Lazarus

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Joona llega a la última planta pero no se detiene, sube el último tramo de escalera, más estrecho, hasta el tejado. Abre la puerta, echa un vistazo a ambos lados con la pistola en la mano y sale al aire frío.

El sol despunta en el horizonte sobre el llano paisaje. La ciudad se despliega en todas direcciones, con cristales y metales brillantes.

La mayor parte del tejado del hotel está tapada por una construcción negra en el centro, que cubre la caja de la escalera y la maquinaria del ascensor.

Joona ha pegado la espalda a la pared, todavía sin aliento.

En el suelo de la azotea han vertido una capa de guijarros pulidos y han montado una pasarela en medio, como si fuera una playa.

Joona mira a su alrededor y da unos pasos.

Allí no hay nadie.

Unos tornillos oxidados mantienen sujeto un mástil con una luz roja en lo alto. Al lado de una salida de ventilación han caído excrementos de pájaros.

Joona empieza a pensar que ha sido engañado y tiene que volver abajo, pero de pronto ve un rastro en las piedras, junto a la pasarela de madera.

Algo pesado ha sido arrastrado por el tejado.

Echa a correr a lo largo de la pared del cuarto de la maquinaria con el arma en ristre. Pisando las piedras sueltas, apunta con el arma al doblar la esquina y apenas le da tiempo a atisbar a Jurek antes de que desaparezca tras la siguiente esquina.

Jurek ha envuelto a Lumi en plástico industrial. Joona no sabe si puede respirar, si está viva. Jurek ha enrollado una gruesa cuerda alrededor del bulto y se la ha atado al hombro para poder arrastrarlo.

Joona corre tras ellos.

Las piedrecitas restallan bajo sus pies.

Vuelve a subirse a la pasarela, se pega a la pared más larga de la sala de máquinas y pasa por detrás de una fila de antenas parabólicas.

El sol va ascendiendo a su espalda y proyecta su sombra sobre los guijarros.

A lo lejos, Jurek arrastra a Lumi hacia el borde del tejado entre turbinas de ventilación y placas solares. El viento empuja un pedazo de plástico sucio.

Joona no sabe si Jurek va armado.

Abajo se oyen sirenas.

Joona cambia de posición buscando un buen ángulo de tiro.

La luz de la mañana cae sobre las placas solares y su reflejo resulta cegador.

Jurek desaparece como una sombra detrás de los rayos de sol.

Joona se detiene, sujeta la pistola con las dos manos y apunta a través del resplandor a la delgada silueta.

—¡Jurek! —grita.

La mira de la pistola tiembla mientras continúa desplazándose de lado, intentando encontrar una brecha a través de la luz. Dispara en cuanto lo ve.

Aprieta el gatillo tres veces y las tres alcanza a Jurek en la espalda. Los estallidos resuenan sobre la ciudad. Jurek se tambalea, pero después se da la vuelta y saca la pistola de Lumi.

Joona dispara tres veces más, directamente en el pecho.

A Jurek se le cae la pistola entre los listones de la pasarela; se vuelve a toda prisa hacia Lumi y sigue tirando de ella en dirección al antepecho.

Debe de llevar puesto un chaleco antibalas de Rinus.

Joona se aproxima un poco.

Jurek ya está detrás del sistema de ventilación. Tres grandes ventiladores giran protegidos por una red metálica.

Joona lo divisa de nuevo, apunta más abajo y le dispara en un muslo. La bala atraviesa el músculo. La sangre mana a chorros delante de él, brillante a la luz del sol.

Joona se acerca con el arma en alto y el dedo en el gatillo. Solo ve a Jurek de manera intermitente entre los ventiladores.

Lumi se está quedando sin aire, Joona nota que se está ahogando, tiene los labios azules y los ojos desorbitados.

El pelo se le pega a la cara debajo del plástico.

Joona apenas puede mantener el equilibrio cuando el dolor se aviva en el fondo del ojo.

Jurek ha levantado a Lumi y la lleva cojeando hacia el borde del tejado.

Ese es su nuevo plan.

Joona volverá a llegar tarde.

Jurek quiere que le suplique y lo amenace y después vea cómo su hija cae al vacío.

Joona consigue llegar a los ventiladores, apunta rápidamente y dispara a Jurek en la otra pierna. La bala entra en la corva y sale por la rótula.

Lumi aterriza sobre las piedras pulidas. Jurek se mece un poco y cae sobre una cadera, rueda hasta quedar bocabajo e intenta levantar la cabeza.

Joona corre hacia ellos sin dejar de apuntar. Aparta a Lumi y rasga el plástico que le cubre la cara.

Espera a oírla respirar y toser y entonces se vuelve hacia Jurek, le clava el cañón de la pistola en la cabeza y aprieta el gatillo.

El arma suelta un chasquido.

Joona revisa el cargador.

Está vacío.

