Eso no estaba en mi libro de Historia de la Edad Media

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Capítulo 10 Cruzados

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Cataluña también destaca por la presencia de numerosas fortificaciones que, de una forma u otra, estuvieron en manos del Temple. El castillo de Barberá es uno de los más interesantes, tal vez porque fue uno de los primeros en pasar a sus manos aunque, por encima de todos, destaca la impresionante fortaleza de Miravet. El castillo es uno de los mejores ejemplos de arquitectura templaria de toda España, no solo por sus imponentes muros, sino también por su patio de armas dividido en el jussà, un espacio amurallado de época andalusí, y el recinto soberano del siglo xii, de unos 2500 metros cuadros, que tiene una forma poligonal con cinco torres, contrafuertes y otras dependencias típicas de los monasterios cistercienses pero adaptadas a su función bélica. El castillo de Miravet es, de igual modo, un lugar en donde podremos encontrarnos con una leyenda que nos habla de un tesoro perdido. Según nos cuentan las tradiciones, en la denominada Torre del Tesoro se escondía el archivo de la orden y sus más codiciadas riquezas. También se dice que la torre sangraba, ya que en su interior, supuestamente, habrían sido ejecutados seis caballeros templarios por no haberse entregado a los hombres de Jaime II en 1308 (sí lo hicieron y únicamente fueron hechos prisioneros). Lamentablemente, la restauración realizada por el Servicio del Patrimonio Arquitectónico de la Generalitat de Catalunya provocó una modificación sin sentido de la estructura del castillo por lo que, para nuestra desgracia, ha perdido gran parte de su encanto.

En Castilla y León tenemos buenos ejemplos de arquitectura templaria, especialmente el castillo de Ponferrada, el mejor conservado de los edificios pertenecientes a la orden. Sus murallas, sus torres y las leyendas con las que se le relaciona permiten al visitante volar con su imaginación hacia tiempos medievales y, muy especialmente, a principios del siglo xiv cuando los caballeros luchaban casi sin ninguna esperanza para no desaparecer definitivamente de la historia. Menos conocida, aunque igualmente sobrecogedora, es la iglesia palentina de Santa María la Blanca, situada en Villalcázar de Sirga. El origen de su construcción lo debemos situar a finales del siglo xii o comienzos del xiii, en un estilo de transición entre el románico y el gótico, destacando su planta formada por tres naves y su imponente cabecera de cinco ábsides. La iglesia, dedicada a la Virgen Blanca, ocupa un lugar especial en el Camino de Santiago debido a la devoción que sentían los peregrinos hacia esta virgen a la que Alfonso X el Sabio, en sus Cántigas a Santa María, atribuye la nada desdeñable cantidad de catorce prodigios. El edificio tiene, además, otro atractivo especial ya que cuenta con tres sepulcros que parecen poner en relación a un infante de Castilla con los templarios. El primer sepulcro es el del infante don Felipe, hijo del rey Fernando III y hermano de Alfonso X, el segundo, el de su segunda esposa, Inés Téllez, y el tercero, cuentan las tradiciones, en el que descansaría el último maestre de Villasirga, Juan Pérez. Finalmente, y ya en tierras de Valladolid, seguimos conservando las ruinas de la capilla de Ceinos de Campos y la iglesia de Santa María del Temple, en la localidad de Villalba de los Alcores.

El castillo de Ponferrada, ubicado en la comarca leonesa del Bierzo, es una fortificación templaria del siglo XII que aún sorprende por la belleza y el misterio que desprenden sus frías y desgastadas piedras.

Nuestra ruta por la geografía templaria en tierras españolas continúa en Castilla-La Mancha para encontrarnos con la fortaleza de Montalbán, en la provincia de Toledo, cedida por el rey Alfonso VII a la orden con la intención de reforzar la orilla izquierda del Tajo frente a la presión andalusí. El origen del castillo es anterior ya que se han encontrado restos de una fortaleza musulmana que fue abandonada tras la conquista de Toledo en 1085. El castillo está situado en una posición prácticamente inexpugnable ya que sus lados norte y noreste se sitúan sobre una pared vertical de unos 100 metros con respecto al río Torcón. Dos grandes torres defienden la fortaleza por los lados este y oeste, mientras que el resto del espacio está guarnecido por murallas almenadas y torres cuadrangulares, con garitas en sus ángulos. Para el viajero, este enclave templario es sumamente recomendable ya que su interior se conserva completo, e incluso porque con este castillo se asocia una antigua leyenda que, nuevamente, nos vuelve a hablar sobre la existencia de tesoros perdidos e incluso de objetos de poder con los que tanta relación tuvieron los caballeros del Temple.

Extremadura es una de las regiones que más sorpresas guarda para todos aquellos que nos sentimos maravillados por el enorme patrimonio histórico y artístico que conservamos en España, una riqueza que, desgraciadamente, en muchos casos permanece en el olvido. En tierras extremeñas podemos deleitarnos con nuevas construcciones militares relacionadas con la orden del Temple, algo lógico si tenemos en cuenta que la región fue zona de contacto con territorio andalusí. Destacan los castillos de Fregenal de la Sierra, Burguillos, Alconchel y, especialmente, Jerez de los Caballeros.

Finalmente, terminamos nuestro periplo por la Iberia templaria en Portugal, donde encontramos uno de los enclaves más importantes de la orden en la Península, un santuario octogonal situado en Tomar, en la región de Santarém. La actual ciudad debe su existencia a un prestigioso caballero del Temple llamado Gualdim Pais, un personaje cuyo pasado se suele confundir con la leyenda. Cuenta la historia que hacia el 1190, la ciudad de Tomar sufrió un terrible ataque por parte del rey Yaqub de Marruecos, pero gracias a la presencia del gran maestre Gualdim Pais y sus caballeros templarios se pudo repeler el ataque. Tras este episodio se levantó la iglesia de Santa María do Olival, de la que apenas se conservan restos debido a posteriores remodelaciones. Llama la atención el rico simbolismo presente en la fachada principal del edificio, como el enorme rosetón divido en 12 pétalos. Debajo del rosetón tenemos un pentagrama estrellado dentro de una flor de cinco pétalos, todo ello inscrito en una circunferencia, una figura muy habitual en tiempos medievales por contener la proporción áurea. Igualmente llamativa es la presencia de una escultura de la Virgen que aparece con el pecho desnudo al estar amamantando a su hijo, algo que nos recuerda a la antigua iconografía característica de los pueblos mediterráneos y muy especialmente del Antiguo Egipto.

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