Jane

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Capítulo 10

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Capítulo 10

 

Traducido por Angica3101

Corregido por Carmen15

 

A la mañana siguiente, la casa se encontraba en completo silencio. Traté de despertar a Maddy para que fuera a la escuela como de costumbre, pero por más que intentaba despertarla, volvía a quedarse dormida. Al final, decidí sostenerla y tratar de vestirla como si fuera una muñeca de trapo, pero se volvió a quedar dormida otra vez mientras le intentaba sacar la camiseta por la cabeza, en ese momento me di por vencida y decidí dejarla quedarse en casa. A las 11a.m., por fin se despertó.

Estaba untando unas tostadas cuando el Sr. Rathburn entró en la cocina. Su mirada se dirigió más allá de mí, en dirección al comedor donde Maddy estaba sentada tintineando con una cuchara contra una hilera de vasos con agua a medio llenar, improvisando una canción. Cuando su mirada se posó en mí otra vez, se veía un poco molesto y pensé que tal vez me reprendería por dejar a Maddy en casa sin su permiso, pero luego me sorprendió lo que me preguntó.

—¿Por qué decidiste irte de la fiesta anoche cuando te pedí que te quedaras? Kitty me dijo que te dolía la cabeza, pero te conozco demasiado bien para creerme eso. A mi parecer sólo estabas buscando una excusa para retirarte.

—Tenía dolor de cabeza —le dije—, y estaba buscando una excusa para regresar a mi habitación.

Él arqueó una ceja. Su cabello aún estaba húmedo y había usado una loción para después de afeitar que me hizo pensar en el olor de la madera y clavos.

—¿Es eso cierto? —preguntó—. Sabes que desperdiciaste una gran oportunidad de haber sido vista con los ricos y famosos. Cualquier persona habría dado su brazo derecho para venir a la fiesta.

Comencé a mezclar un poco de canela y azúcar en un pequeño tazón. —¿Habrá que ver por quién, Sr. Rathburn?

—Ingrata. —Abrió un armario y comenzó a rebuscar en él, finalmente encontró una caja de cereales. Luego abrió otro armario—. ¿Quién se ha llevado los platos?

Los encontré y le entregué uno.

—Gracias. —Abrió el cajón en el que se encontraban los cubiertos—. ¿Qué? ¿Están todas las cucharas sucias?

Saque una del lavavajillas y se la di.

—Walter hizo algo de café —le dije.

—Sí, bueno. —Colocó un poco de leche sobre el cuenco—. ¿No perturbaría tu preciosa soledad si desayuno contigo y con Maddy?

—Mi soledad no es oro y a Maddy le gustaría mucho que la acompañara.

Maddy chilló de alegría cuando su padre se sentó a su lado. Él le besó la frente y el pelo enmarañado. —Vas a ir a la granja después de que estés vestida —le dijo—. Vamos a practicar. Te gustaría venir, ¿verdad?

Maddy asintió enfáticamente. —¿Dónde está mi regalo? No lo olvidaste, ¿verdad?

—Solo en eso piensas. —Él me dio una pequeña sonrisa a regañadientes—. Termina tu tostada de canela. Luego, ve a buscar en la maleta que está en mi habitación. Pero lávate las manos primero. —Después de decir eso se dirigió a mí—. Entonces, Jane. ¿Qué te parece?

Extrañada, por su pregunta esperé a que dijera algo más.

—Bianca —me dijo—. ¿Qué piensas de ella?

¿Qué era lo que le podía responder? Pensé en varias respuestas y elegí la que me parecía la más diplomática.

—Es muy hermosa.

—Bueno, por supuesto que lo es. Contaba con que tuvieras una idea. ¿Qué piensas de ella?

Pensé en el brillo de enojo que había apareció en su mirada cuando vio a Maddy, también en la conversación que había oído la noche anterior.

—Apenas he hablado con ella —dije finalmente.

—Bueno, habla con ella entonces. Quiero saber si la apruebas.

—Pero eso no es de mi incumbencia.

