Los amorosos
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¡Cómo me gustó tu foto! Así la quería yo, en la calle, accidental, real, actual, de cualquier momento. Como si te estuviera viendo. Un poquito cansada, al salir de la escuela, y en chanclas, chaparrita. Casi quería regañarte porque habías llegado sin zapatillas. Y estás tan linda! Sí, pasado mañana hace un año. Cuando leí tu carta —esa en que venía la foto— creo que de fecha 3, me quedé pensando en la posibilidad de la telepatía. En Selecciones último hay un artículo sobre eso. Bueno, desde hace tiempo he leído otras cosas más, y he tratado de experimentar, pero casi siempre con resultados negativos. Ocurre, sin embargo, que sin el propósito deliberado de hacerlo he obtenido mejores frutos. En tus cartas, alrededor de ti, lo he comprobado. Prueba de ello, esta última. Estuvimos pensando, en el mismo momento, sobre las mismas cosas. ¿Puedo yo alcanzarte con el pensamiento? Pero dejemos eso. Aunque no haya, por otra parte, nada nuevo qué contarte. Te voy a enviar Amanecer,[20] que salió ayer; allí hay algo sobre mí. No se te olvide lo de las instantáneas, ahí en tu casa. Saca y envíame las más que puedas. Yo te prometo, esta vez formalmente, ir a retratarme en estos días, y mandarte una foto. ¿De qué te hablo? ¿qué quieres que te cuente, qué quieres que te cante...?; ahora no hay café para enviarte a hacerlo, ni podemos ir al cine (yo mismo me asombro a veces de cómo he perdido el gusto por el cine; hasta la fecha no he ido más que 2 o 3 veces, y esto invitado por alguno de mis hermanos. Los domingos...). Bueno, te voy a contar lo de los domingos. Por ejemplo este que acaba de pasar. Vino Omelino como a la una; me dijo que si quería irme a bañar con él, al río, allí por Terán. (El papá de Omelino está en México, curándose. De allí que sea actualmente dueño absoluto del cochecito.)
Cerré aquí la mueblería y nos fuimos; pasamos por Jorge, y allí estaba tito Palacios,[21] su compadre de Jorge. Resolvimos, como ya era tarde, llevar algo de comer. Y resolvimos —obvio el decirlo— llevar unas cervecitas. Fuimos hasta Berriozábal pero no nos gustó; regresamos y nos bañamos ya eran las cuatro de la larde por el rumbo de la Trinidad.
Como a las seis estábamos en Tuxtla, a las 7 en Chiapa y a las 8 y media de nuevo en Tuxtla, el cartón de cervezas y un garrafoncito de comiteco no quedó más que un pequeño dolor de cabeza y un malestar ligero. Todo se resuelve a esas horas con un Alka-Seltzer. De allí nos fuimos al baile —Jorge y yo— que daban en el Teatro Madero a don Panchito Grajales.[22] Pura glotonería nuestra, porque ya era suficiente con aquello. Pero en el pecado está la penitencia: yo salí a la una, después de haberme aburrido soberanamente exceptuando dos piezas que bailé con una muchacha Padilla.
A la una y media de la noche viene el arrepentimiento. Es la hora, sí, de la renunciación, del fastidio, y la cólera. Proyecta o no la vida a seguir y se recomienda —como si fuera un borracho empedernido— enmendarse, recuperarse y avanzar. Piensa uno en su Chepita.
Lamenta uno su ausencia.
La llama uno desde lejos, inútilmente. Y se crispan las manos sobre la almohada y estalla uno en interjecciones contra el foco que no permite leer, o contra la almohada que está muy dura, o contra el calor sofocante y altanero que pasa y repasa nuestro cuerpo cansado.
Queda uno en calma un momento, pensando que todo es imposible, y de pronto, al abrir los ojos, se da cuenta de la mañana y se va al trabajo. Una vida burocrática, burguesa, asfixiante. Durante dos días más, está uno mortificado, excitable, irritado. Y al cuarto día le escribe uno a su novia para decirle: Chepita, ¿qué te cuento? ¿te cuento hasta el número cien?
No puedo, de verdad no puedo hacerte cartas bonitas. Allí me dicen el “esotérico, subjetivo”. Si estuvieras en mi lugar me lo perdonarías sin reservas. Me interrumpen a cada momento. La silla es incómoda. Hace mucho calor. ¿Qué más puedo hacer? Escribirte de noche es la solución. Pero ¿si no leo, o escribo —digo escribir poesía— a esas horas, cuándo lo haré? Es un verdadero conflicto. Por eso ando la mayor parte del día enojado. Ah, mis dichosas mañanas infelices que pasaba en México. Escribiendo, leyendo, a gusto, sin interrupciones constantes, sin desvíos. Es una necesidad, linda. No puedo satisfacerla a gusto, y me enojo. Cierto que no tengo mucho trabajo; pero el ruido de los obreros, la gente que pasa en la calle y las peticiones continuas para gasolina o alcohol, o clavos, son el colmo, inaguantables. Por eso más juego ajedrez, o platico, o salgo a la puerta a ver pasar a la gente. Y cuando llega la hora de ver lo que he escrito, cuánto he escrito, qué tal está lo escrito, reviento. Tengo ahora dos cartas tuyas. ¿Cómo voy a estar contento si no te respondo inmediatamente? Ya sé que tú no me dices nada (¡mi linda!); pero es en mí, es la cosa pendiente, la que mortifica. En fin, mejor callar. Mejor, como ahora, reventar.
Ya casi lleno las dos caras y no te he dicho nada. Pero vamos a reponer lo perdido: Te quiero multiplícalo por cien Te quiero multiplícalo por mil Te quiero multiplícalo por ti: El resultado es igual a Jaime, igual a tuyo, igual a siempre.
(¿Quieres hacerme favor de sacar tus manos un momento, de soltar mi corazón?) Si te beso, eres tú, si te quiero, eres tú. Pero si me muero, ya no eres tú; eres mi muerte.
Ah, cómo te besa y te quiere y te adora
Jaime
Amorcito: acabo de recibir tu carta del 6. ¿Contarte mis planes? No longo ninguno, no es lo mismo hablar que escribir sobre el porvenir. Estoy escamado; no me gusta profetizar. Toro tú sabes bien que eres todo eso para mí: novia y amiga y confidente. ¡Cómo no soy yo mi foto!
