Los grandes personajes de la Historia

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33: Albert Einstein » Una carrera de obstáculos

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Una carrera de obstáculos

Hacia 1984 el negocio de Hermann Einstein atravesaba serias dificultades por lo que la familia se mudó nuevamente, esta vez a la localidad italiana de Pavía, donde con el apoyo de la familia de Pauline estableció un nuevo taller. Para evitar la interrupción de sus estudios, Albert no acompañó a sus padres ya que debía finalizar la secundaria. Sin embargo la separación duró muy poco. El profundo desagrado que Einstein sentía por el sistema educativo alemán, unido al cada vez más cercano peligro del servicio militar en el ejército prusiano, le determinaron a abandonar Múnich para reunirse con sus padres. No sin trabajo logró que un médico le hiciese un certificado según el cual por motivos de salud la reunión con su familia era necesaria; esto y la carta que generosamente redactó para él su profesor de matemáticas en la que daba fe de que aunque no hubiese terminado los estudios de secundaria su nivel era universitario, le permitieron escapar a Pavía en 1895. Fue también entonces cuando por primera vez —aunque no por última— quiso renunciar a la nacionalidad alemana, lo cual logró oficialmente el 28 de enero de 1896. Desde entonces y hasta que en 1901 obtuvo la ciudadanía suiza, permaneció apátrida. La razón fundamental para ello fue la siguiente: «La exagerada mentalidad militar del estado alemán me era extranjera, incluso de niño. Cuando mi padre se trasladó a Italia hizo gestiones, a petición mía, para liberarme de la ciudadanía alemana, porque lo que yo quería era ser ciudadano suizo». La aversión por el militarismo se convertiría en otro de los rasgos esenciales de la personalidad del científico, que los conflictos bélicos de las siguientes décadas se encargarían de reforzar.

El interés de Einstein por la ciudadanía suiza guardaba asimismo relación con el deseo de iniciar sus estudios universitarios en el entonces célebre Instituto Politécnico de Zúrich. Albert no poseía los requisitos necesarios para acceder a él, pero existía la posibilidad de hacerlo presentándose a una examen especial de ingreso que no dudó en hacer pero que suspendió. Un año más tarde, tras haber pasado un curso finalizando su formación secundaria en la Escuela Cantonal de Aarau (también en Suiza y en la que se encontró con un sistema educativo tolerante completamente distinto del alemán), lograría aprobarlo. Matriculado en la Matematische Sektion del Politécnico, inició estudios superiores y con ellos unos años de felicidad intelectual que nada tuvieron que ver con los de sus primeros centros educativos. Además, allí conoció a Mileva Maric, una joven estudiante serbia, compañera de clase, con la que terminaría casándose en 1903.

Tres años antes, cuando Einstein tenía veintiún años, finalizó su carrera, graduándose en Física y Matemáticas. Había sido un buen estudiante, muy brillante en no pocas disciplinas, sobre todo las vinculadas a la física, pero su tendencia a no acomodarse a las normas terminaría por pesar en el ánimo de sus profesores que, una vez graduado, no quisieron concederle un puesto de profesor ayudante con el que pudiese dar inicio a la carrera académica. Ni Heinrich Weber (a cuyo laboratorio de física experimental hubiese querido incorporarse) ni Adolf Hurwitz (uno de sus profesores de matemáticas) aceptaron su propuesta, como tampoco lo hicieron el director de la División de Física Experimental de la Universidad de Gotinga, Eduard Riecke, y Wilhelm Ostwald, físico-químico de la Universidad de Leipzig. No resulta sorprendente que, profundamente desanimado, afirmase en una carta dirigida a Mileva en 1901: «¡Pronto habré honrado con mi oferta a todos los físicos desde el Mar del Norte hasta la punta meridional de Italia!». Pero ni siquiera así consiguió Einstein que aceptasen su solicitud de ayudantía. La posibilidad de dedicarse profesionalmente a la física parecía desvanecerse sin que pudiese hacer nada, por lo que al no contar con ningún soporte económico familiar (el negocio de su padre seguía sin funcionar y además su noviazgo con Mileva no había sido bien recibido), terminó aceptando un trabajo de profesor de matemáticas en la Escuela Técnica de Winterthur del que sería despedido al poco tiempo por su incapacidad para adaptarse al inflexible régimen docente del internado. Aun en medio de esas circunstancias, y manteniéndose con grandes dificultades gracias a lo que obtenía de dar clases particulares, logró sacar tiempo para publicar el que sería su primer artículo, «Deducciones del fenómeno de la capilaridad», pues pese a las decepciones su vocación seguía intacta. Para colmo de males, a finales de ese mismo año Mileva, que había regresado a su casa tras suspender los exámenes finales del Politécnico, le escribió para notificarle que estaba embarazada. Como apunta Michio Kaku, «estar separado de Mileva era una tortura, pero intercambiaban cartas constantemente, casi a diario. El día 4 de febrero finalmente supo que era padre de una pequeña niña, nacida en la casa de los padres de Mileva en Novi Sad y bautizada Lieserl». El nacimiento de una hija ilegítima a comienzos del siglo XX no era desde luego una situación fácil para ninguno de los progenitores, más aún cuando el padre no ganaba dinero suficiente ni para mantenerse a sí mismo. Lo sucedido con Lieserl es aún hoy un misterio pues la última pista que se tiene de ella es una carta de 1903 en la que se dice que estaba enferma de escarlatina. Quizá falleció por la enfermedad o quizá fue entregada en adopción al tratarse de una hija nacida fuera del matrimonio.

La suerte de Einstein parecía no querer enderezarse cuando a mediados de 1902, y gracias a la mediación de su amigo del Politécnico Marcel Grossman, consiguió un trabajo estable con un salario modesto como técnico experto de tercera clase en la Oficina de Patentes de Berna. Allí trabajó durante los siguientes siete años y allí, aprovechando la tranquilidad que le ofrecía el empleo y armado sólo de lápiz, papel y su cabeza, alumbró las increíbles teorías que terminarían revolucionando la física y sorprendiendo al mundo.

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