—En este momento lo estoy haciendo de tu incumbencia —entonces su voz se suavizó—. Confío en tu sentido común.

—No creo que ella quiera hablar conmigo.

—¿Estás diciendo que es una snob?

—No —volví a escoger mis palabras cuidadosamente—. Parece estar más interesada en hablar con usted que conmigo, por lo que su juicio sobre su personalidad sería más adecuado que el mío.

—Huh —terminó su cereal en silencio, luego se levantó para poner su plato en el fregadero y se sirvió un poco de café. Maddy estaba terminando su último bocado, cuando él dijo—. Y una cosa más, hija mía —le dijo a ella.

—¿Sí, papá? —Ella miró hacia arriba con un rastro de migas alrededor de la boca.

—Trae a la Srta. Jane contigo al ensayo. —Él me miró fijamente aunque se estaba dirigiendo a Maddy—. No la dejes salir corriendo como un conejo asustado.

Luego se fue.

 

 

Poco después del mediodía, la música se comenzó a escuchar desde el granero interrumpiendo la relativa tranquilidad de la casa. Maddy se había emocionado con el caro caleidoscopio que su padre le había comprado, había gritado de emoción por los patrones de colores cambiantes que éste hacía, pero cuando sonó el primer acorde de la guitarra, dejó el juguete a un lado.

—Vamos a ir a ver a papá, él dijo que podíamos.

—Sí, vamos. —Me puse de pie y sacudí el pelo negro de Copilot que estaba sobre mi falda. No importaba cuántas veces lo limpiara, la aspiradora no era rival para la exuberante cantidad de pelo que tenía.

Maddy me agarró la mano y me jaló. —Vamos, vamos, vamos. —Comenzó apurarme.

En nuestro camino por la colina hacia el establo, sentí una inquietud, ahora familiar que me superaba. Kitty, Yvonne e incluso Dennis habían sido muy amables conmigo la noche anterior, la oportunidad de pasar más tiempo con ellos no disminuyó mi temor de ver al Sr. Rathburn coquetear con su nueva novia. Pero estaba claro que no tenía otra opción.

Seguí a Maddy hasta la puerta roja oscilante del granero, un edificio que hasta entonces sólo había visto desde la distancia.

En el interior, cualquier parecido a un granero común desapareció. Su interior, que había sido construido con madera estaba equipado con toda clase de altavoces y equipos de música. Sillones de mimbre y sofás de dos plazas estaban esparcidos alrededor. Mitch estaba sentado garabateando notas en lo que parecía una silla muy incómoda, Javier rondaba cerca esperando instrucciones. También había un grupo de hombres con camisa de color  gris. ¿De dónde habían salido? me pregunté, éstos se encontraban trabajando hábilmente alrededor de la banda ajustando los instrumentos que usarían para el ensayo.

Cuando entré con Maddy los vi bromeando e improvisado. El Sr. Rathburn tocaba una guitarra eléctrica, escuchando atentamente la melodía.

—¡Ya basta! —gritó de repente—. No puedo oír ni mis propios pensamientos. —Los roadies{11} y la banda se quedaron en silencio, el Sr. Rathburn comenzó a tocar otra vez—. Está desafinado —dijo finalmente y uno de los hombres de camisa gris se apresuró a cambiar la guitarra por una diferente.

¿Dónde estaban Yvonne y Kitty? —me pregunté, entonces recordé que todavía debían estar en la casa de huéspedes. ¿Y dónde estaba Bianca Ingram? La había visto antes, mientras se servía café en la cocina; el pelo largo y suelto, peinado de tal manera que un mechón de cabello oscuro cayera alrededor de su rostro dándole una mirada casual, estaba vestida con unos vaqueros azules desteñidos y unos tacones de aguja de plata que acentuaban su figura. Honestamente, me pregunté, ¿quién podría trabajar en unos zapatos como esos? Pero tuve que admitir que si alguien podía, ésa era probablemente Bianca Ingram.