Besos
No te preocupes por mí. Yo estoy perfectamente bien —pero ¡cómo no soy mi foto!
Escríbeme así, de eso, bastante. Te adoro.
Septiembre Viernes 24.- No sé. Quisiera pensar que he dormido, que he estado en cama muchos días.
Estoy convaleciente aún, y vuelvo a ti, vuelvo a la salud con esa complacencia inefable del retorno. No me preguntes nada. Ya nada sé.
Esta pequeña fotografía tuya me trajo del corazón hasta tus brazos. Habló directamente: más allá de tus cartas, a las que no he respondido, y más allá de ti misma, a la que no esperaba. Esta fotografía te trajo a ti hasta mi actualidad, y me dijo que eres, que existes y que esperas. Uno se cae cualquier día, se pierde, se dispersa. Y va levantándose del polvo, del olvido, de la ausencia, perezosamente, diáfanamente, gozosamente.
Nunca he estado tan lejos de ti como en este septiembre. Te he escrito muchas cartas que no envié. Te dije más cosas que no escribí: y pensé más de lo que imaginé. Nunca he estado tan lejos, ni tan cerca de ti como en este septiembre.
Eres, sin duda, mía. Y soy, sin duda, tuyo. No importa nada. No importa lo que hagamos, lo que deseemos, lo que esperemos. No importa otra vez más ni la distancia, ni esa pequeña muerte de la ausencia; no importa ya ni el tiempo, ni el olvido, ni la sangre buscándote, ni el mutilado encuentro, la es ya mía, mía, sin palabras, sin giros, sin metáforas; mía ya sin ti misma, como tuyo sin mí: los dos en uno, sin nosotros.
Te estoy escribiendo.
Te estoy escribiendo ya el martes 28.- Ésta iba a ser otra de esas cartas que no se van. Se me ha ido quedando en el bolsillo, como me he ido quedando yo en la distancia.
No sé por qué; pero no tengo prisas para escribirte. Lo tuyo es una cosa hecha. Tú eres una cosa hecha en mi corazón. Y no me he puesto a pesar ni pensar en tu urgencia. Ahora lo hago, como volviendo al tiempo.
Estás fija en mi sangre; definitivamente anclada, últimamente.
Perdóname. Perdóname y quiéreme.
Tu carta de ayer —en este momento recibida— me apresura aún más. Yo tengo mucho, y por eso no puedo contarte nada. Te enviaré mi foto, el Amanecer, todas esas cosas —dame tiempo, te las enviaré.
Te quiero mucho. Estás muy linda en esa instantánea; linda de verdad, como me gustas. No se te olviden las demás. Y ya voy a dejar ésta al correo, antes de que pase más tiempo.
Cuídate mucho. Estáte así, bonita y adorable y quiéreme.
Te besa mucho, te quiere, te adora Jaime
Tuxtla, oct. 8 de 48
Mi chepita linda:
Hasta ayer recibí carta tuya —la del 5—. Es malo que me acostumbres a recibirlas con frecuencia, porque cuando esto no sucede así, ahora estoy impaciente, intranquilo esperándolas; me hago mil conjeturas, me enojo, te perdono y vuelvo a enojarme... Yo también he estado estos días con mucha necesidad de ti; quiero que pase pronto todo esto; te imagino, te imagino, te imagino incesantemente, y te deseo, y desespero, y ando colérico, furtivo y distante de todo. ¿Cómo está eso de que faltan todavía 65 días? ¿No dices que el 20 de éste es tu primer examen? ¿Quieres decir que desde el 20 de octubre hasta el 10 de diciembre es tu periodo de reconocimientos finales? ¿No podrás venir antes de diciembre?
Yo te esperaba para la segunda quincena de noviembre. Explícamelo, explícamelo, y ojalá tenga yo razón.
¿Por qué eso de las cartas que escribes y que nunca envías? ¿Has estado celosa? ¿Te han llegado chismes? No quiero creerlo, porque sabes que te pertenezco, y que es pecar contra nuestro amor el dar posibilidades a la duda. ¿Es posible que, a estas alturas, no creas en mí?
¿O te sientes débil ante la distancia y ante el tiempo? Yo nunca te he jurado fidelidad sexual; no podría ser; es absurdo; tú misma no la deseas. El que yo ande con otra no quiere decir que deje de andar contigo. Tú estás más allá de todo esto, linda. Sería hacerte pequeña introducirte en estas pequeñeces. Tú no eres ni circunstancia ni accidente —te lo he dicho—, tú eres intimidad, esencia. Y no es falacia; no es que trate de justificar acciones mías; lo hecho está hecho, no necesita explicaciones ni argumentos. Resulta que eres mía y que soy tuyo, nada más. Vas a ser mi esposa —¿es necesario escribirlo?— lo escribo: vas a ser mi esposa, mi compañera, mi cómplice en este juego tremendo de la vida. No bajes tú, no dejes que te bajen al momento y a lo efímero. Eres alta, y honda, e intransferible. No te cambio —no cambies tú, no le podría cambial por ninguna Sigue siendo la misma; así serás en mí siempre la misma. Cierra tus oído a todo; cree en mí; ábrelos para mí, abre tu corazón, tu vida Aprende que soy tuyo hasta que tú quieras que sea tuyo; estoy así en tus manos, desde siempre.
¿Tus fotografías? Excelentes! Las ando todas en mi cartel a. Dos grupos: 6 en que estás tibia, dulce, soñadora; 5 en que eres moderna, actual, provocativa. En las once, preciosa, linda, de primera. Como para no dejarte salir a la calle.
Ah, si vieras lo que te deseo, lo que te quiero!
(Oye: te envié unos besos en la pasada. ¿Los recibiste?) ¿Hasta cuándo podré ver yo lo que ve mi foto?
(Uh. Esta palabra acaba de recordarme mi promesa... Bueno ahora la cumpliré.) Formalmente: entre el 15 y el 20 de éste tienes mi fotografía y las revistas y recortes que te he prometido.
