Limpieza, orden y felicidad

Limpieza, orden y felicidad


1. La filosofía de La Ordenatriz

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¡Que no te asuste el título de este capítulo! Te aseguro que no me voy a poner metafísica ni nada por el estilo; al contrario, todo lo que viene a continuación es de lo más terrenal.

Pero es que con el tiempo he entendido que tanto la limpieza como el orden (como todo en esta vida) tienen una parte de teoría que vale la pena conocer, porque nos ayudará a entender los procesos que estamos llevando a cabo y saber por qué hacemos lo que hacemos cuando nos ponemos a limpiar o a ordenar.

Entender los procesos ahorra tiempo, disgustos y frustraciones, y nos ayuda a descubrir ese placer que proporcionan las cosas bien hechas.

Así pues, ¡comenzamos!

1 Nuestra herramienta más preciada es la paciencia

Vivimos en un mundo de inmediatez en el que lo queremos todo ya, ahora mismo. No nos gusta esperar. Pero tanto el orden como la limpieza tienen sus ritmos, que no podemos acelerar. Lo que ha tardado mucho tiempo en desordenarse o ensuciarse no se puede cambiar por arte de magia en cuestión de minutos. Por eso, que una mancha no te salga a la primera o que te esté costando acabar de ordenar el armario no significa que lo estés haciendo mal, solo que, seguramente, necesitas más tiempo.

Y, sobre todo, no intentes hacerlo todo en un día, porque te agotarás y, además, no lo harás bien. Piensa en la mejora de tu hogar como en un proceso acumulativo que lleva su tiempo. Sin prisa, pero sin pausa.

2 Si una mancha no sale a la primera, repite el proceso

Esto está muy relacionado con lo que te acabo de decir. A veces, al sacar una prenda de la lavadora verás que la mancha que querías quitar sigue ahí muerta de risa y te dará una rabia increíble, te lo aseguro. Pero, si te fijas, seguramente verás que ya no está como al principio, que se ha desvanecido un poco.

Si vuelves a lavar la prenda aplicando el mismo remedio, la mayoría de las veces saldrá; otras tendrás que repetir más veces. Por supuesto, habrá cosas que no tendrán solución, pero no te rindas a la primera.

3 Valora el coste y los riesgos de la solución

Creo que esto se explica mejor mediante ejemplos. Vamos a ver: imagina que tienes un bolso de piel carísimo sobre el que ha caído una salpicadura de grasa muy pequeña, casi imperceptible. ¿Vale la pena que intentes quitarla, aun a riesgo de dañar el bolso sin remedio? Seguramente no.

Otro: ¿qué es más caro, todo el jabón, la electricidad y el alcohol que gastarás en limpiar una enorme mancha de tinta en una camiseta que te costó diez euros o comprarte una nueva? Aquí seguramente la respuesta dependerá del cariño que le tengas a la prenda, de si tiene algún valor inmaterial que haya que tener en cuenta.

El último: ¿seguro que quieres ponerte a arreglar la suela de esos zapatos con pegamento líquido sobre la mesa de madera buena de la abuela? ¿Qué pasa si se estropea?

Riesgo y beneficio, no hay más. A veces, te compensará probar un remedio extremo porque la otra opción es tirar la prenda; otras, después de valorarlo, preferirás poner un broche sobre esa manchita en la solapa de tu chaqueta preferida, que, además, te costó carísima. Hagas lo que hagas, y para evitar disgustos, dedica un momento a pensar las cosas antes de hacerlas.

4 Elige tus batallas

La casa y sus tareas son infinitas, créeme. Aunque les dedicaras todas las horas no acabarías y, por supuesto, ni tú ni yo tenemos tanto tiempo, así que, cuando te pongas a limpiar u ordenar, empieza siempre por la zona que te incomode o te moleste más, porque centrar ahí tu atención y tus esfuerzos tendrá un efecto inmediato sobre tu bienestar y te motivará a seguir progresando.

Por ejemplo, a mí me pone muy nerviosa llegar a casa y ver el recibidor manga por hombro y lleno de trastos, así que cada día dedico unos minutos a ordenarlo. Así, lo último que veo antes de salir y lo primero que me encuentro al entrar en casa es una zona despejada y ordenada. Y eso me da paz. A lo mejor a ti te da pereza desarrollar tu hobby favorito porque no tienes ninguna superficie despejada donde ponerte; pues empieza por ahí. O quizá es el cajón de la ropa interior lo que te hunde cada mañana al abrirlo y no encontrar nada; pues ahí lo tienes.

5 No te juzgues

Céntrate en la solución y no en el problema. Cuando mires tu casa no pienses: «Mira cómo está todo, si es que soy un desastre». Háblate bien, con cariño y compasión, sé comprensivo. ¿Serías así de duro con un amigo? Lo importante no es cómo has llegado hasta ahí, sino haber asumido que hay un problema y empezar a ponerle solución.

6 Aprovecha el tiempo que tengas

Seguramente te cueste encontrar cuatro horas seguidas para ponerte a limpiar u ordenar un espacio; no pasa nada. Ponte un temporizador con el tiempo de que dispongas, por ejemplo, quince minutos, y dedica ese tiempo, sin distracciones, a hacer lo que hayas decidido. Además, a lo largo del libro te contaré muchas soluciones de limpieza que necesitan muchas horas para actuar. La ventaja de esto es que tú no tienes que hacer nada durante ese tiempo, solo esperar.

7 Si no lo usas, deshazte de ello

Al ordenar, piensa en la última vez que usaste lo que tienes en la mano y, si hace más de un año, valora seriamente sacarlo de tu casa y de tu vida, ya sea vendiéndolo, donándolo o regalándoselo a esa amiga que sabes que le sacará provecho.

