Evelina

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Parte Primera » Carta I

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CARTA I

De lady Howard al reverendo señor Villars

Howard Grove

Existe tal vez, muy señor mío, hecho más penoso para un corazón amigo que la necesidad de comunicar una noticia desagradable? En verdad, a veces es difícil discernir si es más digno de compasión aquel que escribe la mala noticia o su destinatario.

Acabo de recibir una carta de madame Duval: verdaderamente no sabe cómo proceder. Parece deseosa de remediar el daño causado y sin embargo le gustaría que el mundo la considerase libre de culpa. De muy buena gana descargaría sobre otra persona el odio de aquellas desgracias de las cuales ella es la única responsable.

La suya es una carta violenta, injuriosa a veces, ¡y todo ello hacia usted!… Usted, hacia quien esa mujer tiene obligaciones que son incluso más grandes que sus culpas, pero es a sus consejos a quienes atribuye perversamente todos los sufrimientos de su hija ultrajada, la fallecida lady Belmont. Le pondré al corriente del tenor general de aquello que escribe; la carta en sí misma no es digna de su atención.

Esa mujer me dice que su deseo desde hace ya muchos años es venir a Inglaterra, circunstancia esta que le ha impedido escribir para interesarse sobre este triste asunto, dado que esperaba hacerlo personalmente, pero razones de carácter familiar la han retenido en Francia, país que por el momento no tiene intención de abandonar. Por ello, recientemente hizo todo lo posible por procurarse un fiel informe de los acontecimientos referidos a la hija víctima de «maléficos consejos»; el resultado de tales esfuerzos fue el conocimiento de que, en su lecho de muerte, la mujer dejó una pequeña huérfana. Habiendo averiguado que la muchacha vive con usted, madame Duval dice con gran generosidad que si usted, mi querido amigo, pudiera procurarle pruebas válidas del vínculo de parentesco que la unen con la jovencita, podría entonces enviarla a París, donde la señora se haría cargo de ella del modo adecuado.

Es indudable que esta mujer es consciente de su conducta contra natura: se evidencia, de aquello que escribe, que sigue siendo tan vulgar e ignorante como cuando su primer marido, el señor Evelyn, tuvo la debilidad de casarse con ella, pues ni siquiera se disculpa por dirigirse a mí, que solamente la he visto en una ocasión.

Esta carta ha provocado en mi hija, la señora Mirvan, un gran deseo de conocer las razones que indujeron a madame Duval a abandonar a la desdichada lady Belmont en un momento en el que la protección de una madre era tan necesaria para su paz y su reputación. Si bien yo conozco personalmente a cada una de las personas involucradas en este asunto, el tema me ha parecido siempre de una naturaleza demasiado delicada para discutir sobre ello con los interesados; no puedo, por tanto, satisfacer a la señora Mirvan de otro modo que dirigiéndome directamente a usted, mi querido amigo.

Al decir que podría usted enviarle a la muchacha, madame Duval pretende hacer una concesión, cuando realmente se trata de una obligación. No pretendo darle consejos, amigo mío, a usted no: a su generosa protección esta pobre huérfana le debe todo en la vida. Es usted la única persona, y la mejor, que puede juzgar aquello que la joven debe hacer; pero estoy muy preocupada por las molestias y la inquietud que esta indigna mujer pueda causarle.

Mi hija y mi nieta se unen a mí en el deseo de que esa encantadora muchacha nos recuerde con cariño; y me invitan a recordarle que la visita anual a Howard Grove, que formalmente nos ha prometido, ha sido suspendida desde hace más de cuatro años.

Querido señor, con gran estima, su humilde y devota amiga,

M. Howard

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