Los grandes personajes de la Historia

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17: Miguel Ángel » El artista eterno

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El artista eterno

No existe juez más duro que el paso del tiempo. Entre los miles de pintores, escultores, literatos, poetas, músicos o arquitectos que han existido a lo largo de la historia de la humanidad sólo unos pocos han sobrevivido a su propio tiempo, y de ellos un número aún menor se ha ganado un lugar en la memoria colectiva. La serena armonía del Partenón de Fidias, la belleza de la poesía de Shakespeare, el milagroso aire que se respira en Las Meninas de Velázquez o el profundo lirismo de la música de Mozart poseen algo en común: la capacidad de conmover a quien en cualquier tiempo se acerca a ellas. Sólo la conexión con lo más profundo de las pulsiones humanas garantiza la resistencia al discurrir de la Historia. Sentirlas primero pero, sobre todo, desarrollar la capacidad de transmitirlas después distingue el legado de los genios del arte del legado del resto de los mortales, permitiéndoles ingresar en el pequeño grupo de los que han vencido al tiempo. Miguel Ángel Buonarroti se halla por derecho propio entre los elegidos.

Michelagnolo di Lodovico di Buonarroti Simoni nació el 6 de marzo de 1475 en la pequeña población florentina de Caprese. Su padre, Lodovico di Buonarroti, ejercía allí el cargo de podestà (primer magistrado municipal) aunque toda su familia procedía de Florencia. Su madre, Francesca, de la que se tienen muy pocos datos, había dado ya a luz a otro varón, Lionardo, pero durante el embarazo de Miguel Ángel sufrió una caída de un caballo que mermó gravemente su salud. Por esta razón, siendo sólo un bebé de meses Miguel Ángel fue separado de sus padres para encomendar su cuidado a un ama de cría. La familia acababa de regresar a Florencia ya que al mes del nacimiento de su nuevo vástago expiró el mandato de Lodovico en Caprese. La búsqueda de ama de cría para el pequeño dio fruto en la cercana villa de Settignano y lo que había obedecido a una cuestión completamente fortuita se convirtió en un hecho determinante en la vida del futuro artista.

Settignano estaba en una zona montañosa y era conocida por su cantera. La mujer que había tomado a su cuidado al más joven de los Buonarroti era hija y esposa de cantero, por lo que Miguel Ángel aprendió lo que era el mundo viendo tallar a los hombres en la roca. En Florencia habría aprendido a leer y a escribir, pero en Settignano aprendió todos los secretos del manejo del martillo y el cincel que se convertirían en sus compañeros de por vida. La muerte de su madre cuando tenía seis años favoreció la prolongación de su estancia en Settignano hasta que cumplió los diez, momento en que regresó a Florencia para reunirse con su padre y sus hermanos (tras él su madre había alumbrado a otros tres hijos) y en el que inició estudios ordinarios. Los Buonarroti eran una familia de mercaderes y banqueros perteneciente al patriciado urbano de Florencia, ninguno de sus miembros se había dedicado jamás a nada que guardase relación con el arte y dada su posición social tampoco esperaban que eso sucediese. Pero la Florencia que encontró Miguel Ángel a su retorno de Settignano no contribuyó a que desease continuar la tradición familiar.

Desde el siglo XIV y al compás del desarrollo de una floreciente actividad comercial, las ciudades-estado italianas dieron cobijo a una creciente burguesía que hizo del gusto por el arte una expresión de su estatus social. Semejante clima favoreció un importante desarrollo de las artes y las humanidades que habría de desembocar ya en siglo XV en lo que conocemos como Renacimiento. Nacía una nueva forma de concebir el mundo en la que, de la mano del Humanismo y frente a la mentalidad medieval, el hombre pasaba a ocupar un lugar central. La mirada se volvía hacia la Antigüedad clásica en búsqueda de una «edad de oro» de la humanidad que debía servir como modelo para el arte, la filosofía, la literatura… Junto con Roma y Venecia, Florencia, gobernada por la acaudalada familia Medici, se convirtió en uno de los principales focos de desarrollo y difusión del Renacimiento italiano. La corte de los Medici era punto de encuentro de los principales artistas y humanistas del momento y la ciudad era un escaparate de todo ello.

Como consecuencia de las nuevas corrientes de pensamiento, poco a poco fue abriéndose paso una nueva concepción no sólo del arte sino también del papel de los artistas. Hasta entontes éstos eran considerados simples trabajadores manuales, artesanos, con una actividad propia de aquellos que pertenecían a las clases sociales más bajas. Frente a ello, en la concepción renacentista del arte éste no se entendía como una actividad artesanal sino casi filosófica, intelectual, que dignificaba a quien la ejercía. Sin embargo, la mentalidad de Lodovico Buonarroti debía de estar más cerca de las ideas tradicionales que de las nuevas corrientes que habían fascinado a su joven hijo, por lo que cuando éste le notificó su intención de ser artista rechazó la idea de plano. Pero Miguel Ángel no estaba dispuesto a aceptar un no por respuesta y tras tres años de insistencia logró por fin que su padre cediese.

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