Kris

Kris


Capítulo 17

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Capítulo 17

Lya

No debería estar nerviosa por una simple cena, no es la primera vez que salimos juntos, pero esta vez ambos sabemos que es diferente.

Me llamó por la tarde para avisarme que llegaría algo de ropa para mí, ya que no tenía nada que ponerme en su casa. Era extraño, había pensado en todo, no faltaba nada. No sólo estaba el vestido para nuestra cena, sino también todo lo que podía necesitar para vivir con él. Lástima que había cogido algunas cosas de mi casa, pero en cualquier caso podría fingir no necesitarlas y contentarlo.

¿Significa esto que estoy viviendo con Alejandro?

No lo creo, tal vez fue sólo una forma de hacerme sentir cómoda, pero no olvido lo que me dijo ayer, que quiere que esté fuera de aquí un tiempo. Algo importante va a suceder y me encantaría saber qué está a punto de desatar en su familia. Tenía intención de hacerle muchas preguntas y esperaba obtener todas las respuestas que necesitaba.

Alejandro llegó a casa alrededor de las ocho de la tarde, parecía molesto y cuando traté de preguntarle si todo estaba bien, respondió que prefería hablar de ello en otro momento.

—¿Cómo te fue con tus padres? —pregunta mientras subimos al coche. Parece tranquilo, pero nunca abandona esa postura controlada y aquella mirada dura.

Acomodo el vestido con cuidado para que no se arrugue.

—Bastante bien —digo vagamente. En realidad fue un desastre. Enfrenté la furia de mi madre y el sermón de mi padre, por suerte Beatriz ya se había ido a Santo Domingo, porque ella también habría tenido algo que decir.

—Lya —me llama, colocando su mano en mi muslo—. Sabes que no están completamente equivocados, sólo quieren lo mejor para su pequeña. —Sus ojos me penetran profundamente—. Pero no puedo decir que lamento tenerte sólo para mí.

—Lo sé. —No me gusta pelear con ellos y esta vez ni siquiera sé cómo defenderme. A los ojos del mundo, Alejandro no está bien visto y no puedo culparlos, pero tampoco puedo cambiar mis sentimientos y mi decisión de estar cerca de él—. Sólo desearía que entendieran que tú me haces feliz.

Dejamos la villa atrás y tomamos la carretera estatal, él sigue mirando la carretera, pero de vez en cuando me mira con el rabillo del ojo, me doy cuenta, porque hago lo mismo.

Toco el dobladillo del vestido de satén con los dedos, me gusta mucho la sensación que deja en mi piel y me encanta el azul eléctrico. —Gracias por todo lo que compraste, pero no era necesario —digo volviéndome hacia él.

—¿Eres feliz? —pregunta sosteniendo mi mano en la suya.

—Sí, especialmente por el vestido, me encanta.

Besa el dorso de mi mano y me mira con aquellos ojos tan intensos. —Tu felicidad también es la mía. Y además con este vestido ... serás mi dulce.

El corazón parece explotar en mi pecho por la emoción tan fuerte, me gustaría abrazarlo y besarlo, pero al mismo tiempo me gustaría responderle y decirle que por una vez no me provocará con sus expresiones.

—¿Que tal tu día? —Me aventuro a una pregunta que puede que no tenga respuesta, pero realmente espero que él decida abrirse conmigo.

Veo cómo su rostro se endurece y su mirada se desvanece, mientras continúa mirando la carretera. —La mayor parte del tiempo he organizado algunas tareas en los distintos locales, nada excitante.

Me muerdo el labio con nerviosismo, porque estoy a punto de empujarme hacia la frontera que conozco. —¿Puedo preguntarte por qué decidiste aceptar la herencia de tu padre, después de todo lo que te hizo?

Rechina los dientes y cuando creo que no responderá a mi pregunta, me sorprende diciendo: —Porque sería una locura renunciar, considerando que he obtenido el poder que me permite ser dueño de mi vida.

Entrelazo mis dedos con los suyos. —¿Antes no lo eras?

Tengo la impresión de que esta noche hablaremos mucho, pero no sé a qué me voy a enfrentar, porque sólo sé lo que me han dicho y me gustaría mucho que se abriera conmigo, para mostrarme quién es Alejandro en realidad.

—Nunca lo fui, Lya. Lo que ves hoy es un hombre que se defendió con frialdad construyendo una barrera en torno a sus sentimientos y lo hizo sin darse cuenta, hasta que… —Deja la frase colgando, pero yo quiero saber.

