Kasandra

Kasandra


Capítulo 16

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Capítulo 16

Kasandra

Cierro los ojos y apenas reprimo un sonido de dolor, no puedo respirar. Mi cuerpo parece hecho de mil fragmentos de vidrio y cada movimiento más leve desata dolores insoportables. Siento que cada herida me quema y el olor de mi sangre me da náuseas. Adrián sigue abrazándome, intenta consolarme con unos besos en la frente, prestando atención a cada movimiento.

—Yo me ocuparé de ti —susurra.

Su voz es tranquilizadora, logra calmar el dolor que sigue palpitando en cada parte de mi cuerpo. Con un esfuerzo inhumano obligo a mi mano a levantarse, acaricio su cuello con la esperanza de que pueda tomar mi gesto como una muestra de gratitud y espero que la expresión de enojo que tiene desaparezca de su rostro. Extraño su sonrisa, la dulzura de mi héroe. Intento esforzarme, trato de hablar, pero tengo la boca seca y no sale ningún sonido.

Eres mi héroe. Algún día te lo diré.

Encojo los hombros y aspiro su esencia tratando de no pensar en nada más que en él. Sólo necesito un baño tibio para deshacerme de todo lo que ha pasado. Quiero olvidar y abandonarme en los brazos de Adrián para siempre y dejar que su amor me sacuda, me sane.

El ligero toque de sus dedos, que empuja mi cabello lejos de mi cara, me saca una media sonrisa. Me encanta sentir sus manos sobre mí. Aunque mi fobia siempre está presente, logra bloquear aquel extraño mecanismo en mi cerebro y hace que su contacto sea un alivio, bueno para mi corazón y mi mente.

—Pagará por haberte hecho daño —declara con ira.

Sus músculos se tensan instantáneamente, sus manos buscan sostenerme contra su pecho. Él siempre me protegerá y arreglará todo lo que esté mal en mí. Adrián representa mi oportunidad de ser feliz, quiero creerlo porque estoy cansada de tener miedo.

Una punzada repentina cruza mi hombro y me retuerzo de dolor. Adrián me acerca aún más a él, con todo el cuidado del mundo. —Lo arreglaré todo. —Otra promesa que mantendrá. Lo conozco lo suficiente como para saber que lo hará, como siempre. Me besa en la frente y me coloca con cuidado en el asiento trasero del coche. Observo sus movimientos cautelosos mientras se sienta a mi lado y cierra la puerta con fuerza. El Adrián que conocí ayer era tranquilo y alegre, el de hoy, es un hombre enojado, listo para arremeter contra el mundo y la causa de su cambio soy yo.

El doctor Sanz nos espera en la villa. La voz de Damián me hace levantar la cabeza. Me mira por el espejo retrovisor, mientras conduce el coche y toma el camino de tierra. —Lamento todo esto, Kas. —Sus ojos expresan tristeza y culpa. Acerco una mano hasta él y trato de sonreírle.

—Gracias por llegar a tiempo. Nunca te lo digo, pero te quiero mucho Dami —confieso con la esperanza de aliviar su tormento. No quiero que se torture mentalmente como siempre lo hace. Todo esto es culpa de un loco y no de él.

—Yo también te quiero.

Blanca está sentada junto a Damián, acurrucada en el asiento con los brazos envueltos alrededor de su pecho. Estoy preocupada por ella, estará psicológicamente destruida, después de lo que acaba de pasar y las noticias que ha tenido, no sé cómo reaccionará Damián cuando sepa la verdad sobre el padre de ella.

Adrián hurga en el bolsillo de su pantalón, parece que está buscando algo, pero no puede encontrarlo y jura entre dientes.

—¿Qué pasa? —pregunto en un susurro.

—Nada —responde apresuradamente, devolviendo su atención hacia mí. Esboza una sonrisa. —Todo irá bien. —Sigue repitiéndolo, como si no pudiera decir nada más en ese momento, como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo. Con delicados gestos acaricia mi cabeza y mira mi cuerpo con rabia en sus ojos.

Sigo contemplándolo, mientras él me cuida, imaginando lo lindo que sería tenerlo siempre a mi lado. Pienso en la última vez que dormí, estaba en el sofá de mi casa, en sus brazos, como ahora. Con Adrián dormí y no tuve pesadillas. A su lado me siento segura, no tengo miedo de que me toque, al contrario, se está convirtiendo en una necesidad a la que no quiero renunciar.

