Kasandra

Kasandra


Capítulo 17

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Capítulo 17

Kasandra

Intento estirarme y siento dolor de inmediato. El instinto de abrir los brazos, tan pronto como me desperté, me hizo recordar instantáneamente en qué situación estaba. Las punzadas aumentan de intensidad y un gemido se escapa de mis labios. Las imágenes de los hechos que acaban de suceder se agolpan en mi cabeza: el secuestro, la violencia de Julián, el dolor, el miedo, la llegada de Blanca.

Abro los ojos y miro al techo. Lo reconozco, es el de mi habitación. Estoy en casa y a pesar de todo, estoy bien. Miro mi cuerpo y noto que tengo puesta una de mis camisetas sin mangas; Levanto la sábana y reviso la pieza de abajo, son mis pantalones cortos. ¿Quién me cambio?

Intento recordar pero, en mi cabeza, sólo aparecen imágenes borrosas del Dr. Sanz diciéndome que mantenga la calma. Suspiro tratando de cambiar mi posición, pero una respiración profunda pone mi cuerpo en alerta. No soy yo.

Me giro a mi derecha y… acostado en mi cama, a mi lado, está Adrián.

Lo miro dormir. No me muevo, no quiero molestarlo, pero me sorprende que esté aquí. Miro su rostro relajado, sus párpados apenas se mueven y sus manos metidas debajo de la almohada. Sonrío porque es mi posición favorita. Miro sus labios entreabiertos con interés, escuchando su respiración regular. Su cabello negro, despeinado, cae sobre su frente y un repentino deseo de acariciarlo se apodera de mí como una llamada irresistible.

Extiendo la mano hacia su rostro, los dedos rozando su áspera barbilla, que suele ser suave todo el tiempo. Creo que no se ha afeitado en días. Con mi dedo índice toco el contorno de sus labios y el pensamiento de nuestros besos vuelve tan vívido como el deseo de que vuelva a suceder.

Él se preocupa por mí, lo ha demostrado varias veces, sobre todo cuando vino a salvarme. Vino a buscarme, sin importarle el peligro. Fue una gran demostración de su cariño y la confirmación de que lo de Adrián es algo real. Soy importante para él y él me quiere en su vida. Saber si estoy preparada o no es difícil, pero tendré que atreverme a averiguarlo.

Ayer algo cambió dentro de mí, me di cuenta de que mi trastorno es principalmente alimentado por mí misma. Si no lo pienso no pasa nada, si me concentro en el problema me siento mal. El contacto con Adrián me hace sentir bien y no puedo tenerle miedo, no es como el terror que tenía cuando Julián me tocaba. Dicen que cuando te encuentras en situaciones de las que no sabes si saldrás vivo, los pensamientos corren y te haces preguntas que nunca antes te habías hecho. Tuve miedo de morir, de perder a las personas que amaba y sin darme cuenta, también incluí a Adrián entre ellas.

Creo que me he enamorado de él.

Mi corazón late más rápido con sólo pensarlo.

No sé cómo lidiar con el amor. No sé por dónde empezar, cómo comportarme.

Si miro hacia atrás en nuestra relación, desde la primera vez que lo conocí hasta hoy, observo que he sido una cabrona y nunca le he dado esperanzas. Él, por otro lado, con sus modales un poco fanfarrones, se ha hecho un hueco en mi vida.

No sabe mucho de mi pasado, de la persona que soy, pero siempre muestra mucha paciencia y sigue insistiendo. Sus modos son a menudo amables y educados, pero cuando es necesario también puede ser autoritario. Una combinación perfecta que me gusta y me remueve.

El efecto que tiene sobre mí es desconcertante. Me gustaría abrazarlo, disfrutar de su calor, pero no me muevo. Sigo observándolo en silencio, examino sus anchos hombros, los bien esculpidos músculos de sus brazos, los pectorales que se ven debajo de la camiseta y un calor interior me invade, estallando por todo mi cuerpo.

Miro sus párpados abrirse, pestañean un par de veces antes de que su mirada pueda enfocarse en mí. Aquellos adorables ojos color avellana me miran y lucen preocupados.

—Buenos días. —Soy la primera en hablar.

Pasan unos momentos de silencio, pero al final suspira y se acerca hasta que su brazo toca el mío.

Su mirada es intensa, pero ahora parece sereno. No habla y yo no lo necesito, puedo escuchar sus pensamientos, sentir las sensaciones profundas e inexplicables que me suscita.

