Los grandes personajes de la Historia

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38: Margaret Thatcher » Mrs. Thatcher, Shadow Prime Minister («Señora Thatcher, Primera Ministra en la Sombra»)

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Mrs. Thatcher, Shadow Prime Minister («Señora Thatcher, Primera Ministra en la Sombra»)

El desconcierto del gobierno conservador le pasó factura en las urnas. En las elecciones generales de octubre de 1974 Heath no fue reelegido, y los laboristas formaron gobierno con una mayoría escasa en el Parlamento. La derrota desató una gran crisis interna dentro del Partido Conservador. Se abrió un proceso de discusión interna con objeto de elegir un líder reforzado tras la derrota electoral. Todos esperaban que Heath, del que se suponía que asía fuertemente las riendas del partido, fuese reelegido. Para entonces ya habían surgido voces que proponían adoptar soluciones diferentes para la situación de crisis. El diputado Keith Joseph comenzó a lanzar ideas de desarrollar políticas económicas ultraliberales —inspiradas en los economistas Friedrich Hayek y Milton Friedman— que rompiesen por completo el consenso de posguerra cuya obra fundamental había sido el estado del bienestar. Pero Joseph no se presentó a las elecciones internas. En cambio Thatcher sí lo hizo, y el proceso fue de sorpresa en sorpresa. En la primera vuelta Heath no obtuvo votos suficientes para seguir adelante, y en la segunda salió victoriosa la señora Thatcher en una liza que le había enfrentado a cuatro rivales varones. Era una auténtica bofetada contra la aristocracia del partido con la que las bases imponían su deseo de un cambio de rumbo.

La nueva líder conservadora dejó claro desde la misma noche de su victoria interna que las cosas no iban a ser iguales. En la rueda de prensa que siguió a su elección como líder tory (la noche del 11 de febrero de 1975) daba ya muestras de lo que en el futuro sería su estilo político y avanzaba parcialmente el núcleo de la ideología que inspiraría su acción de gobierno:

—¿Qué es lo que le ha llevado al éxito?

—Me gustaría pensar que fueron mis méritos.

—¿Ampliaría usted eso?

—No, no necesita ampliación. ¿Es que a usted no le gustan las respuestas breves y directas? A los hombres les gustan las respuestas largas, enrolladas y superficiales.

—¿Usted ve su victoria de hoy como la de Margaret Thatcher en solitario o también como una victoria para las mujeres del Reino Unido?

—Ninguna de las dos. Nadie puede ganar solo. Únicamente se gana teniendo a mucha gente pensando y trabajando en el mismo sentido en que uno lo hace. No es una victoria de Margaret Thatcher, no es una victoria para las mujeres del Reino Unido. Es una victoria para alguien que está en política.

—¿Qué cualidad le gustaría que tuviese el Partido Conservador durante su liderazgo?

—La cualidad de ganar.

—Y ¿qué cualidades filosóficas?

—Una cualidad filosófica conservadora, una filosofía característicamente conservadora, no se gana estando en contra de las cosas, se gana estando en pro de las cosas y hablando claramente sobre ellas.

—En pro ¿de qué?

—En pro de una sociedad libre, con el poder bien distribuido entre los ciudadanos y no concentrado en manos del estado, manteniendo el poder por una distribución amplia de la propiedad privada entre los ciudadanos y no en manos del estado.

En lo que a política internacional se refiere, Thatcher destacó desde el principio por su anticomunismo. El 19 de enero de 1976 pronunció un célebre discurso en el Kensington Town Hall en el que atacó a la URSS al considerarla una amenaza inminente para los países y la civilización occidentales. Cinco días más tarde la respuesta soviética se produjo en el diario oficial del Ministerio de Defensa, el Krásnaya Zvezdá («Estrella roja»), que publicaba un artículo del periodista y militar Yuri Gavrílov titulado «La mujer de hierro amenaza…» en el que defendía a su país de las acusaciones de la dirigente conservadora. El rotativo británico Sunday Times se hizo eco del titular traduciéndolo por «la dama de hierro», apelativo que agradó a Thatcher y asumió dándole la vuelta, dándole una connotación positiva. A ella le gustaba presentarse como una solución fuerte para los problemas de Gran Bretaña, y el revuelo que causó el cruce de acusaciones y ataques le proporcionó mucha publicidad y no pocas críticas. Como afirma el historiador Tony Judt, «su disposición a buscar la impopularidad y a enfrentarse a ella no sólo no le causó daño alguno entre sus colegas, sino que puede que formara parte de su atractivo». El mote la acompañaría ya a lo largo de toda su vida pública.

La dama de hierro pasó cuatro años ejerciendo la labor de cabeza de la oposición primero ante Harold Wilson y después, cuando éste renunció a principios de 1976, ante James Callaghan. Aunque Thatcher fue avanzando rápidamente como cabeza visible del Partido Conservador, Callaghan demostró ser un hueso duro de roer. Finalmente fue el clima económico y social en descomposición constante el que acabó por decantar la balanza hacia ella. La crisis económica (el Fondo Monetario Internacional se vio obligado a intervenir para salvar la libra en 1976) y un repunte severo de la conflictividad social en los últimos meses de 1978 y primeros de 1979 (meses que recibieron el nombre de «invierno de descontento») produjeron una sensación de anarquía y de situación fuera de control que acabó costando el gobierno a los laboristas. El 29 de mayo de 1979 el gabinete perdía una moción de confianza, lo que le obligó a convocar elecciones para el 3 de mayo. La campaña electoral fue ardua, pero Thatcher se mostró hábil e inteligente y logró sacar partido del desgaste laborista. En palabras de Hugo Young, «los conservadores estaban bastante seguros de vencer los comicios de 1979. Y tal vez fuera algo factible, después de un invierno tan catastrófico y de que a los laboristas se les desmoronara su argumento de que eran los únicos aptos para gobernar. Sólo más tarde quedó patente hasta qué punto se estaba acabando irrevocablemente la época socialista». La que comenzó entonces fue una época nueva, la del thatcherismo.

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