Kasandra

Kasandra


Capítulo 22

Página 25 de 43

Capítulo 22

Kasandra

Es una noche como muchas otras, un reencuentro de nuestra familia en el Club Diablo. El acuerdo con Iván Volkov finalmente se concluye y la celebración se hace imprescindible. Lo exigí, merezco una estatua por sobrevivir a una velada con el ruso. Cuando llegué a Villa Falco esta mañana, Carlos estaba furioso conmigo. Supo por Víctor que Iván había pasado por mi casa y me asaltó preguntándome qué había entre el ruso y yo y esto me obligó a contarle sobre la piedra y su pasado.

Por cierto descubrí que Iván no es mal tipo, después de tener la piedra se detuvo en mi cocina y charlamos. Dijo que soy la única mujer con la que habló sobre su infancia y que probablemente nunca volvería a cruzarse en mi camino por miedo a sentirse débil. No le gusta mostrar su alma, prefiere ser duro, pero en el fondo también tiene corazón. Sabía que Carlos se enteraría de su presencia en mi casa, pero no importaba, quería cerrar con Iván de una vez por todas y la única forma era darle lo que le pertenecía. No pude resistir la tentación de agitar el acuerdo y el cheque en blanco de Iván para Hacienda Esperanza en la cara de Carlos. Un cheque que todavía no he decidido si romper o usar. Sería tonta si renunciara, considerando que es por una buena causa, pero por otro lado me temo que aceptar significa para Iván que siempre estaré en deuda con él y que en el futuro podría esperar algo más de mí con la excusa del cheque. Lo último que quiero es encontrar a Iván Volkov todavía por aquí, especialmente ahora que estoy construyendo una buena relación con Adrián. Creo que la nuestra es una relación en toda regla.

Que desastre. Cuantas dudas últimamente. Ya no soy yo misma, me siento vulnerable y si el amor tiene este efecto diría que estoy en un mar de problemas.

Se suponía que Adrián volvería esta noche, pero en principio tendré que esperar hasta mañana por la mañana. Carlos le pidió que hiciera un último recado antes de regresar, cuando le pregunté específicamente qué debía hacer me respondió que iba a chequear una de las discotecas de la costa oeste de Cuba. Siento su ausencia y me gustaría tenerlo cerca para compartir con él mi éxito. Cuando está a mi lado me siento más fuerte y capaz de superarlo todo, logra sacar lo mejor de mí.

Carlos y Damián continúan bromeando, mientras Kris mira a su alrededor aburrido. Es extraño últimamente, me preocupa su silencio. Me gustaría preguntarle cómo avanza la campaña electoral, pero algo me detiene.

—Hagamos un brindis —propone Carlos—: Por el trato que acaba de concluir y por Hacienda Esperanza.

Levantamos las copas y las chocamos, bebemos el líquido de sabor amargo.

—Nunca entendí por qué bebéis estas porquerías —murmuro tratando de acostumbrarme al extraño sabor en mi boca.

Damián se ríe divertido, poniendo su brazo alrededor de mis hombros. —Nuestra pequeña Kas sólo bebe su querido vino toscano —señala burlándose de mí. En el momento que mis ojos lo miran con fingida frialdad, se rinde por completo, abandona la seriedad y se deja llevar por una risa sonora y contagiosa que nos envuelve a los cuatro. La música en el club es agradable y a mi alrededor observo que los clientes parecen estar divirtiéndose mucho.

—Aún estoy enojado contigo. —La voz de Carlos es fría, pero esta noche no puede afectarme. He demostrado ampliamente que puedo manejar cualquier asunto y tras el acuerdo con Iván Volkov, no puede permitirse el lujo de decirme ni cómo ni con quién.

Lo miro a los ojos y me encojo de hombros. —Poco importa, me quieres igual.

Oculta una sonrisa espontánea y bebe, desviando la atención de mí.