—¿Hasta qué...?

Suspira mientras suelta el aire por la nariz: —Llegaste tú. —Gira a la derecha y entra a un estacionamiento semidesértico—. Hemos llegado, va a ser una noche larga —dice observando la entrada del restaurante mientras detiene el automóvil.

—¿Algo mal?

Me ofrece una mirada tranquilizante y pone su mano sobre la mía. —Todo está bien.

Eso no es cierto, está mintiendo, su voz está apagada, como si estuviera tratando de contenerse.

Le correspondo con una sonrisa forzada y salgo del auto, aliso mi vestido con los dedos y sigo a Alejandro hacia la entrada anónima del local, no hay señal que sugiera que ese lugar sea un restaurante.

Cuando llegamos a la puerta, Alejandro toca el timbre y en unos segundos una señora bien vestida que tendrá la edad de mi madre viene a abrirnos.

—Alejandro, qué bueno verte de nuevo. —Ella sonríe y él le devuelve.

—Espero que no sea demasiado problema, pero a mi prometida y a mí nos gustaría cenar.

¿Su novia?

Un escalofrío me recorre cuando Alejandro coloca su palma en mi espalda y suavemente me empuja hacia adentro.

—Siempre hay un lugar especial para ti —responde ella, moviéndose para que podamos entrar.

—Quiero una mesa con vistas —dice aunque no presto mucha atención a su conversación, porque estoy cautivada por lo que veo.

El primer impacto con aquel interior completamente inesperado me deja sin palabras, un ambiente exótico, plantas ornamentales esparcidas por el gran salón. No está muy concurrido, habrá unos diez clientes, pero supongo que es un restaurante exclusivo que sólo conocen las personas que interesan.

—¿Te gusta? —pregunta tomando mi mano mientras seguimos a la dama.

—No encuentro las palabras para describir lo mucho que me gusta.

Pasamos por el tronco de un árbol en el centro de la habitación y miro hacia arriba.

¡Ho, Dios mío!

La estructura se construyó a su alrededor, las ramas se desvanecen en el techo y estoy bastante segura que desde fuera vería el árbol.

—Por aquí —me atrae hacia él y más allá de la sala principal, llegamos a una más pequeña e íntima, pero eso no es lo que me llama la atención, sino la pared de vidrio al fondo de la sala.

Aprieto la mano de Alejandro con fuerza cuando llegamos a la puerta transparente.

—Vaya, tú sí que sabes elegir restaurante —comento mientras salimos y me dejo encantar por la vista. Frente a nosotros hay una pasarela hecha de tablones de madera, iluminada a los lados por muchas luces y al fondo una mesa para dos en una plataforma dentro de un mirador floral.

—He venido a menudo a este lugar, miraba la mesa desde la distancia y me preguntaba cómo sería traer a una mujer, pero no a cualquiera, alguien importante para un lugar romántico. Tenía curiosidad por ver el efecto que tendría en ella y ahora lo sé. Es maravilloso verte feliz y asombrada.

Llegamos a la mesa, Alejandro sigue hablando con la mujer que nos acompañaba y yo sigo perdiéndome, como en un cuento de hadas, entre el aroma de las flores frescas y la presencia del hombre que acelera mi corazón.

—¿Tienes alguna preferencia o podemos dejarlos elegir?

—Cualquier cosa está bien —respondo distraídamente y sigo mirando, memorizando cada detalle. Espero a que la mujer se aleje y vuelvo mi atención a Alejandro—. Es mi primera vez. —Inclina la cabeza hacia un lado y me mira confundido, pero sigo hablando para darle sentido a lo que estoy diciendo—. Nunca he ... o sea, tú ... —No encuentro las palabras, quiero decirle muchas cosas.

—Respira —dice uniendo sus dedos a los míos y sonríe.

—Me compraste este hermoso vestido, me has traído a un lugar único y tan romántico ... Nunca he tenido todo esto y temo que mi corazón explote por la emoción, Alejandro.

—Ven conmigo, hijita.

Miro nuestras palmas unidas, luego a él y finalmente mi cuerpo se mueve ante su petición; mueve la silla hacia atrás y me atrae hacia él, haciéndome sentar sobre sus piernas.

—Primera vez para ambos —confirma y roza mis labios con los suyos. Con una mano me sostiene con fuerza por la cintura y con la otra se cuela por mi cabello, hasta acariciarme la nuca, sin dejar de besarme suave y cuidadosamente.

—¿Quieres decir que nunca has traído a una mujer a este restaurante?