Sus ojos acarician mi rostro y me vuelvo, con un poco de dificultad hacia un lado, hacia él. Estamos en la misma posición, uno frente al otro.

Me gustaría decirle muchas cosas, contarle todo de mí, porque siento una inexplicable necesidad de hacerle entender mi miedo.

Extiendo la mano y la apoyo en su mejilla. Cierra los ojos por un momento, inhala profundamente y luego los vuelve a abrir.

—Gracias —susurro con voz ronca—. Me alegro de tenerte aquí.

Necesitaba que él lo supiera y encontré el valor para compartir mis pensamientos.

—No podría haber estado en ningún otro lugar que no fuera a tu lado.

Sonrío avergonzada. Todavía no puedo creer que durmiera a mi lado y que ahora estemos hablando acostados en mi cama. Es una novedad, una novedad aterradora, pero que me gusta.

Será difícil explicar lo que vivo, cómo me siento cuando tengo miedo de correr riesgo, pero si quiero mi oportunidad, tengo que encontrar el valor para hablar de ello.

Su mano se mueve, analizo su movimiento lento y cauteloso que no es casual. La acerca a mi cara dándome tiempo para detenerlo, pero no lo hago. Su palma descansa sobre mi mejilla y se queda quieta. Ningún movimiento arriesgado, sólo su calor en mi piel.

—¡Tres días!

—¿Qué? —pregunto confundida.

Él suspira. —He estado esperando que te despiertes durante tres días.

No sabía que había dormido tanto tiempo y no hubiera esperado que él hubiera estado junto a mi cama todo este tiempo, pero la idea me hace feliz.

Nuestras miradas continúan bailando juntas, lenta, delicadamente, como su roce.

Muevo mi pulgar, acariciando su mejilla, mi mano nunca se ha movido de donde la dejé, no quiero cortar el contacto con su cálida piel. En respuesta, Adrián me hace lo mismo. Entiende. No he necesitado explicarle los límites.

Si continúo, él continuará.

Si me detengo, se detendrá.

Yo confío en él. No me hará daño.

Quiero más, pero no sé cuál es el límite que no debe superarse. Con él parece no existir, pero no sé hasta dónde soy capaz de esforzarme. Me siento perdida y me encantaría saber cuál es la decisión correcta.

Mis dedos descienden lentamente sobre sus labios, los acarician y él, en respuesta, besa suavemente las yemas de mis dedos.

Luego imita mis movimientos; esta vez son sus ásperos dedos los que se deslizan sobre mis labios y los beso, lentamente, sin apartar mis ojos de los suyos.

Lo que siento es tan intenso que temo que mi corazón explote en cualquier momento.

Es como si hubiera estado toda mi vida sumergida en las aguas frías del océano y ahora estuviera subiendo a la superficie.

Bajo con mi dedo índice en su barbilla, paso mi dedo por su cuello conteniendo la respiración.

Está a punto de hacer lo mismo, decido cerrar los ojos para disimular el miedo.

Nunca he permitido que nadie me toque así, pero ahora soy yo quien lo quiere, aunque no creo que pueda llegar hasta el final.

—Mírame, de lo contrario no puedo continuar —suplica. Su voz es un susurro.

Abro los ojos y dejo salir el aire.

Tócame, por favor.

Su dedo índice desciende sobre mi barbilla, la acaricia sin detenerse a mirarme, se mueve hacia mi cuello con un ligero roce, como si una pluma me acariciara.

Es agradable y no quiero que se detenga.

¿Estoy preparada para destruir esta barrera?

Suspiro y trato de aclarar mi mente para concentrarme en el momento. Sólo me concentro en él, porque eso es lo que quiero.

Mi mano se desliza por su cuello y luego continúa en su hombro, pero esta vez no me detengo, continúo mi viaje por todo el brazo. Él me está haciendo lo mismo.

Una emoción de placer me recorre ahuyentando la necesidad de quitarme la mano y mentalmente me maldigo por haberme reprimido hasta hoy.

Me gusta todo esto, me hace sentir bien.

Nuestro viaje termina cuando nuestros dedos se tocan, entrelazan y juegan juntos, encajando entre ellos. Su mano es tan grande que la mía casi desaparece.

—¿Confías en mí? —pregunta de repente.

Asiento sin hacer preguntas.

Noto sus pies descalzos tocando los míos y mi cuerpo se pone tenso.