—Baila conmigo Kasi. —Kris me tiende la mano. Se ve relajado y eso es justo lo que necesito ver, el viejo Kris, el que me llevaba con él a los clubes y me lo pasaba bien.

Agarro su mano entusiasta. —¿Has mejorado desde la última vez o volverás a pisar mis pies esta noche? —pregunto en broma mientras me arrastra hacia la pista de baile.

—Graciosa —murmura deteniéndose en el centro. Pone una mano en mi cadera y sostiene la mía con la otra. Tomo posición colocando mi mano izquierda en su hombro.

Me mira a los ojos y sonríe. —Veamos qué puedes hacer, pipiola.

Como en los viejos tiempos cuando salíamos a escondidas. Carlos no quería porque pensaba que yo era demasiado pequeña, pero a Kris no le importaba y me llevaba a bailar con él. Nos divertimos mucho en el pasado, pero desde que decidió dedicarse a la política y mudarse, no hemos compartido más tiempo juntos. Se encerró en su mundo, perdió su racha divertida y yo, por mi parte, no hice nada para recuperar a mi amigo y hermano mayor. Bailamos al son de “Represent Cuba”, me hace dar vueltas, nos reímos.

—Represent, represent Cuba —cantamos entre risas.

Entonces Kris abandona su seriedad y comienza a hacer muecas mientras mueve sus caderas cada vez más rápido, instándome a seguirlo —Vamos, Kasi. ¿Dónde está la bailarina que conozco? —grita sobre la música.

Levanto una ceja agarrando su mano con la mía, mientras la otra está firmemente en su hombro. Mi cuerpo choca con el suyo. —Veamos si puedes seguirme —digo desafiante. Muevo los pies y las caderas al ritmo de la música con aire de complicidad, pero él me conoce, sabe que estoy bromeando.

Se ríe dejando que su cabeza retroceda y trata de seguirme. —Me he perdido todo esto —dice volviendo su mirada a la mía.

Yo también, hacía mucho tiempo que no nos divertíamos juntos. Me siento eufórica, ligera como no me ha sucedido en años. Dios, hacía tanto que no me divertía. Haciendo camino perdí mucho de mí misma y realmente quiero recuperarlo, vivir la vida. Quiero volver a ser más despreocupada, disfrutar de mi historia con Adrián y tal vez encontrar el coraje para crear mi propia familia, sin permitir que el miedo me devore.

La mano de Kris aterriza en mi espalda, presionando mi cuerpo contra el suyo. El ambiente cambia de repente, con prepotencia. Nos miramos a los ojos, pero su mirada tiene algo diferente, es intensa. Nuestros cuerpos continúan bailando juntos, pero mi mente trabaja rápido tratando de aclarar la maraña de sensaciones que se han formado en mi estómago. En este momento veo a Kris como un hombre, no como un hermano y no entiendo por qué. Nuestros labios están demasiado cerca, sólo un pequeño movimiento y se pueden tocar.

—Kas.

Trago, no puedo hablar. Crecimos juntos, somos una familia, nunca pensé en él como hombre, nunca. Sin embargo, ahora mismo no tengo a Kris frente a mí, sino simplemente a un hombre que está coqueteando conmigo.

Su calor me invade, lo siento en mí, el contacto físico cambia y los recuerdos que he tratado de enterrar me llegan abrumadores.

—No quiero comer —protesto mirando de mala gana la sopa en el plato frente a mí.

Carlos acerca sus labios a mi oído y me susurra: —Si no comes, te van a castigar.

Desvío mi mirada hacia él. Sus ojos azules me miran preocupados.

—No importa, pueden seguir castigándome, ahora tienen todo de mí.

Saco el aire retenida y vuelvo mi atención hacia Kris, sentado al otro lado de la larga mesa, justo frente a mí.

Tiene la intención de burlarse de una de las chicas que acaban de llegar a la institución. No le ha dado ni un momento de respiro.

Observo a la chica que tendrá mi edad, no más de catorce años. Cabello rubio largo y rizado, ojos oscuros, casi negros. Sonríe cuando Kris le susurra algo al oído.

