Los grandes personajes de la Historia

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La guerrera santa

En 1431 una joven de apenas diecinueve años, exhausta tras un largo proceso inquisitorial que no había conseguido su retractación, era conducida a la hoguera en nombre de Dios. Inglaterra respiraba aliviada. Francia, dividida en luchas políticas intestinas, contemplaba absorta cómo aquella que había puesto en las manos del heredero de los Valois una corona que parecía condenado a perder caía víctima de sus enfrentamientos internos. La historia de esta campesina, adolescente, virgen, santa y guerrera estaba llamada a convertirse en uno de los mitos fundacionales de la identidad nacional francesa, en el símbolo de su dignidad por antonomasia. Desde su contemporánea Christine de Pizan, pasando por Voltaire, Mark Twain, Bernard Shaw o Carl Dreyer, la literatura, el teatro e incluso el cine se han conmovido con su epopeya. Ésta es la historia de Juana de Arco, la Doncella de Orleans.

Juana de Arco nació en el seno de una familia campesina de una pequeña villa de la Lorena francesa, Domrémy, hacia 1412. Hija de Jacques Darc e Ysabeau (el apellido de su madre no se ha establecido con certeza) y hermana menor de tres varones, es poco lo que se sabe con seguridad sobre su infancia. La reconstrucción de sus datos biográficos procede de las actas de los procesos de condena por herejía y posterior rehabilitación de los que fue protagonista y que han llegado a nuestros días de forma fragmentaria y a través de copias, ya que los originales se han perdido. Como ha indicado el medievalista Georges Duby en su obra sobre ambos procesos, del primero de ellos sólo se conservan algunos vestigios recopilados en 1456 por los investigadores que estuvieron a cargo de la rehabilitación de Juana. Es principalmente de los fragmentos de los interrogatorios que estos documentos trasladan de donde los historiadores han podido extraer datos como la fecha y el lugar de nacimiento de la joven heroína francesa o cómo fue su entorno familiar de niñez y adolescencia.

Todo parece indicar que la infancia de la llamada «Doncella de Orleans» fue la convencional de una niña campesina de la Europa del siglo XV. La sociedad fuertemente patriarcal de la época establecía unos patrones sociales y de género claramente definidos y aceptados. La sociedad en su conjunto debía ser reflejo de un orden natural que se entendía fijado por Dios y cuya alteración se entendía en términos de desafío y por tanto de pecado. Dicho orden asignaba papeles diferenciados a hombres y mujeres, pues mientras a los primeros les correspondía el ámbito de lo activo y público, a las segundas les correspondía el de lo pasivo y privado. Así, mientras los varones debían asegurar la manutención de la unidad familiar mediante su trabajo fuera del hogar, las mujeres quedaban consagradas a lo doméstico y, en consecuencia, a todo lo relacionado con el cuidado de los miembros de la familia. Bien es cierto que la participación de las mujeres campesinas en los trabajos propiamente agrícolas está documentada desde la Antigüedad, y en ese sentido no cabe duda de que Juana de Arco no fue una excepción. Juana creció aprendiendo a combinar las labores domésticas que su madre le enseñaba con las tareas del campo cuando su participación en éstas se hacía necesaria.

Como era entonces habitual, y tal y como ella misma reconoció en los interrogatorios, no sabía leer, de modo que sus conocimientos, especialmente en materia religiosa y política, procedían de la transmisión oral recibida en el marco de la vida privada. Su madre, de la que no se sabe nada, debió de ser esencial en la formación espiritual de Juana, como también debió de serlo la entonces frecuente presencia de miembros de las órdenes mendicantes —especialmente la franciscana— en el campo francés, asunto este que se revelaría determinante en su posterior experiencia mística. Pero si todo fue normal y predecible en la formación de Juana de Arco, ¿qué pudo motivar que una joven de dieciséis años que decía escuchar la voz de Dios y de los santos no sólo estuviese convencida de que tenía por misión liberar a Francia del yugo inglés, sino que además convenciese al mismo delfín Carlos de tal misión y que, lo que resulta aún más espectacular, la llevase a cabo?

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