Los grandes personajes de la Historia

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15: Cristóbal Colón » El primer viaje

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El primer viaje

Inicialmente, pese a lo arriesgado de la aventura, los ánimos permanecieron altos. El primer destino eran las islas Canarias, donde se realizarían los últimos preparativos antes de poner rumbo a lo desconocido. Las incomodidades a bordo eran importantes. Como recuerda Nancy Levinson, las naves «eran extraordinariamente pequeñas, es increíble que cuarenta hombres pudiesen arreglárselas a bordo de la Santa María. No podían dormir todos al mismo tiempo y tenían que turnarse para ello». Durante aquellas primeras jornadas experimentaron también algún contratiempo técnico, como la rotura del timón de la Pinta, que se pudo solventar en la primera escala. El 8 de septiembre zarparon los tres navíos con rumbo oeste manteniendo todo lo posible la latitud del paralelo de Canarias. Desde el comienzo Colón demostró que era un marino excepcionalmente dotado. Tras años de navegación en el Atlántico norte, demostró haber entendido que este océano estaba dominado por unos vientos que le favorecerían en su empresa, los Alisios. En palabras de Geoffrey Simcox, «se había dado cuenta de que había un sistema de vientos circular en el Atlántico que le podía llevar hacia Occidente y después de vuelta hacia Europa. Así que lo que hizo fue fundamentalmente seguir ese sistema circular de navegación. Que pudiese seguirlo y aprovecharse de él fue una obra maestra de la navegación».

Como medida de precaución, antes de partir de Canarias había advertido a los otros dos capitanes de que no esperaba llegar a su objetivo, Cipango, hasta pasadas las setecientas cincuenta leguas de Canarias. Como medida adicional, durante el viaje llevó dos contabilidades sobre la distancia: una oficial, que disminuía para no inquietar de más a la marinería, y una secreta, en la que dejaba constancia de los cálculos que consideraba reales. Pero según pasaban las semanas la inquietud iba haciendo mella, y el día 1 de octubre la preocupación del almirante era evidente. El día 6 la alarma ya era general y se reunieron los tres capitanes. Martín Alonso Pinzón propuso cambiar el rumbo a sudoeste cuarta oeste, Colón se negó en redondo. La noche del 6 al 7 se produjo el primer intento de motín entre los marineros de la Santa María. Su capitán logró calmar los ánimos pero por contrapartida se vio obligado a aceptar el cambio de rumbo propuesto por Pinzón. En la noche de 9 al 10 el malestar era generalizado y los hermanos Pinzón plantearon un ultimátum al almirante: si en los días siguientes no hallaban tierra darían la vuelta.

No hizo falta agotar el ultimátum. La noche del 11 al 12 de octubre de 1492, sobre las dos de la madrugada, uno de los avistadores de la Pinta, Juan Rodríguez Bermejo, apodado Rodrigo de Triana, avistó tierra. Se decidió dejar la flota quieta hasta el amanecer. Nancy señala que «la noche anterior al desembarco hubo una espera de tres horas, entre las dos y las cinco de la madrugada, cuando comenzaba a clarear. Fueron horas trascendentales en las que los marineros cayeron de rodillas y lloraron de alivio y alegría». A la mañana siguiente se aproximaron a la isla que habían avistado la noche anterior, Colón desembarcó y tomó posesión de ella en nombre de los Reyes Católicos. Se trataba de una de las islas Bahamas (no ha podido identificarse con exactitud) y le puso el nombre de San Salvador, aunque los indios la llamaban Guanahaní. El impacto en el almirante fue doble. Por un lado, dejó constancia de lo agradable y exuberante de la naturaleza que iba encontrando a su paso; por otro, comenzaron los primeros encuentros con los indígenas de aquellas islas. El primer encuentro entre europeos y americanos debió de ser indescriptible. Nancy Levinson apunta la reacción del almirante: «Estaba asombrado y atónito de encontrar a gente “desnuda como su madre los parió”, que fue lo que anotó, ya que él esperaba gente vestida con bellos y ricos ropajes en edificios de oro relucientes bajo el sol». Los indígenas, según Robert Fuson, «lo primero que debieron de pensar fue que [los europeos] llegaban directamente del cielo, inmortales que bajaban del Olimpo o algo similar. Posiblemente vieron a los españoles como algo sobrenatural, como si se tratase de un OVNI aterrizando, con un asombro total».