Siempre ha sido un tipo despreocupado, muy sociable, especialmente con las chicas. Cuando éramos más jóvenes pasaba mucho tiempo conmigo, pero en los últimos dos años se ha alejado, no me mima como Carlos y Damián, al contrario, a veces me regaña y no sé por qué.

—Kas come, hazlo por mí —insiste Carlos, poniendo la cuchara en mi mano y empujando el plato hacia mí. —Vamos.

Resoplo, rindiéndome. Sólo lo hago por él, no quiero que se meta en problemas por mi culpa. Es muy protector y sé que un castigo para mí significaría un castigo para él. No dejaría que me castigaran sin interponerse en el intento de protegerme.

Sigo mirando a Kris y a la chica sentada a su lado.

—¿Qué pasa entre tú y Kris? —pregunta Carlos.

—No lo sé, últimamente me ignora.

Él se ríe: —No te ignora, créeme.

Lo miro con decepción. —¿Oh no? Evita sentarse junto a nosotros, en el patio no se acerca. Ya no confía en mí.

Se forma un nudo en mi garganta. Esta situación me hace sentir mal, sobre todo porque no conozco el motivo de su cambio.

—Le gustas, por eso te evita.

Las palabras de Carlos me arrojan contra una pared, dejándome sin aliento.

—Pero es como un hermano —susurro evitando mirar a Kris. No me puede gustar en ese sentido, no puedo verlo como un chico cualquiera, para mí es realmente parte de la familia que creé aquí dentro.

—Para ti es como un hermano, para él eres simplemente la chica que le gusta y sabe que no puede tener. —Carlos sigue hablando con su madurez y calma que admiro—. Estoy seguro de que lo superará y todo volverá a la normalidad.

Asiento, manteniendo los ojos fijos en el plato. Por mi cabeza pasan imágenes de todas las cosas que Kris y yo hemos hecho. La alegría que logra calentar mi corazón, sus bromas y todos los abrazos tranquilizadores. Siempre he visto a Carlos, Damián y Kris como mi familia, pero en realidad no hay lazos de sangre entre nosotros y creo que siempre debemos tener esto en cuenta. Tengo miedo de perder a uno de ellos, tengo miedo de que complacer a Kris pueda cambiarlo todo y destruir la familia que los cuatro hemos decidido formar.

—Kris, ¿qué está pasando? —pregunto finalmente encontrando la fuerza para hablar.

Su frente aterriza en la mía y suspira. Aguanto la respiración con antelación.

—Nunca tuve el coraje de decírtelo.

Oh, Dios, no creo que esté lista para esto. Mi corazón se está volviendo loco, late demasiado rápido. Intento apartarme de él, pero sus manos me sostienen, apretándome contra su pecho, envolviéndome.

—He estado enamorado de ti desde la primera vez que te vi en aquel orfanato —confiesa.

Simplemente arrojó una bomba atómica y arrasó con todo: nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro.

Cierro los ojos esperando que sea sólo una pesadilla. No es posible, algo así no me puede pasar, no ahora, no después de todo lo que hemos pasado juntos. Es Kris y es como un hermano.

Mi cerebro se confunde tan pronto como siento sus manos en mis mejillas. Abro los ojos, pero no tengo tiempo para reaccionar porque sus labios están sobre los míos.

Kris me está besando.

El hombre que hasta hace cinco minutos era mi familia, al que yo consideraba un hermano, se deshizo de cualquier vínculo al hacerme entender que somos sólo un hombre y una mujer.

Sus ojos están fijos en los míos y no consigo respirar. Su boca presionada contra la mía provoca una extraña sensación que aprieta mi estómago... la culpa, el tormento y luego el olor de Kris que nubla mi mente.

Todo está equivocado.

No es Adrián. No siento que pueda llevar a algo agradable.

Con un movimiento brusco lo aparto.

Todo está equivocado.

Mis ojos se inundan de lágrimas.

