Los grandes personajes de la Historia

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7: Jesús de Nazaret » El humilde hijo de un carpintero

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El humilde hijo de un carpintero

El nacimiento y familia de Jesús pueden parecer uno de los puntos menos controvertidos de su vida, ya que los Evangelios proporcionan una información precisa:

Por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Mientras estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el albergue.

Lucas 2, 1-7

El relato de la posterior visita de los Magos y su encuentro con el rey Herodes (Mateo, 2) parecen aportar mayor precisión si cabe, pero no todo es tan sencillo. Herodes el Grande era hijo del gobernador puesto por los romanos en Galilea, Antípatro, y a su muerte recibió del Senado de Roma el título de rey de Judea, ampliando los territorios que su padre había gobernado. Su reinado se extendió entre los años 37 y 4 a. C., fecha de su muerte. La historia no ha hallado noticias de ningún censo realizado por el gobernador de Siria Cirino que obligase a empadronarse a los habitantes de Galilea, ni de ninguno que incluyese a todos los habitantes del Imperio romano en época de Augusto. Sin embargo, el historiador judío-romano Flavio Josefo informa de que Cirino realizó un censo de población en Judea con motivo de su incorporación a la provincia de Siria, pero se llevó a cabo en el año 6 d. C. y en ningún caso incluyó a la población de Galilea. Entonces, ¿cuándo nació Jesús? ¿Cómo se pudo dar una fecha errónea de datación para su nacimiento? Actualmente la mayoría de los historiadores consideran que Jesús debió de nacer entre los años 7 y 4 a. C., ya que se otorga fiabilidad a su ubicación durante el reinado de Herodes el Grande. Fue mucho más tarde, en la primera mitad del siglo VI d. C., cuando el papado propuso cambiar el sistema de datación y tomar el nacimiento de Jesús como punto de referencia. Los cálculos fueron realizados por un monje erudito, Dionisio el Exiguo, que fijó erróneamente el acontecimiento en el año 753 ab urbe condita (desde la fundación de Roma, que es como se databa durante el Imperio romano). Más allá de lo chocante o curioso que pueda suponer esta cuestión, es un ejemplo inmejorable de las dificultades que plantea cuadrar los datos proporcionados por la Biblia con los conocimientos históricos.

Como señala Bart D. Ehrman, profesor de Religión de la Universidad de Carolina del Norte, «no han llegado hasta nosotros testimonios sobre los acontecimientos narrados en los Evangelios. Éstos por sí mismos no señalan haber sido escritos por Mateo, Marcos, Lucas y Juan. En realidad estos cuatro libros son anónimos y quienesquiera que los escribiesen no se identificaron en ellos. La tradición de que fueron escritos por estos autores surgió varias décadas después de su fecha real de composición, realizada posiblemente por cristianos de la segunda o tercera generación después de Jesús, a finales del siglo I d. C.». El criterio del también profesor de Religión Jonathan Reed es muy similar: «Existe por lo menos un lapso de cuarenta años entre la vida de Jesús y la escritura de los Evangelios y sus autores no escribieron con la intención de dejar un registro exacto de lo que hizo Jesús, o de cómo eran la economía y la sociedad. La razón por la que escribieron estos textos fue convertir a la gente a la nueva fe, al cristianismo». Por tanto, los estudiosos actuales no consideran los Evangelios como textos que se puedan tomar al pie de la letra, sino que deben ser sometidos a una crítica textual, una herramienta técnica característica de los estudios filológicos.

De los cuatro Evangelios sólo los de Mateo y Lucas mencionan Belén como lugar de nacimiento de Jesús, haciéndose eco de lo que había dicho el profeta Miqueas. Marcos y Juan guardan silencio al respecto. Muchos eruditos actuales consideran que es posible que Jesús naciese realmente en Nazaret, de unos padres llamados efectivamente José y María. Todos los Evangelios coinciden en que fue su hijo primogénito, y en que le pusieron el nombre hebreo Yehošu’a (literalmente, «Yahvé salva»), que se vertió primero al griego y más tarde al latín como Jesús. Asimismo, los Evangelios son bastante claros al decirnos que José y María tuvieron más hijos. Como comenta el profesor de Teología Jeffrey S. Siker, «la mayoría de los Evangelios señalan a Jesús, a sus hermanos e incluso a sus hermanas. Pablo menciona a Jesús y a sus hermanos, así que no hay duda de que no era hijo único. También hay menciones sobre cuántos, al menos dos o tres hermanos y posiblemente unas pocas hermanas. Así que procedería de una familia judía media compuesta por cinco o seis hermanos». Tras la muerte de Jesús, uno de estos hermanos, Santiago, se convertiría en el líder del naciente movimiento cristiano.