—No quisiera preguntártelo, pero necesito saber qué te hizo Julián —dice suavemente, para que sólo yo pueda escucharlo.

Suspiro. —No quiero hablar de ello. —No tengo ganas de pensar en lo que pasó, me gustaría borrarlo de mi memoria.

Él aparta el cabello de mi cara: —Lo necesito Kas. —El tono serio y la mirada de enfado me hacen comprender que no puedo callar—. Por favor —súplica.

Su mano cálida toca mi cuello obsesivamente y cierro los ojos.

—Quería torturarme... —susurro—. Jugar con mi cuerpo. No tenía ninguna intención de dejarme ir. —Lo suelto todo con la esperanza de que duela menos.

Siento que el cuerpo de Adrián se entumece. No puedo imaginar lo que pasa por su cabeza.

Cambio de posición porque el dolor en mi hombro es insoportable. Adrián me ayuda moviéndome, mientras sus brazos continúan envolviéndome.

—Le haré a él lo que te hizo y lo que te quería hacer.

La promesa de Adrián me pone la piel de gallina, me temo que debido a la ira, podría tomar decisiones de las que algún día podría arrepentirse. No es como Carlos y Damián, es diferente, ni siquiera debería estar aquí, pero eligió estarlo.

Me besa en la frente. Un beso tierno y delicado: —Mi querido amor —susurra.

Tres palabras sencillas que pueden darte alivio. Sonrío y no tengo miedo, no me escondo, porque me gusta lo que está pasando entre nosotros.

—Llévame a casa.

Cierro los ojos y sueño con algo íntimo que custodiaré solo para mí, porque no tengo el valor de expresar mis pensamientos, la verdad es que me enamoré de Adrián Herrera desde el primer momento que lo vi.

Adrián

Observo a mi princesa durmiendo en la inmensa cama de su habitación en Villa Falco.

Fue atendida por el médico y poco después colapsó, debido a los analgésicos que le suministró.

No está en buena forma, pero en unas semanas debería volver a la normalidad y en ese período de convalecencia me ocuparé de ella, me aseguraré de que pueda superar también esto. Me gustaría llevarla a casa de inmediato, como me pidió. No me importa cuánto tenga que discutir con Carlos, he llegado a conocer a mi mujer y tengo la certeza de que si se despierta en el calor de su casita, se sentirá más segura, lejos de las miradas de los demás, porque no le gusta mostrar su fragilidad.

Cuanto más la miro, más tiemblo ante el mero pensamiento del puto miedo que he pasado en las últimas horas. No recuerdo la última vez que tuve tanto.

Carlos siempre dice que tienes miedo cuando tienes algo que perder. Y hoy realmente creí que podía perderla. Aquel ser delicado, frágil, listo para romperse como una rama debilitada por exceso de carga y que sin embargo finge ser fuerte. Kasandra, la mujer que se ha convertido en una pieza importante de mi vida y que carga el enorme peso de su pasado. Un pasado que la atormenta y la mantiene encerrada en una burbuja de cristal de la que lucha por escapar. Ya lo he notado, pero a partir de hoy todo será diferente. Ya no la dejaré sola. Quiero ser parte de su vida y quiero que ella sea parte de la mía. Deseo cuidar de Kas como cualquier hombre enamorado lo hace con su mujer. Quiero salvarla de sí misma, hacerle descubrir qué hay más allá de sus miedos.

Decido salir a tomar un poco de aire fresco mientras espero que el doctor termine de hablar con Carlos, pero tan pronto como salgo por la puerta me encuentro con Kris y no parece feliz de verme en absoluto.

—¿Por qué estás siempre en el medio? —exclama irritado.

Vacilo por un momento, sorprendido por su actitud. Suele ser más cordial, aunque desde su carrera política se ha vuelto más frío conmigo. Incluso rechazó las últimas invitaciones para las noches de encuentro entre hombres con Carlos y conmigo.

—¿Cuál es tu problema, Kris?

Su mirada se oscurece, parece dispuesto a desatar toda su ira contra mí.

—Tú eres mi problema —dice señalándome con el dedo—. Tienes que hacer tu trabajo y no andar detrás de Kasandra, no te pagan para eso.

Me quedo sin palabras. Nunca me había hablado con tanto desprecio. No me gusta su comportamiento y no entiendo por qué ha cambiado hacia mí.

Apoyo la espalda contra la pared, al lado de la puerta del dormitorio, preguntándome qué podría haber hecho para causar tanta ira.