Es mi hermano, no de sangre, pero para mí lo es.

—¿Por qué ahora? —grito en su cara perdiendo el control. Intenta tomarme de nuevo en sus brazos, pero lo esquivo retrocediendo de nuevo. —¿Porque? —Sigo mirándolo a los ojos cargada de ira.

Arruinó todo. Quiero saber por qué no lo hizo antes.

—Pensé que nunca querrías a alguien a tu lado. Sabía que si no podía tenerte yo, nadie te tendría de todos modos —responde mirándome fijamente.

Lo miro sorprendida, luego muevo mis ojos hacia Carlos y Damián que se han unido a nosotros y están detrás de él. No parecen sorprendidos y es otra verdad que duele.

—Vosotros lo sabíais —digo acusadora mirándolos a ambos—. ¿Qué tipo de familia somos?

—Kas, no podíamos interferir. Era entre ustedes dos. —Damián trata de justificarse. Carlos no dice nada, pone su mano sobre el hombro de Kris y me mira con atención.

No puedo creerlo, lo saben desde hace años y no me han dicho nada.

Los recuerdos chocan contra mí haciendo que la imagen sea más clara. Por eso Kris se alejó. Cuando todos nos fuimos a vivir juntos, Kris me prestaba atención, dormía a menudo conmigo, bromeaba. Con los años habíamos creado una buena relación, luego nos mudamos cuando él se fue a la universidad, pero nunca nos perdimos de vista. Una vez de vuelta a casa, hubo unos años en los que hacíamos todo juntos, hasta que un día anunció su traslado a otro estado.

No quiero creer que se haya mudado por mí, pero después de lo que descubro esta noche, dudo que sea así.

—¿Soy la razón por la que decidiste marcharte de Villa Falco? —pregunto enfocando mi atención en Kris.

Mira a Carlos, casi parece que le pide permiso para hablar.

—¿Qué diablos está pasando? Quiero la verdad —detono.

Carlos hace una señal para que lo sigan y sin perder tiempo nos dirigimos a su oficina. Después de entrar, Damián cierra la puerta detrás de sí. No estoy dispuesta a dar un paso más y quedarme en un rincón, apoyada contra la pared, con los brazos cruzados sobre el pecho, esperando.

—Sabía que vivir bajo el mismo techo era imposible, tarde o temprano Kris te diría lo que sentía —explica Carlos apoyándose en su escritorio—. Hablamos de ello y le aconsejé que construyera una vida en otro lugar, de esta manera nuestra familia no correría el riesgo de separarse.

Mi mirada fija en él es una mezcla de disgusto e ira. Pensé que no había secretos entre nosotros, pero aparentemente estaba equivocada.

—Dijiste que siempre teníamos que ser sinceros y honestos —señalo.

Se pasa la mano por el cabello con frustración y baja la cabeza. —No tuve elección, ninguno de nosotros la tuvo. Tú no sientes nada por él.

Miro a Kris y observo que me está mirando.

—¿Es por Adrián? Si no hubiera aparecido él, no me lo habrías dicho, ¿verdad? —Pone sus manos en los bolsillos de los jeans—. No pensé que dejarías entrar a un hombre en tu vida. —Se justifica. Se acerca y se detiene frente a mí—. Después de todo lo que has pasado...

Obvio. Saben todo sobre mi pasado, debí imaginarlo. Pero no creo que sea justo que no me hayan contado algo tan importante. Habría hablado con él, le habría hecho entender que no podía haber nada más que lo que ya éramos y tal vez hubiera quedado su alma en paz. En cambio, ha permanecido suspendido durante años, añorando a una persona que no puede igualar su afecto.

Rendida, dejo que mis brazos caigan a mis costados: —Debiste decírmelo.

Él fija sus ojos en los míos: —Siempre supe que no podías ser mía y tenía miedo de perderte.

Suspiro exhausta.

