Kasandra

Kasandra


Capítulo 25

Página 28 de 43

Capítulo 25

Adrián

—¿Qué haces? —pregunta en voz baja.

Kas tiene la cabeza apoyada en mi hombro, su mano en mi pecho y con una pierna cruzada sobre la mía se aferra a mí. Es exactamente con lo que he soñado durante años y ahora es real.

Ella es mía.

—Estoy contando cuántas pecas tienes en la cara. Duerme un poco más, es temprano —digo colocando un brazo a su lado.

Ese verde intenso de sus ojos es capaz de encantarme, a veces tengo miedo de que me estalle el corazón por lo mucho que amo a esta mujer. Hoy fue la noche de las noches, un torbellino de emociones. Esta mañana me levanté temprano, quería darme una ducha, pero no tenía ganas de moverme y arriesgar a despertarla. Mi princesa durmió feliz en mis brazos y probablemente sea mi culpa que se haya despertado ahora, la estaba tocando. En realidad, estaba examinando cada pequeño detalle de ella.

—¿Tu cuerpo siempre está caliente? —pregunta dibujando pequeños círculos en mi abdomen.

Asiento y ella sonríe. —Me serás útil en el invierno, soy friolera y te convertirás en mi calentador personal —explica mientras se estira.

Es bueno verla a gusto, vulnerable, dulce, graciosa. Esa es mi novia, finalmente se mostró para mí.

—¿Por qué me miras así? —pregunta apoyando su barbilla en mi hombro, rozando mi piel con sus labios mientras noto aquel brillo en sus ojos. Me desea.

—Te miro como siempre, pero estabas demasiado distraída para darte cuenta.

Arruga la nariz. —O demasiado cobarde.

La atraigo hacia mí y la beso en la frente. —¿Pero qué voy a hacer contigo?

Ella se ríe: —Debes tener mucha paciencia.

—Podría terminarlo —respondo mirándola, esperando su reacción que no tarda en llegar.

La duda se está apoderando de ella. —Oh, justo cuando estás cerca de la línea de meta, ¿te rendiste?

Dejo que mi cabeza retroceda y me eché a reír. Creo que nunca he tratado con una mujer tan divertida y la mejor parte es que ella no lo sabe.

—Ya llegué a la meta, si no te diste cuenta —señalo.

Frunce los labios y parece que está a punto de huir. De repente se siente avergonzada, borrando todos los pasos que hemos dado en una fracción de segundo.

—Oye, no te vayas de nuevo.

—¿Qué? —pregunta como si se hubiera despertado de repente.

—No me dejes, quiero que la verdadera Kasandra se quede conmigo, siempre. Cada vez que te deslizas en mis manos y te desvaneces, puedo ver tu tormento y se convierte en el mío.

Se derrite en mis brazos soltándome y sonríe. —No me voy, te lo prometo —suspira—. ¿Qué tal si me hablas de ti? Me gustaría saber algo que aún no sé.

Si esto puede ayudarla a sentirse mejor lo haré con mucho gusto, aunque creo que ella sabe todo de mí, Carlos me dijo que pidió la intervención de un investigador porque al principio no creía que yo fuera el tipo indicado. Estaba enojado en aquel momento, pero me di cuenta de que ella nunca confía en nadie.

—Me encantan las pelirrojas, no lo sabías, ¿verdad? —Bromeo con la esperanza de hacerla sonreír y obtener el efecto deseado.

Mi hermosa novia sonríe.

—Háblame de tu novia.

—Tu eres mi novia.

Oculta su rostro en el hueco de mi cuello y la escucho reír. —Tu ex, entendiste, no te burles de mí.

No quiero hablar de ella, no joder, no en la cama con Kas y después de pasar la noche haciendo el amor.

—¿Por qué debería hablar de ella si estoy contigo? ¿Qué importancia puede tener?

Muevo un mechón de cabello de su frente mientras ella me mira. —Soy curiosa. Me gustaría saber cómo es posible que te dejara ir.

Con todos los argumentos que podía elegir, se centró en mi ex. Mujeres. Nunca podré entender algunos razonamientos.

—No lo hizo. Se suponía que íbamos a casarnos, pero ella tenía un concepto diferente del amor. Me estaba engañando con su vecino y una semana antes de la boda la dejé, desde entonces la borré de mi vida. Fin de la historia. —A ella no parece gustarle mi tono duro, pero no dice nada.

Hablar de mi ex me recordó lo que supe anoche y no puedo contenerme. —¿Por qué dejaste entrar a Iván Volkov en la casa? —pregunto de la nada.