—No, quiero decir que he traído muchas mujeres aquí, pero ninguna en el lugar especial que estás ocupando, Lya.

Alejo la cabeza y lo miro a los ojos. —¿Es una declaración de amor?— Me burlo, sabiendo que obtendré su reacción, porque le gusta jugar conmigo.

Su mano deja mi nuca, se desliza por mi espalda y finalmente acaricia mis lumbares, antes de apretar mi trasero. —La declaración de amor fue recogerte en tu casa, frente a todos.

Afirmo divertida. —¿Entonces estás tratando de decirme algo esta noche?

Me besa en el cuello y con un gesto brusco acerca aún más mi cuerpo al suyo, las nalgas presionan el bulto de sus pantalones y jadeo.

—Oh, vamos Alejandro, puedes hacer algo mejor que mostrar tu deseo por mí en la cama —sigo bromeando con él, tengo ganas de reír.

Gruñe en mi cuello y me besa de nuevo en esa zona tan sensible.

—Te gusta mucho jugar con fuego —comenta mordiéndome el lóbulo de la oreja y reacciono, hago algo que nos asombra a los dos, agarro su caballo y aprieto fuerte, mientras acerco mis labios a los suyos.

—Si continuamos, la velada será cualquier cosa menos romántica y no me importaría, pero tenemos que hablar, Alejandro, tú lo dijiste.

La tensión sexual parece disminuir y cuando finalmente me besa, entiendo que es hora de hablar. Me suelta y yo regreso a mi asiento, pero no puedo apartar los ojos de los suyos, porque me gusta la forma en que me mira, como si fuera su todo.

Llega el camarero, pone una botella de vino y agua en la mesa, Alejandro le dice que él se encargará de servirlo en los vasos, pero ya no tiene el tono amable de antes. De repente siento su frialdad en mi piel y me quedo en silencio, lo dejo hablar primero, porque no sé por dónde empezar. Me gustaría pedirle que me cuente todo sobre su vida, me gustaría conocer cada faceta y también me gustaría hablarle de mí.

—¿Qué estás pensando? —pregunta cuándo se ha ido el camarero.

—En ti. Me gustaría saber más de ti.

Suspira y vierte el vino en las dos copas. —Tendré que empezar desde el principio, no es agradable recordar.

Me gustaría decirle que no tiene por qué hacerlo, pero no puedo, porque realmente quiero saber cómo se convirtió en el hombre que es hoy.

Tomo un sorbo de vino y espero. La espera me molesta aún más. No tengo idea de lo que me revelará y puede que no me guste lo que me tenga que decir.

—Nunca he conocido a mi madre —comienza, bajando la mirada hacia su copa. Juega con el borde, deslizando la punta de su dedo índice sobre él—. Ni siquiera tuvo la oportunidad de tenerme en sus brazos una vez, nunca vi lo mucho que me parecía a ella y ni siquiera sé qué perfume tenía.

Extiendo la mano y la apoyo sobre la suya. El hombre frente a mí es sólo un hijo que quería el amor de su madre, pero no se lo concedió. Tuve suerte, mis padres me amaron y me dieron una infancia tranquila, pero él no sabe qué es eso y me duele, porque puedo sentir la angustia que lleva dentro.

—Mi padre necesitaba un heredero, su mujer no podía darle un hijo porque era estéril, entonces eligió a mi madre, a una chica cualquiera con encanto exótico. Era una muchacha hermosa, quería ser investigadora, no tenía nada que ver con el mundo retorcido y cruel de mi padre, pero él la había elegido y nadie podía decirle que no. —Se detiene y toma un sorbo de agua como si necesitara recuperarse, se ha oscurecido su mirada y no sé cómo puedo ayudarlo, lo que le pasó es terrible.

—Alejandro. —Aprieto su mano con fuerza—. Si no quieres hablar de ello, lo entiendo.

Entrelaza nuestros dedos y me mira a los ojos. —La usó y la mató tan pronto como ella me trajo al mundo. No tuvo ninguna piedad de ella, era sólo un medio para su objetivo. Él decidió apropiarse de su vida, de la mía, como si todo fuera suyo. —Su voz está llena de rabia, de esa que no se apacigua y te hace actuar sin dudarlo, esa clase de rabia que no puedes detener porque es furiosa e incontrolable.

Me estremezco con una extraña sensación que se apodera de mi estómago y él parece notarlo, intenta relajarse y con su mano libre toma la copa de vino y toma un buen sorbo.

—Háblame de tu familia en Villa Falco.

