Kris

Kris


Capítulo 18

Página 21 de 27

Capítulo 18

Alejandro

Me desperté observando lo bien que había dormido abrazado a ella, después de haber pasado una noche inusual, de mimos, bromas juguetonas y miradas que lo decían todo.

Fue especial. Durante unas horas olvidé mi vida y lo que pasará, me concentré sólo en Lya. Sonrío volviéndome de costado y cuando abro los ojos, una sensación de vacío me invade.

¿Por qué la muchachita insolente no está en la cama?

En su almohada encuentro un papel. Entreabro los ojos, todavía con sueño y leo dos frases que corresponden al peor despertar de mi vida:

 

No me odies, pero necesitas hacer las paces con tu familia. Se razonable y encontrémonos en Villa Falco.

 

Tuya, Lya.

 

Nunca conocí el pánico, nunca antes había tenido miedo de perderla, pero lo que estoy sintiendo ahora es definitivamente muy similar.

—Mierda —bramo poniéndome en pie.

Mi corazón late rápido mientras levanto el teléfono y me desplazo por los contactos de la agenda en la pantalla.

No está sucediendo, hoy no. ¡Carajo!

¿Por qué lo hiciste, Lya? Era el único lugar que no debías pisar.

—¡No, no es posible! —Estallo con la ira que crece cada vez más. Me gustaría llamarla, pero ni siquiera tengo su número de teléfono, qué idiota.

¡Mierda! ¡Mierda!

Todo era demasiado perfecto, no tenía que bajar la guardia, me dejé llevar por la emoción y ahora me encuentro en la mierda.

Joder, no, ¡no se suponía que iría así!

 

Si tan sólo me hubiera despertado antes que ella, no estaría en esta situación ahora. Mi plan se está desmoronando, meses tirados por el inodoro porque una vez más subestimé a esa muchachita.

¿Por qué diablos? ¡Parece una conspiración!

Es como si el universo hubiera decidido darme una mujer que puede arruinarlo todo, mi vida, mi corazón, todo.

Sudo frío cuando me acerco el teléfono a la oreja y espero a que conteste Iván Volkov.

—No deberías llamarme —dice secamente.

—Cancela todo —grito mientras me visto—. Hubo un problema.

—No es posible, sabías que no podías volver atrás.

¡Mierda! No, no, no. Esto no puede pasar .

Ella está ahí, no permitiré que le pase algo.

—¿Hay alguna manera de detenerlo? —grito caminando por el pasillo.

—Se ha puesto el temporizador, queda una hora —me recuerda.

Si hasta anoche estaba satisfecho de cómo iban saliendo las cosas, ahora me maldigo porque es un plan tan perfecto que no sé cómo desmontarlo en el último momento.

Tengo que salvar a Lya. No tengo otro pensamiento que ese.

Suspiro y trato de mantener la calma, enfurecerme no me ayudará a encontrar una solución.

Piensa, joder, siempre hay una solución.

—Dime cómo puedo detenerlo.

El tiempo pasa, son sólo minutos, pero en este momento son muy importantes.

—No me digas que has cambiado de opinión ...

—¡Responde carajo! —grito fuera de mí—. ¿Han colocado todos los detonadores?

Era mi plan perfecto, elaborado hasta el más mínimo detalle, meses de estudio de cada zona para no dejar nada al azar y ahora ...

—¿No era eso lo que querías, Alejandro? Matar a Carlos, destruir su imperio ... finalmente tendrás el poder que ansiabas.

 

Tiro el teléfono contra la pared y grito con todas las fuerzas de mi cuerpo.

No, eso no era lo que quería, no estaba preparado para Lya, ella está desmoronando un plan perfectamente elaborado.

¡Perderé a la mujer que amo!

He tratado de evitarlo de todas las maneras. La habría protegido, me habría pasado la vida pidiendo perdón, pero ella terminó directamente en mi trampa.

—¡Carajo! —Pateo la puerta. Intento respirar, pero me falta el aire.

¡No quiero perderla!

