Los grandes personajes de la Historia

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12: Ricardo Corazón de León » De joven guerrero a rey cruzado

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De joven guerrero a rey cruzado

En el año 1187 toda Europa se vio estremecida por una noticia a la vez política y religiosa. Casi un siglo antes, la Primera Cruzada había culminado con la toma de Jerusalén en 1099 y con el establecimiento en Anatolia, Siria y Palestina de unos estados latinos gobernados por aristócratas de Europa occidental, siendo el más importante de ellos el reino de Jerusalén. Las potencias musulmanas del entorno reaccionaron violentamente a esta agresión, que había tenido éxito entre otras razones debido a su división interna. El surgimiento de un jefe militar poderoso y políticamente astuto, Salah-al-Din ben Ayyûb, que los occidentales llamaron Saladino, permitió la reorganización de la ofensiva musulmana, que culminó en la batalla de Hattin con la derrota definitiva de los ejércitos cristianos, la toma de Jerusalén y el desplome de los estados que habían fundado los cruzados. Al año siguiente, Federico I Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, decidió vestir la cruz y emprender una campaña de auxilio para los cristianos latinos de Oriente. El papa Clemente III recogió su iniciativa y pidió a todos los reyes y caballeros cristianos la participación en la empresa. Ricardo fue uno de los primeros en contestar al llamamiento, y en noviembre de ese mismo año se comprometió a participar en la expedición. Las motivaciones que tenía para actuar así eran claras; según el especialista en las Cruzadas Jonathan Riley-Smith, catedrático emérito de la Universidad de Cambridge, «que aquel lugar que ellos habían liberado para el cristianismo y para Jesús se hubiese perdido fue considerado un desastre, una humillación para la cristiandad y una ofensa contra Dios. Por supuesto, en la edad de Ricardo se tenían esas ideas, pero había otras razones muy acuciantes por las que debía responder tan rápidamente como él lo hizo: sus antepasados y otros habían tomado parte en las Cruzadas desde el principio y sus primos eran los gobernantes de Jerusalén».

Pero no fue nada sencillo prepararse para la partida. En ese momento se hallaba inmerso en un conflicto con su padre, que se resistía a nombrarlo heredero de la corona inglesa. El rey Enrique, envejecido y enfermo, inició una última campaña en Francia para doblegar a Ricardo, que se había aliado con Felipe de Francia para defender sus intereses. Finalmente los dos derrotaron al viejo rey, que tras ceder a las exigencias de su hijo murió solo en el castillo de Chinon. Debido a que era el mes de julio y el calor no permitía el traslado del cuerpo a Grandmont, donde deseaba ser enterrado, recibió sepultura en la abadía de Fontevraud, muy cercana a Chinon. Allí se le unirían con posterioridad para su descanso eterno su esposa Leonor y el propio Ricardo, y todavía hoy se pueden contemplar in situ las bellas efigies escultóricas que adornan sus tumbas. Así, con treinta y un años, Ricardo Plantagenet se dispuso a hacerse cargo de su herencia. El 20 de julio de 1189, en Ruán, se le invistió duque de Normandía en una ceremonia en la que el arzobispo le ciñó la espada ducal y le otorgó el estandarte del ducado. Sin perder tiempo cruzó el canal de la Mancha y fue coronado rey de Inglaterra en la abadía de Westminster con el nombre de Ricardo I el 3 de septiembre. Su primera tarea fue la de poner paz tras los conflictos familiares que habían dividido al reino, perdonando a los partidarios de su padre, y preparar la expedición a Tierra Santa. Para entonces se había unido a la iniciativa Felipe de Francia, aunque parece que por motivos muy distintos. En opinión del profesor Bates, «Ricardo fue a las Cruzadas por sentido del deber; Felipe Augusto probablemente no tenía tanto entusiasmo sino que era una cuestión de prestigio: si uno iba el otro tenía que ir». Por tanto se estaba preparando una magnífica operación militar en la que participarían los tres monarcas más influyentes del Occidente medieval, los de Alemania, Inglaterra y Francia. Aunque la gran iniciativa estaba ya en marcha, para que se lograse el gran objetivo de reconquistar Jerusalén había todavía mucho por hacer.

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