Kasandra

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Capítulo 18

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Capítulo 18

Kasandra

Han pasado diez días desde mi liberación, en este período de tiempo Adrián me cuidó y mi familia me visitó, la única que aún no he tenido la oportunidad de encontrarme es a Blanca, que necesitaba la atención adecuada para recuperarse después de ser agredida por Julián. Es el tema que nunca se ha tocado en estos días y me gustaría mucho saber qué pasó con él, asumo que el almuerzo de hoy organizado en Villa Falco, es una forma de hablarlo, así como de reunirnos a todos.

Adrián no parece nada feliz de acompañarme a Villa Falco, lo puedo ver en su rostro. En días anteriores nos conocimos mejor y hablamos de nosotros. A menudo venía a visitarme, a veces a ver una película juntos, otras, con el almuerzo o la cena que preparaba la cocinera de Villa Falco... obviamente mis platos favoritos.

—¿Está todo bien? —pregunto examinándolo con atención. Camina a mi lado e intenta tomar mi mano, pero la aparto.

— Está todo bien, dame tu mano —responde.

No parece ni él. Desde que salimos de casa ha estado distraído y me gustaría saber en qué está pensando. Tiene una actitud posesiva y es extraño. Estos días hemos hablado de la importancia de ir despacio y de tomarnos el tiempo para conocernos, pero ahora mismo está dando la vuelta a todo como si necesitara confirmarle al mundo que él y yo estamos juntos.

—Prefiero no llamar la atención sobre lo que hay entre nosotros. Hasta ayer siempre nos han visto discutir y hoy nos presentamos de la mano...

—Todo el mundo sabe de nosotros ya —dice hirviendo de desaprobación.

Lo miro en estado de shock, pero no parece dispuesto a discutir en este momento.

Toma mi mano y entrelaza sus dedos con los míos. —No dejes que el miedo detenga el progreso que estamos haciendo, sigue mi ritmo.

Ahí está, este es el Adrián confiado y autoritario. Todavía tengo que acostumbrarme a esa parte de él.

Sigo caminando sin protestar y pienso en el escenario que se presentará cuando entremos a Villa Falco.

Asombro.

Curiosidad.

Y será embarazoso para mí, no me gusta ser el centro de atención.

Un viento repentino alborota mi cabello y no tengo tiempo para mover los mechones que han caído sobre mi rostro y Adrián lo hace por mí.

—¿Cómo lo haces? —pregunto sorprendida.

—¿Qué?

—Para notarlo todo.

Pone sus labios en mi cuello. —Porque eres importante.

—Gracias —digo avergonzada—, tus atenciones me hacen sentir especial.

Siempre que expongo mis pensamientos me siento patética. No sé por qué tiene este efecto en mí, es frustrante.

Se entrega a la risa espontánea. —Amo cuando estás avergonzada.

—No es gracioso —murmuro.

—Me aseguraré de que te sonrojes a menudo, es algo raro que no ves mucho y no quiero perdérmelo —explica.

Miro la puerta mientras subimos las escaleras. Los dos hombres de guardia nos saludan, pero no puedo evitar notar cuán curiosos miran mi mano en la de Adrián.

Suspiro. Empezamos este día, que supongo que será muy largo.

—Debes saber que nunca me sonrojo, es todo culpa tuya. —aclaro mientras entramos.

Lo escucho reír, pero no lo miro. —Ahora empieza la diversión —comenta mientras recorremos el largo pasillo flanqueado por grandes ventanales.

Estoy tensa y no se le escapa a Adrián. Se detiene antes de entrar al pasillo y se vuelve hacia mí.

—Relájate, Todo irá bien —dice mirándome a los ojos. Toca la punta de mi nariz con su dedo índice, un dulce gesto que logra liberar la tensión.

—Hagámoslo antes de que lo recapacite.

Acaricia mi rostro: —Somos un equipo, si crees que no puedes hacerlo sólo una señal y te sacaré.

La comisura de su boca se levanta, tiene una sonrisa contagiosa.

Me gusta la idea de tener una ruta de escape en cualquier momento. —De acuerdo. —Pienso en algo especial que puedo usar como señal, tal vez una palabra—. Diamante.

Se echa a reír. —Preferiría esmeralda, como tus ojos— responde.