Se oscurece aún más y mira mi mano en la suya. —Dicen que en los peores momentos de nuestra vida puedes conocer gente que puede salvarte. Al primero que conocí en el orfanato fue a Carlos, sólo éramos niños, él era dos años mayor y con aire de matón, pero en realidad era sólo apariencia. Hicimos amistad de inmediato, no puedo explicar cómo y por qué, simplemente nos encontramos. Yo era el tranquilo y estudioso, él, el exaltado, una pareja perfecta. Por la noche salíamos de nuestras habitaciones y robamos comida de la despensa de la cocina común para dársela a los demás niños. —Sonríe sacudiendo la cabeza—. Yo era la mente y él el brazo fuerte. Elaboraba un plan, observaba a los asistentes, contaba los minutos que tendríamos luz verde y él era el que hacía el trabajo sucio, mientras yo cuidaba su espalda. Hemos estado haciendo esto durante diez años y nunca nos han descubierto. —Suspira y se deja llevar, relajándose un poco—. Éramos los héroes de aquel lugar, nos gustaba ayudar a los demás y cuando llegaron Damián y Kasandra, tan pequeños e indefensos, los cuidamos, porque sabíamos lo confuso que uno se sentía nada más llegar.

Es muy triste lo que me está diciendo, pero al mismo tiempo me hace entender lo bondadoso que era y que lo hacía feliz de ayudar a los demás.

—¿Cómo supiste de tu madre?

—Fue una coincidencia, pude recuperar el expediente del orfanato que me pertenecía y descubrí mis orígenes. Fui a buscar a mi padre y todo se vino abajo. —Su mirada está vacía y su voz, cada vez más llena de rencor, no hace más que alimentar mi curiosidad.

—¿Te dijo la verdad?— ¿No se arrepintió de lo que le hizo a tu madre?

La risa amarga de Alejandro debería bastar para responderme. Aquel hombre no se arrepintió del daño hecho a su hijo.

—Existo porque se decidió así, no hubo amor para mi creación —responde mirándome a los ojos—. Sin elección, sin reglas, estoy aquí porque así lo decidió mi padre.

Aprieto su mano con fuerza. —Pero ahora puedes elegir qué papel interpretar, tu padre se ha ido ya no puede hacerte daño.

Lleva mi mano a sus labios y me besa el dorso. —Me encanta tu ingenuidad, porque crees que hay una solución para todo, pero en el mundo en el que vivo, las opciones nunca son buenas.

Suspiro, pero no me voy a rendir, quiero entender cómo es posible que él y Carlos estén hoy en guerra.

—¿Por qué estás enfadado con Carlos?

Cuando le pregunto, mira mis dedos y juega con el pulgar, acariciando mi piel. —Porque me mintió, permitió que mi padre controlara mi vida.

Me sobresalto sorprendida, no esperaba tal revelación. —¿Carlos conocía a tu padre?

Deja mi mano. —Trabajaba para él. Recibía órdenes y juntos manipularon mi vida durante años. Traicionado por quien pensaba que era mi familia, puedes imaginar cómo me siento.

Está furioso con Carlos y puedo entender sus razones, pero creo que esta no es la mejor manera de abordarlo.

—¿Hablaste con él? ¿Te dio una explicación de por qué?

—Sí, dice que lo hizo para protegerme. ¡Qué jodida explicación, considerando que gracias a mi padre se convirtió en lo que es! —Se encoge de hombros—. Era mi familia, pensaba que Carlos era la persona más correcta del mundo. Pero también sé que a veces hay que tomar decisiones aparentemente incorrectas para obtener algo bueno.

Me gustaría decirle que no es tarde para hacer las paces, pero me detiene la llegada del camarero, espero que ponga los platos en la mesa y luego vuelvo mi atención hacia Alejandro.

—Incluso en las mejores familias hay discusiones y aquellos que te aman no siempre toman la decisión correcta.

Fuerza una sonrisa. —Lo sé, pero es complicado. He tomado decisiones que no puedo cambiar porque es demasiado tarde y hoy sólo me queda aceptar las consecuencias, aunque una parte de mí quisiera volver atrás y actuar de manera diferente. —Suspira y mira el plato frente a él—. Yo diría de dejar la conversación a un lado por un momento y disfrutar de la noche.

Me encojo de hombros con indiferencia. —Aprecio que te hayas abierto conmigo y la noche va mejor de lo que esperaba.