Fija sus ojos en los míos: —Porque tenía una piedra que le pertenecía, representaba un vínculo emocional, pero yo no lo sabía. En realidad, no estaba consciente del viaje que había hecho aquel pequeño tesoro antes de llegar hasta mí —hace una pausa y continúa—, Ir a cenar con él fue una mala decisión, pero quería demostrarle a Carlos que puedo manejar situaciones difíciles. Esto me recuerda que ha decidido no darme más encargos externos en las que tendría que lidiar con hombres, que según él, son peligrosos.

¡Bravo, Carlos! Después lo llamo para agradecerle, ya que es un favor que le pedí.

—Ya sé que está tu mano ahí, no pongas esa cara de satisfacción Herrera.

La beso sin previo aviso. Sus suaves labios no intentan rebelarse, me reciben con dulzura.

—No quiero que tengas nada que ver con ciertas personas y me aseguraré de que no suceda, lo quieras o no.

Aprieta sus ojos como dos rendijas. —Empiezas a gustarme menos —replica ácida—. No me gusta que me priven de mi libertad de elección.

Nadie quiere privarla de nada, pero ahora no está sola, estoy aquí y debe entender que no puede comportarse como si yo no existiera.

¿Quieres decirme que Volkov no lo intentó contigo? Si me equivoco, le diré a Carlos que te devuelva todo. —Espero a que hable, pero no lo hace porque sabe que tengo toda la razón—. Imagínate: Carlos decide enviarme con una mujer, ella y yo juntos. Cenas, viajes, charla trivial y estás en casa esperándome, consciente de que esa mujer se siente atraída por mí. ¿Cómo reaccionarías, Kas?

Ella mira hacia otro lado y golpea con los dedos mi pecho. —Estaría celosa, pero entendería que es trabajo. —Miente descaradamente.

—¿Y si esa mujer lo intentara conmigo frente a ti?

No responde y continúo: —¿Y si después de todo fuera a cenar con ella sin decírtelo y luego la llevo a mi casa? Te diría que acaba de venir a buscar una pieza para la moto y que la cena era necesaria para hablar de trabajo. ¿Qué pensarías? ¿Cómo estarías, Kas? —insisto duramente.

Lamento hacerle esto, pero tiene que entender lo que se siente.

Me mira a los ojos con pesar: —No quise hacerte daño de ninguna manera, te lo juro. Pensé en ti incluso cuando estaba con él, yo nunca...

La callo besándola: —Ahora puedes entender por qué estaba furioso anoche. —La beso de nuevo—. Y Kris fue la guinda del pastel. —Otro beso aún—. Si alguien se acerca, lo destruiré, pero necesito que también tú tengas cuidado, sino me resulta difícil mantener el control.

Juega con los dedos mientras sigue dibujando pequeños círculos en mi pecho. Puede que haya sido duro con ella, pero necesito que comprenda cómo me siento.

—Cuando era pequeña tenía mucha imaginación, inventaba mundos de fantasía y a veces, no podía volver al mundo real. Me imaginaba a un caballero y a una princesa, él la amaba y por ella estaba dispuesto a enfrentarse incluso al malvado dragón que amenazaba el reino de la princesa —susurra con la mirada baja—. La institución donde crecí me cambió, tomó todo lo bueno y lo convirtió en algo retorcido, como un auto que se atasca todo el tiempo, algo que no se puede arreglar y hay que tirarlo. Dejé de fantasear y viví la realidad sin emociones.

La abrazo contra mi pecho. —¿Qué pasó en aquel lugar?

Lo sé todo, pero necesito escucharlo de ella, desearía que confiara en mí.

Aguanta la respiración y su cuerpo se pone rígido. —Al principio estaba confundida, pero en general no se vivía mal. Por supuesto que ya no tenía a mis seres queridos, no había nadie que me contara historias ni me mostrara cariño, pero al cabo de un tiempo conocí a Carlos, aunque los demás niños le temían, me gustaba. Luego llegó un nuevo director...

Su brazo me envuelve, aferrándose a mi hombro como si tuviera miedo de caer. —Fue amable conmigo, pensé que tendría un nuevo amigo, yo era una niña ingenua.

La ira, aquel sentimiento que no me pertenece, en este momento prevalece ante todo.

—Durante muchos años he creído que era mi culpa —suspira exhausta.

—No es tu culpa, era un monstruo y tú una niña. Si supiera dónde está, lo mataría con mis manos.