Bueno, linda, escríbeme bastante, ahora te besa, te besa mucho, te quiere, te adora Jaime
Oct. 16/48
Chepita:
Hace 3 días recibí tu carta, pero no te escribo pronto para no perturbarte. Debes dedicarte por completo a tus estudios. Tienes que pagar todas, todas tus clases. En diciembre —es pronto— nos desquitaremos.
Yo, por otra parte, no tengo nada interesante que contarte. Todo es lo mismo, tremendamente lo mismo. Me aburro, me desespero, me canso; o estoy contento y me divierto, pero todo superficialmente, sin sentido. Ya no veo las horas de que venga enero, para largarme.
Tuxtla me cansa, me asfixia. Aquí, sólo, retirado, aislado, podría vivir a gusto; para gozar, para disfrutar el Tuxtla físico, materia. No más. Además, quiero estudiar, quiero irme.
Ojalá.
Pero ya pronto hablaremos bastante de esto. ¿Cómo has estado? (Cuéntame de ti —de tu salud—, de todo. Yo, decididamente, estoy condenado a ser eternamente flaco).
Ayer puse al correo dos revistas, dos periódicos y la fotografía todo lo prometido. Debes estar pendiente, porque va certificado, para garantizar que te llegaría. Yo creo que del martes al jueves lo recibes.
Bueno, linda, te quiero como la... ¡¡Y te beso harto!!
Jaime
Octubre 21 de 48
Mi Chepi linda:
Antier recibí carta tuya, del domingo pasado. A estas horas creo que ya tendrás la fotografía. ¿Cómo estás? ¿Qué es de tu vida? Si vieras qué vacío es Tuxtla sin ti! No tiene sentido el ir de un lado a otro buscándote. Todo es inútil. ¡Qué lejos está enero! Si bien te veré en diciembre, yo deseo enero. Aquí no es posible nada. Sólo en México. Lo tuyo y lo mío, sólo en México. Nuestras tardes, nuestras horas, nuestra intimidad, lo nuestro, sólo en México.
Dicen que no es posible vivir hacia atrás; pero tenemos que vivir de nuevo esos momentos; tenemos que hacerlos otra vez; que construirlos en el mañana. La esperanza lo dicta; mi corazón lo apremia. ¿Hasta cuándo te tendré a ti definitivamente? ¿Hasta cuándo dejarás de ser improbabilidad, afán y perspectiva? Yo me canso ya de escribir: yo desespero; yo quiero hablar. Te me estás haciendo sueño, lejanía, irrealidad.
Quiero hacerle vigencia, actualidad sin límites, presencia, perennidad. Todas las noches, todos los días, a todas horas, le imagino y te siento; te pienso, te hago de nuevo, le olvido.
Pero ya quiero tocarte, quiero mirarte, oírte, tocarte, saberte real y mía. Y todo es inútil, todo, todo es inútil. Mejor... mejor no conocerte hasta diciembre; olvidarte de hecho, o creer quite olvido. Si estás lejos, ¿para qué todo esto? ¿Para qué tanto amarte, si estás lejos?
Y para qué escribirte estas cosas también, si es inútil todo. Por más que te regaño no consigo acercarte.
Esperar. Por favor, asesinemos esa palabra esperar. No quiero oírla más; que ya no exista.
Y mientras —mientras— te espero, quiéreme, sé mía.
Te besa, te quiere, te adora Jaime
6 p.m.- Acabo de recibir tu carta de antier. Me alegra mucho que te haya gustado todo. Me alegras tú, linda, con todas esas cosas tuyas y mías. Has de pasar en todas tus clases; ten fe.
Dale duro al estudio, que aquí —alégrate— te aguardan las posadas, las fiestas, la pérgola, el parque, todo Tuxtla, y Jaime.
(Con los que van aquí ya son seis ojos.)
Noviembre 7/48
Domingo, 11 de la mañana.- La actividad de hoy, inusitada. Un bando recorre las calles de Tuxtla dando a conocer que el Gral. Grajales es el Gobernador Constitucional electo de Chiapas. La gente apresurada pasa al mercado. Este salón está algo fresco, el día nublado.
Guillermo, por entre las camas, anda con un metro en las manos tomando medidas. Yo no estoy de cruda ni desvelado. Hace días que no escribo a Chepita. No tengo nada que contarle. Y una carta, a tiempo o no, es igual; todavía falta un mes para verla. Hace cuatro ya de su ausencia, y puedo decir con gusto: aún no ha pasado el tiempo. Cuando pasa el tiempo todo es olvido, y esta pura presencia es realidad de amor ineludible. ¿Chepita es una condenación o una promesa? A veces es un crimen, a veces una gloria. Gime en mi sangre y parpadea en mis ojos, en esas lloras sexuales del fracaso en el lecho vacío, o bien es pura luz, diafanidad, en el misterio místico de la renunciación. Chepita, ¿por qué hablo ahora de Chepita? Acaso porque es domingo y ella tiene tiempo para pensar en mí. ¿Qué hace? A lo mejor estudia: es inaudito. Cuando yo la estoy deseando con todos mis sentidos, ella estudia, olvida, ajena a mi llamado, agua distante de mi sed. En todas sus cartas me dice lo mismo, y sin embargo cómo espero sus cartas, cómo encuentro nueva, diferente, original cada una! ¿Estoy enamorado en verdad? Yo sé que no es enamoramiento, es amor. Uno se enamora de cualquier mujer, a cualquier hora, en un encuentro fortuito, en una cita premeditada. Yo me enamoro a cada paso, de unos ojos, de una palabra, de un gesto oportuno, de una sugerencia, y no obstante sólo quiero a Chepita. En las demás es pura función estética; en Chepita es dación, entrega indefectible, transferencia. No cabe duda de que cuando estoy frente a ella estoy enamorado también, y me realizo en ella estética y afectivamente, me completo, me integro, soy. Pero aquí en la distancia ella ejerce la eternidad. No pertenece al tiempo: es de siempre. Es una experiencia semejante a la de la renunciación cristiana: me pertenece y le pertenezco tan íntegramente que no es necesaria la presencia. En efecto, el que llegue a ser o no mi esposa, es lo de menos; estamos atados más allá de todo accidente, de toda circunstancia, de todo tiempo. Es una ejecución mística, no platónica. Mística y mítica. De hecho.
