Lenin

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Contexto » Rusia sacudida por las revoluciones

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CONTEXTO

Sería erróneo considerar que Lenin, por sí solo, ha inspirado y motivado las ideas revolucionarias rusas. En realidad, Lenin, que se muestra en un primer tiempo pesimista con respecto al resultado de un cambio radical, no hace más que seguir el ritmo de los acontecimientos y aprovechar las oportunidades en el momento justo. Así pues, la revolución nace en un terreno contextual fértil, favorable a la aparición de un amplio movimiento contestatario en la Rusia imperial.

LA AUTOCRACIA DE NICOLÁS II O EL ABSOLUTISMO PUESTO EN CUESTIÓN

Aunque Francia sufre sus primeros movimientos revolucionarios en el siglo XVIII, hay que esperar al fin del siglo XIX para que surja en Rusia una oposición clara y organizada contra el poder absoluto de los zares. Desde 1894, fecha de su coronación, Nikolái Aleksándrovich Románov (1868-1918), llamado Nicolás II, gobierna el país mediante la autocracia. El resultado es una política conservadora desastrosa, ya que no sabe rodearse de buenos consejeros.

El gobierno Stolypin

Tras perder la guerra contra Japón entre 1904 y 1905 y sufrir graves problemas internos, Nicolás II, demasiado apegado al dogma de la autocracia, rechaza probar el sistema del parlamentarismo. Cuando forma un nuevo gobierno, nombra primer ministro al llamado Stolypin (1862-1911), que lleva a cabo una despiadada política represiva contra los revolucionarios. Sin embargo, quiere iniciar una reforma agraria que mejore las condiciones de vida del campesinado —Rusia es mayoritariamente agrícola—. Aunque es reformador, Stolypin no tiene madera de demócrata y su reforma nunca verá la luz, puesto que un anarquista lo asesina en Kiev en 1911 antes de haber podido ponerla en práctica.

LA GRAN GUERRA

Cuando estalla la Primera Guerra Mundial en Europa, ni Nicolás II ni su país están preparados para la misma. La dolorosa derrota contra Japón en 1905, que ha debilitado y humillado al país, sigue en la memoria de todos y hace que muchos soldados se rebelen. Sin embargo, Nicolás II cuenta con una ventaja numérica. Así y todo, su ejército no es moderno, puesto que está poco mecanizado y atrasado con respecto a los progresos técnicos y militares realizados por Alemania. No obstante, la Duma (asamblea legislativa) vota el establecimiento de un presupuesto extraordinario para la guerra, a pesar de las llamadas a la deserción de Lenin.

Los primeros meses son un desastre para el ejército ruso, que es gravemente derrotado en Tannenberg (1915) por los alemanes. Ese año, las pérdidas registradas son muy elevadas: 1 200 000 soldados mueren, están heridos, desaparecen o son hechos prisioneros. La moral de la población está por los suelos en un momento en que la necesidad de un nuevo reclutamiento de tropas es cada vez más urgente y las municiones y el material escasean.

El zar decide enseguida asumir él mismo el cargo de comandante supremo del Ejército, una responsabilidad que hasta entonces había delegado en un general, y abandona San Petersburgo para trasladarse a Mogilev (cuartel general del ejército ruso). Sin embargo, al hacerlo Nicolás II deja un país descontento en manos de la emperadora y de su consejero, Rasputín (1864/1865-1916), un misterioso monje ortodoxo muy poco apreciado entre los más cercanos a la pareja imperial debido a la mala influencia que ejerce sobre esta.

UNA SITUACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL PARTICULAR

A lo largo del siglo XIX, Rusia está por detrás de los demás países europeos. Experimenta una revolución industrial tardía y se mantiene mayoritariamente rural. Los mujik (campesinos rusos) representan la mayor parte de la población a pesar de la abolición de la servidumbre promulgada por Alejandro II.

No es hasta finales de siglo que Rusia comienza a recuperarse de su atraso. El número de industrias crece, lo que conlleva un aumento del número de obreros. Estos tienen que enfrentarse a condiciones de trabajo muy duras: están mal pagados, trabajan más de 15 horas al día, carecen de seguridad, no tienen la posibilidad de agruparse en sindicatos, etc. A partir de ahora, esta clase obrera se reparte entre los diferentes partidos de ideas revolucionarias, que se atribuyen el derecho de hablar en su nombre. En ese mismo periodo, las ciudades se ven azotadas por el crecimiento de la inflación y por la escasez de alimentos y de carbón, y los obreros tienen problemas para alimentarse y calentarse. Las huelgas se suceden y sacuden a todo el país: el Imperio ruso comienza a resquebrajarse.

En paralelo a la industrialización del país y a pesar de los primeros problemas sociales, la economía rusa progresa a grandes pasos, aunque su evolución aún depende en gran medida de las inversiones extranjeras. En este contexto favorable nace una nueva clase social: la burguesía, formada por hombres de negocios y por campesinos ricos y defensores de las nuevas ideas.

RUSIA SACUDIDA POR LAS REVOLUCIONES

El Domingo Rojo

El 23 de enero de 1905, 200 000 obreros desfilan por los calles de San Petersburgo para reclamarle reformas al zar. Pero en lugar de iniciar un diálogo, Nicolás II ordena a su guarnición abrir fuego contra los rebeldes, respondiendo así de manera brutal y mortífera. Aunque oficialmente se cuentan 96 muertos y 333 heridos, algunos periódicos, como el Evening Sun, hablan de más de 2000 muertos.

Foto de una representación del Domingo Rojo.

¿SABÍAS QUE…?

A pesar de la sangrienta represión que él mismo ordena, Nicolás II consiente al final de esta revolución crear una asamblea legislativa, la Duma, una de las cosas que reclaman los manifestantes.

Febrero de 1917

En marzo de 1917 (febrero según el calendario ortodoxo), una serie de manifestaciones y de huelgas sacuden Petrogrado (San Petersburgo). Nicolás II, que lleva a cabo una importante política de represión, ordena al Gobierno que controle los disturbios. Pero la guarnición encargada de reprimir la agitación se une a los insurgentes. Tras hermanarse, manifestantes y militares toman el Palacio de Invierno (la residencia del zar) y ponen fin al régimen zarista.

Manifestación de trabajadores durante la Revolución de 1917.

Inmediatamente después se forma un Gobierno provisional bajo la dirección del príncipe Lvov (1861-1925). Ahora se enfrentarán dos autoridades: el Gobierno provisional y los sóviets (consejos) de obreros y soldados, en los que están representados todos los partidos revolucionarios socialistas y marxistas.

El nuevo Gobierno defrauda enseguida a los sóviets —especialmente después de negarse a firmar la paz con Alemania—, a pesar de que toma algunas medidas democráticas, como la abolición de la pena de muerte y el establecimiento del sufragio universal para hombres y mujeres.

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