Maddy optó por sentarse en el sofá que quedaba frente al micrófono de su padre, luego dio algunas palmaditas en el sofá de al lado para que me uniera a ella. Le hice poner los tapones para los oídos que Lucía guardaba para ocasiones como ésta, entonces deseé tener un par para mí. No había oído música en vivo desde que mi mejor amigo en la universidad me había arrastrado a varios clubes durante nuestro primer semestre. Incluso en algunas ocasiones había aceptado acompañarlo y hasta ese momento todo lo que había oído me había causado terribles dolores de cabeza, así que me preparé para la ola de sonido que iba a venir. Aun así, me encantaba tener la oportunidad de observar al Sr. Rathburn sin ser vista. Absorto como estaba, no se dada cuenta en absoluto de lo que pasaba a su alrededor.

Un momento más tarde, él levantó una mano, señaló a los demás y comenzó a dar instrucciones. —Vamos a trabajar en Blue Moon Rising, en clave Do. ¿Estáis listos? —Entonces empezó a contar—. Uno, dos, uno, dos, tres, cuatro —y la banda comenzó a tocar una canción que no había oído antes. Era fácil encontrarle el gusto, era pegadiza y animada a pesar de que, como había escuchado en sus discos, la melodía de la canción no iba al mismo ritmo que su letra. Me esforcé por distinguir algunas palabras, en capturar una frase aquí o allá por encima del torrente de sonido, sólo lo suficiente para conocer la esencia general de la canción. Era  acerca de estar atrapado en la cara oscura de la luna. La canción trataba sobre la soledad y el aislamiento. ¿Era esto acerca de él? me pregunté. ¿Podría el Sr. Rathburn, con todos sus fans, amigos y empleados, realmente estar solo? Si es así, entonces, ¿por qué es que tantas veces quiso hablar conmigo?

También me preguntaba, ¿cómo no me había gustado antes la voz del Sr. Rathburn al cantar? ¿Por qué la había postergado y la había lanzado al olvido? Ahora, para mi oído, su rugosidad era más auténtica, más conmovedora, con una voz más fluida y delicada. Mientras cantaba, me di cuenta de cómo se inclinaba hacia atrás, usando su cuerpo entero en su voz, sus hábiles dedos tocando los acordes de la guitarra lanzando una idea de último momento con tanta facilidad. Lo observé cuando realizó un solo, su atención se desviaba de su voz a sus dedos y éstos eran muy rápidos. Me hubiera gustado ver al mismo tiempo las expresiones de su rostro y la de sus dedos que se movían sobre las cuerdas con maestría, para no tener que apartar mi mirada de uno para mirar al otro.

Entonces algo primitivo despertó en mí. Con una respiración profunda, me pregunté cómo se sentirían esos dedos sobre mi piel, pero ¿qué estaba haciendo? ¿Por qué estaba pensando en el Sr. Rathburn de esa manera? Además de torturame a mí misma. Me obligué a mirar hacia otro lado, enfoqué mi vista en las sombras que se proyectaban detrás del escenario y me sorprendí al ver a Bianca Ingram, inmóvil como un cazador acechando un ciervo, con su cámara fija en mí.

Un momento después, bajó la cámara y me miró, su rostro expresando un claro disgusto. Entonces se fue y si me inspirara menos confianza, podría haber creído que había imaginado todo.

—No, no, no —se escuchó la voz del Sr. Rathburn por encima de la música. La banda se detuvo—. Lonnie, trata de no acelerarme. Quiero que sea constante. —Ahora Bianca se encontraba al frente del escenario, tomando foto tras foto de Nico, aunque él no parecía darse cuenta—. El ritmo no es el adecuado en absoluto. Tommy, hombre. Con más fuerza.

Tom murmuró algo entre dientes.

—Si no lo vas a hacer, voy a encontrar a alguien con más voluntad —dijo el Sr. Rathburn bruscamente—. Una vez más. —Y empezaron desde el comienzo.