Vuelve a salir el sol. Caldea. Horada la piel. Pasa una hembra de agitada carne, que horada y caldea también Pero viene la Josefina[23] y quiere que la lleve a dar una vuelta al parque.
Pretensión tan prematura. Sus tres años se anuncian vigorosos y fragantes. ¿Qué hago yo aquí? A veces se da uno cuenta, repentinamente, de que la vida es torpe y vacía, y se echa uno a reír. No he desayunado, no tengo hambre, y siempre me molesta el estómago por tanto cigarro. Un vaso de limonada, en cambio, hace mucho bien. Veamos.
Bueno, linda, a última hora esto puede ser una carta. Valga por eso. Escríbeme más.
Te quiere mucho tu Jaime
Nov. 9/48
Mi Chepita linda: Hace tres horas se fue Manolito a ésa, por avión. Le supliqué te hable por teléfono en cuanto llegue: ojalá estés en tu casa. Dice que te habla frecuentemente pero que muy rara vez te encuentra: el otro día telefoneó ocho veces para poder hablarte. Sin duda estás muy ocupada preparando exámenes en la biblioteca de la escuela.
Cómo sentí envidia cuando subía al avión. Es una de las pocas veces en que he deseado estar en su pellejo. Ya no veo las horas de largarme.
¿Qué tal te ha ido? A veces estoy enojado contigo porque no estás aquí. Pudiendo divertirnos tanto en tantas partes, tú estás en México, aprendiendo a sacar muelas. Bueno.
Si pensamos que la vida es una estupidez hay que añadir luego que todo está bien hecho, y “éste es el mejor de los mundos posibles”.
Además, yo soy el que ha de irse a México, y no tú venir acá. Aquí como si natía, todo es tonto, vacío, superficial. En México también hay mucha tontería, vacío y superficialidad, pero puede uno hacer lo que le dé a uno en gana y a la hora que quiera y en el lugar preciso.
Francamente no tengo muchas ganas de escribirte.
Hasta la otra.
Te quiere Jaime
Noviembre 15/48
Hasta ahora recibí tu carta del 12. ¿Has pasado ya muchos exámenes? La Villita me dijo antier (baile del Casino a don Panchito Grajales, 3 tandas con ella) que estarás aquí el 4 de diciembre. ¿Es esto cierto?
Bueno, ahora me estoy riendo de que faltan tan pocos días para verte. ¿De veras, llevamos ya 4 meses de ausencia? Cuéntame tú qué has hecho, en dónde estabas... ¿Pero 4 meses y medio?
¡Qué bueno que estés triste, aburrida, cansada! Y qué bueno también que “a la escuela se la lleve el diablo”!
Ahora estoy yo también para mandar al diablo todo. Tengo sueño y estoy cansado —ya nada me preocupa y todo me aflige.
Uno es un grupo de contradicciones, intelectuales y emotivas. Solamente tú no eres una contradicción: siempre te quiero. Aunque te esté odiando cordialmente por estar lejos.
(Luego: si me voy a México va a ser en los los de enero y tú regresarás hasta marzo. ¡Excelente cosa! Pero ya hablaremos.) ¿En realidad, vamos a hablar algún día? Ya ves: la tinta no quiere ni que nos escribamos.
Bueno, estoy muy enojado con todo. Es mejor que te escriba cuando esté a gusto.
De 11:30 a 12”- ¡Excelente horario! ¿Por qué no me pones siquiera 3 veces al día?
Oye, Chepita, ¿cómo está esa, esa cosita?
Por supuesto.
No se te olvide que has de venir gordita, chapeada y contenta —sin preocupaciones— (si las traes te las quito aquí).
Bueno, nos vemos ese lunes a las 7, en la esquina de tu casa te quiere (Pero mejor te miro a las 2 en el camión) Jaime
Nov. 19/48
Mi Chepi linda:
He recibido tus 2 cartas con ambas noticias: la buena y la mala. Ya ves: todo es así. No hay por qué afligirse. Después de la tormenta, la calma, y después de la ausencia, tú.
No tengo, por Dios, nada interesante que contarte. Excepto mi satisfacción de que todo esto esté a punto de terminarse. Ya era tiempo. Bueno, tengo hartas, hartas cosas, pero para platicarlas. Podría pasarme todo un día contándote de todo lo de aquí.
En breve. ¿Quedan 15 días, no es cierto?
Por esta cosa también, no dan ganas de escribirte.
Ahora sólo lo hago para acusarte recibo de esas dos tuyas. Y, naturalmente, para decirte incansablemente: Te quiero te quiero te quiero te quiero te quiero Y no te beso ya porque eso lo voy a hacer directamente pronto.
Liquida todo eso, que ya te está esperando —con qué ganas— tu Jaime
Nov. 25/48
Chepita: Quiero que ésta sea la penúltima que te escribo. En diez días más —porque yo no te doy más tiempo— sólo te escribiré otra vez.
Pienso, a veces, que nada de esto existe. ¿En dónde está esa ausencia de cinco meses? En mi corazón, no. En mis manos tampoco. Todo esto es cansancio y aflicción inútil.
Pero más inútil es hablar de ello. Ahora es 26 y está haciendo calor. Todo esto parece mayo, de sudoroso, de canicular. Y allá hace frío ¿verdad? Bueno ¿de qué te hablo? Hoy a la tarde voy a un baile invitado por la Villita. Despedida de soltera de no sé quién.
Fui al de Bonampak. ¡Cómo he deseado estos días que estuvieses aquí!
Mañana es santo de mi papá. El domingo hay otro bailazo en el Casino, con Arcaraz.[24]
Todo es fiesta y bulla.
Bueno, en diciembre nos desquitaremos. No tengo dinero, pero voy a vender la medalla[25]
(sólo he estado esperando para enseñártela). Es mi esperanza.
Así, que estás sola ya en tu casa? No me gusta eso de que estés saliendo a todas horas.
Debes estar en tu casa y cuidarte... y cuidar todo lo mío.
Esta tinta es infame. Pero hasta la otra. Te besa, te quiere, te adora Jaime

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[Cd. de México] Abril 6 /49
Chepita:
Pues nada: que acabo de salir de clases —son las 9 1/4 — y que me está doliendo la cabeza, y que sigue haciendo frío y que no he dejado de pensar en ti.
