Los grandes personajes de la Historia

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12: Ricardo Corazón de León » El rey de las cruzadas

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El rey de las cruzadas

Tuvo una vida corta y un reinado fugaz, tan sólo de diez años. Sin embargo, dejó un recuerdo perdurable por generaciones no sólo entre sus vasallos sino en el conjunto de Europa, que hizo de él un ejemplo de rey, de soldado, de cristiano y de caballero. Fue hijo del fundador de un poderoso imperio que abarcaba desde la frontera escocesa al norte hasta los Pirineos al sur, y continuó una historia de rivalidad con el reino de Francia que perduraría durante siglos y que sólo finalizaría tras un baño de sangre que afectó a generaciones enteras. No nació heredero al trono, privilegio que le correspondía a su hermano mayor, pero cuando llegó a ser el primero en la línea de sucesión demostró que estaba capacitado para asumir la dura tarea que se avecinaba. La Tercera Cruzada, su prolongado cautiverio en Centroeuropa y las luchas con el rey de Francia en sus territorios continentales le mantuvieron demasiado tiempo alejado de su reino, que supo sin embargo administrar sabiamente mediante leales consejeros. Su temprana muerte no hizo sino acrecentar la leyenda de un rey ausente pero virtuoso y amante de su pueblo. Ésta es la historia de Ricardo I de Inglaterra, llamado Corazón de León.

El siglo XII fue el siglo del desarrollo de la caballería en Europa no sólo como una forma de entender la guerra, sino como una cultura y una forma de practicar las relaciones sociales por parte de la nobleza. De un caballero no se esperaban sólo excelentes aptitudes militares, sino también una educación esmerada, un trato exquisito hacia los demás, especialmente hacia las mujeres y los desvalidos y a ser posible la capacidad para cultivar las artes propias del llamado «amor cortés», la poesía y la música. Durante la Edad Media, uno de los modelos perdurables de caballero fue Ricardo I de Inglaterra, un rey de reinado corto y ajetreado, alejado de su reino al ocuparse de intereses que hoy en día podrían parecer muy lejanos a los de sus vasallos. Entonces, ¿por qué fue un rey que penetró tan rápidamente en la imaginación popular dejando una imagen de impecable ejemplaridad? ¿Fue realmente un buen rey para su pueblo o dilapidó su tiempo, esfuerzo y dinero en aventuras lejanas y poco provechosas?

Parte de las respuestas a estas preguntas dependen del complejo escenario político internacional en el que se desarrolló su vida y su tarea de gobierno. Los intereses de Inglaterra no se limitaban al sur de la isla de Gran Bretaña, sino que comprendían toda la fachada atlántica de la actual Francia. El padre de Ricardo, el rey Enrique II de Inglaterra, por herencia de sus padres y por su matrimonio con Leonor de Aquitania, era no sólo rey del reino insular, sino además duque de Normandía, de Aquitania y conde de Anjou, títulos que le hacían gobernante de un territorio en Francia más extenso que el del propio rey de Francia. Esto complicaba sobremanera sus relaciones con el rey Luis VII, de la dinastía de los Capeto, a quien Enrique debía fidelidad ya que poseía sus feudos continentales como su vasallo. Además, el hecho de que la reina de Inglaterra, Leonor de Aquitania, hubiese estado casada en primeras nupcias con el rey francés, que entre otros motivos la había repudiado por no darle heredero varón, no facilitaba las relaciones entre los que eran los dos reyes más poderosos de Europa occidental.

Asimismo, Francia no sólo se dividía entre los territorios que obedecían a Luis VII y Enrique II de Inglaterra, sino que toda la parte meridional, ribereña con el Mediterráneo, eran feudos de los poderosos condes de Tolosa, la tercera fuerza política que se disputaba el poder en el país. Por tanto el escenario francés era sumamente intrincado, dificultaba las relaciones internacionales y el mantenimiento de la paz, y exigía de sus protagonistas el desarrollo de una gran actividad política, diplomática y militar de forma constante si querían adquirir ventaja sobre sus enemigos. Sin embargo, todo esto en principio no tendría que haber afectado a la vida de Ricardo, ya que cuando nació no era el heredero al trono de su padre, era tan sólo un segundón de los que tantos problemas y quebraderos de cabeza daban a sus padres en la Edad Media, sobre todo si éstos eran poderosos, como era el caso del rey Enrique de Inglaterra.

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