Kasandra

Kasandra


Capítulo 24

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Capítulo 24

Kasandra

Cada caricia de Adrián alimenta algo que crece dentro de mí, haciéndome desear más. Su cuerpo desnudo, mis piernas apretadas alrededor de él ya no son una visión vergonzosa. Sentir su piel cálida, su pecho bien definido presionando mis pechos, sus manos poderosas tocándome exigentes, es una sensación placentera.

Su miembro presiona contra mi intimidad y mi cuerpo reacciona, se agita hambriento. Estoy aturdida.

Él y yo.

El deseo de sentirlo mío, de pertenecerle por completo, se abre camino abrumadoramente y no tengo ninguna razón para luchar contra lo que siento.

Me dejo ir y comienzo a frotarme contra él con más firmeza y lo noto temblar por primera vez. Adrián mordisquea mis pechos gruñendo. Sus manos agarran mis muñecas, mueve mis brazos a los lados de mi cuerpo y los mantiene quietos. —No me lo estás poniendo fácil. ¿Sabes cuánto autocontrol me cuesta no hacerte mía de inmediato?

Levanta los ojos profundos hacia mí y siento que ahora yo también puedo morir en paz.

¡Está bueno de morirse! A veces me temo que no es real y puede desaparecer en cualquier momento. Lo he tenido cerca durante tres años y he hecho todo lo posible para evitarlo.

¡Estúpida! ¡Estúpida! ¡Estúpida!

Hubiera tenido antes todo lo que tengo ahora. ¿Cómo pude haber perdido tanto tiempo? Él estaba ahí y me quería, sólo estaba esperando que fuera valiente y diera un paso adelante, pero al final perdió los estribos y vino a buscarme.

Sonrío. Me tomó y ahora le pertenezco en cuerpo y alma. Y es mi elección.

Le amo. Quisiera gritarlo.

—¿Es demasiado pronto para decirte que te amo? —Las palabras flotan en el aire, la adrenalina circula por mi sangre haciéndome más imprudente, volviendo posible todo lo que quiero.

Arruga la frente: —¿Kasandra Reyes está admitiendo que me ama o me equivoco?

Qué gracioso. Respiro hondo y decido que no me esconderé más. Mis sentimientos por él no se pueden ocultar, ha hecho mucho por mí en poco tiempo y merece ser amado. —Escuchaste bien. ¡Te amo!

Me sella la boca con un beso y me mira con tal intensidad que me hace derribar cualquier barrera.

—Bien, ¡porque yo también te amo! Más o menos desde la primera vez que te vi. —Lo dice con convicción, sin vacilación, sin pausa.

Él también me ama.

Creo que puedo enloquecer de tantas emociones. Lo aprieto más fuerte porque la necesidad de tenerlo me duele.

Él hunde sus manos en mi cabello, atormentándome con su boca hambrienta, que nunca deja de tocar y besar mi piel.

Su mano deja mi cabello y se desliza entre mis muslos. —Si por alguna razón no te sientes cómoda, tienes que decírmelo —susurra en mis labios y sus dedos tocan mi pubis.

—Quiero que quieras lo que yo quiero —continúa mientras presiona ligeramente sobre la grieta.

Mi mente está nublada, no puedo pensar, espero que él continúe, que me guíe y me haga descubrir un deseo inexplorado.

—¿Sabes qué significa esto? —pregunta moviendo sus dedos sobre la superficie.

—¿Qué?

Sonríe junto mi boca. —Que me tendrás sólo a mí para siempre.

No imaginé que hubiera usado las palabras “para siempre” pero me gustó la idea.

—¿Entendiste? —pregunta al ver que no reacciono.

—Es lo único que quiero. —Mis labios chocan con los de él y mis manos terminan en su cabello.

Su ligero toque en mi intimidad logra hacer que mi cuerpo reaccione mientras se enciende como si la corriente lo hubiera atravesado. Una extraña calidez me invade y quiero que me toque una y otra vez.

¡Oh, Dios mío!

—Adrián. —Dejo escapar el aire que retenía en mis pulmones.

Sonríe satisfecho. Con calma me toca insertando la yema del dedo dentro de mí y es cuando mi cuerpo se estremece y parece haber perdido el entusiasmo y el valor para continuar.

Mi miedo podría arruinarlo todo en cualquier momento y no quiero. Cierro los ojos concentrándome en lo que estoy experimentando, trato de eliminar los pensamientos negativos, escucho su respiración regular.