—Tu hermana es grande y está vacunada, puede decidir por sí misma. En cuanto a mi trabajo, no creo que tengas de qué quejarte ya que pongo mi corazón y mi alma en lo que hago.

—¡Ella no es mi hermana!

Me estremezco ante esa aclaración. Soy un hombre, no tardo en comprenderlo. Siente algo por Kas. Probablemente nunca mostró sus verdaderos sentimientos para no arruinar la familia que querían crear, pero ahora que estoy aquí decidió dar un paso adelante.

Me quedo callado. Lo veo soltar el nudo de su corbata. Está incómodo.

—¿Ella está bien? —Sabe que se ha pasado y está tratando de solucionarlo. Admito que lo hizo realmente bien. Nadie sospechó nada, ni siquiera yo.

—Estás enamorado de Kasandra —afirmo buscando su mirada.

Trata de mantener el control, actuando con indiferencia, pero su nerviosismo se refleja en la forma en que me mira desde la puerta.

—Tengo que ir con ella —dice.

Intenta acercarse a la puerta, pero mi mano se mueve hacia un lado y bloquea su paso. —No vas a ir a ninguna parte. Primero tenemos que aclarar nuestras posiciones. —Nunca he hablado tan en serio—. Estoy enamorado de ella y no voy a parar. Ni siquiera frente a ti.

No permitiré que le diga lo que siente ahora que he encontrado una grieta que me permite descubrir a la verdadera Kasandra y acercarme a ella.

Se vuelve hacia mí y coloca la mano en la manija de la puerta. —No la mereces.

Inclino la cabeza hacia un lado y me río. —¿Porque tú sí? —Le provoco.

Rechina los dientes y agarra mi camiseta tratando de tirar de mí hacia él, pero no puede moverme ni un centímetro. —Ella se merece lo mejor y no eres tú.

—No digas gilipolleces, Kris. Regresa a tu mundo donde puedes engañar a todo un pueblo, conmigo ciertos juegos no van. Ella te ve como un hermano y si has mantenido la boca cerrada hasta ahora, creo que deberías continuar en esa línea.

Suelta su agarre con ira: —¡Estás despedido!

Estallo en una carcajada atronadora. Si cree que puede mantenerme alejado de ella, está equivocado. —Eres ridículo. —Muevo mi cuerpo frente a la puerta para evitar que entre.

—Vete al carajo Adrián —sisea—, conozco a Kasandra desde hace mucho más tiempo que tú, sé todo sobre ella. ¿Tú qué carajo sabes? Eh, dime, ¿qué sabes de ella?

Su mirada se vuelve amenazadora mientras acerca su rostro al mío. No me asusta, nada puede evitar que tenga a Kasandra.

—Has tenido todo el tiempo del mundo para decirle lo que sientes, pero no lo has hecho. Ahora ciertamente no seré yo en alentarte. Olvídalo. A partir de este momento, sólo eres un oponente al que pisotear —respondo.

Me mira con tanta rabia que parece a punto de estallar.

Sin embargo lo harás. Te quiero fuera de Villa Falco con efecto inmediato —insiste con seguridad—. Ahora muévete, ella necesita a su familia y no a ti.

Pero no me muevo y ni bajo la mirada. Debe entender que no estoy bromeando.

—Trata de interponerse entre Kasandra y yo y verás lo que pasa. —Lo amenazo abiertamente.

Me empuja violentamente hacia un lado, con un rápido gesto logra abrir la puerta y colarse en la habitación de Kas.

Si cree que puede tener lo que es mío, no ha entendido nada de la vida.

¿Quién se cree que es? El hecho de que haya crecido con ella no le da derecho a despertarse una mañana y decirle que la ama y tal vez esperar que ella sienta lo mismo. Si de amor estamos hablando.

Observo cada uno de sus movimientos. Se acerca a Carlos, siempre manteniendo su atención en mi Kas que duerme.

Ahora que sé lo que siente, la forma en que Kris la mira me molesta hasta la muerte. No dejaré que me la quite, puedo hacerla feliz mientras él no. Una sensación molesta acecha en mi estómago, es una duda que no debería tener, pero es como si nunca fuera suficiente para Kas, me temo que una declaración de Kris podría cuestionar lo que nació entre ella y yo.

Estoy bastante seguro de que Kas siente lo mismo, pero ¿y si me equivoco?

 

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