—Finalmente he encontrado un equilibrio en mi vida y ahora se me escapa entre las manos —digo con amargura—. Eres mi familia, lo siento por lo que estás pasando, pero tengo un profundo amor por Adrián.

Su cuerpo se pone tenso: —No lo conoces lo suficiente, no importa si Carlos es su amigo y confía en él. ¿Qué puede darte Adrián? ¿Alguna vez pensaste que podría ser un enamoramiento pasajero? ¿Qué harás cuando termine?

Siempre ha sido sobreprotector, pero esta vez su actitud viene dictada por los celos.

—Puedo cuidar de mí misma, Kris. Si lo de Adrián y yo no dura, ¡no importa! Pero quiero vivirlo. Siempre he permitido que el miedo me detenga, pero no voy a continuar así, quiero a Adrián y no importa lo que ocurra, prefiero vivirlo día a día que no tenerlo en absoluto.

Se ríe amargamente sacudiendo la cabeza: —Te hacía más inteligente. ¿No te parece extraño que actúe como un príncipe azul? Siempre es educado, sabe exactamente lo que quieres, nunca da un paso en falso. Es demasiado perfecto, ¿no crees Kas?

No lo reconozco, parece otra persona. Él nunca tuvo una actitud cínica y distante hacia mí. Siento que estoy hablando con un extraño.

—No es de tu incumbencia con quién salgo —rebato.

—Adrián tiene principios sanos Kris —interviene Carlos—. No está marcado como nosotros y es bueno para Kasandra.

Por fin alguien que dice la verdad. Amo eso de Adrián, que es limpio y sin demasiado drama. Me hace sentir segura, comprendida y no podría desear nada mejor. Él es todo lo que no existe en el mundo que me rodea y eso lo convierte en el hombre que quiero.

Gentil. Amoroso. Sincero. Autoritario cuando es necesario.

—El día que te rompa el corazón —dice Kris señalándome con el dedo—, le romperé el cuello —advierte amenazante.

Sonrío consciente de que el ambiente ya no es tan tenso como antes. Él se preocupa por mí, sé que siempre me protegerá, pero esta vez tengo que hacer mi viaje sola.

No lo pienso dos veces, me lanzo sobre él y le abrazo. —Te quiero —susurro en su oído.

Sus brazos me aprietan con fuerza. —Lo siento —dice con voz baja—, hubiese preferido otro final feliz y no puedo ocultarlo.

El sonido de la puerta me hace sobresaltar, pero los brazos de Kris me sostienen cerca de él como si quisiera protegerme. Esta actitud suya es extraña, logro liberarme y dar la vuelta, una mirada fría se fija en mí y juro que se me pone la piel de gallina.

—Adrián.

Intento alejarme de Kris, pero él no me deja, sigue sosteniéndome firmemente.

—¿Qué estás haciendo? Déjame. —Mis protestas son inútiles, Kris no parece dispuesto a dejarme ir y Adrián literalmente lo está matando con la mirada.

Adrián entra en la habitación y cierra la puerta detrás de sí. —Saca. Esas. Putas. Manos. De. Ella. —Su tono amenazante me hace temblar. Intento liberarme, pero la mano de Kris agarra mi muñeca y tira de mi cuerpo hacia él. Me vuelvo hacia él en estado de shock. —¿Qué demonios estás haciendo? ¡Déjame! —grito tirando de mi brazo para liberarme.

—Él no te merece —afirma Kris, tratando de recuperarme—. No dejaré que hagas una gilipollez.

Adrián corre hacia adelante, inmovilizando a Kris contra la pared y apretándole la garganta. —Tócala de nuevo y te mato —grita furioso.

Los pensamientos abarrotan mi mente. Los miro petrificada. Aguanto la respiración. Ver al hombre que amo discutir con mi hermano me destruye, todo está mal, no tenía que ser así.

Kris empuja a Adrián obligándolo a retroceder y le sonríe burlonamente: —Llegaste tarde.

La atención de Adrián se vuelve hacia mí. Un escalofrío me recorre de la cabeza a los pies cuando su mirada gélida se posa en la mía. Entiendo que Kris quiera lastimarlo y lo está logrando.

