Kasandra

Kasandra


Capítulo 23

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Capítulo 23

Adrián

Soy ridículo. Esperé dos días para encontrarme con Kas y me sentía como un adolescente impaciente. No podía esperar a perderme en sus ojos, a tocarla. Corrí como loco, no fui a mi casa porque ella era la primera persona que quería ver, la había extrañado. Al no encontrarla en Villa Falco intenté llamarla, pero no me respondió. Le envié un mensaje de texto a Carlos preguntándole dónde estaba Kas y fue él quien me dijo que estaban todos en el Club Diablo. Esperaba que “todos” no incluyera a Kris y mucho menos llegar y encontrarla en sus brazos. Entre sus malditos brazos.

Él siempre tendrá la oportunidad de abrazarla y pasaré mi vida enfadado por ello. Tuvo la suerte de tocarla, nunca vio miedo en los ojos de Kas cuando se le acerca. Kris no tiene idea de lo que significa amar a alguien y no poder tocarla como deseas. Yo sí. Advertí su mirada aterrorizada cuando la toqué. Quedará grabado en mi corazón la primera vez que me lo concedió. Sudé por tenerla y no permitiré que él, ni ningún otro hombre, me la quiten.

Pero el hecho es que estoy cabreado y no puedo calmarme.

—¿Entras? —pregunta cautelosamente abriendo la puerta de su casa sin mirarme.

—¡Puedes apostarlo!

Una vez dentro, espero a que cierre la puerta y luego me vuelvo hacia ella.

—¿Me tienes miedo, Kas? —pregunto serio.

Se retuerce las manos ignorando mi pregunta.

—Responde —insisto.

Parece confundida: —No tengo miedo de ti.

Siempre he sido amable con ella, nunca la lastimaría, pero estoy harto de mantener la calma. No puede pensar que soy una persona paciente que nunca se enfurece.

—¡Bien! —Tomo su mano y la arrastro al dormitorio.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta asustada.

No respondo, llego a los pies de la cama. —Siéntate —ordeno empujándola suavemente en los hombros.

No discute. Se sienta y coloca sus manos a los lados de su cuerpo, mirándome a los ojos.

—¿Qué está pasando con Kris? —pregunto yendo directo al grano. Me paro frente a ella con los brazos cruzados.

Kas mira sus piernas. —No pasa nada. Me dijo lo que siente, aunque para mí siempre será mi hermano.

¿Por qué no puede mirarme? ¿Qué me esconde?

—Mírame mientras me hablas —exhorto irritado.

Mira hacia arriba y aquel brillo en sus ojos no promete nada nuevo. —No me hables así —advierte en voz baja.

—¿Qué tienes que decirme, Kas? Vamos, escupe el sapo. —Me inclino hacia adelante, mis manos descansan en la cama a cada lado de su cuerpo y se ve obligada a levantar la cara mientras mueve la espalda hacia atrás.

—No me gusta este lado tuyo —expone contrariada.

Está tratando de hacerse la dura, pero no le voy a dar luz verde, no esta noche. Basta de perder el tiempo. Necesitamos encontrar una manera de avanzar juntos.

—¡No lo repetiré! ¡Dime lo que no sé!

Mi tono autoritario la hace sobresaltar. Traga saliva y levanta la mano para tocar mi mejilla, la dejo hacer, pero sé que es sólo una táctica para suavizar el golpe que está a punto de darme.

—Kris me besó. —Su voz está rota.

Rujo golpeando el colchón haciéndola contraerse. —¡Os besasteis!

—Él me besó, que no es lo mismo —preciso en tono pedante. Una actitud que no necesito en este momento.

—¿Me estás tomando el pelo? Beso. Quién, qué, no importa. Te has besado. Entré y te vi abrazada a él. Dime francamente que no te importo un carajo, unas pocas palabras son suficientes. —Hago una pausa. Me levanto y la miro desde arriba—: Sinceramente Kas, ¿tienes las ideas claras? ¿Sabes a quién quieres ahora?

Su mirada está perdida, como si no me reconociera, tal vez porque es la primera vez que le demuestro lo cabreado que estoy.

Nos miramos en silencio y al final me canso de esperar, necesito su reacción y el cariño que siente por mí. Ella parece entender esto, se levanta y se pone frente a mí y con sus ojos expresando su determinación.

—¡Te quiero a ti!

Palabras que borran la ira y que pueden restaurar la paz.

—¿Cuánto me quieres? —La pongo a prueba sabiendo que tengo una oportunidad en la mano que no se brindará a menudo.

Toca mis brazos con sus dedos, siguiendo el camino con sus ojos. —Tanto como para contar el tiempo que me separa de ti. —Pone sus manos sobre mis hombros y acerca su rostro al mío—. Te quiero como nunca he querido a nadie —continúa con voz persuasiva.

—Demuéstralo —exclamo sorprendiendo a ambos.