Ya ves: me duele el cuerpo, me duele la cabeza, me dueles tú.
Voy a esperar tu carta, tus cartas, desde ahora.
Saluda a tu papacito, a tu mamacita y a todas tus hermanitas. Cuéntame bastante de allí.
¿Qué tal el viaje por avión? Bueno; dile a Tuxtla que te cuide y te conserve para mí.
Buenas noches, linda.
Jaime
Abril 6/49
Amor mío:
Son las 12 y media. Acabo de regresar de visitar a doña Chepita. Ojalá a estas horas ya estés en tu casa, tranquila y contenta con todos los tuyos.
Se me antojó escribirte para decirte que en esta primera hora de soledad pienso en ti. Sólo para eso. Para decirte nuevamente que te quiero con toda el alma, que le quiero con todo lo que soy, que soy tuyo.
Pórtate bien; engorda; ponte bonita.
Me perteneces.
Te adora
Jaime
Abril 9 /49
Este ha sido un día de puros disgustos. Toda la mañana me pasé enojado contigo por no tener carta tuya. Aquí estaba Jorge y estuvimos rajando, él de su novia —por eso de que es Reina—, y yo de la mía, por eso de que ya no es Reina y aún no me escribe. Tú dijiste que me escribirías el miércoles y jueves y yo desde ayer estuve esperando noticias tuyas, y hoy se les ocurrió a los carteros traérmela hasta las 4 de la tarde. Bueno: la abro y leo eso de Juan y ya no le tomo gusto a nada. Al terminar de leerla tomo la pluma y escribo apresurado, pero no a ti, a Juan: le doy una regañada padre que sin duda lo va a tener con diarrea tres días.
Me paso otra hora disgustado. Salgo a la ventana a ver si te miro pasar por la calle. Pienso ir a visitar a mis amigos, o a Chayito,[26] o ponerme a leer, o a escribir, y todo es desechado, todo me aburre, nada me llama la atención. Me acuesto, me levanto, vuelvo a salir a la ventana, escucho el timbre: salgo, nada; doña Anita quiere platicar conmigo, le doy café, la corto, me recomienda saludarte, la corto; la Lalas y Margarita[27] se ríen "Ahora si no vino Chepita’’, les miento la madre, me acuesto, tomo mas café, apago el radio. Me traen tu otra carta, la de ayer; me calmo un poco, y me echo a escribirte.
Son cerca de las seis. Estoy disgustado aún. Es una cosa de inercia. Quisiera hablarte tibiamente, mansamente. Es preciso que llagas todo eso que me cuentas, las inyecciones, la cama dura, el reposo, todo, serenamente, sin inquietarte. Mírame: de nada sirve la angustia, de nada. Ni mis ojos, ni mis manos; sólo mi corazón te encuentra. En él te buscaré todos los días para quererte.
Temo estos días que vienen. Desde ayer estoy en vacaciones y no hago nada, no me gusta hacer nada. Posiblemente vaya a pasar 2 o 3 días a Cuernavaca. Le voy a hablar a la Villita, y a Jorge se lo diré el lunes para ver si va. Mi compadre[28] me recomendó sacar a mi comadre, y ella y mi ahijado posiblemente vayan también. La cosa es perder el tiempo; no sé qué hacer con el tiempo. Yo te contaré si se realiza esto.
Éstos del béisbol son unos idiotas. Déjame apagar otra vez el radio. Bueno. Si te dijera todo lo que me haces falta no me creerías; ni yo me creo. Hasta la cara la he tenido manchada —y tu hermanito dice que es “azahar”—.[29] Créelo tú porque yo no. Pero ya antes de irte tú —creo— tenía esa línea roja a ambos lados de la boca —“línea gíngivo-dental” ¿eh?— ¿te acuerdas? El caso es que me he estado poniendo ungüentos y cremas y porquería y media; y ayer tuve que purgarme por si era del estómago. Hoy ha estado mejor y apenas si se nota; ojalá desaparezca por completo.
Y luego te he estado haciendo poesías como una máquina. Algún día te enviaré lo que me guste. Así voy a terminar en un industrial del verso. “Sabines y Cía. Versificación S. A.”
¿Qué más te digo de este aburridísimo cuarto mío, tan pobre el desolado?
Ah, tu foto ya tiene marco. Ahora a las 8 la va a traer doña Anita, y dice que va a estar muy bien. Veremos.
Gracias por haber cumplido mis encargos (el giro desde ayer me llegó). Ya le voy a agradecer a mi mamá ese beso.
Bueno, linda, que no te duelan tanto ni las inyecciones, ni la cama recontradura, ni Jaime.
Yo te beso en cada dolor. Te dejo mi boca en cada beso.
Te quiere reteharto, pero reteharto.
Jaime
Abril 12 /49
Amor mío:
Acabo de recibir tu carta de ayer. Me extrañó que no mencionaras la mía —que puse el sábado con entrega inmediata para que te llegase el domingo— pues ya era tiempo de que la tuvieras en tus manos. Ojalá la hayas recibido; no vaya a empezar eso de que se pierdan. Da coraje. Bueno, yo la he estado pasando de lo más aburrido, no salgo para nada; ni para hacer visitas. Ya me estoy arrepintiendo del viaje a Cuernavaca (mi comadre se va a ir a Acapulco, y esto me quita ese compromiso). Yo creo que no iré. Apenas hacen mañana ocho días de ausencia, y estoy loco, desesperado. No tengo ni ganas de escribir; por eso lo hago en ésta; pero mañana o pasado te escribiré bastante. Me haces mucha falta. Esto es insoportable. Hasta me he puesto a pintar. Estoy reteenojado con todo; esta tristeza es patológica. Te quiero mucho. Da coraje.
Te quiero con toda el alma.