Miro mi plato y observo la composición artística de mariscos y decoraciones. Parece tentador, casi siento estropearlo; pero al final cedo y pruebo, pero no me imaginé que sabor había detrás de aquel aspecto perfecto, siento una explosión de gustos en mi boca y cierro los ojos.

Oh, esto es algo especial.

Abro los ojos, Alejandro me mira fijamente mientras sorbe el vino y el ambiente cambia, se vuelve más íntimo y relajado.

Me miras como si fuera algo precioso para ti y te amo cada vez más por ello.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

En realidad, lo he estado pensando desde ayer, necesito entender si puedo ir más allá del límite que hemos alcanzado juntos.

Asiente y golpea con el dedo índice el delgado cristal del vaso.

—Hoy eres Alejandro De La Rosa, pero Kasandra dijo que Kris era muy diferente y le creo, ya que pienso como ella. ¿Por qué decidiste borrar quién eras y convertirte en un hombre más fácil de odiar?

Me mira fijamente por un momento, parece estar pensando.

—Estoy obligado.

—¿Porque?

En los ojos de Alejandro veo una mezcla de emociones y esto sólo aumenta mi curiosidad.

Por favor, háblame, explícame, déjame entrar.

—Si no lo hago, alguien más lo hará; tomé una decisión, sabiendo que iba a ser el villano de la historia. A veces, Lya, es mejor convertirse en el villano que permitir que otros jueguen con tu vida. Se trata de decisiones conscientes. Kris ya no existe porque no hay lugar para él en un mundo como este, ¿sabes a qué me refiero?

Inclino la cabeza hacia un lado y continúo observándolo atentamente. —Entiendo que a mí me gusta más Kris, es de él de quien me enamoré.

Me sonrojo cuando la intensidad de su mirada choca con la mía. El silencio cae entre nosotros, me gustaría que siguiera hablando, pero tal vez necesite tiempo y no quiero insistir, porque me gusta la confianza que se ha creado.

La cena transcurre entre un tema y otro, pero nada más, hasta que me pregunta: —¿Quién te rompió el corazón?

Sorprendida por su pregunta y con una cierta incomodidad que acecha en mi estómago, tomo la copa de vino y bebo un sorbo antes de contestarle: —El único novio que he tenido antes que tú, Raoul. Crecimos juntos, nuestras familias son viejas amigas y era casi normal que fuéramos pareja, no sé cómo explicarlo. En el jardín de infancia juntos, en la escuela juntos, todos nos llamaban novios y al final nos convertimos en eso. Pensé que él era mi mundo, pensé que lo amaba más que a cualquier otra persona . —Muevo mi cabello sobre mis hombros, suspirando—. Un día estábamos en mi casa y sin demasiados preámbulos, me dijo que no me amaba. —Sostengo su mirada y sigo hablando—. Pensé que era el dolor más grande, sufrí durante meses, pero luego ... —hago una pausa y respiro—, viniste y entendí la diferencia entre un amor pensado y un amor sentido.

—¿Qué pasa si un día descubres que tampoco esto es amor? Eres joven, sólo tuviste un chico antes que yo. A medida que madures, puedes darte cuenta de que no soy el adecuado, y creo que es cierto, porque te mereces un hombre normal, con una vida equilibrada.

Me estremezco ante sus palabras. —¿Crees que podría amar a alguien más que al hombre que ha intentado por todos los medios alejarme y hacerse odiar? —Me río amargamente sacudiendo la cabeza—. Ya te hubiera dicho adiós hace rato, si no estuviera dispuesta a todo por tenerte; porque, ves Alejandro —me inclino hacia él con mi busto—, cuando aquel alguien es tu todo, no te importa cuántas opciones tengas a tu alrededor, sólo ves a esa persona.

 

Frunce el ceño con esa expresión de fanfarrón y sigue dando golpecitos con el dedo índice sobre la mesa. —Dispuesta a todo ... aunque te dijera que mañana podría hacer lo peor del mundo, ¿cómo matar?

Nunca lo harías, no eres un mal hombre, incluso si quieres que me lo crea.

Aprovecha mi silencio para seguir hablando. —Dime, hijita, ¿te quedarías conmigo sabiendo que maté y podría volver a matar?

Trago saliva. Miente, quiere ponerme a prueba, nunca podría matar a alguien.

—¿Has matado en el pasado? —No sé por qué pregunté, de hecho, si este fuera el caso, no quiero saberlo, porque entonces tendría que vivir con eso para siempre.

Una sombra pasa por su rostro y cuando se retira, reclinándose en su silla, entiendo que está a punto de darme una información que era mejor no saber.