Un helicóptero se acerca mientras suenan más sirenas.

La gente se ha arremolinado en la calle, a los pies del hotel. Todos miran hacia arriba y graban con sus teléfonos.

Joona se apresura a regresar con Lumi, desata la cuerda que tiene alrededor del cuerpo y la libera del plástico.

Se pondrá bien.

Jurek se ha incorporado ligeramente y tiene la espalda apoyada en una de las chimeneas. La prótesis se ha soltado y cuelga de las correas.

Está arrancando una larga astilla de la pasarela de madera.

Al verlo, a Joona le hierve la sangre y no puede evitar lo que tiene que ocurrir. Coge la larga cuerda, se planta delante de Jurek y hace un nudo corredizo.

Jurek lo mira con sus ojos claros y suelta la afilada astilla. Su rostro lleno de arrugas no trasluce dolor ni ira.

Joona ensancha el lazo y ve que Jurek está a punto de desvanecerse a causa de la pérdida de sangre.

—Ya estoy muerto —dice, pero intenta apartar la cuerda con su única mano.

Joona aferra esa mano y la retuerce, le rompe el brazo a la altura del codo. Jurek lanza un gemido, después lo mira de nuevo y se humedece los labios.

—Si miras mucho tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti —dice, y hace un absurdo intento de esquivar la soga.

La segunda vez, Joona le pasa el lazo por la cabeza, aprieta el nudo en la nuca y tira hasta que la respiración de Jurek se convierte en un silbido.

—Basta, papá, déjalo ya —gime Lumi a su espalda.

Joona rodea los paneles solares y ata el otro extremo de la cuerda a una de las patas.

El zumbido del helicóptero se oye más cerca.

Joona tira de la cuerda y arrastra a Jurek hasta el antepecho. La prótesis se desliza a su lado, pero al fin acaba soltándose por completo. Jurek tensa el cuello, tose e intenta respirar.

—Papá, ¿qué estás haciendo? —pregunta Lumi aterrada—. La policía está de camino. Lo meterán en la cárcel para el resto de sus días…

Joona pone a Jurek de pie. Está débil y casi no puede mantenerse erguido. La sangre brota de los orificios de bala y le escurre por los zapatos.

A lo lejos, abajo, las vías del tren relucen como una plancha de cobre arañada.

Unas voces llegan desde la escalera.

El brazo roto de Jurek se agita con un espasmo.

Joona da un paso atrás y lo mira a los ojos.

Tienen una expresión extraña.

Es como si Jurek buscara algo en los ojos de Joona o intentara verse reflejado en sus pupilas.

Lumi está llorando.

Jurek se tambalea y susurra algo justo cuando Joona le da un empujón en el pecho haciéndolo caer.

Lumi chilla.

La cuerda se desliza a toda velocidad por las piedras lisas y el borde del tejado. Se oye un latigazo cuando se para de golpe y se tensa. Más abajo se rompe una ventana y los cristales caen sobre los espectadores en la acera. La placa solar se estremece y la enorme cubierta de vidrio cruje.

Joona vuelve a paso ligero al hueco de la escalera, aparta al portero, que intenta detenerlo, y sigue bajando hasta la planta 20. Oye los gritos antes de llegar al pasillo. Se abre la puerta de una habitación y una mujer sale a trompicones en vaqueros y sujetador.

Joona pasa por delante de ella, se mete en la habitación y cierra la puerta con llave.

El cristal está destrozado y las esquirlas brillan sobre la alfombra gris y la cama.

Jurek se balancea despacio, entrando y saliendo por la ventana.

Está muerto, se ha roto el cuello.

La sangre gotea del surco que ha dejado la soga.

Joona se acerca y observa el rostro enjuto y arrugado y los ojos claros.

El cuerpo vuelve a balancearse dentro de la habitación.

Del marco de la ventana siguen cayendo trozos de cristal que impactan en el alféizar.

Joona siente que un profundo cansancio se apodera de todo su ser, una especie de confusa resaca después de una terrible batalla.

Jurek Walter está muerto.

Ya no volverá.

El cuerpo se mece despacio adelante y atrás. La sangre gotea de los agujeros y resbala hasta sus pies, dibujando una fina línea sobre la alfombra y la parte inferior del marco.

Joona no está seguro de cuánto tiempo lleva mirando a Jurek fijamente cuando oye el traqueteo de la cerradura a su espalda.

Lumi entra en la habitación y le habla con dulzura. Le dice que tiene que acompañarla afuera.

Joona observa la enorme mano de Jurek, las uñas sucias, el antebrazo y la camisa manchada de sangre.

—Ya está, papá —susurra Lumi.

—Sí —responde él mirando aún los ojos pálidos de Jurek.

Lumi le pone un brazo en la cintura y se lo lleva de la habitación, pasan junto al portero con la llave maestra y los agentes de policía que esperan.

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