—Mírame —ordena suavemente—. No dejes que la oscuridad se trague la luz, quédate conmigo. Vive el momento conmigo.

Abro los ojos y parezco flotar en los suyos. Es como si lo tuviera frente al espejo de mi alma.

—Te amo. —Dos palabras cargadas de amor.

Adrián se inclina hacia mí, presionando sus labios contra los míos.

Me estremezco por su amor. Me vuelvo loca por sus besos. Me excito con su contacto.

Sin darme cuenta, mis manos bajan en exploración, queriendo tocarlo como él me toca.

Llego con miedo a su miembro erecto, sin saber bien qué hacer.

Nunca quise pensar en la intimidad con un hombre, estaba convencida de que estaría sola para siempre y ahora no sé cómo manejar lo que está pasando.

¿Debo tocarlo? ¿Cómo le gusta? ¿Debo felicitarme o debo fingir que no pasa nada?

Me tomará por loca, me encuentro a los treinta y tres con una experiencia sexual inexistente desde todos los puntos de vista.

De hecho, nunca quise investigar y recopilar información. Ver su miembro no es realmente una visión elevada, es más un... Dios mío, ¿qué es eso?

—¿Qué pasa? —pregunta arrugando la frente.

Me encojo de hombros y la vergüenza es evidente.

Mi mano agarra su miembro... ¿o debería llamarlo pene? Lo noto palpitar con fuerza entre mis dedos. No es falso, es duro, es real de una manera inquietante.

—Nada —digo poco convencida mientras continuo deslizando mis dedos hacia arriba y hacia abajo. ¿Cómo entrará en mi interior? No creo que pueda hacerlo. ¿Son las dimensiones normales estas?

—Kasandra, ¿qué pasa?

Muerdo mi lengua tratando de contener las palabras, pero fallo miserablemente. —Tengo algunas dudas sobre el tamaño de tu... pene.

Me gustaría enterrarme, nunca me había sentido tan avergonzada en mi vida.

—¿Qué tipo de duda? —Intenta contener una sonrisa espontánea. Muerde la piel de mi cuello y trepa por mi oído—. ¿No es de tu agrado? —susurra cerca de mi lóbulo de la oreja.

—En realidad me preguntaba si es demasiado... —Dejo la frase colgando, él levanta la cabeza y vuelve a mirarme.

—¿Mi pene te parece demasiado qué?

Le miro con la cara en llamas. Lleva su otra mano a mi mejilla y acaricia la piel con su pulgar.

—Grande —digo sin pensar.

Sonríe y añade: —Largo. —Me besa en la nariz—. Excitado —continúa volviéndome loca—. Impaciente. —No se detiene con palabras. Me besa la barbilla—. Atraído por ti—. Me besa en los labios, su lengua se cuela entre ellos, buscando, encontrando la mía y envolviéndola.

Por un momento, ha cesado la parte de hombre delicado y me gusta. Conozco el lado tierno, pero también el autoritario, me encanta cuando se mezclan.

Mueve su mano sobre mis nalgas, acariciándolas con la palma. No quiero estar pasiva, quiero hacerle el amor, no quiero parecer una mujer torpe. Cargada de valor, muevo mis caderas arrastrándome hacia abajo y con su miembro en mi mano froto la punta en mi raja. No se explicar cómo deberíamos sentirnos ahora, pero sé exactamente cómo me siento yo.

Vulnerable.

Excitada.

Impaciente.

Avergonzada.

Asustada.

Adrián me besa de nuevo, aprieta mis nalgas en sus palmas. Puedo sentir los músculos de su cuerpo tensarse, mis piernas envuelven sus caderas, mi mano libre agarrando su hombro.

Sigo frotando la punta impregnada de emociones positivas y el deseo de querer sentirla mía.

Mi cuerpo está envuelto alrededor del suyo y sus labios nunca dejan los míos.

Él y yo. El hombre delicado y decisivo. El hombre que secuestró mi corazón y mi mente.

Sé lo que estoy haciendo, ambos lo sabemos.

Dejo escapar un suspiro liberador. —Haz el amor conmigo. —Mis palabras mezcladas con sus besos son capaces de hacerme rendir, destruyendo cualquier defensa.