Pero nada de lo que sucedería con posterioridad debió de estar presente en la infancia de Jesús y de sus hermanos y hermanas, que posiblemente fuera como la del resto de muchachos de su entorno. A este respecto ha señalado David L. Barr, profesor de Estudios religiosos, «no hay nada de misterioso en la infancia de Jesús. Creció como cualquier otro niño judío, primero entre las mujeres y más tarde en compañía de los hombres. Fue al colegio, aprendió un oficio…». El profesor Gregory J. Riley añade: «Se nos ha dicho que su padre fue carpintero e incluso que él mismo lo fue. Debemos asumir por tanto que fue un artesano y que vivió en lo que podríamos llamar clase media. Ésta vivía usualmente en casas de una o dos habitaciones, en lo que podríamos llamar una choza, limpia pero pequeña. Se trasladaban exclusivamente a pie, tenían sólo las ropas que vestían. Era una vida de subsistencia. Una hambruna podía costar muchas vidas en cualquiera de estas aldeas». Jesús pasaría su infancia y juventud en su lugar de nacimiento, Nazaret, aunque prácticamente nada se conoce sobre sus primeros veinticinco años de vida, sobre los que los Evangelios guardan silencio. Como destaca el profesor Barr: «Cómo fue la infancia de Jesús, dónde fue a la escuela, cómo fue su adolescencia son cosas que a nosotros nos parecen interesantes, pero que a los antiguos no les llamaba la atención en absoluto». Uno de los pocos episodios que conocemos es el que relata el Evangelio de Lucas:

Al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron quedaron sorprendidos y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.

Lucas 2, 46-50

Sin embargo las opiniones sobre la verosimilitud de este episodio varían. El propio profesor Barr indica al respecto: «Sencillamente la vida de Jesús no fue importante para la gente hasta que comenzó a proclamar que el Reino de Dios se acercaba. Después de que surgiese el interés en su figura, se volvió la vista atrás y se crearon relatos sobre su vida anterior, la historia de Lucas de Jesús en el Templo es una de ellas». Esta falta de información sobre sus primeros años ha llevado a hablar de «vida oculta» o «años perdidos» de Jesús. En opinión del profesor de Humanidades J. Andrew Overman, «los años perdidos de Jesús fueron llamados así acertadamente porque no sabemos nada sobre ellos. Sólo se puede conjeturar sobre cómo habría sido su vida durante aquellos años. Basándonos en nuestras reconstrucciones sobre Galilea se puede suponer que probablemente se habría puesto de aprendiz con su familia y habría aprendido un oficio. Los Evangelios se refieren a él con la palabra griega tecton, que erróneamente se ha traducido por “carpintero”, más seguramente habría sido un cantero, albañil o trabajador de la construcción. Probablemente fue alguien que trabajaba la piedra, que era muy abundante en Galilea».

Galilea en aquella época era una tierra frecuentada por hombres que vivían con gran profundidad su fe judía. A este respecto, el profesor Barr afirma: «Nuestra imagen actual de Galilea es la de una zona de una fuerte piedad judía y un gran énfasis en lo que podríamos llamar la “persona santa”, en otras palabras, el chamán, la persona que tiene una experiencia única de Dios y cuyas palabras y actos derivan de ella. Es algo que parecía bastante corriente en la forma galilea de ser judío». Sin embargo, cerca de Nazaret también se hallaba la ciudad griega de Séforis, a la que podría haber acudido Jesús según algunos historiadores. Independientemente de las influencias que hubiese podido recibir en su infancia, no es hasta su vida pública cuando comienza a mostrarse a los demás como un profeta que transmite la palabra de Dios, pero ¿cuándo se produjo el cambio de un joven artesano galileo de religión judía a un profeta del Dios de Israel? Esa revelación o llamada le llegaría a través de otra persona, Juan el Bautista.

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