Colón estaba convencido de que había dado con la evidencia que probaba que su proyecto estaba en lo cierto. Como apunta Geoffrey Simcox, «cuando Colón vio tierra y desembarcó por primera vez probablemente pensó que estaba en un archipiélago en la costa oriental de China. Desde el principio pensó que estaba en Asia y que las tierras del emperador de China se encontraban tras el horizonte o justo detrás del próximo grupo de islas». Ésta es la razón por la que navegó a toda prisa por las Bahamas en busca de algún indicio de tierra continental. El 28 de octubre llegó a Cuba, isla que bautizó con el nombre de Juana en honor al príncipe don Juan, heredero de Isabel y Fernando. El 6 de diciembre divisó la isla de Santo Domingo, que bautizó con el nombre de La Española y procedió a reconocer sus costas. Durante este proceso, el 24 de diciembre, la Santa María encalló, aunque logró salvar su cargamento gracias a los indígenas dirigidos por el cacique Guacanagarí. Tomando dicho acontecimiento como una señal divina, Colón decidió fundar allí el primer destacamento de españoles, al que puso por nombre Fuerte de la Navidad, donde dejó a treinta y nueve hombres con víveres para más de un año. Continuó la exploración de La Española por un tiempo pero ordenó el regreso a España el 16 de enero de 1493.

Con la misma naturalidad que había mostrado para fijar el rumbo a la ida, ahora no tuvo problema para decidir que se siguiese la dirección nordeste cuarta este hasta alcanzar el paralelo de las Azores, virando entonces hacia el este. El 15 de febrero, tras una espantosa tormenta, llegaron al archipiélago portugués, y el 4 de marzo avistaban el estuario del Tajo. Ante la imposibilidad de que los barcos continuasen la travesía, la Niña atracaba en Lisboa (por problemas durante una tormenta, la Pinta, mandada por Martín Alonso Pinzón, llegaría a Bayona, Galicia). Apenas ocho meses después de su salida de Palos, Colón había regresado para contarlo. Se podía llegar a Asia navegando hacia Occidente.

SIC TRANSIT GLORIA MUNDI («ASÍ PASA LA GLORIA DEL MUNDO»)

El regreso de Colón a la Península tras su aventura ultramarina produjo un impacto mayúsculo. Primero de todo en la propia corte portuguesa, que todavía no había logrado llegar a Asia oriental circunnavegando África, lo cual no sucedería hasta la llegada de Vasco da Gama a Calicut en 1498. A solicitud del rey, Colón se entrevistó con Juan II, deseoso de conocer adónde había llegado realmente el genovés. Diez días después de su llegada a Lisboa zarpó rumbo al sur, con destino a Palos, donde el recibimiento fue triunfal, y un mes más tarde acudió a Barcelona a informar en persona a los Reyes Católicos. La preocupación inmediata de los monarcas fue asegurar que los descubrimientos hechos y los que se pudiesen llegar a hacer en las «Indias Occidentales» fuesen para Castilla en exclusiva. La rivalidad con Portugal llegó en ese momento a su mayor grado de tensión. Por este motivo, Isabel y Fernando lograron primero que el papa Alejandro VI dictase cuatro bulas favorables a sus pretensiones y, tras una larga negociación con Portugal, después los monarcas llegaron a un acuerdo con el Tratado de Tordesillas (1494), por el que se repartían los territorios por descubrir de forma amistosa, trazando una divisoria imaginaria de las áreas de influencia de ambos países a trescientas setenta leguas al oeste del archipiélago portugués de Cabo Verde.

