Los grandes personajes de la Historia

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16: Leonardo da Vinci » Los orígenes humildes de un genio

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Los orígenes humildes de un genio

Leonardo nació el 15 de abril de 1452 en el pequeño pueblo de Vinci, en el territorio de Toscana, que entonces pertenecía a la República de Florencia. Era hijo ilegítimo de un respetado notario de la localidad, Ser Piero, y de una joven campesina de nombre Caterina. Debido a que Piero pertenecía a una familia de fortuna y posición elevada no desposó a la madre de su primogénito, pero sí se hizo cargo de él acogiéndole y criándole en su casa. Así, poco después de su nacimiento, su padre y su madre habían contraído matrimonio con otros cónyuges. Su padre se casaría otras cuatro veces y daría al artista once hermanastros, aunque siguió siendo hijo único durante muchos años ya que las dos primeras esposas de su padre no le proporcionaron descendencia. La educación del niño no debió de ser muy cuidada, seguramente a causa de su condición de ilegítimo. El hecho de que fuese zurdo indica que nunca tuvo un maestro que corrigiese lo que en aquel entonces se consideraba un defecto que era cruelmente modificado en las escuelas. Los primeros biógrafos del siglo XVI afirman que la infancia del que con el tiempo acabaría siendo un gran maestro debió de transcurrir al aire libre disfrutando y aprendiendo de la naturaleza, a la que siempre otorgó un lugar privilegiado en su quehacer; de hecho, dejó escrito que «es más noble imitar la naturaleza, que nos presenta imágenes reales, que no imitar las palabras, que son obras y hechos de los hombres».

La futura ocupación del muchacho seguramente fue una preocupación prioritaria para su padre y el resto de su familia. Según afirma el historiador del arte James Beck, de la Universidad de Columbia, «dado que era ilegítimo, no podía seguir la carrera de su padre y convertirse en notario. Por eso tuvieron que buscar alguna dedicación para el joven. Debieron de percatarse de que estaba excepcionalmente dotado (…). Así que cuando comprobaron que estaba interesado en el arte posiblemente le animaron a continuar con la actividad, ya que no disponía de muchas alternativas». Parece que la posición ventajosa de su padre en la sociedad del momento le permitió movilizar los recursos necesarios para que el chico ingresase en uno de los talleres de los importantes artistas que trabajaban en Florencia en aquel momento. En torno al año 1469 Leonardo acudió con su padre a la ciudad e ingresó en el taller de uno de los más destacados artistas del momento, Andrea Verrocchio, en el que se formaron además de él algunos genios de la pintura del Renacimiento como Domenico Ghirlandaio (maestro de Miguel Ángel), Pietro Perugino (maestro de Rafael) o el mismo Sandro Boticelli.

En los talleres de los artistas se podía aprender el ejercicio de las mejores técnicas artísticas del momento. Verrocchio era un artista muy versátil que cultivaba la pintura, la escultura y la orfebrería. Por tanto, todas estas técnicas estarían a disposición del joven Leonardo para formarse en el mundo de las artes. Además era un artista muy bien relacionado, ya que pertenecía al círculo de los que trabajaban para Lorenzo de Medici, llamado el Magnífico, y frecuentaban su palacio. Como apunta Denise Bud, profesor de Historia del arte en la Universidad de Rutgers, «parece que el padre de Leonardo tuvo un papel crucial al reconocer su talento cuando era un adolescente y al llevarle al taller de Andrea Verrocchio, donde tendría las mejores oportunidades para alcanzar el éxito».

En el taller de Verrocchio también adquirió una formación en arquitectura e ingeniería. Parece que le produjo un especial impacto el encargo que recibió su maestro de coronar la linterna de la cúpula de la catedral de Florencia. El gigantesco tambor octogonal del templo llevaba décadas sin cubrir hasta que el genial arquitecto Filippo Brunelleschi diseñó y dirigió la construcción de una cúpula entre 1425 y 1436, en lo que se considera la obra que abre la arquitectura moderna. La linterna que debía coronar el edificio tardó mucho más en realizarse, y se llevó a cabo siguiendo también un diseño de Brunelleschi. Todo el conjunto se coronaba con un inmenso orbe (una gran bola metálica en cuya cima se situaba una cruz y que simbolizaba el mundo cristiano) que fue encargado a Verrocchio en 1470. El taller tuvo que diseñar y ejecutar la mole de dos toneladas de cobre dorado y de dos metros y medio de diámetro, y además diseñó el sistema que debía elevar semejante monstruo por el cielo hasta ocupar su lugar. Es fácil imaginar al joven Leonardo de dieciocho años tomando parte con excitación en el que era el mayor reto tecnológico del momento y que supondría su iniciación en la ingeniería, disciplina que acabaría convirtiéndose en una de líneas de trabajo de toda su vida.

Ese mismo año realizó su primer trabajo pictórico, una pequeña pero muy importante intervención en un Bautismo de Cristo pintado por su maestro. El cuadro presenta en un paisaje a Jesús y a san Juan Bautista con sus pies sumergidos en el río Jordán justo en el momento en que el santo bautiza al Redentor, mientras que en la esquina inferior izquierda dos ángeles contemplan la acción. De los dos ángeles, uno está en segundo plano en posición frontal y otro en primer plano de espaldas volviéndose para ver la escena; este último fue el que pintó Leonardo. El resultado impresionó a todos. Leonardo pintó con gran pericia y una libertad ajena a los patrones de moda una figura de dibujo cuidado, levemente difuminada, y con un tratamiento de los ropajes que era digno de un gran maestro. Según el historiador del arte y máximo especialista en Leonardo, Pietro Marani, «por primera vez en la historia de la pintura Leonardo representó una figura girada mirando hacia el espectador. Aquello fue una revolución en el arte porque hasta entonces todas las figuras se representaban frontalmente, de una forma muy estática, arcaica y típicamente medieval. Así es como introdujo el movimiento en las figuras». En las décadas que siguieron Leonardo consagraría grandes esfuerzos a desarrollar un código de comunicación de sus figuras basado en las posturas que adoptaban. También se ha afirmado que la reacción en su maestro ante la intervención de Leonardo fue demoledora y que, sintiéndose superado por su discípulo, decidió abandonar la pintura. Dicha afirmación pertenece al mundo de la leyenda, pero lo cierto es que desde el período 1470-1472, al que pertenece el Bautismo, Verrocchio no volvió a cultivar el arte del pincel y a partir de entonces se centró en la escultura y la orfebrería. Era evidente tanto para el maestro como para el discípulo que aquél tenía ya poco que enseñar y que éste podía emprender nuevos proyectos por su cuenta.

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