—¿Qué está pasando, Kasandra? —pregunta sin una pizca de aquella calidez que le acompaña.

¿Dónde está mi Adrián?

—Han pasado muchas cosas en tu ausencia —responde Kris burlándose de él, pero para Adrián soy lo único que existe, incluso si esta actitud suya me asusta. Ni siquiera ante aquella mazmorra estaba tan conmovida y sin embargo ahora lo estoy.

—Responde a mi pregunta.

Tiemblo como una hoja y por primera vez me siento abrumada por su carácter. ¿A dónde se fue mi valor? Nunca en mi vida me había quedado sin palabras e incapaz de enfrentarme a alguien.

Adrián elimina la distancia entre nosotros e instintivamente miro hacia abajo porque soy cobarde. No puedo mirar al hombre que amo porque está enojado conmigo y se enojará aún más cuando se entere del beso que hubo con Kris. No servirá que explique que no he sentido nada, para él siempre será un beso.

Con su dedo índice acaricia el perfil de mi rostro y luego levanto mis ojos que están atrapados por los suyos, tan profundos y cargados de emociones.

—Kris ha admitido lo que siente por mí —digo con voz ronca.

Su mandíbula se contrae: —¿Nada más?

Trago saliva con un nudo en la garganta. Tengo miedo de perderlo.

—Por tu reacción, supongo que lo sabías antes que yo —contesto. Esta vez, sin embargo, mi tono es acusatorio.

Sus ojos saltan de mí a Kris, pero se quedan en los míos de nuevo. —Vuelvo después de dos días de intenso trabajo y te encuentro en los brazos de Kris, que además, te mira como si fueras suya. Sabía lo que sentía por ti, pero no tenía por qué contártelo. Después de todo, ¿quién en su sano juicio lo haría?

La verdad llega como una bofetada en la cara. Todos lo sabían menos yo.

Qué estúpida, por supuesto que lo sabían. Una vez más actuaron a mis espaldas, excluyéndome.

—Interesante, de verdad —comento decepcionada, mirando a los hombres de la sala—. Conspiraste sin mi conocimiento.

Cuanto más comprendo los hechos, más amargura tengo en la boca. Pongo mis manos en mis caderas y camino por el despacho mirándolos uno por uno. No es la primera vez que me han mantenido al margen de hechos importantes y estoy cansada de esta situación. Nunca más permitiré que me traten como a una persona frágil, como si fuera incapaz de afrontar determinadas situaciones.

Tengo que mantener la calma y no asustarme.

—Entonces —exclamo aplaudiendo de repente. —¡Tú! primero señalo a Kris—, has estado enamorado de mí desde que éramos pequeños, pero seguías fingiendo tener amor fraternal... ¿por qué? —abro mis brazos—. Luego llegó Adrián y puf, decidiste que yo podría saber la verdad.—Niego con la cabeza riendo amargamente—. ¿Te das cuenta de lo absurdo que es todo esto?

Abre la boca para replicar, pero lo callo mientras sigo: —Esta vez os calláis todos, estoy hablando.

Me vuelvo hacia Damián. —Y tú —suspiro—. Eras mi mano derecha y no tuviste el coraje de decírmelo. ¡Que decepción! —Mira hacia abajo culpable. Quizás me decepcionó más que nada porque siempre hemos sido cómplices a la hora de chismorrear sobre Carlos y Kris. Me sentí culpable por ocultar mis sesiones con el psicólogo, por mentirle a mi familia, pero ahora me doy cuenta de que también tenían secretos y muchos.

Me río con sarcasmo, uniendo mis manos bajo mi barbilla y volviéndome hacia Carlos: —Carlos Gardosa, nuestro jefe de familia, el hombre que me hizo de padre, hermano y amigo. Te gusta tener todo bajo control, saber todo sobre todos, pero informar a la gente sobre asuntos privados que les conciernen, eso no.

