Los grandes personajes de la Historia

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El sabio que quiso gobernar

China es hoy la más importante de las potencias mundiales emergentes, el país más poblado del planeta y uno de los más extensos y ricos en recursos naturales. Además, China, a diferencia del resto de las civilizaciones del planeta, posee una cultura de casi tres mil años, lo que viene a ser como si en el Egipto actual continuase viva la cultura faraónica o la mesopotámica en Irak. Esa cultura no puede comprenderse sin tener en cuenta la aportación fundamental que en ella supuso el legado filosófico de Confucio. Este hombre sencillo que consagró su vida a la enseñanza creyó profundamente en la capacidad de los hombres para elevarse sobre sus propias miserias y en la fuerza revolucionaria de la educación para construir una nueva sociedad. El siglo V a. C. en que vivió fue uno de los momentos esenciales para el desarrollo cultural de las civilizaciones euroasiáticas, pues en cada una de ellas surgirían figuras que marcarían su evolución posterior durante siglos. Buda en la India, Sócrates en la antigua Grecia y Confucio en China aportarían el sustrato filosófico sobre el que se desarrollarían las grandes líneas del pensamiento de sus respectivos entornos culturales. La vida de Confucio se confunde entre la leyenda y la historia, pero su pensamiento continúa siendo hoy fuente de inspiración espiritual para millones de personas en el mundo.

Confucio nació hacia el año 551 a. C. en una época de profundas convulsiones sociales y políticas que con el tiempo terminarían dando pie a la China imperial clásica. La historia antigua de China se divide tradicionalmente en períodos dinásticos cuya denominación alude al predominio político y cultural de distintos pueblos. Así, tras las dinastías Xia y Shang, se impuso la llamada dinastía Zhou (1122-221 a. C.), que sería la de más larga duración de la historia china y bajo cuyo dominio la cultura clásica china alcanzó sus más altas cotas de desarrollo. El cultivo de la escritura (existente desde el tercer milenio antes de Cristo), las artes y especialmente la literatura motivarían que la época de esplendor cultural por excelencia fuese la primera de las tres etapas en que suele dividirse la dinastía Zhou, el período Zhou del Oeste (1122-771 a. C.), que más adelante Confucio lo consideraría como la edad de oro de la política y cultura chinas y, por tanto, el modelo a cuya reposición se debía aspirar.

En el siglo VIII a. C. la sociedad Zhou comenzó a reflejar una creciente inestabilidad cuya manifestación más notable sería la enorme fragmentación política y la multiplicación de pequeños estados feudales que nominalmente reconocían la soberanía de los reyes de la dinastía Zhou. Daba así comienzo el segundo período de esta dinastía, el llamado período de Primavera y Otoño (771-484 a. C.), al final del cual nació Confucio, que moriría ya en la última etapa de la dinastía, la denominada de los Reinos Combatientes. La vida de Confucio se desarrolló por tanto en un tiempo de grandes transformaciones políticas y sociales pues, como recuerda la historiadora Sue-Hee Kim, «desde el inicio del período de Primavera y Otoño varios estados feudales tributarios de Luoyang [capital de la dinastía Zhou] lucharon entre sí para obtener la independencia (…). En el siguiente período de los Reinos Combatientes, los siete estados feudales más fuertes se disputaron la hegemonía hasta que fueron conquistados y subyugados por el Imperio Quin». En este contexto de guerra constante nació uno de los mayores defensores de la paz, Confucio.

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