Los grandes personajes de la Historia

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16: Leonardo da Vinci » El genio más allá del arte

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El genio más allá del arte

Pocas personalidades de la historia del arte y la cultura fueron tan polifacéticas como la de Leonardo da Vinci. Fue sobre todo pintor, dibujante, ingeniero, naturalista e inventor; aunque también desarrolló proyectos de escultura y arquitectura que nunca llegaron a tener una plasmación material, lo que también ocurrió con la inmensa mayoría de sus invenciones. Hombre autodidacta, inquieto e incomprendido en su tiempo, desarrolló una vida solitaria e itinerante que le proporcionó un aura de hombre admirado y maldito al mismo tiempo. Su obra y su ingenio ya cautivaron a sus contemporáneos y desde entonces lo ha seguido haciendo incesantemente. ¿Dónde radica el magnetismo de Leonardo? Si fue un hombre de proyectos más que de realizaciones, ¿por qué ha alcanzado una posición cimera en la Historia? No es fácil responder a estas preguntas, ya que la información fiable sobre su vida no es muy abundante, algo que sí sucede con otros grandes personajes del Renacimiento; pero lo que ha llegado hasta nosotros de él es suficiente para encandilar no sólo a las generaciones pasadas y presentes, sino también a las que están por venir.

A mediados del siglo XV Italia estaba inmersa en un profundo proceso de transformación cultural y artística. El movimiento que conocemos como Renacimiento llevaba décadas en marcha y su renovadora concepción del hombre y de sus relaciones con la naturaleza y la sociedad era tan relevante que acabó por desbordar las fronteras de Italia, que en aquel entonces estaba dividida en reinos, repúblicas y los Estados Pontificios, para acabar abarcando a toda Europa. Frente a la concepción medieval del hombre, sin sentido propio y cuya actividad estaba siempre enfocada hacia Dios, el Renacimiento propuso recuperar el legado cultural de la Antigüedad grecolatina como una forma de volver a situar al hombre en el centro del universo. Este proyecto de reforma cultural, conocido con el nombre de Humanismo, produjo una profunda transformación en los conceptos y las formas de trabajo de los intelectuales y los artistas italianos. Desde la tercera década del siglo algunas ciudades de Italia comenzaron a descollar como grandes centros de creación literaria y artística. Frente al arte esencialmente religioso de la Edad Media, comenzaron a surgir promotores privados de las artes, los mecenas, que destinaban una parte importante de sus recursos a los encargos de obras de arte con las que al tiempo embellecían sus moradas, fomentaban su prestigio público y creaban cenáculos de discusión cultural que servían de imanes para atraer a los creadores mejor dotados del momento. Ciudades como Venecia, Roma y, sobre todo, Florencia se erigieron como focos de esplendorosa creación, que pronto comenzaron a ejercer una importante influencia en el resto de Italia e incluso fuera de ella.

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