Salgo fuera. Encojo mis hombros y veo a algunos de mis hombres hacer guardia.

¡No quiero renunciar a ella!

Siento que me estoy volviendo loco, no puedo pensar.

Tengo que ir a Villa Falco y esto cambia mi plan, lo cambia todo.

¿Por qué fuiste allí justo hoy?

No puedo permitir que detenga el curso de los acontecimientos, llegaré al fondo de esta historia de cualquier modo, destruiré todo como prometí, pero también tengo que encontrar la manera de alejarla a tiempo.

Inspiro con fuerza y miro al vacío, las imágenes de un escenario diferente al que he planeado se suceden y aprieto nerviosamente los puños.

No quería este final para nosotros.

Respiro despacio.

Duele, ¡pero tú lo elegiste, Lya!

Tenía el corazón partido, ella vino y comenzó a armarlo de nuevo, pero no tenía idea de que permitirle entrar en mi alma verdadera le daría el poder de destruirme.

Sólo hay una forma de hacer que todo salga como debería.

¡Salvaré a Lya!

Sacarla de Villa Falco significa tomar una decisión que no había evaluado antes, pues una vez que ponga un pie en aquel lugar no podré salir.

¿Renunciaría a mí mismo para salvarla a ella?

¿Qué más puedo hacer? Es obvio que Lya es más importante de lo que quisiera.

¡Mierda! ¡Estúpido! Bajaste la guardia. Mira cómo has caído. ¡Ya no tienes el control!

Entro al auto, me aseguro de que la pistola esté en el salpicadero y salgo hacia Villa Falco, donde me espera la muerte.

Oh, Lya, no deberías haberlo hecho, al hacerlo destruiste el único futuro que podíamos tener.

Siempre he tenido sólo dos opciones, o ser el malo y vivir o ser el bueno y morir.

Ahora ya no tengo elección, sin saberlo ella ha decidido por mí, por nosotros. Esto significa que el pasado, el presente y el futuro se mezclan en un momento, en estas pocas horas donde todo termina.

Lya

 

Paso la puerta de Villa Falco y camino hacia la casa de Kasandra. Esperé diez minutos antes de que alguien decidiera dejarme pasar, pero finalmente abrieron y me dijeron que podía acceder. No tengo derecho a estar aquí, después de todo, ni siquiera están obligados a escucharme, pero intentaré que se reconcilien. Por mucho que Alejandro me haya explicado sus razones, me gustaría que hablara con su familia, que aclararan y creo que Kasandra podría ser comprensiva. Ama a Alejandro, estoy segura.

Ella me espera en el umbral de la puerta con mirada curiosa, parece sorprendida de verme.

—Perdón si vine a tu casa sin avisar, pero no podía esperar, necesitaba hablar contigo —digo avergonzada.

Se acaricia el vientre y me estudia. —Me sorprendió tu visita y para ser honesta, estamos ocupados hoy, pero podemos hablar unos minutos.

Entrando en la casa, me siento en el sofá y me froto las piernas con las manos, nerviosa. —Estoy aquí por Alejandro.

Toma la silla y se sienta frente a mí. —¿Sabe que estás aquí? —pregunta sospechosa.

Miro fijamente a sus ojos. —Estaba dormido cuando salí de la casa, sabía que nunca me permitiría encontrarme con vosotros, pero creo que es necesario. Está enojado, pero por la forma en que habló anoche, entiendo que te quiere. —Suspiro, notando cómo ella sigue mirándome con desconfianza—. Se enfurecerá conmigo, pero tal vez sea la posibilidad de que llegue venga hasta aquí, sólo quiero que hable con vosotros ... ¿Es estúpido esperar que haga las paces con su familia?

Se masajea la frente y cierra los ojos. —Qué lío —comenta—. No deberías haberlo hecho, aunque realmente aprecio tu gesto, porque significa que te preocupas por él y su felicidad. Pero, porque hay un pero, Lya, no es bueno hacerlo enfurecer.

Tiene razón, tal vez fue una mala idea y debería irme.