Cuando voy a ordenar casas ajenas, mis clientes se quejan a menudo de que no tienen espacio, pero la mayoría de las veces lo que pasa es que tienen demasiadas cosas.

Desprendernos de lo que no usamos puede ser complicado porque, a menudo, nos obliga a despedirnos de una persona que ya no somos, por ejemplo, la persona que hacía repostería o la que cabía dentro de esos pantalones tan bonitos.

Decir adiós a esas cosas puede resultarnos difícil, pero también es muy satisfactorio, porque nos permite evolucionar en el ámbito personal y recuperar espacio en nuestro hogar.

¿Y qué pasa si de repente, dentro de unos años, quieres recuperar la pasión por la repostería o vuelves a tener esa talla de pantalón? Pues que te puedes volver a comprar lo que necesites sin ningún problema. Te aseguro que el coste del metro cuadrado que necesitas para almacenarlos es superior al valor de esos pantalones.

8 Para ordenar, primero hay que desordenar

Por ejemplo, para ordenar un armario, antes tendrás que vaciarlo entero, lo que generará mucho caos durante el tiempo que estés llevando a cabo la tarea. Ver todo junto nos permite ser más conscientes de la cantidad de cosas que tenemos. Esto, a veces, nos hace renunciar, porque nos da ansiedad pensar en ese «desorden» intermedio, pero, en realidad, no pasa nada, ya que es algo temporal y, aunque impresione, al final vale la pena, créeme.

9 Busca un sitio para cada cosa

Ordenar no consiste en amontonar o esconder los objetos, sino en buscarles su sitio. Esto nos facilitará tanto encontrarlos cuando los necesitemos como volver a guardarlos una vez usados, sin tener que pararnos a pensar dónde los vimos o dónde los dejamos la última vez.

Aúna por tipos de objetos y por lógica de uso: papelería, documentación importante, hobbies, etc.

10 No abarrotes los espacios

Hay zonas de la casa que precisan superficies y espacios libres para poder cumplir con su función, y hay que tener eso en cuenta a la hora de organizarlas. Estoy pensando en las encimeras de la cocina o en la mesa del comedor, que deben estar libres para poder cocinar y comer.

A lo mejor últimamente te cuesta cocinar porque no tienes dónde ponerte a hacerlo. O tal vez os esté costando comer en familia porque la mesa del comedor siempre está llena de trastos y os da pereza vaciarla cada vez. Plantéate este tipo de cuestiones y busca la solución de orden que mejor se adapte a tus necesidades.

11 Las manchas están «vivas»

¿Qué quiero decir con esto? Que se mueven y se «aflojan». A veces hay manchas de grasa que se desplazan durante el lavado en lavadora y reaparecen más leves en un punto distinto de la prenda de ese en el que estaban cuando las hemos metido. Otras se desincrustan un poco, pero siguen ahí y hay que insistir. Observa las manchas y entiende su funcionamiento. En el libro hablaremos de esto y te daré soluciones y trucos para estas situaciones.

12 Cada mancha tiene su remedio

No existe el limpiador universal que vale para todo. Es una lástima, pero no es lo mismo la grasa que la tinta, el polvo que el barro, un olor que una quemadura. Tampoco todos los materiales son iguales: no se limpia igual el cristal que el mármol, la madera que los azulejos. Antes de lanzarte a quitar una mancha, párate un momento a pensar de qué es y sobre qué está, y busca la solución adecuada en cada caso.

13 Si hablamos de manchas, en general, la rapidez es clave

Salvo en contadas excepciones (de las que hablaremos), donde lo mejor es dejar reposar la mancha para poder quitarla, actuar al momento siempre es mejor que esperar.

14 Antes de lanzarte, pruébalo

Antes de aplicar un producto o una herramienta sobre un material o superficie, haz siempre una prueba en un lugar discreto u oculto para comprobar que no dañas el color ni el acabado. Esta prueba tiene que ser real. Es decir, si sabes que vas a tener que dejar el producto doce horas para que actúe, la prueba tiene que ser de doce horas. Tal vez una camiseta de color oscuro tolere la aplicación de agua oxigenada durante cinco o diez minutos, pero no durante media hora. Hay que ser meticulosos y tener paciencia.

15 No hay nada más respetuoso con el medio ambiente que reutilizar

Los productos de limpieza naturales son más ecológicos y yo intento usarlos siempre como primera opción. Sin embargo, no hay que olvidar que, en última instancia, lo más ecológico es «salvar» la prenda o el objeto que estamos limpiando. Reutilizar en lugar de sustituir.

Por eso, cuando es necesario, utilizo productos más abrasivos o contaminantes. Porque, al final, ¿qué es más respetuoso con el medio ambiente, usar un poco de laca o tirar el sofá y cambiarlo por otro?

16 No existen las soluciones únicas

Cada mancha tiene distintos métodos de eliminación y si tú tienes un truco que te funciona, ¡no dejes de usarlo! Este libro está pensado para ayudarte cuando lo que tú hagas de forma habitual no te haya funcionado, pero mis propuestas no son mejores ni peores que las tuyas, las de tu madre o las de tus amigas; solo son las mías. Quédate con lo que te sirva y pasa del resto.

17 Usa la creatividad

Muchos de los remedios que te voy a contar se me han ocurrido a fuerza de observar y conocer las propiedades de los materiales. Sigue tu intuición y haz pruebas. ¡Limpiar también puede ser una actividad divertida y creativa!

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