—No exageres —gruñe con autoridad.

No me importa un bledo su autoridad en este momento, estoy fuera de mí.

Lo miro frunciendo el ceño. —Deja de ser el señor “Soy perfecto”, admite que te equivocaste conmigo. Hablas tanto de que no tiene que haber secretos en la familia y bla bla, pero eres el primero en romper las reglas.

Veo que sus nudillos se ponen blancos cuando aprieta el borde del escritorio de madera y trata de mantener la calma.

—¿De verdad hablas de secretos, Kas? No seas ridícula —responde con la mirada de quien sabe que ha golpeado y hundido al enemigo.

Abro mis ojos, pues creo que es casi imposible para él saber el único secreto que tengo con mi familia. A menos que Víctor le informara. Abro la boca para hablar, pero la cierro de nuevo por temor a decir algo mal que pueda empeorar mi posición.

—Así es, lo sé, como ellos también lo saben desde hace algunos días —dice satisfecho—. Tu encantador psicólogo, ¿cómo está? —Me está provocando—. ¿Irás donde él mañana?

—¿Qué has dicho? —grito incrédula.

—Vamos, sabemos que lleváis meses flirteando —comenta Damián a mis espaldas.

—¿Has estado coqueteando con alguien más durante meses? —Adrián truena, agrandando los ojos.

No puedo creer que esté tratando con idiotas, no puedo creer que esta sea su conclusión.

—¿Pensaste que eras la luz de sus ojos? —Kris se burla de Adrián—. Novato.

—¡Cállate! —Adrián responde con nerviosismo—. Kas, responde carajo, ¿qué está pasando?

Siento que estoy de vuelta en el jardín de infancia, donde dos niños se pelean por el mismo juguete.

Respiro hondo. Cuento mentalmente para calmarme. Uno. Dos. Tres…

—No es asunto nuestro si le gusta ese, pero no me parece justo burlarse de Adrián —dice Damián.

Que alguien me dé un bate, ahora mismo quiero romperles la cabeza a los cuatro.

Calma.

Respira.

No los estrangules con tus manos.

Uno. Dos. Tres…

—¡Sois unos idiotas! —grito saludando a mi karma para siempre—. ¿Pero cómo diablos se os ocurren esas ideas? —Abro los brazos exasperada—. Voy al psicólogo para hablar de mis problemas y tratar de solucionarlos, no para conocer al hombre que está detrás de su profesión. —Me doy una palmada en la frente con exasperación.

Silencio. Me miran, pero nadie respira.

Tengo que irme o me arriesgo a enloquecer y no quiero perder el control por completo porque esta no soy yo.

Me acerco a la puerta, pero Adrián no se mueve. —¡Muévete! —digo con brusquedad, pero no lo hace. Me agarra de la muñeca y me atrae hacia él—. Necesitamos hablar.

Me tiemblan las piernas al oír esa voz profunda y firme.

—No tenemos nada de qué hablar, déjame. —Miro la muñeca que me aprieta con firmeza, no parece dispuesto a soltarme.

Estoy enojada, decepcionada y ya ni siquiera sé lo que estoy haciendo. Lo único que quiero ahora es alejarme de todos, ir a casa y acurrucarme en el sofá con una copa de vino, quiero estar a salvo en mi casa.

—Hemos superado en gran medida el problema del tacto, ¿verdad? —pregunta seriamente.

—¿Qué tiene que ver con esto ahora? —estallo cada vez más irritada.

Él ruge y aprieta su agarre: —¡Responde la pregunta!

Lo odio cuando es autoritario porque puede derribar mis defensas y no me siento lo suficientemente fuerte como para enfrentarlo.

—Digamos que sí, ¿qué pasa con eso?

Sonríe burlonamente y rápidamente se agacha, me carga en el hombro y como si eso no fuera suficiente me da una palmada en el trasero.

Grito horrorizada, tratando de liberarme. —Bájame de inmediato. ¿Qué crees que estás haciendo?

