Los grandes personajes de la Historia

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7: Jesús de Nazaret » El profeta de las tres culturas

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El profeta de las tres culturas

De ninguna figura de la Historia se ha escrito tanto como de Jesús de Nazaret. Los fieles de las Iglesias cristianas del mundo conocen su historia tal y como la ha transmitido la tradición. Pero ésta no siempre es unívoca. Ya durante el Renacimiento los humanistas y reformadores se dieron cuenta de que en la Biblia existían contradicciones, omisiones e inexactitudes, lo que les llevó a discutir sobre los textos bíblicos y a comenzar un proceso de depuración de las fuentes que se podían considerar fiables en la transmisión de su mensaje. Este proceso se ha desarrollado hasta la actualidad y uno de sus resultados ha sido el surgimiento con el paso de los siglos de una figura histórica de Jesús diferente de la imagen religiosa que de él se ha transmitido. Por tanto, el Jesús de la fe y el Jesús de la Historia son dos figuras distintas surgidas del mismo personaje histórico. El primero es asunto de fe y, en consecuencia, personal e incontrovertible. El segundo ha sido revisado por historiadores, teólogos, filósofos, filólogos, antropólogos… la lista es interminable. Todos animados por las mismas cuestiones: ¿quién fue realmente Jesús?, ¿qué podemos afirmar de él con seguridad? Éstas son preguntas que no tienen una respuesta definitiva y posiblemente no lleguen a tenerla nunca, pero algunas de las conclusiones a las que se ha llegado ya permiten acercarnos un poco más al hombre que nos presenta la Historia.

El cristianismo es la religión más practicada en los países occidentales y una de las más numerosas en todo el mundo. Católicos, protestantes y ortodoxos son sus grupos mayoritarios, pero también existen infinidad de pequeñas confesiones cristianas (coptos, armenios, melquitas, maronitas y un largo etcétera) que profesan la religión inspirada en la figura de un profeta judío que vivió y predicó en torno al cambio de era, Jesús de Nazaret. Los datos que de él tenemos al margen de los Evangelios son escasos. Éstos, además, durante siglos se han leído e interpretado conforme a tradiciones no siempre respetuosas con su contenido original y que a veces ignoraban el contexto histórico y cultural en que vivió Jesús.

Palestina, el país donde vivió y predicó, era un territorio históricamente pobre y débil, de escaso interés económico para sus poderosos vecinos, los egipcios de más allá de la península del Sinaí y las prósperas ciudades comerciales fenicias al norte. Su importancia radicaba en que era una vía de comunicación natural entre Asia y África, al ser la pequeña franja de terreno transitable entre el Mediterráneo y el desierto sirio, por lo que fue ambicionada y sometida por los grandes imperios conquistadores de Oriente. Allí se habían asentado los israelitas desde finales del primer milenio antes de Cristo, que entre los siglos VIII y V a. C. fueron sucesivamente derrotados y dominados por asirios, babilonios y persas. Desde el siglo III a. C. la región fue controlada por los reinos griegos surgidos tras la muerte de Alejandro Magno, primero por los Ptolomeos de Egipto y posteriormente por los Seleúcidas, reyes griegos de Siria. A partir de este momento se fundaron ciudades griegas y la cultura helenística se difundió con fuerza por la región. Finalmente, a mediados del siglo I a. C., una disputa dinástica produjo la intervención del general Pompeyo, que puso el territorio bajo dominación romana. Por tanto, Palestina era un dominio político del Imperio romano y un territorio culturalmente helenizado sobre un sustrato de cultura judía fuertemente arraigado. En este país del Mediterráneo oriental, lugar de paso frecuentado por pueblos y culturas, en el que se mezclaban lenguas, conocimientos y religiones, nació Jesús.

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