Los grandes personajes de la Historia

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Migraciones continentales

Las relaciones entre germanos y romanos no cambiaron de pacíficas a bélicas de un día para otro. Fue un proceso largo y discontinuo en el que las relaciones amistosas se fueron alternando con las hostiles. Quizá paradójicamente los bárbaros fueron adquiriendo mayor presencia en algunas facetas de la realidad romana durante sus últimas décadas de existencia. Como afirma el historiador Patrick J. Geary, «ése era un mundo en el que los bárbaros y los romanos habían estado en estrecho contacto durante siglos. Los unos eran necesarios para los otros. Los romanos habían necesitado de los bárbaros durante el siglo anterior. Los necesitaban como esclavos, los necesitaban para su comercio y los necesitaban además como reclutas para sus tropas, porque el ejército romano estaba formado cada vez más por bárbaros». Efectivamente, el decaimiento demográfico hizo necesario que miembros de tribus germanas aliadas del imperio suplieran a los soldados romanos, cada vez más escasos, en las legiones.

Pero ¿quiénes eran los hunos? ¿Cómo intervinieron en este escenario de crisis? No eran un pueblo germano de los del centro y norte de Europa a los que estaban tan acostumbrados los romanos. Su origen se sitúa en las grandes estepas de Asia central, donde habitaban como un pueblo nómada, con una economía comunitaria de base ganadera. Como el resto de los pueblos esteparios asiáticos, desarrollaban una vida organizada en torno a la sumisión a un jefe tribal, sobre la necesidad de dominar grandes extensiones de terreno que servía de pasto para su ganado —de ahí la importancia fundamental del caballo en la vida colectiva— y una gran capacidad organizadora que en ocasiones les llevaba a federarse con otras tribus. Por razones desconocidas (se ha propuesto la posibilidad de cambios en el clima y un fuerte crecimiento de su población) y junto con sus primos lejanos, los llamados heftalitas o hunos blancos, comenzaron a moverse a grandes distancias en la segunda mitad del siglo IV. Los hunos empezaron a migrar hacia Occidente y los hunos blancos hacia el sur y sudeste. Los primeros supusieron una fuerte desestabilización para el mundo romano, los segundos lo fueron para las civilizaciones persa e india.

Hacia el año 375, los hunos cruzaron el río Don (en la actual Rusia) hacia Occidente y rápidamente chocaron con los ostrogodos, que se habían establecido en un amplio territorio al norte del Mar Negro en el siglo III. Derrotados éstos, emprendieron la huida hacia el oeste, presionando hostilmente a los pueblos germánicos asentados a lo largo de la frontera norte del Imperio romano. Estos pueblos fronterizos ya no se contentaban con hacer razias ocasionales en territorio romano, sino que por primera vez en muchos siglos comenzaron a presionar para asentarse en territorio del imperio. Michelle Salzman, catedrática de Cultura clásica de la Universidad de Boston, considera que los hunos «cuando llegaron de Asia empujaron a los ostrogodos, que a su vez empujaron a los visigodos, que presionaron sobre la frontera del Danubio y quisieron penetrar entonces en el Imperio romano. A esto se le ha llamado la primera lección de billar de la Historia de la que tenemos noticia. Y cuando chocaron contra los visigodos, quedaron aterrorizados por estos hunos que parecían tan distintos, actuaban tan distinto y vivían de un modo tan distinto al de los germanos, que eran los únicos bárbaros que los romanos habían conocido en sus fronteras durante siglos».

Los germanos occidentales habían logrado cierto grado de sedentarización a lo largo de la frontera romana y los orientales tenían también cierto desarrollo social y político ya que habían recibido influencia griega y romana a través de las rutas comerciales que desde el Mar Negro ascendían hasta el Báltico. Pero los hunos eran algo completamente ajeno incluso para los germanos. Eran un pueblo asiático nómada y de costumbres salvajes que causaron gran impacto no sólo entre los romanos, sino también entre los bárbaros vecinos del imperio. Como afirma la profesora Salzman, «parecían bárbaros incluso a los bárbaros, a los bárbaros germanos. Los hunos ni siquiera cocinaban su carne, cosa que los germanos sí hacían. Según los romanos, vivían a caballo, dormían a caballo, hacían el amor en carretas y no tenían casas, no vestían ropa limpia. Eran absolutamente distintos y aterradores. No se podía confiar en ellos, eran traicioneros… al menos ésa es la mitología sobre ellos». La base de este pánico estaba en la irrupción violenta que habían protagonizado, pero también en el hecho de su radical diferencia. Eran algo absolutamente desconocido en siglos y el miedo que producían no sólo procedía de su actitud más o menos violenta, sino de esta diferencia cultural absoluta.

El problema fue, además, que no se contentaron con permanecer donde habían expulsado a los ostrogodos, sino que continuaron avanzando hacia Occidente, y a finales del siglo IV quedaron instalados en la llanura del Danubio, que los romanos llamaban Panonia, en la actual Hungría. Allí encontraron un campo fértil para desarrollar su cultura nómada en un terreno favorable para su economía ganadera y sus desplazamientos a caballo, muy cerca de la frontera del Imperio romano… quizá demasiado.

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