Horror 2

Horror 2


Introducción

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Introducción

La contemplación de una pila de ejemplares de la revista norteamericana Twilight Zone (TZ para los entendidos) puede convertirse al mismo tiempo, y paradójicamente, en un sueño dorado para un lector de temas de terror y fantasía, y en una pesadilla desquiciante para un compilador riguroso de antologías de uno y otro género.

La razón es obvia:

El primero encontrará en los números atrasados de TZ una plétora incomparable de cuentos escrupulosamente escogidos, críticas de libros, comentarios de películas, guiones de programas de televisión de la serie que en España se proyectó con el título Dimensión desconocida, y reportajes de autores veteranos y noveles, siempre bajo el signo del terror y la fantasía.

El segundo hallará lo mismo, pero semejante cúmulo de literatura de primer orden no hará sus delicias, sino que le obligará a aguzar al máximo su sensibilidad y convertirá en un calvario la tarea de selección. ¿Por qué incluir en la antología este cuento y descartar aquel otro? ¿Cuál es el matiz exquisito que marca la superioridad de los trabajos elegidos sobre los restantes? ¿Y cómo disipar el sabor amargo que queda en la boca cada vez que se elimina una narración para la que no queda espacio, pero cuyos méritos son contundentes?

La solución, por supuesto, consistiría en publicarlo todo, con la certeza absoluta de que lo que pasó por el filtro severo de TZ ya tiene ganado un lugar en la historia del terror y la fantasía. Tal vez más adelante se pueda materializar este objetivo ideal.

Mientras tanto, al lector de esta antología le bastará echar un vistazo al índice para darse cuenta de que Rod Serling, el mítico fundador de TZ, supo hacer bien las cosas. Y luego, si es un poco observador captará otro detalle: los autores han sido ordenados alfabéticamente porque la primitiva intención de escalonarlos por sus méritos, por su veteranía, por su adscripción a la lista de los clásicos, o por las virtudes específicas de los cuentos aquí incluidos, sólo serviría para terminar de complicar las cosas.

Por un motivo u otro, desde un punto de vista o desde otro distinto, todos los cuentos aquí incluidos son sobresalientes. Stephen King se antepone, por orden alfabético, a su colaborador circunstancial Peter Straub, pero a éste se le adelanta Robert Sheckley, y antes que todos ellos aparecen Ramsey Campbell y William Hope Hodgson (sí, el autor de Los náufragos de las tinieblas, que tanto admirara Lovecraft). Estos pocos nombres bastan para dar una idea de la tarea ímproba y plagada de injusticias que habría tenido que enfrentar el antologista si hubiese querido discernir prioridades.

Además, junto a otros nombres igualmente famosos, hay otros menos conocidos, o francamente desconocidos, que darán que hablar en el futuro. No en vano impresionaron suficientemente a los directores de TZ. No en vano han sido incluidos en esta antología. También ellos están en la primera línea.

Ciertamente, cada lector construirá su propia lista de cuentos predilectos, y tal vez no habrá dos que coincidan entre sí. Pero de lo que estamos seguros es que nadie podrá decir que un cuento desentona o está de más, e incluso es posible que algún aficionado modifique sus preferencias con cada nueva lectura. Porque ésta es nuestra otra certeza: los cuentos de TZ se leen más de una vez, y no se olvidan jamás.

LOS EDITORES

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