Me sonrojo de nuevo. No puedo evitarlo. —Basta, lo estás haciendo a propósito.

Él asiente orgulloso y complacido. —No podemos quedarnos aquí, entremos.

Sigue un momento de silencio.

—¿Están todos? —pregunto dirigiendo mi atención desde la puerta.

—Está toda la familia al completo. —Su tono de voz de repente se vuelve serio—. Vamos amor.

Mi corazón ante sus palabras se hincha hasta el punto de sentir que vaya a explotar. Me llena el pecho dejándome sin aliento. En mi corazón me reconforta el hecho de que Adrián me entiende sin la necesidad de que yo diga nada. Me mira con amor, poniendo su brazo alrededor de mi cadera mientras cruzamos el umbral.

Al entrar en la sala, noto a Carlos y Jennifer sentados en el sofá. Kris y Damián están de pie uno frente al otro. Mi mirada se desplaza hacia Blanca que mira por la ventana absorta en sus pensamientos, su rostro aún muestra los signos de la agresión, pero físicamente parece estar bien.

Jennifer es la primera en notar nuestra presencia. —Tesoro. —Viene hacia mí mostrando una de sus dulces sonrisas y me abraza. Cambio mi peso de una pierna a la otra mientras suelto la mano de Adrián para responder a su gesto afectuoso.

—¿Estas bien? —pregunta Damián detrás de ella.

—Estoy mejor. —Mientras hablo, desvío mi mirada hacia Blanca, la suya está llena de tormento y preocupación.

Estoy segura de que piensa que todo es culpa suya. Necesito hablar con ella y hacerle saber que está todo bien.

Acercándome con cautela, inclino mi cabeza hacia un lado y le sonrío. —Hola cariño.

Baja la mirada mientras mueve los dedos frotando el dedo índice con el pulgar. —¿Cómo estás?

Necesita que la tranquilicen, en ese momento necesita que la consuelen tanto como yo. La abrazo y la pillo desprevenida. Al principio se pone rígida, pero mi mano acariciando su espalda parece darle alivio y su cuerpo se relaja.

—Va todo bien, Blanca —murmullo.

Escucho sus sollozos: —Lo siento, nunca imaginé que Julián...

—Shh, está todo bien. No es tu culpa que Julián sea un loco desequilibrado. —La miro a los ojos mientras las lágrimas corren por su rostro—. Gracias por todo lo que has hecho, nunca lo olvidaré.

Intenta calmarse y doy un paso atrás cuando veo que Damián está a su lado. La mira con dulzura, como hombre enamorado y le acaricia el rostro.

La idea de que por culpa de Julián podría haber cambiado todo, me recuerda que aún está vivo.

—¿Dónde está Julián? —pregunto volviéndome hacia los demás.

La mirada de Carlos se encuentra con la mía. —En las mazmorras, aún no hemos decidido qué hacer con él, pero lo hemos estado torturando un poco estos días.

Me tiemblan las piernas, de repente se convierten en gelatina. Adrián está preparado para sujetarme, sin llamar la atención se mueve detrás de mí y sus manos me rodean por la cintura.

—Quiero verlo. —digo.

—No puede ser —responde Carlos autoritario.

La habitación está envuelta en silencio hasta que decido romperlo. —Veré a Julián por la tarde y tú —digo señalándolo—, no te opondrás, esta vez no.

Los músculos de su cara se contraen y espero que responda, pero no lo hace. Me da la espalda y sale del pasillo. —Os espero en la mesa —le oigo murmurar.

Entiendo que quiere protegerme y que se preocupa, pero esta vez nadie se interpondrá entre Julián Campos y yo.

Los pensamientos que estoy teniendo me asustan, pero aquel monstruo se merece lo peor y me aseguraré de que el mal que ha hecho se le devuelva. Nunca me ha gustado la violencia, pero llega un momento en la vida en el que hasta la mejor persona del mundo se transforma por el sufrimiento acumulado.

—No le prestes atención, lo superará —dice Kris, colocando su mano en mi hombro.

Le sonrío levemente, pero noto que mira a Adrián que está a mi lado.

Mi mirada rebota de uno a otro, hay tensión entre ambos, parecen en pie de guerra.

—¿Todo bien? —pregunto con cautela.