Te quiero con todo Jaime
Abril 15/49
Mi Chapi linda:
A yer recibí tu carta del 11 y hoy la de antier. Desde hace días estoy queriendo escribirte largo y tendido, pero es tal mi aburrimiento que todo se muere en intención y deseo. Nunca pensé que me hicieras tal efecto; otras veces he estado triste, hondamente triste, con esa tristeza que se traduce en quieta espera y tibia conformación; hoy no, hoy es hastío, irritación, enojo, secamente, ásperamente todo. No hallo qué hacer en mi cuarto y apenas salgo de él, vuelvo como loco a encerrarme. Sé que aquí no hay nada, pero estar solo da sed de soledad. Es una soledad celosa de sí misma, que no quiere abrirse a nadie; permanece hermética, callada, conmovida, y me siento crecer en ella hasta agotarme. Ni siquiera he podido escribir; nada sale de mí; todo se acumula y me mantiene tenso, duro, agitado.
En este momento estoy a reventar. Vienen a hacerse tontas con un trapo mojado y luego dicen que lavan mi cuarto; al rato aparecen las manchas en el piso, y ellas tan campantes.
Les dije que lo dejaran así sin terminar. Sólo el pedazo de mi cama a la ventana está trapeado, lo demás permanece seco y empolvado. Pero si se asoman de nuevo, por Dios que las voy a sacar a patadas. Hijas de su... ¡¿Así quién puede escribir?!!! ¡No! Me está doliendo el estómago de coraje. Pero si vuelven a hacerme una de éstas me cambio de casa; ya van a ver.
La Villa aún no ha venido y ya son las 11:30; tenía que inyectarla —una de Siguret—. Ayer llegó de Cuernavaca y vino con mucho catarro, le puse una inyección en la tarde y quedamos en ponerle otra hoy. Quién sabe; a lo mejor ni viene ya. Mi viaje a Cuernavaca fracasó también en la intención; ya no quise ir; me arrepentí; es esa cosa misma de no estar a gusto en ninguna parte; y con esto del catarro de la Villita y de que ya no hay pasajes en los camiones me vi libre de todo compromiso. Mejor.
Ayer fue el único día en que he hecho una visita: a doña Chepita. Estuve con ella desde las 11 hasta las 4 de la tarde; me invitaron a comer. Pasé un rato distraído; les ensené como 5 iglesias —tenían ganas de conocerlas— y nos metimos hasta en una presbiteriana —¡hubieras visto la sorpresa de doña Chepita cuando se dio cuenta de que era protestante!—, sin embargo, la recorrió de pe a pa, y nos salimos riendo.
El lunes empiezan de nuevo las clases. Jamás había pasado unas vacaciones con tantas ganas de que terminasen pronto.
Tus cartas me alegran, me distraen y me enojan, todo junto. Siempre me dejan un sabor agridulce, tenue, distinto. ¡Qué bueno saber tu vida de todos los días! ¡Ojalá te pongas bien, pronto! Las vacaciones de mayo son seguras —yo las vi en el calendario escolar— y quiero encontrarte rebonita y alegre, para cogerte de las trenzas y besarte. Me alegra eso de que no te pongas polvos; vas a ver qué bien se va a poner tu cutis con sólo agua y jabón, agua, mucha agua. (Ahora que hablamos de esto: las manchas ya se me quitaron; era algo así de la sangre, hormonal, sexual, estomacal...) Pero estoy seguro que me gustarías reteharto si pudiera verte ahora. La Villita dice que ya tiene ganas de irse para que te inyecte ella y ella te cuide. (Ah, dos preguntas: ¿quién te pone las inyecciones? La Villa dice que tu papá no puede con las intravenosas, y ¿quién rotula tus sobres así a máquina?) ¿No has salido a ninguna parte? ¿No piensan llevarte, después de las inyecciones al rancho?
Pues no. Yo creo que la Villa ya no vino. ¿Qué hago entonces? (300 veces al día me hago esta pregunta.) ¿Voy a ver a Serra?5 No. ¿A quién? No. A nadie. Esperaré las 3 y buscaré un restaurancito por allí para comer. Las calles están desiertas. Podría pintar, pero no tengo cartulina. Y escribir, pero no tengo ganas. De leer estoy fastidiado. Y si voy al cine me dan 5 Andrés Serra Rojas (1904-2000), político, secretario del Trabajo de 1946 a 1948. Jaime trabajó a sus órdenes durante una corta temporada.
ganas de abrazarte y salgo enojado. Esperaré mejor la comida. ¿V a la tardo? ¿Pero para qué me pregunto esto? A la tarde me pondré a esperar la cena; y después de la cena me pondré a esperar el sueño. Y mañana amaneceré esperando otra vez; esperando la hora siguiente, el minuto siguiente, nada.
Tú eres así una continua espera de tu ausencia; un minuto que viene sin ti. Eres todas las cosas que me faltan, todas las que no tengo. Como esa música del radio: invisible, presente y fugitiva.
Ah, qué llorón el violín ése! Como si él te hubiera perdido! Déjame apagarlo, así, porque quería besarte...
¡Si rieras conmigo me encontrarías, por Dios, me encontrarías!
Ya no sé lo que dice tu Jaime
4 de la tarde: Jorge y Villa están en mi cuarto; ahorita la voy a inyectar; Jorge dice que es tu padre (está cuete; se lo puso con tu cuñado Óscar),[30] y que le va a escribir a tu mamá en su cumpleaños. No digas nada. Sólo que le manda besos. Villa: “Yo estoy igual a vos con esta tos”. OK. (Mañana a las 10 se van los 2 a Cuernavaca.) 10 de la noche: te quiero.
Gracias por los periódicos.
Abril 19/49
Amor mío:
Ya son las 12 dé la noche, pero estoy triste y quiero hablarle.
Acabo de regresar de cenar; es decir... quién sabe. Anduve caminando por calles obscuras, con las manos en las bolsas, recogido en mí mismo, mirando la noche, deseándote. Estoy cansado, flojo, tierno. Encontré tu carta —3 en una— sobre mi cama, y las leí; y aunque sonreí a veces, he quedado afligido. Me da miedo que sigas mal aún, me duele, me da miedo. Mi corazón se agita, tiembla, calla. ¡Te quiero tanto, tanto, tanto! ¡Eres tú tanto lo verdadero, lo único real, lo hondo, la sencilla y fácil ley de amor! ¡Si supieras cómo fuera de ti todo es mentira, engaño y espejismo!
