Los grandes personajes de la Historia

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Un niño modesto pero noble

Gayo Julio César nació en Roma el 13 de julio del año 100 a. C. en el seno de una de las más nobles familias del patriciado romano, la gens Iulia. La alcurnia de la familia era de las más altas de toda la ciudad. La tradición afirmaba que los Julios descendían de Julo (también llamado Ascanio), hijo del héroe troyano Eneas que, después de haber huido de la destrucción de Troya en la guerra cantada por Homero, había acabado en Italia, donde visitó el solar en el que un descendiente suyo, Rómulo, fundaría Roma. Al ser Eneas hijo de la diosa Venus, la ascendencia de la familia pretendía remontarse a los mismos dioses, un hecho que explotaría César a conciencia en sus campañas de propaganda. El nombre de César estaba presente en la familia desde hacía varias generaciones sin que se sepa a ciencia cierta cuál era su significado. Desde la Antigüedad algunos autores apuntaron que el origen estaba en que un antepasado suyo había destacado por matar un elefante (que en cartaginés se diría caesar, supuesta razón además de que César acuñase monedas en las que se representaba a dicho animal), otros porque había nacido por cesárea (al haber sido cortado —caesus— del vientre de su madre, anécdota que hoy se tiene por falsa) o de la palabra caesaries, que significa «cabellera». Todavía hoy sigue siendo una incógnita, pero el caso es que César recibió un nombre por el que se identificaba claramente desde hacía décadas a la rama de la gens Iulia a la que pertenecía.

La situación de la familia de César no era ni mucho menos privilegiada; en palabras del profesor de Filología Clásica Philip Freeman, era «como un empobrecido linaje victoriano que hubiese vendido tiempo atrás la plata de la familia, lo único que les quedaba a los Julios hacia finales del siglo II a. C. era el impecable nombre de la familia». Hacía ya mucho tiempo que la familia no accedía a las magistraturas del estado ni descollaba por su fortuna, por lo que poco antes había acudido a los enlaces matrimoniales como forma de intentar relanzar su relevancia social. Su homónimo padre había podido casarse con Aurelia, hija de Lucio Aurelio Cotta, que había sido cónsul —la máxima magistratura del estado— dos veces y pertenecía a la noble familia de la gens Aurelia. Asimismo, su tía Julia (hermana de su padre) se había casado con Mario, un importante militar y político que ejerció la jefatura del partido de los populares desde los años anteriores a su nacimiento. Desde aquel enlace la familia se mostró siempre cercana a esa tendencia política.

Como correspondía a un descendiente de noble linaje, la familia procuró proporcionarle una educación esmerada. Aprendió a leer latín en la traducción de la Odisea que hizo Livio Andrónico y a los diez años se le puso un profesor de griego, la lengua culta del momento, indispensable en cualquier buena educación. Marco Antonio Grifón, que así se llamaba el profesor, le enseñó a leer esa lengua en Homero, además de oratoria y poesía. De joven comenzó a cultivar la literatura, sobre todo la poesía, que después abandonaría por la prosa, que años más tarde ejercitaría brillantemente en los relatos que nos ha dejado de sus campañas militares (La guerra de las Galias y La guerra civil son sus dos escritos fundamentales). En el año 85 a. C., cuando tenía quince años y como en el resto de familias que tenían derecho de ciudadanía romana, llegó a la mayoría de edad y se le reconoció el ejercicio de sus derechos. La muerte de su padre se produjo poco después y le haría un hombre completamente emancipado a una edad inusualmente joven.

En aquellos primeros años su figura era todavía la de un adolescente que seguía aprendiendo a desenvolverse en el mundo de los adultos en el que repentinamente había sido depositado. Es muy posible que la figura de su madre, Aurelia, que había sido determinante en su educación anterior, siguiese ejerciendo una gran influencia en su vida durante mucho tiempo. Probablemente se debiera a ella la obtención de la primera responsabilidad pública del joven César, su primer cargo religioso, ya que fue nombrado flamen dialis (sacerdote de Júpiter) poco después. El estado romano tenía su religión oficial en la que los ciudadanos podían ejercer funciones que si no eran especialmente relevantes en el ámbito económico o político, sí que reportaban a sus titulares un gran prestigio social. Ese mismo año contrajo matrimonio con Cornelia, hija del cónsul Lucio Cornelio Cinna, que por aquel entonces era el político que ejercía el poder en Roma. Cuando en el año 87 a. C. el general Sila abandonó Italia para intentar acabar la guerra que los romanos mantenían en Oriente contra el rey Mitrídates de Ponto, Mario unió sus fuerzas militares con las de Cinna y marchó sobre Roma para imponer una política favorable a los populares. Aunque Mario falleció poco después, su relación familiar con César facilitaría la concertación de matrimonio, ya que los Julios estarían muy interesados en seguir estrechando lazos con los políticos populares. Al año siguiente nacería su única hija, Julia.

Pero poco después Sila volvió victorioso de Oriente y, tras una breve guerra civil que le costó la vida a Cinna, utilizó el apoyo de su gran ejército para volver a imponer su poder, aceptando su nombramiento como dictator (dictador, un viejo cargo que daba poderes excepcionales a un individuo para solventar una situación de emergencia) por el Senado. Sila aprovechó el nombramiento para realizar una política favorable a los optimates, desarrollando importantes reformas legales y administrativas que afianzaban el poder senatorial y que se vio acompañada de una cruel represión para todos los que tuviesen algo que ver con Cinna y con los populares. Para César fueron momentos duros. Sila anuló todos los nombramientos hechos en tiempos de Cinna, incluyendo el cargo sacerdotal de César, y le ordenó que se divorciase de su mujer si no quería quedar fuera de la ley. Pese a la amenaza, César se negó. Como señala el profesor Freeman, «por tozudez, por audacia o por simple amor, César estaba desafiando a un hombre que había enviado a la muerte a millares de compatriotas». Fue declarado proscrito, huyó de Roma y se escondió en el campo. Sólo los ruegos de las vestales (sacerdotisas de la diosa Vesta que asistían a César y a otros sacerdotes durante los oficios religiosos) y de algunos conocidos de su madre cercanos al dictador lograron ablandar su voluntad y que perdonase al fugado. Pero la prudencia aconsejaba alejarse de la capital, que se había vuelto un lugar peligroso para los populares y sus amigos. Fue entonces cuando César, para poner tierra de por medio, comenzó un camino que hasta entonces no había figurado entre sus expectativas, la carrera militar. Ni él sabía que acabaría convirtiéndose en una de las carreras más brillantes de la Historia.

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