—Maté a mi padre —admite. Es impresionante cómo no hay arrepentimiento en su voz, es firme y decidida—. Y mataré de nuevo.

Mi cuerpo tiembla, la idea de que él mate me hace temblar y por mucho que trato de mantener su imagen nítida y limpia, comienza a mancharse, a deformarse. No quiero verlo con otra luz, porque me hace sentir mal.

—¿Por qué, Alejandro? ¡No quiero creer que disfrutes matando! Sé que eres diferente de lo que representas con tus acciones. ¿Por qué intentas en todos los sentidos parecer un monstruo? — Respiro fuerte con mi corazón latiendo rápido—. Nunca entenderé tus motivos y sería más fácil juzgarte, odiarte, pero es imposible, porque veo lo que escondes detrás de esa apariencia fría y distante. No eres malo, quieres serlo y no entiendo por qué te haces esto, no ...

—No quieres aceptar la verdad, Lya —exclama con irritación—. Soy esto, pero también soy el hombre que ves. Vivo con ambas personalidades, el bien y el mal, lo justo y lo equivocado, la verdad y la mentira. Todos somos un poco así, pero pocos tienen el valor de aceptarlo, porque preferimos ignorar nuestro lado malo y nos engañamos a nosotros mismos de que no existe.

—Se detiene cuando el camarero se acerca y retira los platos ahora vacíos; una vez que se ha ido, Alejandro sigue hablando—. No me arrepiento de mis actos, cada decisión se tomó conscientemente y es muy probable que un día incluso tú, que hoy sólo ves lo bueno en mí, acabes odiándome, porque estar cerca de mí significa alegría y sufrimiento.

—Eso no es cierto, estás tratando de construir un falso mito sobre ti mismo, por miedo a que otros vean tus debilidades —respondo interrumpiéndolo. Es sólo una puesta en escena, quiere aparecer por lo que no es, pero no dejaré que juegue este juego conmigo—. Puedes convencer a todo el mundo de que eres un hombre cruel, pero sé que eso no es cierto. Matar a tu padre es condenable y te juzgo por ello, a pesar de haber destruido tu vida, pero si crees que puedes desempeñar este papel conmigo, debes saber que no creo una palabra . —Me encojo de hombros. —Elegí estar a tu lado a pesar de todo, pero recuerda que tú también me has elegido a mí, consciente de que te veo por quién eres y amo quién eres en cada faceta. No juegues conmigo Alejandro, yo seré joven, pero si quiero algo puedo ponerme muy audaz.

Incline la cabeza hacia un lado, mirándome. —¿Estás segura de que vale la pena?

—Tú, vales la pena.

—Hazte cargo de mis tormentos, de mis crímenes, de la conciencia que entra en conflicto con los sentimientos ... ¿Estás segura de que puedes soportar todo eso?

Afirmo con convicción, él sonríe y niega levemente con la cabeza.

—¡Estás loca!

—Alguien me ha mostrado que la locura, es a veces lo mejor que nos puede pasar —respondo en broma, amortiguando la atmósfera demasiado seria que se había creado. Puedo conseguirlo, ahora lo creo aún más, él lo quiere yo lo quiero.

—Ese chico no sabe lo que se perdió —comenta antes de tragar el último sorbo de vino—. Bueno, señorita —exclama colocando su copa sobre la mesa con los ojos fijos en los míos—. Hablando de nosotros y nuestra situación ...

—Por favor, no la llames situación —murmuro mirando al cielo—. Relación, una palabra que puedes pronunciar ... Relación —continúo exasperada.

A veces siento que estoy haciendo todo yo sola, me gustaría un poco de ayuda de su parte. Lo que somos es extraño, inesperado, no pido mucho, sólo alguna confirmación de que no estoy loca.

—Bien. —Se aclara la garganta—. Nuestra relación —comienza y divertido por mi expresión cómica, guiña y sonríe—. ¿Será a distancia o vivirás en Cuba? —pregunta.

Cierro los labios y estudio su comportamiento sospechoso. No es serio, se está divirtiendo y no entiendo adónde quiere ir, pero lo averiguaré. Al parecer jugamos.

—Volveré a Praga —respondo manteniendo una actitud relajada—. Pensé que podríamos vernos una o dos veces al mes, depende de nuestros compromisos laborales.

Endereza su espalda y fija sus ojos en los míos.

Oh, Alejandro está enojado y eso es exactamente lo que esperaba lograr. Si cree que puede burlarte de mí, está equivocado. Ahora, gracias a sus enseñanzas, puedo entender cuándo me está provocando.