Sonríe y me besa suavemente en los labios, luego se aleja para mirarme a los ojos. —Te quiero incluso cuando eres autoritario —me guiña un ojo y continúa—. Me revuelve verte enfadado y entre nosotros, desde que entramos en esta habitación, no espero otra cosa que ser besada por ti.

Aguanta la respiración esperando mi reacción, pero no llega. Ya no puedo contener mis pensamientos, no puedo seguir fingiendo que no falta algo para completar el cuadro. Le he dado tiempo, he sido paciente, lo seguiría siendo para siempre, pero después de todo lo que ha pasado necesito saber que ella es mía.

Sostengo su rostro en mis manos y la beso apasionadamente, liberando todas mis emociones.

Kas desliza sus dedos sobre mis hombros, por mi cuello y se cuela por mi cabello: —Quiero hacer el amor contigo.

Mi cuerpo atraviesa un estremecimiento al escuchar el sonido de las palabras que salen de su boca.

Estoy impaciente por tocarla, hambriento de ella, pero sé que tengo que tomarme las cosas con calma.

Kas es delicada, merece ser amada y poseída con dulzura, necesita seguridad y tiempo para acostumbrarse a algo nuevo.

Aspiro su delicado aroma y la beso una vez más antes de dejar sus labios.

En silencio muevo los tirantes de su vestido haciéndolos caer sobre sus brazos. Kas parece nerviosa, suspira, quizás buscando valor.

Mientras la atraigo hacia mi cuerpo, emite un gemido. —Estás unida a mí —susurro—. Prometo que todo irá bien. —Beso su rostro, bajo lentamente por su cuello, cubriendo su piel con mis caricias.

—Lo sé, confío en ti.

Alcanzo la cremallera lateral, mi mano toca su pecho y ella se estremece. La miro a los ojos, bajando la cremallera que sigue la curva de su cuerpo hasta llegar al borde del vestido.

—¿Quieres que me detenga? —pregunto esperando que responda que no. No quiero parar, por ninguna razón. Me gustaría bajar esa cremallera hasta el final y desnudarla.

—Por favor continúa. —Su súplica me sorprende, pero al mismo tiempo me da la energía para ser más atrevido y no reprimirme del todo.

El vestido se desliza hacia abajo mostrando su cuerpo desnudo, si no fuera por la pequeña tela de sus braguitas.

Tomo su mano y la empujo suavemente sobre la cama.

—Acuéstate —ordeno con tacto.

Ella sonríe avergonzada y se acuesta, su cabello se desparrama sobre la almohada, por alguna extraña razón la encuentro una mujer atractiva, pero también muy tierna y a la vez torpe.

—¿No debería desvestirte? —pregunta.

Contengo una sonrisa. —No esta noche, pero la próxima vez me gustaría que lo hicieras —busco bromear para liberar la tensión—, aunque prefiero que me arranquen la ropa —sigo, quitándome la camiseta.

Kas me mira entre la vergüenza, la excitación y el miedo.

—Bueno saberlo.

Me quito también los jeans y me coloco encima de ella. El bulto debajo de los calzoncillos presiona contra su intimidad y Kas se pone tensa. No le doy tiempo para pensarlo demasiado, beso sus dulces labios vorazmente. Mi mano se desliza por su cuerpo, acaricio sus pechos y la excitación aumenta cada vez más cuando sus manos también acarician mi espalda, bajan sobre mis nalgas y hacen algo que no esperaba de la tímida Kas... la chica me toca las nalgas y por el sonido que sale de su boca diría que son de su agrado.

Sonrío al tocar su piel suave y cálida, Kas se estremece en cada contacto. No sé si es emoción o miedo.

—¿Podrías apagar la luz?

La miro con deseo. —Por ninguna razón en el mundo lo haría, quiero verte y tú quieres verme para acordarte de nosotros y lo que estamos a punto de hacer.

Abre la boca para hablar, pero la vuelve a cerrar y me acaricia el pelo.

—Eres hermoso Adrián.

—No tú eres más hermosa. —Bajo con mis labios entre sus pechos mientras mis manos encuentran las suyas, nuestros dedos encajan perfectamente.

Exploro su cuerpo, beso cada centímetro de su piel y ella tiembla.

—Adrián.

Me bloqueo, mis labios rozan su abdomen inferior, justo por encima del borde de sus bragas.

—Tengo que decirte algo antes de continuar —se levanta sobre los codos—, en realidad dos. —continúa apretando sus labios con los dientes—. Realmente quiero que esta cosa entre nosotros funcione.

—¿Esta cosa? —pregunto frunciendo el ceño—. Relación, Kas, se llama relación.

Mortificada mueve su mirada, pero poco después devuelve su atención a mí.

—Prométeme que no te enfurecerás.

Me levanto y acerco mi rostro al de ella. —Ya estoy enojado, habla.

Sus mejillas tienen un tono rosado. —No es fácil si estás enojado. —Baja la mirada observando mi pecho.