—¿Y ella quién es? —pregunta una voz masculina detrás de mí. Me giro y veo a un hombre sin camisa y sólo con pantalones cortos, secándose el cabello mojado con una toalla.

—Hola —digo como una tonta y sonrío avergonzada.

—Lya —responde Kasandra—. Él es Adrián, mi esposo.

El hombre se acerca, extiende la mano y me mira con curiosidad. —Eres muy joven para ese idiota —dice mientras le estrecho la mano—Deberías no meterte en problemas.

¿Cómo culparlo? Debería, pero no he actuado con mucho sentido común desde que conocí a Alejandro, con él todo parece posible y no puedo ser racional.

—Adrián, por favor —bufa su esposa—. ¿Podemos dejar pasar y enfrentar el problema?

 

Se encoge de hombros y se da la vuelta para volver a la habitación, pero antes de desaparecer murmura: —No entiendo por qué tenemos que solucionar su problema.

—No hagas caso, han tenido un pasado difícil —dice llamando mi atención de nuevo—. Ya sabes ... cosas de hombres, que tienen que marcar el territorio.

Sonrío ante sus palabras y trato de relajarme, la entiendo perfectamente.

—¿Crees que vendrá? —pregunto hundiéndome aún más en el sofá—. A veces tengo miedo de superar ciertos límites que están fuera de discusión para él, pero sólo quiero su bien.

—Hay situaciones que requieren tiempo y ninguna intervención externa —responde. Se pone de pie y va a la cocina—. Lo más probable es que llegue, pero debes prepararte para afrontarlo, esta vez te será difícil —continúa abriendo la nevera y agarrando una botella de agua.

Actúa como si me conociera desde siempre, se siente cómoda y no me trata como a una extraña. Es sorprendente cómo yo también me relacioné con ella, caí en su casa y sin embargo ella no sabe quién soy; nos vimos una sola vez, aunque hablamos mucho en esa ocasión.

Estoy en la misma habitación con la única mujer que Alejandro ha amado de verdad, una sensación molesta y punzante acecha en mi estómago. ¿Cómo podría amarme más que a ella? Mírala, es perfecta. Le gusta una mujer decidida y de carácter fuerte y yo no lo soy, ante sus ojos soy sólo una muchachita.

Suspiro, encorvando mis hombros. —No sé cómo comportarme con él, es difícil seguirle el ritmo.

—No es malo Lya, pero no siempre logra tomar la decisión correcta —responde sentándose frente a mí.

Levanto la mirada hacia ella: —¿Por qué aceptó usar su verdadero apellido si sabe la verdad? No logro entender.

—No lo sé. El hombre que es hoy está muy lejos de ser la persona con la que crecí.

Se ve amargada y la entiendo. Pensé que sabía quién era, sin embargo...

Pasos pesados atraen mi atención. Adrián entra a la cocina y no parece nada contento.

—Viene, hoy es el momento adecuado que lo mataré con mis manos —gruñe.

Cambio mi atención de Adrián a Kasandra con el corazón en la boca. —¿Quién está llegando?

Suspira y deja que sus brazos vayan a los lados de su cuerpo. —Alejandro De La Rosa está a punto de romper todo el equilibrio —comenta y se pone de pie—. Tal vez deberías ir a su encuentro, no habrá aceptado bien tu llegada aquí.

Cojo mi bolso y me dirijo a la puerta. —Lo siento por todo —digo en voz baja—. No quería ... yo ...

Ella me interrumpe: —Lya, respira, habla con él, encontraréis una solución. —Me ofrece una dulce sonrisa mientras abre la puerta—. Nos vemos pronto, quizás en circunstancias mejores.

Cruzo el umbral y se empieza a sentir el nerviosismo, el sol pega fuerte y entrecierro los ojos.

No sé cómo Alejandro se habrá tomado esta acción, pero estoy dispuesta a enfrentarlo.

Puedo hacerle frente. No me dejaré intimidar, entenderá por qué lo hice.

Camino por la avenida arbolada y giro a la izquierda hacia la puerta principal; en ese momento me detengo con los pies clavados en el suelo y miro el auto que viene en mi dirección. La velocidad con la que se acerca hace que se derrumben mis certezas.