Kris se encoge de hombros: —Sí, estamos cansados —responde dándome un beso en la mejilla.

—Sí, tu hermano estaba muy preocupado por ti.—Adrián comenta acercándome gentilmente a él.

Observo ambos. Adrián acaba de marcar su territorio y Kris sigue mirándolo con irritación. Parecen a punto de saltar el uno sobre el otro.

—No sé qué está pasando y no tengo ganas de abordar también esto, pero hablaremos nuevamente —digo alzando la vista al cielo—. Vamos, el almuerzo estará listo pronto.

Investigaré, sus comportamientos son muy sospechosos.

Me encantaría saber lo que me he perdido estos días, pero no puedo enfrentar todo junto. Tan pronto como haya calmado la situación, me dedicaré a la diatriba entre Adrián y Kris.

Jennifer ya salió de la habitación. Damián y Blanca siguen abrazados y decido no molestarlos, ahora se necesitan.

Camino dejando atrás a Adrián y a Kris, escucho sus voces susurrando, pero no puedo entender lo que están diciendo.

Al llegar al comedor, elijo deliberadamente sentarme al lado de Carlos porque necesito hablar con él, basta de choques.

—Lamento lo de antes, pero quiero que entiendas la importancia de mi elección —le digo.

—Lo sé, Kas, pero sabes que me preocupo por ti —responde con un suspiro.

Sonrío. —Yo también te quiero, Carlitos.

Me mira enarcando las cejas con asombro: —¿Cómo te atreves a usar ese apodo?

—Descubrí que es bueno dejarse ir de vez en cuando. ¿No es cierto que en la familia podemos ser nosotros mismos y dejar fuera la máscara de frialdad e invencibilidad?

Se encoge de hombros. —Sí, tienes razón —observa a los demás mientras se sientan a nuestro alrededor—, sólo tengo que acostumbrarme a la idea.

La última vez que la mesa ovalada unió a nuestra familia fue el día de Navidad. Fue un día hermoso y es bueno estar todos juntos nuevamente después de lo sucedido.

—¡Aquí estás! —exclamo alcanzando a Jennifer—. Hice colocar todos los regalos debajo del árbol en el pasillo. Carlos ha fruncido la nariz y nos acusa de malcriar a los niños, pero luego es el primero en comprarles regalos.

Me mira y sonríe, encogiéndose de hombros.

Mmh, muy extraño. La miro con recelo.

—¿Por qué no hablas? Es raro que no hagas una de tus bromas sobre el diablo y bla, bla, bla...

Su mirada se endulza. —Te convertirás en tía —confiesa.

Dios mío, asimilo la información mirándola con los ojos muy abiertos. —¿Qué?

Un niño.

Carlos y Ella tendrán un bebé.

Me convertiré en tía.

Pone su mano sobre mi hombro: —Respira, serás tía.

Lloro de alegría. Es una gran noticia y no puedo imaginar un mejor regalo para Navidad.

Limpio las lágrimas que corren por mi rostro y la abrazo. —Gracias. Es el mejor regalo que he recibido nunca —digo entre sollozos.

Ella devuelve mi abrazo. —No se lo digas a nadie aún, queremos esperar un poco para dar la noticia.

Asiento y miro por la ventana. —Te mereces ser feliz y crear tu propia familia —digo con la mirada fija en los niños.

—Tú también te lo mereces, Kas.

Le devuelvo una mirada amarga: —Tal vez algún día.

¿Cómo puedo hacer planes para el futuro si no puedo permitir que nadie esté a mi lado?

—Jennyyy —grita la pequeña Lucy mientras corre hacia ella. Se aferra a su vestido y se esconde detrás de Jennifer. —Pablo quiere pegarme —grita la niña asustada.

Poco después, Pablo entra corriendo por el salón, pero se bloquea en cuanto nos ve. Intenta fingir que no ha pasado nada y sonríe.

Tiene siete años y es un niño muy despierto.

—¿Qué está pasando, Pablo? —pregunta Jennifer con calma.

El niño se rasca la cabeza y se mira los zapatos. —Lucy me quitó la pelota mientras jugaba con mis amigos y luego me sacó la lengua.

—¿Lucy es verdad? —le pregunta a la niña de seis años que se esconde detrás de ella.

