Los grandes personajes de la Historia

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12: Ricardo Corazón de León » Un rey extraviado

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Un rey extraviado

Ante la posibilidad de una amenaza a su poder en su propia familia, Ricardo se apresuró a entablar negociaciones con Saladino. En septiembre acordó una tregua por la que los musulmanes se comprometían a respetar el control cristiano de la costa desde Tiro hasta Jaffa y a respetar a los peregrinos que quisiesen llegar a Jerusalén. Aunque en comparación con los objetivos iniciales de la campaña estos logros puedan parecer un fracaso en toda regla, no es ésa la opinión del profesor Riley-Smith: «Lo que consiguió Ricardo fue algo inmenso; por supuesto que estaba muy enojado por no haber podido tomar Jerusalén, pero su principal éxito fue recuperar la costa. Además, la flota egipcia de galeras fue confinada a un puerto desde donde podría hacer muy poco daño». Por tanto, la supervivencia de los estados latinos de Oriente quedaba por el momento garantizada y el hecho de que controlasen los puertos mediterráneos les permitiría mantener el contacto con Europa occidental, para lo que contaban además con la base de Chipre, conseguida gracias al esfuerzo personal de Ricardo.

Pero antes de partir un hecho siniestro empañaría su labor en Tierra Santa. Por una coalición de fuerzas de los cristianos de Oriente se había visto obligado a aceptar en el último momento a Conrado de Montferrat como rey de Jerusalén, decisión que le contrarió profundamente. En palabras de Riley-Smith, «se encontraba ante el hecho de que uno de sus adversarios iba a ser puesto al frente de Palestina y de las conquistas que a él tanto le habían costado. El que un oponente político y dinástico del rey de Inglaterra estuviera al cargo de Palestina era demasiado para él; aunque estuviera a miles de kilómetros de los territorios de Ricardo, Palestina significaba mucho para la gente de aquellos tiempos. Hubiese sido una gran humillación para el trono de Inglaterra y para los esfuerzos diplomáticos ingleses». La noche del 28 de abril de 1192, Conrado, guerrero respetado y oponente de Ricardo dentro del bando cristiano de la Tercera Cruzada, murió asesinado. Aunque no se pudo hallar a los culpables de la atrocidad, inmediatamente se sospechó de Ricardo por lo oportuno del crimen y por su enemistad personal con el pretendiente protegido de Francia.

Bajo la sombra de la sospecha zarpó Ricardo I de Inglaterra de la ciudad de Acre el 9 de octubre de 1192 rumbo a su reino, pero no llegaría hasta el 13 de marzo de 1194. Tan gran retraso en el regreso se debe a una sucesión de desgracias en el viaje del rey. Por razones que no están claras, su barco se separó de la flota inglesa y naufragó en el norte del mar Adriático. Ricardo se vio entonces en la necesidad de seguir una vía terrestre que atravesase Europa desde el Adriático hasta el mar del Norte para embarcar de nuevo y llegar a Inglaterra. Para emprender el viaje decidió mantener su identidad oculta, disfrazándose con unos pocos acompañantes de mercaderes. Para algunos historiadores, como el profesor Riley-Smith, la decisión no fue muy acertada: «¿Por qué decidió cuando llegó a tierra viajar disfrazado? No tiene sentido. Quizá porque sabía que viajaba por una Europa que estaba molesta con el asesinato de Conrado». Las prevenciones del rey estaban justificadas. Cerca de Viena fue detenido por soldados del duque Leopoldo de Austria. Como recuerda Riley-Smith, «Conrado era primo de Leopoldo de Austria, primo del emperador Enrique VI de Alemania y primo de Felipe de Francia. Los Montferrat eran una familia muy inteligente…», por lo que su captor tenía motivos para no sentir misericordia por el extraviado rey inglés. Además, ahora tenía una oportunidad de oro para cobrarse el agravio que le habían infligido los ingleses en la toma de Acre unos años antes.