Por un momento, Maddy escuchó la música de su padre con más concentración de lo que hubiera creído posible, con las piernas balanceándose y con toda la intención en su mirada. Después de cuarenta y cinco minutos más o menos, se deslizó de su asiento y comenzó a bailar cerca del escenario, su ballet con movimiento delicado. Estoy segura de que deseaba que su padre le prestara un poco de atención, pero él estaba concentrado en su música.

Entre la canción, comenzó a exhortar a la banda. —Con más fuerza, con más fuerza. Suena increíblemente descuidado —para mi oído no entrenado, sonaban perfectamente profesional—. A la mierda, Dennis, ¿no puedes poner un poco de alma en lo que haces?

En la siguiente ejecución, el Sr. Rathburn de nuevo volvió a gritarle a Dennis. —Ahora te estás retrasado en los bajos. Necesito que lo hagas con sentimiento y con ritmo ¿No puedes manejar las dos cosas? —Estoy casi segura de que habría encontrado al Sr. Rathburn aterrador si no supiera lo rápido que su ira podría dar pasó a la gran gentileza que se escondía detrás de su expresión.

Justo en ese momento, Bianca se acercó donde estaba haciendo piruetas Maddy, tomando fotografía tras fotografía hasta que la niña levantó la vista, vio a su público y comenzó a posar para ella, sonriendo, e incluso haciendo una reverencia. Bianca frunció el ceño y se alejó tan rápido como había llegado, al parecer estaba molesta porque su tema había dejado de ser espontáneo y natural. Maddy me miró desconcertada por lo que había pasado. Era inútil tratar de hablar con Maddy, ya que tendría que gritar para hacerme oír. En cambio, la llamé y ella se sentó a mi lado con su cabeza sobre mi regazo. Nos quedamos juntas escuchado hasta que la banda finalmente pudo tocar bien la canción.

—No está mal —declaró el Sr. Rathburn—. Pero vamos a intentarlo de nuevo. Todavía podemos conseguir hacerlo con más fuerza.

Unos minutos después, la banda se tomó un descanso.

Mientras que el Sr. Rathburn hablaba con Dennis, Bianca se unió a ellos en el escenario para tomar algunas fotografías en primer plano, primero de la pareja y luego del Sr. Rathburn solo con su guitarra todavía colgando de su cadera.

—¿Aún no has tenido suficiente? —le preguntó, bromeando—. ¿No es hora de que te busques otro tema?

—Todavía no. —Ella bajo su cámara e hizo un pequeño movimiento de rotación con la mano—. Ahora date la vuelta para que pueda obtener una imagen de ese famoso culo.

El Sr. Rathburn rió. —Tendrás que atraparme cuando esté de espaldas. Y buena suerte con eso, no es como si pudiera quitar mis ojos de ti.

Bianca se acercó un poco más y le dijo algo que no alcancé a oír. El Sr. Rathburn, con el brazo sobre su hombro, le susurró algo a cambio. Ellos se veían tan naturales estando juntos; dos seres sumamente seguros, juntados por las leyes inexorables de la fama—, es lo que pensé en ese momento.

Él volvió a susurrar algo al oído de Bianca y ésta se deslizó de debajo de su brazo—. No aquí —le oí decir a ella con una sonrisa—. Más tarde. Esta noche.

—¿Es una promesa?

—Yo no hago promesas. Ponte al día conmigo y después ya veremos.

—Huh. No hay nada que me guste más que un desafío. —Su dedo se deslizo con suavidad por su mentón y comenzó a inclinar su cara hacia la suya. Por un momento, contuve el aliento, seguro de que iba a besarla—. Pero hay una cosa que puedes hacer por mí ahora. Aquí mismo, en el acto.

Ella se inclinó y le volvió a susurrar al oído.

—Tienes una mente sucia —el tono de su voz daba a entender que no le había molestado lo que le había propuesto—. Guárdala para después. Ahora, sin embargo, puedes dejar que haga esto. —Su mano encontró el clip de la horquilla en forma de mariposa que le sostenía el cabello. Se lo retiró y el cabello oscuro cayó cubriendo su espalda.