Lucy me mira esperando que la rescaten y luego los ojos color avellana se mueven hacia Jennifer. —Pero él llevaba jugando desde hacía mucho tiempo y yo estaba cansada de esperar, así que fui a buscarla.

Me vuelvo hacia la pared para no ser vista por los niños y sonrío divertida. Brava Lucy, ya entiendes que si quieres algo tienes que tomarlo.

—Ahora, sean buenos, hagan las paces. Pablo, la próxima vez, deja que Lucy también juegue con el balón.

—Pero es una niña —protesta.

—¿Y eso? —pregunta Jennifer.

—Carlos dijo que las niñas juegan con muñecas y todas esas cosas de niñitas, los niños juegan con pelotas, motos y negocios.

Carlos pronto estará en problemas. Veo cómo la expresión de Jennifer se transforma, estoy bastante segura de que lo está maldiciendo mentalmente.

Ya no puedo contenerme y soltar una carcajada. —Veremos algunos buenos episodios en esta casa en los próximos años —comento mientras salgo al jardín.

Los niños juegan en el césped, persiguen a Kris y Damián le enseña a un puñado de niños algunos movimientos de lucha.

Adjunto todas esas imágenes en un marco perfecto, donde los artistas somos nosotros mismos y hemos pintado una obra maestra. Hemos creado felicidad para los niños.

Jennifer está sentada a la derecha de Carlos yo a su izquierda. A mi lado está Kris, luego Damián y Blanca. El único al margen, frente a mí, es Adrián, junto a él hay un asiento vacío. Me mira intensamente y sus brazos descansan sobre la mesa. Se queda ahí, sólo, dejándome espacio, permitiéndome pasar tiempo con mi familia.

Aparto la mirada y trato de charlar con Jennifer preguntándole cómo va el embarazo, en menos de tres meses llegará mi primer sobrino o sobrina. No querían saber el sexo.

Siento la mirada de Adrián sobre mí y no puedo evitar levantar la mía hacia él. Nuestros ojos se hablan, el impacto es devastador, un torbellino de emociones.

Carlos está al lado de Jennifer.

Damián está al lado de Blanca.

¿Por qué yo no estoy al lado de Adrián?

Se sirven los primeros platos y mientras la camarera coloca el plato frente a él una punzada recorre mi pecho y reacciono sin pensar. —Puedes dejar mi plato al lado de Adrián.

Me levanto y voy al lugar que debí haber elegido desde el principio, el lugar que él me permitió tener. Bajo la atenta mirada de los presentes trato de comportarme como si nada y me siento junto a Adrián. Parece feliz con mi decisión, pero no muestra mucho más que una leve sonrisa.

Extiendo la mano debajo de la mesa y la apoyo en su pierna. Estoy a tu lado porque quiero. Este es el mensaje que espero le llegue.

—Así que vosotros estáis juntos —comenta Damián. Blanca lo golpea juguetonamente en el brazo. —¿Qué hice? Sólo tenía curiosidad —protesta mirándola divertido.

Apuesto a que estaba ansioso por abordar el tema.

—Exacto —respondo con seguridad—. Estamos juntos.

Evalúo la reacción de los presentes. Carlos no parece sorprendido y no me extraña, siendo amigo de Adrián habrán hablado de ello. Jennifer tiene una expresión estúpida en su rostro y no sé si es por el embarazo o la noticia que acabo de dar.

Mi atención se centra en Kris.

No transmite nada.

Indiferencia total. Ni siquiera me mira.

La mano de Adrián aterriza en la mía. —¿Qué te parece si te llevo en moto uno de estos días?

Su intento de distraerme funciona. Le sonrío débilmente. —Está bien.

En los próximos días tengo varios compromisos que no puedo posponer, mientras que por la tarde quiero ver a Julián. Mañana tengo una cita con Hais, creo que me vendrá bien desahogarme. Sólo tengo que encontrar la manera de que mi ausencia no se note. Ahora que Adrián se está convirtiendo en una presencia permanente en mi vida, no es fácil poder ocultar ciertas cosas. Muy pronto le contaré mi pasado y el camino al que me enfrento, pero necesito más tiempo. No puedo manejarlo todo a la vez, o simplemente no estoy preparada para revelar esta verdad todavía.

 

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