—No te haré daño, sólo quiero sentir tu piel contra la mía. Si no quieres, me detendré.

Niego con la cabeza. No quiero que se detenga, por ninguna razón. He decidido que superaré mi miedo y lo haré con él.

Tomo la iniciativa y muevo mi pierna sobre la suya. Él sonríe, metiendo su otra pierna entre la mía y su mano se envuelve alrededor de mi cintura, sosteniéndome cerca.

—¿Puedo seguir adelante? —Por la expresión de su rostro, creo que ya sabe la respuesta, pero quiere escucharla.

—No te pares.

Me regala otra sonrisa, atrayéndome aún más hacia sí. Su rostro está a un suspiro del mío y mi mirada aterriza involuntariamente en sus labios.

Bésame.

Su aliento acaricia mi rostro. Espero a que me bese, pero no lo hace. Simplemente se aleja y me mira con una sonrisa desafiante.

—Si quieres, puedes besarme. —Me provoca.

Pero no estoy de humor para discutir y estropear el momento. Si quiere que yo tome la iniciativa, lo haré. Soy atrevida, quizás me estoy pidiendo demasiado, pero este es el camino a mi libertad.

Respondo a su sonrisa clavando mis ojos en los suyos, presionando mi boca contra la suya. Su sabor se mezcla con el mío, sus labios se mueven lentamente, delicados, como si me estuviera saboreando.

—Estoy loco por ti —susurra sin alejarse.

—Creo que yo también estoy loca por ti.

Besa la comisura de mi boca, sube hasta la punta de mi nariz. —Siempre te besaré, cada centímetro de tu piel se cubrirá de besos.

Me gusta la idea, incluso si no puedo evitar pensar que cada centímetro de piel signifique toda ella. Apago mis pensamientos para no arruinar este momento: él y yo en la cama, sus besos y sus mimos.

—Carlos nos está esperando para el almuerzo, tu familia quiere pasar tiempo contigo —dice—, pero seré franco, me gustaría tenerte aquí para siempre sólo para mí.

Su sinceridad es la cualidad que más aprecio.

—Pero si los dolores son insoportables, puedo llamar y decir que no vamos —continúa divertido.

No me importaría pasar el día a solas con él, pero la familia es una de mis principales prioridades en este momento. Me imagino el susto que pasaron y lo mínimo que puedo hacer es pasar tiempo con ellos.

—¿Cómo está Blanca? —La preocupación por ella me embiste como un tren.

Aleja su boca de la mía y me mira a los ojos. —Está bien, de verdad. Esa chica es muy valiente y casi tan fuerte como tú.

Suspiro de frustración al recordar cuánto arriesgó por mí. No tenía que sacrificarse para salvarme, aunque siempre le estaré agradecida. Demostró que se preocupa por mí y nuestra familia, que está dispuesta a hacer cualquier cosa por Damián. Espero que mi hermano comprenda la suerte que tiene de tener a una chica como ella a su lado.

—No puedo sacarme de la cabeza las palabras de Julián. Si Damián descubre la verdadera identidad del padre biológico de Blanca, me temo que podría arruinar su relación —comento en voz alta mis pensamientos.

El pasado puede atormentarte a lo largo de tu vida, sé bien lo que digo y no es fácil dejarlo atrás. Especialmente si está entrelazado con tu presente y puede pesar sobre tu futuro.

—Damián ya lo sabe, incluso antes de que Blanca se enterara —explica Adrián envolviéndome en sus brazos.

—¿De Verdad? —pregunto sorprendida. Si Damián ya lo sabía y no dijo nada, significa que el amor que siente por Blanca es más fuerte que cualquier cosa.

Adrián besa mi frente, sus dedos juegan con un mechón de mi cabello esparcido sobre mis hombros.

—Cuando amas de verdad, no te importa lo que ocurra, puedes superar las barreras y vivir enamorado.

Sus palabras calientan mi corazón y una vez más me da la certezas de que lo necesito desesperadamente.

Adrián es un buen hombre y sabe amar.

Él es el hombre que quiero a mi lado. Mientras por culpa de Julián estaba atada a una silla, en aquella habitación, he deseado tener un futuro con Adrián.

Quiero lo que sueño y no dejaré que el miedo lo arruine todo. Merezco ser feliz, merezco experimentar el amor en todos sus matices y hacer planes para el futuro.

—Estás soñando despierta. —comenta divertido.

