Igor

Igor


Capítulo cinco

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Capítulo cinco

Aunque había intentado evitarlo, la obsesión por volver a verla había controlado gran parte de su día.

Entrenó muy duro, ambicionando que el trabajo físico alejara sus pensamientos, pero, al parecer, todo cuanto hacía en ese sentido parecía en vano… Así que, renunciando a sus instintos de olvidarse de esa chica, salió del gimnasio y se fue a su habitación para pegarse un duchazo e ir a ver si lograba verla.

No era tan tarde, apenas las cinco, así que, tras quitarse el sudor bajo el chorro de agua, se secó rápidamente y fue a su vestidor para decidir qué ponerse. Se puso rápidamente un bóxer; unos vaqueros claros rasgados; una camiseta negra, entallada y de popelina elástica, de Boss, su marca favorita, y unas zapatillas deportivas All Star, también en negro. Luego se peinó el cabello húmedo con los dedos, cogió sus objetos personales, billetera y móvil, se puso un reloj de marco cuadrado y salió de allí para dirigirse hacia su Porsche.

No tardó en llegar a Menlo Park. Buscó dónde aparcar el coche y, de inmediato, se bajó de éste. Su corazón palpitaba con fuerza y, aunque no era la forma típica en la que él reaccionaba con una mujer, trató de no ofuscarse por hacerlo…, simplemente dejó que su ansiedad escalara, ya que, al parecer, con Emers la cosa era así y no iba a buscarle explicación.

Su vehículo quedó aparcado en la esquina; lo dejó ahí a propósito, en el estacionamiento del Starbucks, pues prefirió caminar hasta el local y comprobar por él mismo el panorama. Cuando comenzó a andar, la vio de pie en la acera, mirando hacia arriba, hacia los ventanales de la planta superior del estudio. Su pelo brillaba con la luz del día, emitiendo destellos. Llevaba puesta ropa de deporte: unas mallas rojas que le marcaban un culo alucinante y una sudadera negra.

Emers, en ese instante, se tocó la cabeza y miró a alguien que salía del estudio, un hombre joven de muy buen porte que era bastante atractivo y que se acercó a decirle algo. La chica apoyó su mano en el hombro de éste; parecía abatida, por lo que aquel tipo la acurrucó en un abrazo mientras le acariciaba la espalda.

—Hola —dijo Grayson al aproximarse a ellos, y Emers levantó la cabeza del hombro de quien la estaba conteniendo, al tiempo que se giraba para mirarlo con brusquedad.

—Grayson… —Su nombre sonó en su voz con asombro—. Hola, ¿qué haces otra vez por aquí?

El tipo que la acompañaba no se preocupó en soltarla, y la vista de Igor vagó por el agarre de éste.

Emerson lo notó de inmediato, así que se apresuró a presentarlos.

—Te presento a Cristiano, mi socio. Cris, él es mi salvador de anoche —le aclaró a éste.

Grayson le tendió la mano y saludó al hombre con un fuerte apretón, sin poder evitar pensar si, además de ser su socio, había entre ellos otra clase de relación que los involucrara de un modo más cercano. Ambos parecían muy cómodos el uno con el otro, y no se apartaban.

—Gracias por salvarla de ese energúmeno, fue una suerte que justo pasaras por aquí —aseguró Cristiano—. Y anoche no se conformó con venir una primera vez a por Emers, pues regresó y rompió todos los cristales de la parte superior. Su imagen ha quedado registrada gracias a las cámaras de seguridad —le aclaró, mirando hacia arriba—. Acaban de irse los trabajadores que los han repuesto.

—¿Habéis hecho la denuncia?

—Emers no ha querido presentarla; prefiere dejar las cosas así para no exaltarlo más.

—Ya se olvidará —intervino ella.

—A mí me parece que no debes tomar sus actos tan a la ligera. Debes darle una advertencia para que no se le ocurra regresar—opinó Grayson.

—Ya sabes el dicho, perro ladrador, poco mordedor, así que no creo que se atreva a más. Por otra parte, si se ha ensañado con el estudio significa que no sabe dónde vivo, hecho que me deja más tranquila.

—No es justo que vivas con miedo.

—Lo mismo le he dicho yo —acotó Cristiano—. Bueno, os dejo para que converséis, tengo trabajo. Ha sido un placer conocerte, Grayson, y muchas gracias por salir en su defensa anoche.

—Sólo hice lo que cualquier hombre debe hacer cuando ve que maltratan a una mujer.