Sin embargo, el efecto más inmediato de los informes que presentó Colón a los reyes fue el de decidir una nueva expedición que zarpase en el menor plazo posible. Como señala Robert Fuson, los reyes «se quedaron lo suficientemente impresionados como para ordenar un segundo viaje, que debería ser realmente magnífico: diecisiete naves y entre mil doscientas y mil quinientas personas. La idea de Colón era la de establecer una colonia: llevar colonos, plantas y animales. Llevó caballos y cerdos consigo». Pero se han señalado también otras posibles motivaciones de este segundo viaje colombino, como el de dotar de un contingente armado a esas tierras frente a posibles hostilidades portuguesas, construir puntos fortificados y asentamientos, y el de comprobar cómo la flora y fauna doméstica europea se podía adaptar a los nuevos territorios.

La partida esta vez fue desde Cádiz, el 25 de septiembre de 1493, apenas seis meses después de su regreso. El itinerario fue similar al del viaje anterior, primero Canarias y después cruzar el Atlántico aprovechando los vientos alisios. El viaje sólo duró veintiún días. La llegada al Caribe se produjo en un punto más al sur que el primer desembarco. Las primeras islas en ser divisadas fueron las Antillas Menores, Dominica, Guadalupe y otras más pequeñas, hasta que descubrió una gran isla que los nativos llamaban Borinquén (actual Puerto Rico) y de allí puso rumbo a La Española. El paisaje que encontró fue desolador. Los indios taínos habían acabado con todo el contingente español en el Fuerte de la Navidad, a causa de los abusos cometidos en ausencia de Colón. El almirante optó por no castigar a nadie y, un poco más al este, fundó la villa de La Isabela, primer asentamiento español en el Nuevo Mundo. Decidió explorar el interior de la isla en un intento de encontrar oro y las tierras asiáticas que seguía buscando y, ante el fracaso, se embarcó de nuevo para continuar la labor de exploración. Descubrió Jamaica (a la que llamó Santiago) y exploró Cuba. Tan convencido estaba de que era Catay, que incluso lo hizo certificar por el escribano de La Isabela y firmar por todos sus acompañantes con el compromiso de no desdecirse so pena de una multa y de cortarles la lengua. Como en sus años de espera tras la corte de los Reyes Católicos, Colón seguía demostrando su tozudez y obstinación, que llegaban a extremos insospechados cuando tenían que ver con su proyecto descubridor.

De regreso a La Isabela se reencontró con su hermano Bartolomé y tuvo noticia de las primeras defecciones de españoles indignados con la gestión del almirante al frente de los territorios de América. En opinión del profesor Simcox, «Colón era un excelente navegante y un marino brillante, pero no era un buen administrador y no supo cómo manejar a esa gran cantidad de rudos colonos que habían llegado a las Indias Occidentales». El problema es que las expectativas de éstos se estaban viendo defraudadas por lo que encontraban en aquellas islas, y la actitud autoritaria del almirante no parecía ser lo más apropiado para apaciguar los ánimos y concertar voluntades en esos delicados momentos. Haciendo caso omiso, Colón zarpó a la búsqueda del continente, y aunque su descubrimiento oficial tuvo lugar en 1498, parece que entre finales de 1494 y comienzos de 1495 Colón tenía ya la certeza de haber encontrado tierra firme, información que no haría llegar a los reyes. Antes de zarpar de regreso a España le llegaron también rumores de las protestas de los nativos por el maltrato y la esclavización a los que se veían sometidos por los españoles. Sobre este proceder puntualiza Simcox que «Colón era un hombre de su tiempo, al igual que los colonos, que estaban allí para enriquecerse. Durante la Edad Media hubo un floreciente mercado de esclavos, la esclavitud era algo habitual de la sociedad europea. Por tanto no era en absoluto extraordinario para Colón y los colonos recurrir a ella», pese a que con ello cometiesen una flagrante injusticia para con los pobladores de un continente que había permanecido al margen de esa Europa durante siglos. El 20 de abril de 1496 ponía rumbo de regreso a Europa con dos carabelas, que llegarían a Cádiz en junio. En el otoño se trasladó a Burgos para informar a los reyes de los asuntos indianos. Pero el momento de gloria de Colón había pasado y ya nunca gozaría de la reputación que adquirió al regreso de su primer viaje.

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