—Llévalo así, esa es la manera en la que me gusta.

—No recibo órdenes de los hombres. Ni siquiera de los hombres como tú.

—No es broma. —Él se arrodilló—. Tú eres la reina y yo soy sólo uno de tus súbditos. Por lo tanto, considéralo como una humilde petición. Déjame ahogarme y perderme en ese maravilloso pelo negro. —Se enderezó y se acercó a ella, tomando una respiración profunda, aparentemente aspirando el aroma de su champú. ¿Acaso no se daban cuenta de que los estaba viendo?

—Estás loco —dijo Bianca contenta. Entonces él le tomó la mano, le dio la vuelta en la suya y le besó la delicada piel de su muñeca.

Sentí que mi corazón se detenía, como si me hubiera dado cuenta del río de emociones que había estado cruzando. Cada palabra y cada gesto que le dedicaba me había afectado, pero nada me dolió más que la visión de ese beso. No pude evitar observarlo, estaba totalmente impotente. Y no estaba sola. Maddy se había sentado en la silla y los observaba con los ojos muy abiertos.

Quería poner mis manos sobre sus ojos. En cambio, me puse de pie y le dije:

 —Es hora de tu siesta —con la voz más firme que pude reunir en ese momento—. Vámonos.

Protestó levemente, por lo que fui capaz de llevarla a su habitación sin demasiada lucha. Después de leerle un cuento, me senté en su cama durante un momento considerando lo que debía hacer a continuación. El Sr. Rathburn me había ordenado prácticamente estar presente en el ensayo, pero la idea de volver a estar presente y ser la observadora número uno de sus intimidades con Bianca, o de lo que pudiera escuchar... era algo que no podía imaginar.

Me retiré silenciosamente de la habitación de Maddy y me preparé para esconderme debajo de las sábanas de mi cama hasta que el resto del ensayo hubiera terminado. Antes de que pudiera llegar a mi puerta, me fijé en algo brillante y pequeño que estaba en la alfombra del pasillo, era uno de los adornos para el cabello de Maddy. Cuando me agaché para recogerlo, escuché a alguien acercarse. Me levanté de prisa y quedé cara a cara con el Sr. Rathburn.

—¿Cómo estás? —me preguntó. Lo cual me pareció una pregunta extraña. ¿Cómo debería estar?

—Estoy bien —le dije.

—¿Por qué no viniste a hablar conmigo en el granero? —Otra pregunta extraña. Ya que primero había estado muy ocupado con el ensayo y después había estado enfrascado en una conversación con Bianca.

—No quería interrumpir.

—¿Qué has estado haciendo mientras yo he estado muy ocupado con mis invitados?

—No mucho. Estar a Maddy, como siempre.

—Te ves pálida. Me di cuenta hasta el final. ¿Te vas a venir abajo?

—Estoy cansada.

—Y un poco deprimida —dijo—. ¿Qué pasa? dime.

—Nada, Sr. Rathburn. No estoy deprimida.

—Pero te ves triste. No te he visto sonreír durante toda la mañana y ahora parece que estás conteniendo las lágrimas.

Cuando lo hubo dicho, las lágrimas se derramaron, era imposible contenerlas. El Sr. Rathburn se acercó a mí como si fuera a quitarlas de mi cara con sus manos. Luego se echó hacia atrás y metió las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros negros —tengo algún pañuelo por aquí.

—Está bien. Solamente iba a…

—Tengo que volver al granero —dijo—. Los muchachos están esperándome para continuar con el ensayo. Voy a dejarte ir, Jane. Te daré algo de tiempo. Pero después de la cena de esta noche, te quiero en la terraza con mis otros huéspedes. Dondequiera que estemos, quiero que estés ahí por el resto de su visita. Ahora vete a descansar. —Y entonces vino hacia mí de nuevo, esta vez con los brazos extendidos, como si con eso pudiera envolverme y darme un poco de consuelo. Pero entonces se detuvo, se mordió el labio, dobló sus brazos y se alejó.

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