradores del primer ministro, llegando a ser conocido como «la sombra de Lloyd George». No era la primera vez que presidía un departamento del gobierno y fue creciendo su fama como buen administrador de los asuntos públicos. En opinión de Sebastian Haffner, «Churchill siempre fue un excelente ministro de gabinete, enérgico y lleno de ideas, aunque también un poco propenso a entrometerse en la jurisdicción de sus colegas, y prácticamente todos sus cargos están vinculados a algún mérito históricamente significativo». Pero el ejercicio de las altas responsabilidades del gobierno, que tanto le apasionaban, no fueron suficientes para acallar su inquietud y poco a poco se fue gestando otro de los golpes de timón que cambiarían la carrera de Churchill y que dejarían sin habla a la opinión pública.

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