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IV Tecnología en la Antigüedad » ¿Cuáles fueron los inventos de Leonardo da Vinci?

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¿Cuáles fueron los inventos de Leonardo da Vinci?

Leonardo da Vinci es, sin duda, el homo universalis. Un ser que se anticipó a la época que le tocó vivir y que, en consecuencia, sufrió la sordidez e incomprensión intelectual de la mayoría de sus coetáneos.

Nacido en 1452 en Vinci, una aldea próxima a Florencia, destacó desde bien joven por sus aptitudes para las bellas artes, lo que le granjeó credibilidad suficiente entre la sociedad florentina y, más tarde, la milanesa y la romana, lugares donde recibió la protección de grandes casas nobiliarias y del mismo papado. Su mente inquieta trabajaba febrilmente cada hora del día: pintaba, diseñaba edificios, concebía fiestas llenas de glamour, creaba trajes, platos de cocina y trabajos de ingeniería por igual. Su constante preocupación por el alma le llevó a diseccionar más de treinta cadáveres. Pero, sin duda, lo que le catapultó a la fama universal, además de sus obras maestras en la pintura, fue la concepción de inventos adelantados varias generaciones a su tiempo.

A su periodo de estancia en Milán hay que atribuir la mayor fertilidad de su legado. En esos años, pinta, construye, diseña, inventa y escribe la mayor parte de sus códices testimoniales, de los que hoy se conservan doscientos dieciocho cuadernos con unas siete mil páginas escritas al revés, dado el temor que siempre tuvo Leonardo a sus contemporáneos. La única solución para su lectura era situar el códice frente a un espejo. Gracias a estos textos, hemos averiguado mucho acerca de la personalidad abrumadora de nuestro zurdo artista.

De todas sus invenciones debemos resaltar varias, pero obligado es empezar por la que alcanzó mayor notoriedad: hablamos del famoso carro blindado de combate, vehículo accionado mediante manivelas que utilizan como fuerza motriz los músculos del conductor y cuya defensa consiste en una coraza cónica. Tan novedosos como adelantados resultaron sus diseños sobre naves acorazadas, submarinos o trajes de buzo. No debemos olvidar en estas líneas de guerra leonardescas los fusiles repetidores, ametralladoras, bombas fragmentarias, armas químicas, máscaras antigás o un sorprendente modelo de helicóptero. Nada escapó a la intuición del visionario, convirtiéndose en vanguardia pensadora de lo que llegaría, por desgracia, siglos más tarde.

En cuanto a la mecánica e ingeniería, sobresalen sus máquinas destinadas a la construcción y mejoramiento de ciudades y cauces fluviales. El mejor ejemplo lo constituye una grúa móvil muy parecida en concepción a las que hoy se utilizan en cualquier obra. También destacan sus apuntes sobre la creación de un primigenio buque de dragado o excavadora flotante que podía ser empleada para facilitar el tránsito naval por los ríos. Leonardo pensó en ciudades futuristas con varios niveles por donde discurrirían separados peatones y carruajes. En esa urbe, existía una compleja pero perfectamente vertebrada instalación de calefacción central.

El genio de Leonardo da Vinci rebasa su propio tiempo y, aún hoy día, deja boquiabiertos a los estudiosos de su obra.

Igual de interesantes resultan sus estudios sobre aerodinámica. Las indagaciones efectuadas sobre el vuelo de las aves darán como resultado ornitópteros, aparatos voladores para un solo ocupante, movidos por la fuerza muscular de las piernas y donde se puede ver un timón direccional. Por si fuera poco, en 1510, inventa un molino de aire caliente, basado en el principio de la rueda de palas y en el aprovechamiento del calor residual. El mismo sistema será utilizado en otro de sus artilugios haciendo que el motor sea propulsado por agua, convirtiéndose así en precedente de los medidores de caudal utilizados posteriormente. Todos estos artefactos estaban reforzados por las ideas que Leonardo dio para su construcción con el fin de hacerlos factibles.

Sin embargo, ninguno de sus inventos consiguió plasmarse en nada concreto, acaso el único ingenio construido fue un león mecánico diseñado por el florentino con el fin de complacer y entretener a Francisco I, rey de Francia, y el último mecenas que supo entender la genialidad del primer artista intelectual de la historia. Y si bien sus maravillosas intuiciones no pudieron ser realidad, sí tenemos al menos entre nosotros sus prodigios pictóricos, sus esbozos, dibujos y grabados. Estos trazos nos permiten un acercamiento directo a la mente más lúcida del Renacimiento, aquella que fue capaz de idear nuevas técnicas artísticas como el esfumato, un gran recurso que permitió obras de altísimo calado como la inmortal Gioconda o las dos versiones sobre la Virgen de las Rocas, así como frescos de proyección universal, verbigracia La última cena, que tantas especulaciones esotéricas ha desatado sobre su autor.

Leonardo falleció el 2 de mayo de 1519 en el castillo de Cloux, su último refugio artístico y muy cerca de la corte francesa de Amboise. Nunca sabremos si este enorme magister estuvo inmerso en hermandades secretas, conspiraciones religiosas o prioratos de frágil sustento. Lo único cierto es que fue un inmenso científico adelantado a su época, que basó sus premoniciones en una profunda observación y documentación de su entorno. Por triste que parezca, sus inventos no se pudieron llevar a la práctica, simplemente por indescifrables para ese momento histórico; lo contrario hubiese supuesto una gigantesca revolución científica tres siglos antes de lo previsto. Personajes como él son los que impulsan cada cierto tiempo a nuestra humanidad.

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