Con mi dedo índice levanto su barbilla forzándola a mirarme: —Habla cariño, nada cambiará entre nosotros.

—Cené con Iván Volkov anoche —dice rápidamente. Muerdo mi lengua y dejo que continúe—. Era la única forma de llegar a un acuerdo, luego la noche tomó un giro diferente y descubrí que yo tenía algo de él, así que... —Abre simplemente los ojos. No sé exactamente qué tipo de expresión tiene en este momento, pero por su reacción, no creo que sea reconfortante.

Estoy furioso.

A ese lo mato.

Tiene que mantenerse alejado de Kas, de mi mujer.

—Continúa. —Mi voz es fría. Juro que estoy tratando de mantener el control.

—Vino a casa conmigo para recoger una piedra que le pertenecía. —Lo dice como si fuera algo normal, pero ambos sabemos que no lo es.

Levanta la mano e intenta acariciarme la cara, pero me aparto bruscamente.

—¿Entró aquí, Kas?

Trato de respirar. No tengo que pensar mal, ella no es mi ex.

—Entró, le entregué su piedra y se fue en diez minutos. Te puedo explicar, de hecho... es mejor que te lo cuente todo desde el principio.

Me acerco a ella de nuevo, obligándola a descansar la cabeza en la almohada. —Entonces... fuiste a cenar con él —mi cara está encima de la de ella—, y luego entró en tu puta casa. —Mis ojos están fijos en los de ella. Kas asiente—. Mañana me explicarás todo en detalle, no dejarás nada fuera. Ahora, si has terminado de cabrearme, me gustaría hacer el amor contigo. ¡Que se joda el mundo entero! Esta noche sólo estamos nosotros.

Pongo mis labios sobre los suyos y trato de borrar todo lo que me ha dicho.

—Hay una última cosa que tengo que decirte.

No puedo creerlo, está haciendo todo lo posible para ganar tiempo, quiere que desista.

Levanto la vista y la miro con los ojos prendidos en fuego: —No hay nada que puedas decir que me impida hacerte mía, métetelo en la cabeza.

Ella sonríe avergonzada. —No tengo nada en contra, pero creo que es justo advertirte que nunca antes he hecho el amor. —Su voz se convierte en un susurro, finalmente se cubre la cara con las manos.

—Lo sé, me estabas esperando —murmullo en su piel mientras le quito las braguitas.

—Presuntuoso —comenta divertida.

Sigo mostrándole, sin hablar, lo que siento; lo hago con calma y delicadeza. Su cuerpo se tensa aún más cuando mis labios dejan besitos en sus muslos y subo despacio, beso su pubis, pero no paro, sigo mi camino besando su piel, su ombligo, sus pechos. Me quedo en su cuello sintiendo lo rápido que late su corazón.

—Mírame Kasandra.

Mueve las manos y me mira cuando estoy a la altura de su rostro. Mis labios tocan los suyos. Mi respiración se mezcla con la de ella y es como estar en otra dimensión creada especialmente para nosotros dos.

—Todavía estás vestido. —Separa las piernas metiendo los pies entre mis pantorrillas.

—Estoy tratando de tomarlo con calma —explico. Con mi dedo índice aparto un mechón de cabello de su rostro y ella sonríe.

—¿Siempre será así? —pregunta mirándome a la cara. Se vuelve a apretar el labio inferior con los dientes.

—Algunas veces.

Sus manos descansan en mis caderas. —¿Y otras veces? —pregunta enganchando el elástico de los calzoncillos entre sus dedos. Está avergonzada, pero al mismo tiempo es atrevida. También está de humor para conversar esta noche, como si eso la ayudara a distenderse.

—Otras veces no seré amable y paciente. —Mis labios prueban los de ella, suaves y cálidos.

Mueve mis calzoncillos hacia abajo y suelta un suspiro liberador.

—Explícate mejor —insiste, consciente de que mi miembro está a centímetros de su intimidad. Siento sus dedos deslizarse sobre mí, tocar mis nalgas y un gemido sale de su boca que me vuelve loco. Si lo vuelve a hacer, juro que perderé el control.

Mi pene se endurece aún más e inevitablemente toca su pubis.

—Me gusta hacerlo de diferentes formas. A veces lentamente —digo. Sus manos exploran y alcanzan mi miembro. —Otras más fuerte. —El pene palpita en su mano—. Muy fuerte. —La beso apasionadamente y ella me suelta. Su cuerpo ya no está tenso, la vergüenza parece haber dado paso a la excitación que ambos sentimos.

—Asumo que esta vez serás delicado —comenta sobre mi boca mientras sigo moviendo mi mano—. Muy delicado —continúa mientras nuestras miradas encajan perfectamente y la atmósfera se calienta de forma natural. Decido que esta es la noche perfecta, ella y yo en la cama, los dos amándonos y haciendo el amor. Ella se hace mía para siempre.

 

 

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