—Dos veces al mes —repite con disgusto.

Asiento, conteniendo una sonrisa espontánea. —Si lo logramos, incluso tres, lo importante no es cuántas veces nos vemos, sino la calidad del tiempo que pasamos juntos.

Veo que los músculos de su cara se contraen, está a punto de estallar, pero con muy buena voluntad está tratando de ser comprensivo y tranquilo, pero eso no es exactamente lo que quiero de él en este momento.

—Y en las dos semanas de vacaciones que tendré, podemos pasar una semana juntos. —Sonrío—. Aunque sea distante, con las videollamadas será como estar siempre viéndonos.

Su mano que descansa sobre la mesa se cierra en un puño y ansiosa por verlo explotar, sigo provocándolo.

—Dicen que las relaciones a distancia no duran, pero no será nuestro caso.

—Esto es para ti. —salta irritado, colocando una caja rectangular sobre la mesa. —Son las llaves de mi casa, quería que vinieras a vivir conmigo porque me gusta tenerte cerca, pequeña plaga. Pero sólo será posible cuando haya resuelto mis problemas.

Tomo la caja en mis manos. —Qué romántico —comento sarcástica—. Quieres despedirme, pero me das este regalo ... ¿Cuánto tiempo tenemos que estar separados? ¿Por qué tengo que alejarme?

—Quiero protegerte; Creo que un mes será suficiente para arreglar las cosas y luego serás toda mía.

—Quieres retenerme para siempre, pero no he escuchado las palabras que posiblemente me convenzan.

Lo miro y me quedo sin aliento. Aquella mirada intensa sólo significa una cosa, que estoy en problemas y me encanta meterme en líos con Alejandro.

Se levanta y me tiende la mano, que agarro rápidamente.

—Ven conmigo, quiero dar un paseo.

—¿En medio de la cena? —pregunto divertida mientras me arrastra hacia él. Envuelve sus caderas alrededor de mí con su brazo y con su otra mano acaricia mi espalda, provocando escalofríos en todo mi cuerpo.

—Oh, Lya, Lya, no tienes idea del problema en el que te estás metiendo —susurra sobre mis labios mientras su mano se levanta, deslizándose por mi cabello—. Bésame, hijita.

Rozo su boca mirándolo a los ojos, pero no lo beso como me pidió, sino que dudo, jugueteando con sus labios con la punta de mi lengua.

—¿No crees que es una locura vivir juntos? —pregunto trazando el contorno de sus labios con mi lengua—. No te conozco, no sé si puedo confiar en ti —digo en broma—. Podrías romperme el corazón.

Intenta besarme, pero logro detenerlo colocando mis dedos en sus labios.

—Tienes demasiada prisa, Alejandro.

Oh, esto lo enfurecerá, acabo de invertir los roles y quiero tener el control, aunque sea por unos minutos.

—¿Quieres jugar, hijita? ¿Estás segura de que puedes seguirme? —pregunta provocativo, mientras sus dedos acarician la parte posterior de mi cuello. Un toque ligero y sensual que me gusta sentir; Cierro los ojos, busco sus labios, los muerdo, tomo su rostro entre mis manos y al final lo beso apasionadamente, satisfaciendo finalmente mi deseo y el suyo.

¿Se puede sentir el vacío alrededor y la plenitud en el corazón? ¿Es posible sentirme tan completa e inconsciente de lo que me rodea?

Debería importarme, debería preocuparme por las consecuencias, pero Alejandro me basta para dar certeza a mi decisión de pertenecerle a él.

—Sabía que cederías —dice satisfecho—. No puedes resistirte, aunque quieras.

—Algún día aprenderé a controlar mis emociones y entonces será divertido —digo desafiante y una luz en sus ojos me muestra lo mucho que me quiere. Todavía puedo soportarlo, puedo aprender a manejar lo que siento.

—Llévame a casa, Alejandro, demuéstrame cuánto me quieres. —Provocarlo puede ser arriesgado, pero no puedo evitarlo.

Sonríe y mira la mesa. —Quería ser un caballero romántico ... —vuelve a mirarme—. Y tengo que hablar contigo sobre asuntos importantes.

—¿Pueden esperar hasta mañana? —Pongo mis manos sobre sus hombros—. ¿Podemos pensar sólo en nosotros esta noche?

Me besa dulcemente. —Ni siquiera hemos terminado de cenar —susurra en mis labios—. Pero en lo que a mí respecta, el único hambre que tengo es de ti.