¡No se lo tomó bien!

Alejandro

Con el aliento bloqueado en la garganta, aprieto el volante con fuerza, presiono el pie en el acelerador y paso el portón de Villa Falco.

 

No te agites, mantente concentrado.

Mis ojos están fijos en la figura de Lya, sale del camino de entrada de Kasandra hacia mí y freno bruscamente a unos centímetros de ella.

Estoy furioso con ella y conmigo mismo por permitir que esto suceda.

Podría volverme loco por el torbellino de emociones que me abruma, mi corazón late tan fuerte que duele. Mis minutos están contados, tengo que sacarla de aquí, salvarla, dejarla vivir y no arrastrarla a mi infierno.

Los músculos de mi cuerpo se endurecen por la tensión, la idea de perderla provoca un vacío en mi pecho.

Quería un futuro con ella ... Qué presuntuoso y estúpido he sido, nunca me será concedido. Aunque lucho por tener un lugar en el mundo, siempre me lleva a la parte más oscura y tétrica.

¿Por qué no merezco un final feliz? ¿Quién carajo escribió mi destino llenándolo de obstáculos y tristeza?

Nunca había entendido el verdadero significado de la palabra amor, pero hoy tengo frente a mí a la única persona que es capaz de consumirme, de hacerme tomar decisiones que nunca creí posibles.

Con ella soy un hombre diferente, pero hoy Lya también descubrirá hasta dónde puede llegar mi crueldad.

Salgo del auto y cierro la puerta, me detengo por un momento, respiro, pero parece que no puedo apaciguar el miedo y la ira que continúan devorándome. Me mira asustada y tengo un dolor en el pecho.

Nunca quise hacerlo, Lya, pero debo, estoy obligado. Encontraré la manera de hacerme odiar, porque es la única solución para salvarte a ti y al amor que siento.

Con paso firme me acerco a ella.

Llevo mi máscara.

Me convierto en lo que todos desprecian.

Destruyo mi futuro para siempre.

Te pido perdón, mi amor, porque estoy a punto de arruinar lo bello que había entre nosotros.

Sus hermosos ojos, que ya no podré venerar, que ya no podrán mirarme con amor, están fijos en los míos.

—¿Por qué estás aquí? —grito agarrando sus brazos.

Tengo que ponerla a salvo. No puedo perder el tiempo.

La empujo hacia el auto, ella intenta liberarse y con dificultad logra soltarse de mi agarre, trato de tomarla de nuevo, pero ella se mueve rápido y me mira desesperada y confusa.

—Yo sólo quería ...

Perdóname, mi Amor.

Agarro sus delgados hombros y la sacudo: —¿Quién diablos te dijo que interfirieras? —truena mi voz llena de ira—. ¿Por qué tienes que ser tan estúpida e impulsiva? —continúo.

Lya, ódiame, será más fácil. Estoy dispuesto a sacrificarme para hacerte vivir.

Ella no reacciona ante mi comportamiento agresivo, parece conmocionada, hasta anoche le dije lo importante que era, hoy la trato como si no importara. Con un gesto brusco, me quita las manos y sigue mirándome.

—No me grites, sólo busco tu bien —trata de explicar, pero no puedo dejarla hablar, tiene que irse.

—Vete —gruño cerca de su rostro.

Esos ojos que amo parecen perdidos. Estoy consiguiendo lo que quiero, pero si en otras circunstancias hubiera sentido alguna satisfacción, con ella me muero por dentro porque lo único que quería era verla feliz.

Finjo ser quien no soy por su bien.

Tienes que creerme, Lya.

Vete.

Lejos de mí, de todo esto.

Ódiame y vive, Lya.

Me gustaría tenerte conmigo para siempre, para que pudieras cuidar mi corazón, pero ya no puedo darnos un futuro.

—No uses tu máscara conmigo, Alejandro —intenta hablar de nuevo y es entonces cuando bruscamente abro la puerta del auto y le ordeno—: ¡Sube a este maldito auto y vete!