Trato de ocultar la vergüenza incrustando mi rostro en el hueco de su cuello.

Una risa fuerte resuena en la habitación y es una de las mejores que he escuchado.

—Eres adorable cuando estás avergonzada.

—Eso no es cierto, me veo estúpida —respondo sin dejar de ocultar mi rostro. Sus dedos llegan a mi barbilla, la agarran suavemente y me obligan a mirarlo a los ojos—: No lo digas ni en broma. No hay nada más hermoso que verte sonrojar por mi culpa.

La expresión de su rostro me dice que habla en serio. Mantener el control de las emociones me cuesta cada vez más, pero esto sólo me pasa con él.

Temía que sentirse vulnerable fuera terrible, sin embargo es bonito, principalmente porque a él también le gusta esta parte de mí.

—No tienes que esconderte conmigo, enséñame quién eres. —Me aparta el pelo de la cara y me mira intensamente, pero su teléfono suena y él alarga la mano hacia la mesita de noche dando un suspiro.

—¿Diga?

No parece contento. Analizo los rasgos de su rostro, sus ojos siguen manteniendo contacto con los míos.

—Se despertó, está bien. —responde.

Trato de prestar atención intentando averiguar quién está al otro lado del teléfono.

—No es asunto tuyo —responde y luego finaliza la llamada.

—¿Quién era? —pregunto con curiosidad. Nunca escuché a Adrián responder mal.

—Nadie. —Cortante evita mi mirada.

Con calma, suelto el contacto entre nosotros y me siento. —Dime quién era, Adrián —insisto.

Resopla mientras se levanta de la cama. Me da la espalda al principio y luego se vuelve hacia mí.

—Tenemos que hablar.

Un escalofrío recorre mi espalda. Su tono es frío y me temo que va a decir algo que no me gustará.

—¿Tenemos que hablar? —pregunto. Sé exactamente que quiere abordar el tema “nosotros”.

Se me acerca. —Sobre nosotros.

Me temo que la llamada telefónica y el hecho de que quiera hablar de esto no son una coincidencia.

—Continúa.

—No quiero darle muchas vueltas. Ambos queremos lo mismo y tengo la intención de hacerlo posible. Desde hoy eres mi novia, siempre y cuando no sea un problema para ti —dice enarcando una ceja.

Me echo a reír, a pesar del dolor en mi pecho, no puedo parar. Cuando se vuelve mandón es aún más guapo, pero supongo que nunca se lo diré, me guardaré este pensamiento para mí. —No tengo objeción.

Adrián frunce los labios. —Lo digo en serio —levanta sus cejas—, esto significa que todo cambia. Somos tu y yo. No habrá más Kas yendo a cenar con hombres rusos, árabes y mexicanos. Sólo Kas y Adrián —precisa.

Inclino mi cabeza hacia un lado. —Es parte del trabajo —digo poco convencida. Por dentro, estoy sonriendo, me encanta el hecho de que esté celoso. En el futuro no tengo intención ni deseo de participar en cenas de empresa y menos si puedo estar con él. Es un compromiso que acepto con mucho gusto, pero por el momento quiero divertirme un poco más y reírme con él.

Obviamente, no está de acuerdo. —Cualquier miembro de tu familia puede hacerlo, pero tú no.

—O sea, estamos juntos desde hace unos segundos y ya quieres imponer la ley en mi vida? —expreso provocándolo.

Entrecierra los ojos, pero decido seguir jugando con él. —Nuestra historia no durará mucho si crees que puedes decidir por mí.

—No estoy decidiendo por ti, simplemente no quiero ver a hombres zumbando a tu alrededor —replica.

Tomo su mano en la mía. —¿Cuántas veces has amado en tu vida, Adrián? —Me siento en la cama y apoyo la espalda en la cabecera esperando su respuesta.

—Una vez amé. Luego descubrí que hay un amor aún más profundo.

—Cuéntame sobre ella.

En realidad tengo celos de que él haya amado, quería ser su primer amor como él lo es para mí.

—No quiero hablar de ella, prefiero hablar de nosotros dos —responde con seriedad, señalándonos.

Me gustaría hablar de nosotros a mí también, pero quiero conocer su pasado en cuanto a relaciones.

—Hagamos un juego —propongo sonriéndole—, una pregunta yo y otra pregunta tú.

Piensa mi propuesta y luego se sienta a mi lado, entrelazando sus dedos con los míos.