Es a las 12 de la noche, cuando no puedo huirte ni huirme, cuando para todo el engañoso afán del día, que, ya a solas los dos, me entrego a ti totalmente, en deseo y sufrimiento y sueño y renovada sed y angustia. ¡Todo lo que pasa por mí! ¡Todos los que se desbaratan y mueren y vuelven a levantarse en mí mismo! ¡Todo lo que soy de afán y de debilidad y de deseo!
Desde hace días, por las tardes, siento de nuevo aquella lasitud, aquel desgane, esa pereza corporal que tanto me molestaban el año pasado. Me duele el cuerpo, no me dan ganas de moverme, siento flojos los músculos, cansados, cansados. En este momento estoy así; apenas si puedo escribirte. Veo tu foto y pienso: ¡qué bonita ha de estar ahora! Tengo sueño, mucho sueño, lágrimas que no salen, cansancio. Te besaría levemente, apenas rozándote mis labios, y te diría cualquier cosa en voz baja, y me quedaría dormido a tu lado.
Amor mío, Chepita...
buenas noches.
(con tanto amor que tengo, ya no se dice nada)
Abril 20/49
Pero con el día nace la esperanza, se levanta la fe.
Mi mamá me escribe y dice: “...está muy bonita, pero te admirarías si la vieras, ya es otra”.
¡Qué bueno que sea así! En cuanto a lo de admirarme lo dejo para mayo.
Ya comenzaron mis clases. Esto me distrae; aunque después de ellas —ya ves— regreso a mi cuarto más confundido, más sediento de ti que nunca.
Tengo que estudiar muchas cosas, y esto me distrae también. Hoy hacen 15 días que te dejé en el avión, ¿te acuerdas? ¿Por qué hace tanto tiempo? ¡Cuánto se puede vivir en tan pocos días!
Naturalmente que yo iré a tu casa a verte. Eso ni se pregunta. Yo iré a todas partes a verte.
¿Hoy es santo de tu mamacita, verdad? Jorge estuvo ayer aquí. Salúdala.
Recibí ayer esos otros dos periódicos del 10. Gracias.
¡Cómo te recuerdo por Ezequiel[31] esa tarde! Cómo te deseo! Todo está obscuro a veces. El día, a la mitad, de México.
Ya no puedo decirte nada.
Sólo: te quiero. Te beso Jaime
12 de la noche: en estos días te escribiré más. Ponte bien. Alégrate. Te quiero mucho, linda, con toda el alma.
J
Abril 22/49
Chepita, amor mío:
Ayer recibí tu carta del 19 y 20 y la fotografía que mucho te agradezco. Me dio un coraje tremendo recibirla quebrada (el cartero dobló la carta para meterla en el buzón de abajo, no podía hacer otra cosa), pero ya me he conformado, porque se salva toda la cara y porque la cara ésa es muy bonita.
¿No sabes una cosa? Es posible que nunca hayas pensado en ello, pero te lo voy a decir en secreto: te quiero.
Ayer a las 12 de la noche te quería mucho, y ahora, a punto de salir para la escuela, voy a volverte a querer.
Todos los días te quiero de las 10 de la mañana a las 4 de la tarde, de las 4 de la tarde a las 8 de la noche y de las 8 de la noche a las 2 de la madrugada. Después de las 2 de la madrugada te sueño y te quiero.
Aquí no hace calor ni frío. A todas horas el clima está en Chepita. Y si sudo a veces, sudo por medio de mis ojos.
Te apuesto una taza de café a que no estás tan sola.
Lo que pasa es que no quieres verme.
Si sigues por ese camino te voy a encontrar enferma, no de los pulmones, sino del hígado.
¿Qué es tanta bulla y gritos y desesperación? ¿Te están matando o te estás matando? ¿Para qué hacerte la vida una colección de disgustos? Estás enferma: tienes que curarte, tienes que seguir las indicaciones del médico. Hazlo y a callar. Suda, y que te duelan las nalgas, y que te den sopa caliente, y cállate. ¿Dónde está esa sabiduría, y esa virtud y esa perseverancia? ¿No que eras muy chicha? Date cuenta de que la vida es buena y de que sólo una vez la vivimos. Saca de todos tus momentos lo bueno, lo maravilloso que hay en cada uno de ellos. Fíjate que estás con tu mamá, con tu papá, con tus hermanitas; fíjate que Jaime te quiere mucho; que hay luz y hay árboles y hay piedras; que el agua juega y cae y se levanta; fíjate que tu hamaca te mece suavemente, a tu gusto, y que a tu cuarto llega el cielo, llego yo, llega el aire, llegan tantas cosas que no te digo.
Aprovecha tu soledad. Acuérdate de todos los que queremos estar solos.
Verdadero martirio es no poder nunca estar solo. Pero tu pequeño cuarto y tú en tu pequeño cuarto es el mundo. Allí está todo. En tu corazón está todo: descúbrelo, sorpréndete, ámalo.
Ve de milagro en milagro, de sorpresa en sorpresa, a lo largo de ti misma. Estás triste, es cierto, pero tú no eres tristeza, tú eres alegría y serenidad y paz. No mires sólo un aspecto de ti misma, un accidente de tu propia substancia; tú eres todas las cosas juntas, y el mar y las estrellas y las rosas se anuncian en ti. No mires tu miseria, no te complazcas en ella; hazla a un lado, apártala, y cultiva lo que todos tenemos de divinidad adentro.
Háblame todo lo que quieras, todo lo que sientas y llores. Ese “cállate” no quiere decir que nunca digas nada, sino que te calles a ti misma tu dolor y tu angustia —así los transformas—, que no trates de convencerte a todas horas de que eres miserable. El dolor se encierra en sí mismo y trata de multiplicarse a toda costa, trata de invadir todo lo que tenemos y somos: no lo dejes hacer eso, cúbrelo, apártalo, y saca al aire tu alegría y hazla crecer en ti, que ella es tu verdad, tu perennidad, tu vida.
Después de todo, no te digo que no te aburras, que no padezcas; te digo sólo que pongas cada cosa en su lugar, que no hagas del fastidio toda tu vida, que no hagas de tu soledad llanto y ruina. Alégrate, complácete en tu cuerpo, dale vigor y fuerza y armonía; complácete en tu alma, dale serenidad.