¡Cállate, Lya! Esta es la decisión más difícil que he tenido que tomar en mi vida, pero nunca lo sabrás.

Mira dentro del coche y luego vuelve a llamar mi atención. —¡No haré eso! —responde con decisión—. Habla con tu familia.

¡Qué carajo, vete de aquí, ahora!

Dejo escapar un grito, que puede sonar lleno de ira, pero es la desesperación que tengo dentro.

Nunca he tenido miedo en mi vida. ¡Hoy la tengo!

Ella se ha convertido en el centro de mi mundo, pero es un mundo en el que no puedo tener la suerte de vivir. Pensé que era intocable, sin debilidades, mi plan era perfecto, luego conocí a una muchachita… La verdad es que sólo soy un humano y Lya es mi debilidad.

—¡No te amo! Entiendes eso, hijita?

Siempre te amaré, consciente que me odiarás por siempre.

Mentir es algo que hago fácilmente, pero esta vez la gran mentira que estoy diciendo me duele. Puedo sentir el dolor impregnado de esas palabras, pero ella tiene que creerlo, es la única forma que tengo de salvarla.

—Te quiero fuera de mi vida, ahora —digo frío e inexpresivo—. Vete, se acabó el juego.

La trato como si no importara ... Si sólo supiera que para mí es ese todo, que me hace completo.

Sus ojos se vuelven brillantes cuando retrocede. —¿Es esto lo que eres, Alejandro? ¿El malo un día, el bueno al siguiente? —solloza y retrocede de nuevo, las lágrimas ruedan por su hermoso rostro y mi corazón se desmorona en pedazos tan pequeños que no podré volver a armarlo.

—Nunca vas a permitir que nadie sea parte de tu vida, ¿verdad?

Te hubiera dejado ser mi mundo, pero no me diste tiempo, muchachita.

—¡Deberías haberte metido en tus asuntos! No eres nadie para venir aquí — grito—. Has sido un polvo diferente, uno que todavía no me había dado el gusto de sentir.

Créeme. Ódiame y vete, Lya.

Se adelanta y esta vez, además de las lágrimas y la tristeza, hay ira en su mirada. —¡No te creo! —grita desesperada. —¿Pero sabes lo que te digo, Alejandro? Vete a la mierda —grita con tanto ímpetu que me sacude el alma con fuerza—. ¡Nunca podrás amar!

También me gustaría gritar. Decirle que sí, joder, ahora sé lo que es amar a alguien y cuánto puede doler eso. ¡Pero lo consigo! No puedo volver atrás, finalmente me está mirando como merezco, como un manipulador egoísta sin corazón.

Pasa a mi lado furiosa y me empuja. —¡Vete al infierno!

Iré, muchachita, pero no te arrastraré conmigo.

La veo irse. Debería sentirme aliviado, ella está a salvo. Ahora puedo terminar lo que comencé, pero desesperadamente quiero correr detrás de ella, envolver mis brazos a su alrededor, abrazarla con fuerza, oler aquel aroma primaveral y decirle lo que siento.

No pares, hijita , no te vuelvas, ayúdame ... Tengo miedo de equivocarme a última hora y estropearlo todo.

La distancia entre nosotros aumenta.

Resiste carajo, tienes que ir hasta el final con el plan.

Mis pies están clavados al suelo, pero lo que siento por ella se desata dentro de mí, se rebela, grita para correr tras ella, pero mi conciencia me recuerda que le arruinaría la vida.

Si la amo no puedo hacerlo, si la amo tengo que dejarla ir.

¡Te amo, Lya!

Guardará mi corazón para siempre, lo guardará entre el odio y el amor. Seré prisionero de sus sentimientos, pero ella será prisionera de mi maldad.

Esa es la forma en que tiene que ocurrir. ¡Un final que merezco por atreverme a amar!

Lya

Paso la puerta automática que comienza a cerrarse lentamente. Jadeo cuando el crujido se convierte en una cerradura ruidosa de hierro. Yo afuera y él adentro.