—Yo era joven y estaba enamorado de Gisela, estuvimos juntos durante cinco años. —Mira nuestras manos—. Quería casarme con ella, pero me traicionó. Desde aquel día ya no he querido tener una relación, prefiero los encuentros casuales y sin apegos.

Oh. Fue traicionado.

Descanso mi cabeza en su hombro. —Lo siento.

Él toma mi mano. —Cuando dije que descubrí un amor más fuerte que aquel, no estaba bromeando —susurra en mi frente—. Fue suficiente para mí encontrarme con unos ojos verdes que liberan un torbellino de emociones.

Mi corazón late rápido. Envuelvo mi brazo alrededor de su mano libre y lo abrazo. —He sentido lo mismo —admito sonriendo para mis adentros.

Permanecemos en silencio durante varios segundos, hasta que decide hacer su pregunta: —Y tú, ¿alguna vez has amado?

¿Cómo responder a esta pregunta sin decirle nada sobre mí? En la vida he tomado varias decisiones, creé reglas que me ayudarían a vivir mejor y lo hice a través del control, pero ahora mismo no puedo controlar nada, sólo quiero ser yo misma y por una vez dejar que todo sea natural.

Elegir requiere valor y yo elijo amar.

—Te amo.

Dos palabras.

Una sensación fuerte que pensé que no llegaría a sentir, pero que deseaba.

Toma mi cara entre sus manos y me besa. Mordisquea mi labio inferior y me besa de nuevo.

—Hola, Kas. —La sonrisa reaparece en su rostro—. Finalmente has llegado.

Una vez más el miedo a haber encontrado la felicidad y poder perderla de repente, se apodera de mi estómago. Si dejo que predomine la vulnerabilidad, corro el riesgo de ser destrozada y en este caso no quedaría nada de mí para recuperar.

Mi sonrisa desaparece de repente: —Tengo miedo.

Pone sus manos sobre mis hombros. —No dejaré que nadie te lastime. Desde que te conocí he dicho y hecho cosas que no habría hecho por ninguna mujer. Pero haría cualquier cosa por ti.

—¿De Verdad?

—Todo. —me abraza—. ¡Porque te amo!

Amor.

El sentimiento más profundo. Mi sueño secreto se hace realidad.

—¿No crees que estamos corriendo demasiado? —pregunto pensativa.

—Correr demasiado es cuando dos personas se encuentran hoy y mañana se declaran amor eterno —cae de rodillas—. Hemos estado trabajando en ello durante tres años.

Oh, bueno, tiene razón.

—Nunca he tenido una relación —confieso.

Y no sé lo que suele pasar. ¿Como funciona? ¿Debo mostrar más y más lo que siento por él? ¿Debo llamarlo y enviarle mensajes? ¿Con qué frecuencia?

Dios que lío.

—Lo sé.

¿Qué sabe exactamente? ¿Habrá hablado con Carlos?

Son muy buenos amigos y me temo que Carlos se ha dejado llevar y le ha contado algo sobre mí, dado el interés de Adrián. Quizás sería mejor si abordara el problema diciéndole a Adrián quién era yo y en quién me he convertido debido a mi pasado. Encontraría explicaciones para las muchas preguntas que cualquiera se haría.

Aunque soy una mujer adulta, no estoy preparada para las relaciones y es difícil explicarle a la pareja cuáles son los límites que nunca se han traspasado.

—Adrián. —Siseo acariciando su cabello, mientras su rostro descansa sobre mi vientre.

Levanta sus ojos hacia mí y es difícil hablar si me mira intensamente. —Necesito que sepas que estoy seriamente interesada por ti, pero tengo un pasado incómodo que me sigue atrapando y no me permite ser libre.

Sus dedos mueven los mechones que caen sobre mi rostro. —Puedo esperar, puedo hacer cualquier cosa por ti.

Sonrío levemente. —Me gustaría tener una mente libre, pensar sólo en el presente y hacer planes para el futuro.

Posa su mano en mi mejilla. —Si tú quieres, tú puedes.

Luchar contra mis demonios por una razón: él... yo puedo hacerlo, sí puedo, porque quiero.

—Te esperaré Kas. —Acerca sus labios a los míos—. No renunciaré a ti. —Su boca está sobre la mía y mis pensamientos se detienen.

Sólo le veo a él.

Sólo le siento a él.

Anulo todo y dejo solo nosotros dos.

 

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