Estoy alegre este momento: mi amor pasa distancia y tiempo y sombra, y llega a ti más allá de las cosas, perpetuamente. Es más grande mi amor que mi deseo. Ya somos tú y yo, solos, en uno, perfecto.
Por eso apenas si te beso.
¿Ya sabes esa cosa?: te quiero.
Jaime
ab. 23.- Ayer ya no pude poner ésta al correo. Ahora está aquí Villita —parece que el miércoles se va a ésa, aunque hay una proposición en el sentido de que se quedan a estudiar, aquí en México, otra semana más—. Dice que cuando llegue se va a desquitar de todo lo que le dices en tu carta, pues entonces le va a tocar inyectarte. OK.
Sigue la posdata: La Villita me hizo cargar su veliz. No podrás decir que no me da distracciones. ¡Es tan buena! (¡No se te ocurra volverme a recomendar con ella!!!!!) Bueno, mañana me desquito: me va a prestar cuando menos 10 pesos (“Y más si quieres”, dice. Es un encanto!) OK, te quiere, te besa.
Jaime
Abril 29 /49
Chepita linda:
Acabo de recibir tu carta de antier con la funesta noticia para Jorge, que yo, como todo buen amigo, se la di de inmediato para incrementar su filosofía vargasviliana.[32]
Siempre es muy agradable dar una información desagradable. Las mujeres ya no dejarán de ser putas por mucho tiempo en ese corazón de tu querido hermano. Golpe oportuno y propicio para templar su carácter y para impulsarlo a investigar el corazón humano.
(Casi todos los días se está conmigo de 11 a 12 V2, y le doy de mi ponche, de mi tazcalate y de mi sabiduría.) A Villa no la he visto desde el limes pero en cuanto le hable le daré tu recado.
Antier recibí carta tuya del 26 y no quise contestarla para no pelearme contigo. ¡Y que tenía muchas ganas de pelearme contigo! Desde luego, es preciso que interpretes correctamente lo que se te dice.
Veamos lo que escribes: “...en fin, era necesario, ya que te debo de aburrir y de enojar”
(¿No es esto para decirte una majadería? ¡Aburrir y enojar! ¿Desde cuándo hablamos con fórmulas de cortesía nosotros? pero sigamos:) “...he tratado, de hablar y de decir un montón de cosas, callando lo que tengo aquí dentro; ¿lo he logrado?”
(Lo que lograste fue —esta vez, sí— disgustarme y darme a todos los diablos. ¡Bonito está que digas un montón de cosas y que calles lo que tienes adentro! Ya voy a hacer lo mismo.
Nada más que te suplico en tu próxima metas en el sobre, no tu carta, sino El Heraldo, que sin duda me alegrará más porque dice más cosas. ¡Tengo una novia tan linda, tan buena —voy a decir a mis amigos—, tan linda y tan buena que todos los días me da información sobre el estado atmosférico de Tuxtla, sobre la campaña dedetizante de Tuxtla, sobre los asuntos policiacos y sobre el estado de carestía de los artículos de la necesidad.) Bueno, era para decirte muchas más cosas, y por eso preferí callar. Pero ya me he hecho la promesa formal de no meterme más en camisa de once varas (ya no aguanto esta pluma) y de decirte puras cosas que no malinterpretes.
(Dame una lista de cosas que no malinterpretes.) (Bueno, yo creo que tengo derecho a desquitarme, aunque sea parcialmente.) Pero, en serio, no quiero pelear contigo, no enojarte; demasiado tengo con lo que tengo en México para tener más en Tuxtla; no quiero que entre tú y yo haya nada que nos disguste, no quiero nada que nos separe ni en el pensamiento. Tú eres lo único en que puedo descansar mi corazón, lo único en que puedo pensar con dulzura y sosiego, y no quiero perderte, no quiero perderte en esa condición de paz y de íntimo equilibrio espiritual.
Por eso me disgustó que hablaras así, porque entre tú y yo no deben existir esas cosas. Si nos pertenecemos mutuamente, diáfanamente, ¿por qué esos pequeños recelos, por qué ese inadmisible temer disgustarme, cuando sabes que no es cierto, cuando sabes que te quiero plenamente, en virtud y en defecto, en tu luz y en tu sombra?
Vuelve a leer esa carta mía; verás que te hablé alegremente, gozosamente; verás que no era sino una profesión de fe en ti y en mí, en el que somos; una convencida y clara y amorosa confianza en nosotros mismos.
¿Querías conocerme? ¿me conoces ya? ¿por qué no sabes aún que te quiero por todo lo que tengo y lo que soy?
¡Si supieras cuánta ternura dentro de mi corazón te busca!
Yo lloraría contigo otra vez para que mi llanto te dijera todo lo que callo.
Estoy alegre de nosotros, alegre de que me quieras y te quiera. Mira que todo lo tenemos; alégrate tú también.
¿No sientes que te besa Jaime?
Acabo de ver a Villa y dice que le manden la carta poder. Dice además que tu tía Helia le dijo que si tu papá cobraba la beca de Coco,[33] que ya está arreglado, ella cobraba la tuya acá y sólo les enviaría 10 pesos. Esto naturalmente es absurdo, digo yo, tú envías la carta a nombre de Jorge, Villa dice que ella le enseñara todo, aunque sospecha que Jorge es un cabrón y no va a querer. Sospecha que yo no apruebo; porque a última hora yo me encargo de Jorge. OK. Dice que tus encargos te los lleva cuando se vaya.
Mayo 6/49
Mi Chepi linda:
No te había escrito por esa cosa de estar cansado, eso de no encontrar qué decir, eso de aburrirse a todas horas letalmente, hasta los huesos.
Así estoy en este momento. Estuvo lloviendo toda la tarde y ahora que empieza la noche hace frío, y el cuerpo le duele a uno, y toma uno café y se pone nervioso, y luego recuerda uno que no tiene ni un centavo, y escupe uno, y se enoja, y se mete las manos a la bolsa, y siente uno una gran nostalgia de Chepita, necesidad de ella, y piensa luego: “hace días que no le escribo”, y hace uno del papel y de la pluma compañía, y empieza: “Mi Chepi linda.