Los grandes personajes de la Historia

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12: Ricardo Corazón de León » El cachorro de león

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El cachorro de león

Ricardo nació el 8 de septiembre de 1157 en el palacio real de Oxford, era el tercer hijo varón de los reyes Enrique y Leonor, aunque el primero de sus retoños, Guillermo, había muerto el año anterior a la edad de tres años. Por tanto era el segundogénito varón, que seguía a su hermano mayor, Enrique, en la sucesión al trono de Inglaterra. Su padre no llevaba mucho tiempo ciñendo la corona, ya que había accedido al trono en 1154 al morir el rey Esteban de Inglaterra, primo de su madre, y con ello había instaurado una nueva dinastía, la de los Plantagenet o Angevinos (nombre que deriva de su condición de conde de Anjou). Cuando nació su hijo en Oxford y durante sus primeros años de vida, estuvo ausente ocupándose de asentar su dominio en los amplios territorios que dominaba en Francia. Su acceso al trono había supuesto un cambio dramático en las relaciones de poder dentro del reino galo y el período entre 1154 y 1177 fue de guerra latente entre ambos reinos, situación que de forma intermitente se repetiría durante el resto de la vida del rey.

La educación del joven príncipe corrió por tanto a cargo de su madre, mujer de cultura y talento excepcionales, que no sólo le formó en las tareas propias de la realeza o la nobleza medievales, como la caza o el ejercicio de las armas, sino que le dotó además de una educación literaria y artística. Según John Gillingham, profesor emérito de Historia medieval de la London School of Economics and Political Science, «en las leyendas Ricardo aparece como un inglés sin ningún aprecio por los franceses, pero en vida no fue así en absoluto. Sus padres fueron franceses, hablaba francés y provenzal (la lengua del sur de Francia), por cultura y educación era un francés integral. Es cierto que tuvo una educación excelente, sabemos que componía canciones y versos en francés y provenzal, y es que sabía leer y escribir perfectamente francés. También sabemos que leía latín ya que gastaba bromas acerca de la gramática latina a costa de un arzobispo de Canterbury que no era tan culto como él. De acuerdo con la educación tradicional y leyendo sus cartas, Ricardo se encontraba entre los príncipes más cultos de la Europa de esos días». Dentro de esta educación el ideal caballeresco tuvo un papel importante, ya que en el siglo XII la ideología y la cultura de la caballería estaban completamente definidas. En compañía de su madre pudo escuchar y disfrutar de los cantares de gesta franceses que le inculcaron un gusto por las acciones guerreras y por el ideal de caballero, cuya aspiración última era velar para que el ejercicio de la violencia se hiciese por una causa justa. Su educación incluía además el ejercicio de otras habilidades, como el juego del ajedrez, ya que, como señala el profesor Gillingham, «en aquella época muchos pensaban que el ajedrez era un juego entre dos pequeños reinos en el que los jugadores aprendían el arte de gobernar mientras administraban sus recursos, por eso se consideraba el ajedrez como un buen ejercicio para aprender a superar las dificultades reales de la vida».

Pronto tendría que poner en marcha su aprendizaje en cuestiones de estrategia, política y guerra pues, a medida que crecía, se iba haciendo más evidente que entre el rey Enrique, hombre dominante y celoso, y sus hijos las desavenencias irían en aumento. Ricardo era el segundo de cuatro hermanos varones: Enrique era mayor que él, y Godofredo y Juan, menores. Los cuatro pronto aspiraron a obtener en herencia alguno de los territorios del vasto imperio paterno e incluso alguna misión o gobierno como representantes de su padre mientras éste viviese. Pero Enrique no se mostraba muy inclinado a confiar en sus hijos. En 1170 daría el primer paso de un cambio progresivo de actitud, asociando al trono como su legítimo heredero a su primogénito, Enrique el Joven. Quizá una explicación de este cambio sea que el nacimiento de un heredero al trono de Francia, al tener por fin el rey Luis VII el tan ansiado hijo varón, era una señal de que el futuro podía ser complicado e inestable. En palabras de David Bates, medievalista de la Universidad de East Anglia, «el nacimiento de Felipe Augusto en 1165 fue un suceso muy importante en la historia de los Capeto, pero especialmente para el futuro de Ricardo Corazón de León. Al cabo de muchos años intentando tener un sucesor, el rey de Francia tuvo un hijo que sería el heredero del poder y el prestigio familiar. En la época medieval, un período muy militar, un hijo que pudiera manejar la espada y dominar una sociedad muy masculina era absolutamente vital».

Poco después el viraje de Enrique hacia sus hijos se confirmó y encomendó a un Ricardo de tan sólo quince años el sometimiento de algunos varones díscolos de las posesiones de Aquitania. El encargo no era baladí, ya que la importancia de la región era capital para el imperio angevino. En palabras del profesor Gillingham, «el ducado de Aquitania cubría grandes extensiones de tierras ricas y prósperas, particularmente los estratégicos puertos de Burdeos y La Rochela desde los que se comerciaba con las más importantes mercancías de la Europa medieval; desde ellos se exportaba vino y sal». La actuación militar del joven Ricardo fue brillante, y comenzó a forjar su fama como gran guerrero e inteligente estratega. Permaneció en Aquitania administrando los territorios de su padre en su nombre y empezando a foguearse en el terreno resbaladizo y peligroso de la política francesa. En 1179, tras la muerte de Luis VII, acudió a la coronación de su sucesor, Felipe II, al que con el tiempo llamarían Felipe Augusto, y que acabaría por convertirse en el enemigo más encarnizado de Ricardo. La razón primordial de esta rivalidad que degeneró en enfrentamiento era el deseo del rey francés de reincorporar los terrenos de los angevinos a la corona de Francia y para ello no dudó en inmiscuirse en las disputas familiares de Enrique II con sus hijos. En opinión del profesor Bates, «lo que Felipe intentaba hacer era tan sólo causar problemas, socavar la moral de los angevinos para mantenerlos permanentemente en vilo. Ricardo se había estado peleando con su padre desde los quince años y también sus hermanos se habían peleado con él y con su padre. Felipe Augusto tenía muchas oportunidades de entrometerse y, al hacerlo, debilitar el poder de la familia Plantagenet». En una de las disputas familiares murió Enrique el Joven, en 1183, por lo que Ricardo pasó a ser el heredero del trono de su padre, con el que las relaciones no mejoraron ni lo harían después. Pero entonces un hecho cambiaría su vida radicalmente, un acontecimiento que no llegaría ni de Inglaterra ni de Francia, sino del extremo oriental del Mediterráneo.

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