—Primero. —Sus manos se deslizan sobre mi cuerpo—. Único. —Se vuelven a encajar con las mías—. Para siempre. —Nuestros dedos se entrelazan—. Primero en besarte. —Me sonríe dulcemente—. El único que te hará el amor —continúa con el deseo que ilumina sus ojos y la firmeza en su voz.

Aguanto la respiración. El hecho de que pueda leerme por dentro es aterrador y tranquilizador al mismo tiempo.

—Para siempre... solos tú y yo. —Deja mis manos y envuelve mi cuerpo en sus poderosos brazos, mientras su miembro pulsa contra mi pubis.

Estoy locamente enamorada.

Me entrego a él por completo, dejándome querer, dejándole tomar mi cuerpo sin reservas.

Siento su mano entre mis piernas, la punta de su pene frotando. Intento cerrar los ojos, pero él me atrae demasiado como para darme por vencida, así que lo miro. Percibo aquel color avellana, tranquilizador y misterioso.

Acaricio su rostro, tocando sus labios con mis dedos. Lo quiero tanto que me voy a volver loca.

Adrián me devuelve una mirada penetrante, mis brazos se envuelven alrededor de su cuello y espero.

Estoy dispuesta.

Para él, para mí, para nosotros.

Me abofeteo mentalmente cuando los recuerdos de algo que no debería salir a la superficie ahora intentan volver.

Tengo que pensar sólo en Adrián.

Todo irá bien.

—No me abandones, amor.

Aguanto la respiración. Toma mi mano, se la lleva a sus labios, la besa mientras sus ojos me ruegan que no lo deje ahora.

—Te amo —pronuncio las palabras como si estuviera soltando lo que tengo dentro, con la esperanza de vivir sólo con hermosos recuerdos.

De repente, Adrián gruñe y se enfada, como si hubiera cambiado de opinión.

—¿Qué pasa?

Mira hacia el suelo. —Tengo que buscar un condón.

Oh, bueno, por supuesto que es necesario, pero tal vez...

—¿Es necesario? —pregunto ingenuamente. Sé para qué sirve, pero es la primera vez, no me gusta la idea de que haya un cuerpo extraño entre nosotros, me gustaría saber qué se siente, notarlo.

Me mira con curiosidad. —Se necesita protección, incluso si estoy limpio, pensé que necesitabas más seguridad.

Sonrío: —Confío en ti.

Su pecho se presiona contra mis senos y sus labios están sobre los míos de nuevo. Mañana pensaremos en las precauciones, esta noche no quiero obstáculos entre nosotros.

—Puedes pedirme que pare en cualquier momento, aunque no quisiera hacerlo.

Sus dedos rozan la grieta y mi cuerpo reacciona, arqueando mi espalda involuntariamente, presionando su mano que me roza con movimientos regulares y decisivos.

—Si te hago daño, dímelo.

Es delicado, pero ahora mismo no quiero que lo sea demasiado, en secreto quiero que la parte autoritaria y decidida prevalezca en él.

Me aferro a sus hombros y lo beso apasionadamente. Sosteniendo su labio entre mis dientes.

—Quiero sentirte. —Muevo mis caderas excitada. Me siento mojada, muy mojada.

—No me estás ayudando, si te pones salvaje, ¿cómo puedo ser delicado? —Parece que me está reprendiendo, pero ahora soy demasiado egoísta para que me importe.

—Estoy excitada. —Jadeo cuando un escalofrío de placer se extiende por todo mi cuerpo. De repente gané confianza y audacia, como si todo lo demás pasara a un segundo plano, como si satisfacer mis necesidades fuera lo más importante.

—¡Mierda! Es tu primera vez, tengo que ser delicado —comenta con frustración.

Sonrío cerca de su boca y busco con la mirada la suya.

Mírame, Adrián, averigua lo que quiero, léeme por dentro.

Muevo mis caderas de nuevo clavando mis dedos en su piel, aferrándome a sus anchos y esculpidos hombros.

Tira de mi pelvis, la punta del pene se desliza lentamente dentro de mí y tomo una decisión apresurada, imprudente y… desesperada. Empujo las caderas con firmeza, convencida de que es mejor y menos doloroso que hacerlo lentamente. Aguanto la respiración mientras él gruñe y se retira interrumpiendo el contacto.

—Ni lo pienses, Kasandra. —Su voz dominante me asusta—. Yo seré quien te guíe, quiero tomarlo con calma.

