La vaca

La vaca


Introducción

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INTRODUCCIÓN

«Creo que mi vaca mayor, era que mi vida se había convertido en una búsqueda constante de culpables por mis fracasos. Me había convertido en un experto para identificar a los responsables de todo lo malo que me ocurría. Después de leer La vaca entendí que yo soy el único responsable de lo bueno o lo malo que me suceda. Estoy seguro que nuestro continente sería otro sin tanta vaca que nos ayuda a justificar nuestra pobreza, y, por ende, nos mantiene atados a la miseria».

—Alejandro, Bolivia

De la misma manera que un pintor o un compositor en ocasiones obtiene su inspiración de la naturaleza que lo rodea, los autores, particularmente en el área del desarrollo personal, encontramos gran inspiración en nuestra continua interacción con la gente.

Recuerdo que en cierta ocasión desarrollé un seminario basado en un aforismo atribuido a Albert Einstein que alguien compartió conmigo durante el lanzamiento de uno de mis libros. Yo concibo estos destellos de sabiduría que me comparten, como catalizadores cuyo propósito es liberar mi capacidad creativa. Por esta razón los acepto con gran aprecio. Algunas veces, es suficiente una sola palabra o una simple idea para que un nuevo capítulo comience a tomar forma en mi mente.

Siempre he tenido la buena fortuna que, cuando las personas se enteran que soy escritor, se sienten motivadas a contarme anécdotas, historias y leyendas que les dejaron alguna enseñanza. Me hablan de aquellos libros o autores que más los han conmovido o inspirado, lo que, para mí, siempre ha sido un caudal extraordinario de nuevas ideas.

La historia de la vaca la escuché por vez primera de una encantadora dama a quien, para fortuna mía, le correspondió el asiento contiguo, en un vuelo nocturno que realizaba de Nueva York a Buenos Aires. En estos viajes tan largos, o duermes o acabas conversando con quien tienes a tu lado. Así que, después de hablar con ella sobre nuestras profesiones, lo mucho que viajábamos, y después del acostumbrado intercambio de tarjetas de presentación, conversamos sobre el motivo que nos llevaba a Argentina.

Fue allí, en la confortable cabina de un moderno Boeing 777, mientras sobrevolábamos algún lugar de Sudamérica, a eso de la una de la madrugada, que escuché por primera vez la trágica —y feliz— historia de la vaca. Debo agregar, que, a partir aquella ocasión, y especialmente desde que comencé a compartirla en mis charlas, han llegado a mis diferentes versiones de la misma.

Por supuesto que lo que estoy presentando aquí es mi propia versión de los acontecimientos. Debo advertir que todo parecido con hechos o personajes reales es pura coincidencia —aunque quizás totalmente intencionado—.

Lo interesante es que cuando la escuché por primera vez, la historia no tomó más de dos o tres minutos. Sin embargo, después de compartirla cientos de veces, comencé a notar que cada vez se extendía un poco más y se tornaba más interesante, aparecían nuevos personajes, surgían nuevas tramas y enseñanzas, y se tornaba mucho más compleja. Fue así como durante una conferencia, uno de los asistentes se me acercó a pedirme el favor que le enviara por correo un breve recuento de la historia para compartirla con sus colaboradores.

En esa ocasión me tomó poco más de dos horas contarla, así que decidí hacer algo mejor que mandarle un apresurado resumen de esta espectacular metáfora; decidí —de una vez por todas— escribir la trágica historia de la vaca.

¡Así nació La vaca!

Con mucho entusiasmo me di a la tarea de descubrir todos los retos que nos plantea esta gran metáfora y articularlos de tal manera que cada lector pudiera sacar sus propias conclusiones. Un año después, una vez terminado el libro, decidí publicar la primera edición como libro electrónico (e-book) para poder evaluar rápidamente la respuesta de los lectores. Los resultados fueron sorprendentes, en menos de cuatro meses más de un cuarto de millón de personas de 106 países bajaron el libro de Internet.

Por supuesto que mi intención no era simplemente que obtuvieran el libro, sino que lo leyeran. Así que decidí enviarles un correo electrónico a todas aquellas personas que lo habían adquirido, preguntándoles, no si habían leído el libro —la experiencia me ha enseñado que la mayoría de las personas siempre responden de manera afirmativa, así lo único que hayan hecho sea ojear la carátula— sino si lograron deshacerse de alguna de sus vacas. La respuesta fue igualmente sorprendente. En sólo una semana más de diez mil personas se animaron a compartir las excusas y justificaciones —vacas— de las que se deshicieron.

Muchas de ellas le dieron un vuelco total a sus vidas como resultado de enfrentar, de una vez por todas, las creencias limitantes que cargaron durante largo tiempo. No sólo eso, sino que ellas querían que sus experiencias personales les sirvieran de ejemplo a otros y por ello accedieron a que fueran publicadas en esta nueva edición. Como podrás apreciar, todas estas historias nos muestran a un grupo de personas no muy diferentes a ti o a mí que, sencillamente, tomaron la decisión de vivir de manera extraordinaria.

La historia de la vaca es un relato sobre cómo librarnos de los hábitos, excusas y creencias que nos mantienen atados a la mediocridad. Siempre he creído que el verdadero enemigo del éxito no es el fracaso, como muchas veces pensamos, sino el conformismo.

Las caídas y los fracasos, en general, son simplemente parte del camino que nos lleva a la realización de nuestras metas. Ellos nos dan la oportunidad de aprender importantes lecciones y nos permiten reconocer hábitos que debemos cambiar y conductas que necesitamos corregir. Seguramente, todos podemos recordar fracasos y caídas que sufrimos en algún momento, después de los cuales emergimos más fuertes, más sabios y mejor preparados para enfrentar las dificultades. Es indudable que las adversidades engendran éxito.

La mediocridad, de otro lado, no nos enseña ninguna lección. No hay nada que podamos aprender de ella. Es más, cuando nos contentamos con llevar una vida mediocre, el proceso de aprendizaje suele detenerse. Es por esta razón que reitero una y otra vez que el verdadero enemigo del éxito, aquel que debemos evitar a toda costa, es el conformismo.

Muchos le huyen al fracaso como si fuese una plaga que deben evitar a cualquier precio. Han aprendido a temerles tanto a las caídas, que, en su afán por evitarlas, terminan por contentarse con segundos lugares, con tal de eliminar todo riesgo que les pueda ocasionar un revés. Obviamente, no se trata de actuar como si no nos importara si triunfamos o fracasamos. Sin embargo, en lugar de desperdiciar el tiempo tratando de evitar cualquier caída, lo que debemos hacer es eliminar todas las excusas y las falsas creencias que conducen a la mediocridad, entendiendo que los tropiezos y las caídas son parte integral del camino al éxito.

Mi intención al compartir contigo esta metáfora es que puedas observar los efectos tan devastadores que el conformismo tiene sobre nuestra vida, y que logres apreciar los grandes cambios que ocurren cuando finalmente decidimos deshacernos de todas nuestras excusas. No obstante, me gustaría que fueras tú mismo quien encontraras las enseñanzas que se desprenden de esta extraordinaria historia. Y aunque, es probable que a estas alturas aún te sea imposible entender plenamente el significado de la siguiente afirmación, si cuando termines de leer este libro descubres que no aprendiste nada, pues… ¡Ésa es tu vaca!

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