Los grandes personajes de la Historia

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La mujer que gobernó en un mundo de hombres

Con frecuencia la presencia de las mujeres en la Historia resulta borrosa, difícil de rescatar, y esta falta de claridad aumenta cuanto más hacia atrás se va en el tiempo. Deliberadamente oscurecidas por sus contemporáneos y después olvidadas por quienes escribían la Historia durante siglos, la imagen finalmente transmitida las presenta relegadas a un segundo plano, como sujetos pacientes de una acción protagonizada en exclusiva por hombres. Hoy, gracias al trabajo de muchos historiadores, esta imagen se ha corregido y las mujeres empiezan a ocupar el lugar que les corresponde en la Historia, el de coprotagonistas de su tiempo. Leonor de Aquitania es la gran protagonista femenina del siglo XII europeo: impulsora de la literatura cortesana de los trovadores, participante en la Segunda Cruzada a Tierra Santa, esposa de Luis VII de Francia y luego de Enrique II de Inglaterra, divorciada por su voluntad, madre de Ricardo Corazón de León, instigadora de la conspiración de sus hijos contra su segundo marido, encarcelada durante quince años… Leonor ni permaneció en un segundo plano, ni quiso dejar que otros tomasen decisiones por ella. Por su compleja personalidad, ya en vida comenzó a rodearla la leyenda y, con el paso de los siglos, una Leonor seductora, frívola, culta, maquiavélica y apasionada nacida de ella se ha instalado en la imaginación colectiva. Los relatos del cine y la literatura han consagrado al personaje, pero es la historia de su vida la que nos desvela en realidad quién fue esta mujer fascinante.

Leonor de Aquitania nació probablemente en Poitiers entre 1120 y 1122. Era hija de Guillermo X, duque de Aquitania, y Leonor de Châtellerault, y la única heredera del duque dado que su hermano mayor, Guillermo, murió siendo aún un niño. Como tal le correspondía la soberanía del condado de Poitu y del ducado de Aquitania, un amplio territorio extendido entre Poitiers y Burdeos que pronto convertiría a Leonor en una pieza esencial en el equilibrio político entre las dos fuerzas en tensión en la Europa del siglo XII, Francia e Inglaterra. Prácticamente no se sabe nada de su infancia, pues las fuentes de la época no se ocuparán de ella hasta que entre al escenario político mediante su primer matrimonio, ya con quince años. Pese a ello, todo parece indicar que Leonor recibió una esmerada educación como correspondía, por una parte, a la importante tradición cultural de la corte aquitana y, por otra, a una heredera llamada a convertirse en señora feudal de los grandes barones del ducado. Así, bajo la atenta mirada de su padre, Leonor no sólo aprendió a leer y escribir, algo muy poco frecuente para la educación de una mujer en la época, sino que estudió filosofía, literatura y música, y llegó a dominar al menos tres lenguas: provenzal, francés y latín. Además, practicaba las principales actividades de ocio propias de la corte aquitana: la equitación, la cetrería y, por supuesto, la poesía.

Leonor creció en el ambiente cálido, desenfadado y culto que rodeaba a los duques de Aquitania. Su abuelo, Guillermo IX, apodado el Trovador, había sido uno de los personajes más singulares de su tiempo. Hombre culto y temperamental, se hizo tan famoso por su comportamiento libertino como por su capacidad para componer y declamar poesía. En torno a él floreció un rico mundo cortesano en el que poetas y trovadores se convirtieron en seña de identidad y los cantos de amor cortés inspirados en damas de leyenda marcaron el inicio de una revolución literaria en toda Europa. Al tiempo, Guillermo IX desafiaría las normas morales imperantes con su desordenada vida sentimental. Repudió a su esposa, Felipa de Toulouse, para vivir con su amante, la vizcondesa de Châtellerault, y llegó a ser excomulgado por ello. Su relación dio pie a todo tipo de fabulaciones (como el supuesto retrato de la vizcondesa desnuda que Guillermo llevaba en el interior de su escudo) que no hicieron sino crecer cuando impuso a su propio hijo, Guillermo X, el matrimonio con la hija de su amante, Leonor de Châtellerault. Fruto de esa unión nacería Leonor de Aquitania, quien, educada en ese ambiente, demostraría a lo largo de su vida ser su digna heredera.

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