Con mi mano tocando su mejilla, lo miro a los ojos, le sonrío y froto la punta de mi nariz contra la suya.

—Podemos volver a nuestra cena, fue lindo jugar contigo —digo victoriosa y me siento, dejándolo sorprendido. Si quiero jugar con fuego, tengo que aprender a domarlo.

Se mete las manos en los bolsillos y sigue observándome. Cruzo las piernas alegremente y tomo mi copa de vino, bebo un sorbo y sostengo su mirada.

—Estás llena de sorpresas —comenta—. Te felicito.

Me encojo de hombros y le sonrío. —Siempre me subestimaste.

Alejandro

Tiene razón, la he subestimado una vez más, pero en verdad me gusta que me sorprendan. La cena romántica terminó después de dos horas, durante las cuales hablamos de nosotros y no se tocó ningún otro tema de fuera. Me habló de su infancia feliz, de sus fantásticos padres y de su hermana Beatrice, pero luego se quedó paralizada, seguramente recordándonos a ella y a mí juntos, porque al final pasó, yo también estuve con su hermana, pero fue diferente.

Estaba seguro de que nunca amaría a alguien tanto como amaba a Kasandra, pero estaba equivocado. Lo que siento por Lya es diferente, más visceral y doloroso, son emociones que me asustan porque no siempre puedo controlarlas.

Por miedo a perderla, quiero que viva conmigo, es una locura, pero la idea de que se vaya y nunca regrese es aterradora. Reflexionando me di cuenta de que el miedo era una excusa, en realidad la quiero hasta el punto de que no puedo desprenderme de ella. Siempre la deseo, siempre pienso en ella.

Llegamos a la salida del restaurante después de agradecer al dueño la excelente cena. Sosteniendo a Lya de la mano, camino hacia el estacionamiento y con el rabillo del ojo la observo sigilosamente.

Se ve serena y eso es bueno, considerando que los próximos días serán agotadores y no sé cómo manejará la presión de los medios. Intentaré esconderla en un lugar donde no pueda pasar por todo esto, pero me aterroriza que lo que oiga la convenza, que cambie de opinión y comprenda lo equivocado que soy para ella.

No quiero que eso suceda, no dejaré que me vea de otra manera.

Debería avisarla, prepararla psicológicamente, pero esta noche no puedo, aunque tenía todas las intenciones, disfrutaré un poco más de tranquilidad antes de que se desate el infierno. Llego frente a la puerta del pasajero, la abro y ella me sonríe extendiendo su mano que descansa sobre mi mejilla.

—Gracias. —Una palabra susurrada, que suena tan dulce que penetra mi carne, entra en mis huesos donde quiero que esté.

No debería agradecerme, probablemente mañana tendrá una opinión diferente de mí, terminará juzgándome y odiándome también y esto me asusta porque es inevitable. Pero ahora no puedo prescindir de ella ni siquiera sabiendo lo que pasará.

Sonríeme también mañana, dime que a pesar de todo me aceptarás de todos modos, aunque sea un mal hombre.

Pongo mi boca en su oído mientras la sostengo en mis brazos. —Quiero hacerte feliz cada día, pero a menudo también seré la causa de tu infelicidad —susurro tocando su cuello con mis labios.

Suspira y pone sus manos en mi pecho, me aparta con un gesto delicado y me mira a los ojos.

—No sé adónde nos llevará todo esto, Alejandro, pero una cosa es cierta: pase lo que pase, estaré a tu lado porque te he elegido. ¿Entiendes la importancia de lo que estoy diciendo? No escaparé ante la primera dificultad y me gustaría que dejaras de advertirme. Después de una hermosa velada como esta, donde me hiciste feliz, sólo necesito terminar en la cama contigo sosteniéndome en tus brazos, segura y susurrando lo que sientes por mí.

Mantengo la puerta abierta y con un gesto galante le tomo la mano y la ayudo a subir al coche. —Vamos a casa.

La llevaré a mi villa, donde la cuidaré y ella hará lo mismo por mí. También puedo volverme loco por todo lo que estoy sintiendo y es gracias a ella, que soltó lo que he enterrado durante años y finalmente me siento vivo.

Lástima que... una parte de mí sabe que todo esto tiene una fecha límite.

Quién sabe si mañana me volverá a mirar de la misma manera, quién sabe cómo enfrentará las consecuencias de mis decisiones. Haré todo lo posible para ser perdonado, pero no será un momento fácil.

 

 

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