—Cierto, pero hay muchos que no se meten en una situación así. Por suerte, tú sí lo has hecho. —Le dejó un beso en la sien a Emers, y Cristiano, finalmente, se perdió dentro del edificio.

Ella metió las manos en los bolsillos de su sudadera y se miró los pies; luego levantó tímidamente la vista hacia él y lo miró a los ojos.

—No me has dicho qué haces por aquí.

—Tenía que hacer un encargo cerca de aquí y se me ha ocurrido pasar a ver cómo está tu ojo. —Él le

sujetó el rostro por el mentón con una mano y le acarició la zona amoratada con la otra—. No se ve nada bien, ¿te duele?

—Sólo un poco; todo depende del movimiento que haga con la cara.

El contacto de su mano rozando su piel con suavidad la hizo estremecerse; sólo rogaba que él no se hubiera dado cuenta. Instintivamente, mientras le contestaba, su vista se posó en sus labios. Se sintió estúpida por ponerse tanto en evidencia, parecía haber perdido por completo el orgullo.

—¿A qué hora terminas de trabajar?

—A decir verdad, no tengo un horario fijo. Ya sabes, cuando uno es el jefe, las horas de trabajo, muchas veces, se alargan, y… además, con todo esto, hoy no he hecho casi nada.

—¿Otra vez me vas a rechazar? Mira que no acostumbro a volver a pedir una oportunidad. En realidad, y para serte muy sincero, nunca pido nada, sólo tomo lo que quiero.

—Estoy segura de que las chicas se arrojan a tu paso, pero ése no es mi caso —replicó con ímpetu, haciéndole saber que su poca modestia no le gustaba.

—Estás en lo cierto, suelen arrojarse a mí, y tal vez por eso tú me has intrigado. ¿O acaso… Cristiano y tú…?

—No, él es mi mejor amigo y mi socio, nada más que eso, pero no seas tan engreído. Eres atractivo, salta a la vista, pero acepta que alguien te pueda decir que no.

—Jamás. Nadie me dice que no, y tú no serás la excepción. Vayamos esta noche a tomar una copa.

Dime dónde quieres que pase a recogerte. —Él sacó su teléfono del bolsillo trasero de su pantalón—. ¿Has repuesto tu móvil?

—Sí, hoy temprano.

—En ese caso… —Le entregó su teléfono—. Graba tu número para que pueda enviarte el mío.

—Grayson…, no creo que sea una buena idea que tú y yo salgamos. Hace tiempo que dejé de aceptar citas; estoy alejada de las complicaciones, y te aseguro que así es mucho mejor.

—No quiero ser una complicación en tu vida, y tampoco busco eso en la mía… pero… el destino nos cruzó, así que tal vez sería bueno salir sólo una vez y conocernos un poco más. Una buena cena, acompañada de una excelente charla, no puede hacernos ningún daño, ¿no crees?

Primero la había invitado sólo a tomar una copa, pero en ese momento había dicho cena; de pronto se había vuelto ambicioso, y esperaba que ella aceptara.

Emerson dosificó el peso de su cuerpo, transportándolo de un pie al otro; parecía que lo estaba meditando mientras no le quitaba el ojo de encima. En verdad lo estaba haciendo… Salir con Grayson era todo lo que deseaba; él no podía imaginar lo tentadora que era su oferta, pero King era una gran complicación en todos los sentidos. Sin embargo, su sano juicio y su deseo no se condecían, así que estiró el brazo, cogió el móvil que él le ofrecía y le anotó su número.

«A la mierda los prejuicios. Nadie me podrá quitar lo bailado. Además, él no tiene por qué enterarse de quién soy, y yo podré quitarme las ganas que le tengo.»

Grayson cogió su teléfono y rápidamente agregó el contacto; seguidamente le envió un mensaje para que le llegara y pudiera registrar el suyo. El móvil de Emers vibró en el bolsillo de su chaqueta, así que ella lo sacó y se sonrió mientras guardaba su número. A continuación le envió un mensaje con su dirección.

—¿Te parece que pases a recogerme a las ocho por mi casa? Tengo un día complicado y no me podré desocupar antes.

—Me parece perfecto. Me voy —anunció—, pero asegúrame, para que me quede más tranquilo, que cuando salgas de aquí no lo harás sola como anoche.

—Descuida, tendré cuidado. Nos vemos más tarde, necesito ir a trabajar.

—No te robo más tiempo… por ahora; dejaremos la distracción para la noche.

Ambos sonrieron. Grayson se acercó, le dejó un beso en la comisura de los labios y luego se marchó.

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