Kasandra me mira con dolor en los ojos. —Hay cosas que no sabes sobre mí y me temo que podrían cambiar lo que sientes si las descubres.

—Nada podría hacerme cambiar de opinión, te amaría de todos modos.

Con la mirada fija en la mía aprieta sus labios con los dientes. —¿Has hablado con Carlos sobre mi pasado? —cuestiona.

—Sí.

—¿Te lo contó todo? —pregunta. Parece a punto de escapar.

Asiento, fortaleciendo mi aferre sobre ella. No la dejaré escapar, antes o después debíamos enfrentar el tema.

—¿Te contó lo que le pasó al director del instituto?

Leo el miedo en sus ojos.

—No.

Carlos me explicó que ya no es un problema, asumí que lo había borrado de la faz de la tierra y por mucho que no apruebe ciertos métodos, no puedo culparlo. Ferdinando debía tener lo que se merecía.

Me mira fijamente. —Lo maté yo. Le disparé, cinco balas.

Espera mi reacción, como si tuviera miedo de ser juzgada. Pero ¿cómo podría? Ella mató al hombre que la violó.

—Hiciste bien —digo acariciando su rostro.

—¿Qué? —Parece sorprendida.

—Si no lo hubieras hecho, Carlos lo habría hecho, estoy seguro. —Beso su frente y ella permanece en silencio. No estaba preparada para esto, apuesto a que esperaba mi huida.

—Y si todavía estuviera vivo hoy... —la beso—, lo habría hecho yo. Mataría por ti si fuera necesario.

Baja sus defensas y tengo la sensación de que ahora está completamente relajada.

—Creo que soy una persona afortunada —comenta cerca de mis labios, sonriéndome.

—Yo también.

Apoya su mejilla en mi pecho y quedamos en silencio durante varios minutos. Acurrucados, su cuerpo desnudo envuelto alrededor del mío, su respiración regular alivia mi miedo de verla escapar de nuevo. Mi madre me dijo que insistiera y tuviera paciencia, tenía razón y no veo la hora de presentarle a Kasandra, la va a querer, sé que será así.

—Me gustaría presentarte a mi madre —digo de repente dando voz a mis pensamientos.

Levanta la cabeza de repente: —Estás corriendo demasiado rápido, ¿no crees?

No estoy corriendo, pero trato de volar lo más rápido posible y no darte tiempo para escapar.

—Nos conocemos desde hace tres años.

—Pero estamos juntos desde hace poco, ¿qué sabes? Es posible que pronto te canses de mí.

No habla en serio, sus ojos sonríen.

—Siento decepcionarte, pero no me iré a ninguna parte. Te guste o no, estarás atada a mí para siempre.

Frunce los labios. —¿Tú dices?

Me encanta cuando intenta parecer molesta, a mis ojos la hace aún más interesante.

—Está decidido, no puedes volver atrás.

Baja su cabeza sobre mi pecho y respira profundamente. —Si tú lo dices, entonces te creo. —Su mano se desliza sobre mi brazo y alcanza la mía—. Significará que conoceré a tu madre —continúa entrelazando sus dedos con los míos—. Definitivamente me gustará.

Y Kas le gustará ella.

—Vamos a almorzar con ella —digo con satisfacción.

—No puedo seguir tu ritmo, vas demasiado rápido y me estás abrumando —murmura resoplando.

Me río. —Acostúmbrate porque no voy a parar. —Acaricio su cabello—. Si pudiera, iría aún más rápido.

Quiero casarme y formar una familia contigo.

Levantarme cada mañana y mirarla tan pronto como se despierte, ir a la cama por la noche y hacerle el amor cada vez. Quiero todo de ella, pero tengo miedo de asustarla y espero, espero a que esté lista.

Cierra los ojos mientras sigo acariciando su cabello. —Duerme mi amor.

—Adrián. —Su voz es débil, una señal de que todavía tiene sueño—. Anoche fue la mejor noche de mi vida. —Se acomoda mejor en mis brazos—. Y gracias por esperarme.

—He estado esperando disfrutar del amanecer más hermoso que mis ojos hayan visto —susurro en su cabello mientras se adormece. Muevo los mechones esparcidos sobre sus hombros y acaricio su rostro, cerrando mis ojos también.

Me rindo al agotamiento como ella, con el calor de su cuerpo contra el mío, su aliento haciendo cosquillas en mi piel y su corazón latiendo sin parar.

Finalmente la siento mía.

 

 

Ir a la siguiente página

Report Page