Los grandes personajes de la Historia

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Fronteras seguras, poder consolidado

No conocemos con seguridad la fecha ni el lugar de nacimiento de Carlomagno. Se ha propuesto como fecha más segura el año 742, aunque algunos historiadores la retrasan hasta el 748. En cualquier caso era un adulto cuando llegó al poder y recibió una educación militar al lado de su padre en sus luchas en el exterior contra los lombardos y en el interior contra los aquitanos. Siguiendo estas enseñanzas, sus primeros pasos se encaminaron a asegurar la tarea de su padre y fortalecer la estabilidad militar del reino. Pero los enfrentamientos con su hermano no facilitarían los primeros pasos. Parece que en estos momentos jugó un importante papel de mediadora la madre de ambos, Bertrada, quien impidió que su rivalidad llegase a conflicto abierto. En cualquier caso no duraría mucho, ya que Carlomán falleció en el año 771 por causas desconocidas. Carlomagno ignoró entonces los derechos de sucesión de sus sobrinos y se hizo con la totalidad del reino, emprendiendo su tarea de lucha en las fronteras.

El primer objetivo sería el frente que habían abierto sus antecesores en el nordeste, la dominación total de Frisia (en los actuales Países Bajos). La situación en aquella frontera era complicada. Las incursiones de saqueo de las tribus frisonas seguían siendo frecuentes pese a las victorias francas, y la relación que mantenían con las tribus sajonas asentadas más al este les permitía un apoyo táctico y logístico que dificultaba en gran medida el control de la zona. En el año 772 Carlomagno comenzó la conquista de Sajonia, ya que consideraba que sólo sometiéndola podría establecer la paz. Le costó treinta años tener dominado el territorio, a lo largo de los cuales se sucedieron victorias francas y sublevaciones de la población tribal sajona. El resultado de las primeras campañas fue de éxito. Los sajones eran un grupo tribal heterogéneo, así que se optó por golpearles en el punto que los mantenía unidos, la religión. Practicaban una religión animista y adoraban a las fuerzas de la naturaleza y lugares sagrados como bosques, cuevas y lagos. Una de las primeras acciones de Carlomagno consistió en tomar el santuario del árbol sagrado (Irminsul) situado en Eresburg, ordenar que fuese talado y tomar su tesoro como botín de guerra. El golpe tuvo el efecto deseado y en poco tiempo comenzó a organizar administrativamente y a evangelizar a Sajonia para incorporarla al reino franco. Pero un aristócrata sajón, Widukind, se refugió entre los daneses, una tribu vikinga que habitaba la península de Jutlandia, y preparó una rebelión que estalló con crudeza en el año 779. Durante seis años Carlomagno tuvo que organizar campañas anuales de castigo y conquista sistemática en las que abundaron los episodios de crueldad. En el 782 los francos exterminaron alrededor de cuatro mil quinientos rebeldes sajones en Verden an der Aller, lo que supuso la matanza más famosa de una larga serie de represalias que incluyeron también las deportaciones colectivas. La revuelta no terminaría hasta el 785, fecha en la que Widukind reconoció su derrota y aceptó el bautismo. A pesar de ello los levantamientos de los sajones se repetirían periódicamente hasta que en el año 804 la promulgación de un código de leyes que reconocía la validez legal de las tradiciones sajonas permitió la pacificación del territorio.

Otros dos éxitos vinieron a consolidar la victoria de Carlomagno en el frente oriental. El primero fue la incorporación del ducado de Baviera a su reino. El duque Tassilón, católico y vasallo del rey franco, intentó sustraerse a la dependencia de éste acercándose a los lombardos. La reacción de Carlomagno fue fulminante. En el 788 convocó una dieta (reunión de aristócratas) en Ingelheim y ordenó la deposición del duque, integrando el territorio en el reino franco. El otro éxito fue el ataque y destrucción del reino de los ávaros. Éstos eran una tribu asiática esteparia que se había instalado en la llanura del Danubio (Panonia) en el siglo VI. Desde el momento en que se incorporó Baviera habían pasado a ser vecinos de los francos, que no estaban muy dispuestos a consentir sus correrías y razias por el imperio. En el año 791 Carlomagno lanzó el primer ataque, que culminaría cinco años más tarde con la captura del tesoro de los ávaros y la destrucción de su reino.

