Hasta que nos quedemos sin estrellas

Hasta que nos quedemos sin estrellas


28. La noche que nunca existió

Página 37 de 52

Es la primera vez que me atrevo a pronunciar estas palabras en voz alta. A abrirme así con alguien. Y, con lo mucho que me ha costado, durante un instante casi deseo que Liam sí las recuerde mañana.

—¿Y te seguiría gustando tanto si fuera una lombriz?

No sé qué reacción esperaba de alguien que se ha bebido media botella él solito.

—Pues claro que no —contesto.

Frunce el ceño superofendido.

—¿Es que solo te gusto por mi físico?

—Tampoco podría disfrutar de tu personalidad si fueras una lombriz.

—¿Por qué no?

—Porque las lombrices no hablan. Duérmete de una vez.

—¿Por qué siempre eres tan mala conmigo?

Me tiembla la sonrisa. Sé que no va en serio, pero me sienta como una patada en el estómago de todas formas.

—Sí, Liam —accedo finalmente—. Sí que me gustarías aun siendo una lombriz.

Su expresión cambia de manera radical y esboza una sonrisa, visiblemente satisfecho consigo mismo.

—Estás loca por mí —me asegura cerrando los ojos.

Yo me limito a acurrucarme a su lado. Sigo pensando en lo que he dicho hace un momento. Liam me rodea con un brazo y me acaricia el pelo con la otra mano, y yo me estiro para apagar la luz. Una vez que estamos a oscuras, nos quedamos en silencio durante lo que parecen horas.

Pero ninguno de los dos se duerme.

—Maia —murmura pasados unos segundos.

Muevo la cabeza para mirarlo.

—¿Sí?

—Maia —insiste.

—¿Qué?

—Maia —vuelve a repetir, como si mi nombre le pesara en la boca.

—¿Se puede saber qué quieres?

—Si te lo digo, ¿me prometes que no me dejarás durmiendo solo?

—Lo prometo.

Silencio.

—Creo que estoy enamorado de ti.

Y, de pronto, ya no puedo respirar. Es como si el corazón se me detuviera durante un segundo y después se pusiera a latir otra vez, pero con mucha más fuerza que nunca.

—Estás volviendo a decir cosas sin sentido —susurro. Intento que no se dé cuenta de lo tensa que estoy.

De nuevo, se hace el silencio.

—Tienes razón. Estoy muy borracho.

—Y mañana no te acordarás de nada.

—Probablemente no.

Me pican los ojos de las ganas que tengo de llorar.

—Buenas noches, Liam.

Me doy la vuelta sobre el colchón para darle la espalda. Y, al igual que en aquella ocasión, cuando me llamó supernova por primera vez, él se toma unos instantes para contestar.

—Sí, buenas noches.

Ir a la siguiente página

Report Page