Sus palabras continúan torturándome, infligiéndome dolor.

¿Cómo puede decir que no soy nadie?

¿Fue realmente una puesta en escena la suya? No puedo creerlo, a pesar de todo, algo me dice que no es sincero y no sé por qué me miente.

Debería escapar, correr lo más lejos posible, pero mi cuerpo no coopera.

No te des la vuelta, no lo mires. ¡Vete! No dejes que te vuelva a hacer daño.

Me obligo a seguir la razón y me voy pero no puedo resistirme, me limpio la cara rápidamente con las manos y doy la vuelta. Todavía está de pie donde lo dejé. ¿Por qué se quedó allí? ¿Quizás decidió escucharme y todo esto ayudó? Quiero esperarlo.

Estoy preocupada por este hombre, incluso si me trató de la peor manera. Está loco, pero una parte de mí espera que sea mejor, una buena persona que no se muestra como es.

Dame una señal, Alejandro, me estoy volviendo loca y lo que siento me aterra.

—Vete, Lya —truena su voz con severidad—. Todo está a punto de explotar.

Me mira como si quisiera asegurarse de que lo escuche. Sus ojos están vacíos, un escalofrío de terror recorre mi espalda.

Había aceptado que no era un hombre honesto, por amor estaba dispuesta a estar cerca de él, incluso si su estilo de vida era completamente diferente al mío. Lo acepté a pesar de todo, pero esto ... no puedo soportarlo.

—¿Quieres matar a todos? ¿Entonces por qué estás aquí? —grito con rabia—. ¿Porque? —Lloro liberando la frustración, el dolor y la rabia que he acumulado a causa de él.

—Mueren ellos, muero yo, fin de la historia —responde impasible.

Sus palabras me causan un dolor que me invade, arrancando mi corazón para siempre.

No puede morir, no puede renunciar a sí mismo ...

¿Cómo puede una persona decidir renunciar a su vida? ¿Por qué haría tal cosa si ...

—¡No! —grito con el miedo que me devora cada vez más—. ¡Alejandro, por favor para! —Agarro las barras de hierro firmemente en mis manos, las aprieto tanto que me duelen.

Me mira impasible. Ya no es mi Alejandro ... Carga una pistola con movimientos decisivos y me mira con frialdad. Puedo ver el odio y el deseo de venganza que siente, mi corazón está sangrando.

¡Lo estoy perdiendo!

Intento recuperar el aliento, me gustaría tener una máquina del tiempo, volver a la noche anterior y quedarme en aquel momento para siempre.

Está diciendo la verdad. Matará a todos ya sí mismo.

No quiero perderlo.

No quiero que sea un hombre cruel que mata a su familia.

—¡Por favor detente! —grito.

Abre la puerta del coche. Inclina la cabeza hacia un lado y por una fracción de segundo, una media sonrisa aparece en su rostro. —Adiós, hijita. —Sube al auto, enciende el motor y mi respiración se interrumpe, mi mente se congela.

¡Está a punto de morir!

La única persona que amo más que a mí misma está a punto de morir y no puedo evitarlo.

Paralizada, al borde del precipicio, vuelvo a gritar, también llamo a Kasandra con la esperanza de que alguien se fije en nosotros. Desesperada, me acerco a la serie de intercomunicadores, los aplasto frenéticamente todos.

Al no obtener respuesta, no espero, corro hacia la carretera principal, que está a unos cien metros, con la intención de detener el primer automóvil que pasa y llamar a la policía para pedir ayuda.

No dejaré que haga eso, Alejandro debe ser detenido.

El tiempo corre inclemente y me temo que llegaré tarde, pero eso no me impedirá intentarlo. No quiero creerle, no puedo superarlo, no está en sí. El hombre que conocí nunca habría pensado en matar a su familia. Pero la esperanza comienza a desvanecerse y estoy envuelta en la oscuridad, con malos pensamientos que no ayudan a ser optimista.

El dolor se expande, el corazón late rápido.

Lo perdí. Alejandro nunca fue realmente mío.

Ir a la siguiente página

Report Page