El duque Leopoldo decidió que se encerrase a Ricardo en el castillo de Dürnstein, a orillas del Danubio, donde comenzó un largo cautiverio. En ese momento, privado de las armas y de la posibilidad de ejercitarse físicamente, dedicó buena parte de su tiempo al cultivo de la poesía y la música que había aprendido de niño junto a su madre y que serían unas grandes aliadas para sobrellevar la que sin duda fue una de las situaciones más dramáticas de su existencia. Christopher Page, profesor de Música y Literatura medieval en la Universidad de Cambridge, señala que «existe un manuscrito francés de finales del siglo XIII, quizá compuesto dos o tres generaciones después de la muerte de Ricardo. Tiene el rótulo “rey Ricardo” escrito sobre el primer verso de un poema con música, de modo que nadie duda de que es de Ricardo Corazón de León. Son suyas tanto la letra como la música ya que se refiere a su cautiverio. Comienza: “Nadie puede cantar estando cautivo, a menos que esté muy dolorido”, y continúa diciendo que maldecirá a sus amigos si le dejan allí por dos inviernos más…». La noticia del cautiverio de Ricardo no llegó hasta principios de 1193 y en torno a ella existe la leyenda, de época medieval, de que fue gracias al trovador Blondel que se pudo averiguar su paradero. Extrañado como otros muchos por la tardanza del rey y sospechando que podía haber sido hecho prisionero por alguno de sus numerosos enemigos, el juglar recorrió la ruta que debería de haber seguido Ricardo en su regreso por tierra cantando junto a los fuertes y prisiones una canción inglesa reconocible por su soberano. En Dürnstein la habría reconocido efectivamente Ricardo, que le habría hecho llegar algún tipo de mensaje explicando su situación y que Blondel habría trasladado hasta Inglaterra.

Sin embargo el cautiverio se alargaría un año más. La liberación se dificultó cuando Leopoldo, que había exigido un rescate a cambio de la libertad del rey, decidió vender a su prisionero al emperador Enrique VI del Sacro Imperio Romano Germánico, que elevó la suma del rescate a ciento cincuenta mil marcos de plata. Como explica el profesor de Historia en la Universidad de Newcastle Simon Lloyd, «la demanda del emperador Enrique VI fue de ciento cincuenta mil marcos por el rescate de Ricardo, una cifra exorbitante para la época. Al final la administración inglesa pagó sólo cien mil marcos (…) más de tres veces el presupuesto anual real de entonces. El esfuerzo de la economía inglesa fue terrible, lo mismo que el de los contribuyentes ingleses; no hay duda de los estragos que produjo en la economía». La operación se vio sumamente dificultada por el hecho de que Felipe Augusto hizo todo lo posible por prolongar el cautiverio de Ricardo, entre otras cosas para apoyar la insurrección que desde los territorios angevinos de Francia había comenzado Juan Plantagenet con objeto de hacerse con la corona de su hermano. Ricardo tuvo noticia de ello en prisión, y no permaneció impasible ante el curso de los acontecimientos. Como recuerda el profesor Gillingham, «de alguna forma tenía que seguir jugando al ajedrez de la política europea mientras estaba en prisión. Juan y Felipe Augusto estaban interesados en que siguiese allí. Como parece que no tenían mucho interés en pagar una gran suma por él, a Ricardo no le quedaba más remedio que intentar influir en el emperador. Intentó conseguir el favor de varios príncipes alemanes para que intercedieran por él, pero para el emperador la única intercesión era que llegara el rescate». De hecho hizo pasar a Ricardo por un juicio por la muerte de Conrado y no fue hasta que recibió cien mil marcos a comienzos de 1194 cuando decidió por fin devolver la libertad al monarca inglés. Sin más dilaciones Ricardo emprendió el regreso a su reino. Por fin, tras casi cuatro años de ausencia, volvía a pisar suelo inglés.

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