No estoy de acuerdo, en absoluto. Estoy impaciente por sentirlo dentro de mí.

Se coloca de nuevo entre mis piernas mirándome con gravedad. —Otro movimiento arriesgado y retrocedo. ¿Es eso lo que quieres?

Niego con la cabeza. No quiero que se detenga, voy a enloquecer.

Me besa en el cuello, justo debajo de la oreja. —Esperé tres años, ¿ahora entiendes la tortura que me infligí?

Entiendo. La espera me destruye, quisiera tenerlo de inmediato y no esperar, aunque sea consciente de que me hará daño, pero el deseo rompe cualquier inseguridad y miedo.

—Lo siento —digo cohibida.

Vuelve sus mirada hacia la mía y sonríe satisfecho. —Mi niña rebelde —dice sobre mis labios justo antes de besarme.

Entre los besos ardientes siento su miembro deslizarse dentro de mi intimidad, lentamente, sin prisas.

Las paredes se contraen cuando la punta está dentro y mi cuerpo tenso se aferra desesperadamente a él, a merced de incontrolables sensaciones.

—Mi hermosa mujer —masculla sin dejar de deslizarse dentro de mí.

Un gemido casi imperceptible se escapa de mis labios al entrar por completo, llenándome.

—¿Estas bien? —pregunta preocupado.

Asiento, pero no puedo moverme. Me toma unos segundos acostumbrarme a esa intrusión. El dolor es leve y cuantos más segundos pasan, menos lo noto.

Adrián permanece quieto, dentro de mí, con el cuerpo tenso. Me besa suavemente, acariciando mi rostro, dándome su calidez. Acaba de grabar un hermoso recuerdo en mi mente, uno nuevo que guardaré para siempre.

—Muévete por favor —suplico sosteniendo su cuerpo cerca del mío.

Emite un sonido ronco mientras presiona sus labios contra los míos. Sus movimientos son decisivos, pero puedo sentir que se está conteniendo, temeroso de hacerme daño. Adrián mueve sus caderas y yo trato de acompañar sus movimientos pero, aunque me siento excitada, una parte de mí tiene miedo de poder sentir dolor y mis gestos se vuelven cautelosos. Se desliza hacia adelante y hacia atrás, mirándome para asegurarse de que estoy bien. Un leve placer se cuela en mi cuerpo, como un pequeño fuego que crece lentamente. Me gustaría que se moviera con más decisión, me gustaría sentirlo aún más.

—Adrián —jadeo soltando mi cuerpo, renunciando al control y dejando de lado el miedo al dolor.

—Te amo. —Sus labios no dejan los míos mientras aumenta el ritmo haciéndome sentir mucho placer.

Adrián se mueve con más decisión e insistencia, deslizando una mano por mi espalda hasta que agarra mis nalgas. Mi respiración y la suya se aceleran cuando se hunde en mí, mientras el placer que tanto anhelaba se hace más intenso, pero sé que esto no es todo lo que puedo sentir. Quiero más y él me dará más, pero no esta noche.

Si puramente renunciara al control, podría averiguar cómo sería tenerlo por completo. No lo hará, está en una misión esta noche, quiere ser delicado conmigo, pero yo no quiero que lo sea.

Confío en él.

Empujo mis caderas hacia Adrián jadeando y él reacciona. Sostiene mi cuerpo con fuerza contra él. —Mia. Para. Siempre. —Me besa completamente abrumado y creo que podría desmayarme ahora mismo. No puedo entender lo que me está pasando, pero mi cuerpo parece tener un cerebro propio y no está conectado con mi mente, no quiere hacer todo con calma y se rebela.

Me muevo debajo de él, espero a que diga algo, pero no lo hace. Ruge y parece enojado. Retrocede, luego se desliza dentro de mí con un golpe firme.

Muerdo su labio inferior a merced de la excitación porque ya no puedo controlarme.

—¡Cálmate! —dice con severidad—. Tengo que mantener el control por tu propio bien, ¿por qué no quieres entender?

Lo quiero de todas las formas imaginables, incluso si me duele.

Lo miro a los ojos. —No te entretengas.

Los músculos de su rostro se contraen y lo hace… me complace, se deja llevar, pero no del todo.

Me hace el amor, me trata con dulzura, nubla mi mente, me muestra que el amor puede vencer al miedo.

Él y yo nos pertenecemos, ahora estoy segura.

 

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