—Déjala, Adrián —ordena Kris.

—Con el debido respeto a ti y tu familia, quiero que os quede claro que es mía. Ella no te quiere, es hora de que crezcas y pongas tu alma en paz. Si me disculpan, mi novia y yo vamos a tener una discusión privada.

No puedo creerlo. Estoy impactada. Entonces, ¿por qué estoy sonriendo ante su declaración? “¡Mi novia!” ¡Estoy perdiendo la razón!

¿Quién es este hombre? ¿A dónde fue mi dulce Adrián?

Camina hacia la salida sin importarle mis protestas. No me atrevo a mirar a mi alrededor, cierro los ojos fingiendo que nadie puede verme con el trasero al aire y la cabeza gacha en la espalda del sexy camarero. Si alguien me hubiera dicho hace tres meses que en una tarde estaría en esta postura, nunca lo hubiera creído.

Perderé mi credibilidad, nunca me tomarán en serio después de esta noche y es por su culpa, idiota prepotente. Años y años de actuación y entrenamiento para hacerme respetar, que simplemente se los lleva el viento.

Me suelta cuando llegamos a mi coche.

—Sube, yo conduzco —dice con indiferencia mientras me abre la puerta. ¿De verdad piensa que le voy a obedecer? Miro a Adrián como si lo estuviera viendo por primera vez y no supiera nada sobre él. Cruzo los brazos frente a mi pecho desafiante.

—Sube. Al. Puto. Coche. —ruge haciéndome estremecer.

No me rindo: —¡No!

Se acerca amenazadoramente y toma un mechón de mi cabello entre sus dedos. —¿Estás segura, Kasandra? ¿De verdad quieres saber qué pasa si no obedeces?

Silencio. No estoy dispuesta a inclinarme ante él, pero admito que tiene su encanto incluso cuando está enojado. Levanto una ceja mirándolo con arrogancia. Tiene que entender que yo también puedo ser dura. Y ahí es cuando ruge como un animal feroz haciéndome estremecer.

Acabo de descubrir que Adrián puede dar miedo cuando está realmente enojado. Por mucho que a mi lado rebelde le gustaría seguir luchando contra él, pienso por una fracción de segundo en lo que él vio y creo que es correcto hablar de ello, quizás con más calma. Por tanto, acepto mi rendición temporal.

Resoplo y levanto los brazos. —Está bien, lo entiendo.

Una vez en el coche, fruño la nariz. Es la primera vez que soy pasajero en mi propio coche, es extraño, pero ver a Adrián conducir lo hace hermoso.

No me mira, sus ojos están fijos en el camino que conduce a Villa Falco. Admiro su perfil, su barbilla pronunciada, sus labios fruncidos, su frente arrugada. Bajo con la mirada hacia los brazos desnudos, la ajustada camiseta negra. Me pregunto si siempre usa estas camisetas para resaltar sus músculos o simplemente porque le gustan.

Mi mirada se detiene en la mano que sostiene el volante y es inevitable que el recuerdo de esos dedos en mi piel provoque una explosión de emociones. Parece que ha pasado una eternidad desde la última vez que me tocó, me besó. El hecho de que esté enojado no ayuda, pero yo también lo estoy; aunque entiendo por qué no me habló de Kris, se equivocó al ocultármelo. Sin embargo, debo admitir que Adrián enojado por sus razones, lo hace aún más atractivo. Niego con la cabeza tratando de recuperarme, no tengo tiempo para fantasear con nosotros y lo que podría ocurrir. Tengo que afrontar el presente. Puedo estar enojada con él hasta cierto punto, entre los dos soy la que ha guardado demasiados secretos para sí misma. Preocupada, miro por la ventana, recordando que él no sabe nada de mi cena con Iván en su avión privado. Si está enojado ahora, cuando se entere, estará furioso. ¿Y cuándo se entere de que lo dejé entrar en la casa? Será el fin.

 

 

Ir a la siguiente página

Report Page