El segundo frente exterior en el que actuó Carlomagno fue Italia. Allí la expansión del reino lombardo seguía amenazando a los papas y sus recién adquiridos territorios, por lo que Adriano I volvió a pedir ayuda al rey de los francos. Perpetuando la alianza forjada por su padre, en el año 773 comenzó la invasión del reino lombardo, cuyo titular, el rey Desiderio, era por entonces su suegro. La resistencia militar de éste no tuvo éxito y al año siguiente Carlomagno tomó la capital del reino, Pavía, y se hizo coronar rey con la corona de hierro de los lombardos. Desde entonces dicho reino pasaba a ser parte integrante del franco. Carlomagno viajó entonces a Roma y confirmó la donación de territorios que había hecho su padre al papado. A cambio recibió del pontífice el título de «patricio de los romanos».

En el año 777, en uno de los escasos momentos de paz de estos primeros años, cuando se encontraba en su palacio de Paderborn desarrollando sus planes para administrar y evangelizar Sajonia, le llegó una extraña embajada. Una legación enviada por los valíes (gobernadores musulmanes) Al-Husayn de Zaragoza y Sulayman de Barcelona acudió a pedirle ayuda, ya que desde hacía un tiempo se habían rebelado contra la autoridad del emir (rey) de Córdoba, Abdal-Rahmán I. Las motivaciones por las que Carlomagno aceptó la petición de ayuda han sido discutidas, pero en opinión del catedrático de Historia medieval José Luis Martín «le ofrecieron la entrega de Zaragoza y con ella el control de la vertiente sur de los Pirineos, es decir, de las tierras que habrían de servir de protección a los dominios francos de Septimania». Fueron por tanto motivaciones estratégicas, y no religiosas o de cruzada, las que animaron al monarca a organizar una expedición armada para el año siguiente. La empresa se llevó a cabo finalmente y logró la toma de Huesca y Pamplona, pero no de Zaragoza, que contra todo pronóstico no se entregó al ejército franco. Ante la decepción se decidió el regreso a la Galia por el Pirineo occidental. Es éste el momento en que un grupo de vascones tendió una emboscada en Roncesvalles a la retaguardia del ejército y le infligió una aplastante derrota. Además de suponer un pésimo punto final a la primera intervención de los francos en Hispania, la escaramuza acabó convirtiéndose en el tema del primer cantar de gesta de la literatura francesa, el Cantar de Roldán; en él se narra la derrota del caballero Roland aunque alterando bastante la realidad histórica ya que en el poema la iniciativa de enviar un ejército se atribuye a Carlomagno en vez de a los rebeldes andalusíes y los vencedores de Roldán pasan a ser musulmanes en vez de vascones. Si duda alguna, Roncesvalles fue lo más cerca que estuvo Carlomagno de un desastre militar.

Pese a todo hay historiadores que consideran que el resultado no fue tan negativo, como Josep Maria Salrach, catedrático de Historia medieval, quien considera que «la expedición, aunque fracasada, debió de servir para avivar las disidencias de la zona y facilitar posteriores tentativas carolingias». Efectivamente, en el año 785 la ciudad de Gerona se entregó a los francos y diez años más tarde éstos avanzaban conquistando territorios en Cataluña central (Vic, Caserras y Cardona). La culminación llegaría en el año 801, cuando un ejército carolingio dirigido por el hijo de Carlomagno, Luis, y en el que participaba un grupo de godos al mando de Berda, tomaba Barcelona. Por fin se cumplía uno de los objetivos francos en la península Ibérica y se hacía en un momento de apoteosis para el monarca, ya que aquellos años del cambio de siglo fueron los que marcaron su cenit, que le llevaría a dejar de ser rey para convertirse en emperador y, por tanto, sucesor de los Césares de Roma.

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