Encuentro en Ío

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Ejecución » 17 de abril de 2047, ILSE

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17 de abril de 2047, ILSE

«¡Es increíble lo pequeños que son sus dedos!».

Amy se sentó en silencio y observó los diminutos dedos de su hijo sujetándose a su dedo anular, como si Dimitri Sol fuera un monito curioso. Estaba experimentando un momento precioso y apreciaba mucho estos ratitos con su hijo. La tierna conexión entre sus manos parecía impulsar pura alegría en su cuerpo, y al mismo tiempo era la fuente de su mayor tristeza: Dimitri Sol se enfrentaba a una muerte casi inevitable al cabo de unas semanas. Puede que no supiera hablar ni andar, pero ya tendría que recorrer el largo sendero hacia la otra vida en el más allá. ¿A quién había que culpar de que su vida se interrumpiera tan pronto? Pues a ella, a su madre, porque ella le había condenado a nacer en esa nave. Amy intentó con todas sus fuerzas evitarlo, pero una solitaria lágrima comenzó a bajar por la mejilla. «No». El momento de la pérdida aún no había llegado. Tendría que guardarse más lágrimas.

Ella siempre se había considerado una persona muy optimista, tanto que, incluso en los momentos más oscuros, aún creía que habría un final feliz. Pero en ese momento ya no podía seguir viendo el lado bueno de su situación, ya que ella y Dimitri Sol estaban encerrados dentro del anillo de habitación. Aunque Amy tenía todo lo necesario para una supervivencia temporal, estaba sola de todos modos. El niño que yacía en su regazo no solo era una enorme alegría, sino también una carga infinita. Sin Dimitri Sol, ella ya se habría quitado la vida. Lo que se le pedía ahora no encajaba para nada con su carácter. Estaba condenada a sentarse ociosamente mientras esperaba el final.

Durante las primeras veinticuatro horas tras el secuestro, había intentado luchar contra ello, discutiendo con Watson durante horas sin fin. El IA se negó a divulgar sus planes y Amy sabía que tenía una misión específica que cumplir, mientras que todo lo demás estaba supeditado al éxito de la misión. Ella misma era considerada una invitada no deseada que sería el menor de los peligros si supiera lo menos posible de sus planes.

Sus discusiones con Watson revelaron que el IA no era una máquina sedienta de sangre, pero si la existencia o las acciones de Amy ponían en peligro el éxito de la misión, el IA seguramente la eliminaría. Por desgracia, eso sería demasiado fácil de conseguir, ya que Watson controlaba las provisiones de oxígeno de todos los habitáculos. Watson incluso podría permitir que se quedara dormida pacíficamente… y asegurarse de que nunca volviera a despertarse. Amy consideró la posibilidad de pedirle al IA que permitiera que ella y su hijo murieran suavemente justo antes del inevitable final.

Oyó de repente el agudo sonido metálico de una escotilla cerrándose. «Debe de proceder del anillo de habitación», concluyó.

—Watson, ¿qué acaba de pasar?

El IA vaciló por un momento antes de responder.

—Li Jiaying pidió poder usar una de las duchas. He sellado temporalmente la zona del anillo de habitación con el WHC 2 de tu sector.

—Pero me gustaría hablar con Jiaying. No voy a hacer nada en contra de la misión, lo prometo. ¿Por favor?

Como era de esperar, Watson no se sintió conmovido para nada por ello.

—Por desgracia, eso no es posible. Las regulaciones no permiten que tengas comunicación directa con Li Jiaying.

«¡Las regulaciones no lo permiten! ¿A qué se está refiriendo Watson?», reflexionó Amy. Hasta ahora simplemente había rechazado sus deseos con la trillada respuesta no puedo hacerlo. Parecía haber cosas que Watson decidía basadas en su lógica interna, y otras cosas según un raciocinio que le imponían desde fuentes externas. ¿Permitiría Watson la comunicación sin esas regulaciones? Decidió que era mejor posponer hacerle esa pregunta.

Amy oía ahora el agua correr por las tuberías tras la pared. Al parecer, Jiaying acababa de abrir el grifo de la ducha y la comandante pensó en la mujer en el WHC. ¿Qué estaría pensando y sintiendo en ese momento? ¿Estaría contenta de ayudar a Watson a completar su misión? ¿Se consideraba Jiaying una traidora… o una víctima de las circunstancias? Recordando lo que sus propios padres le habían enseñado, Amy siempre intentaba refrenarse de juzgar a alguien sin conocer todos los factores implicados. Solo había una forma de llegar a una evaluación útil: tenía que establecer contacto con Jiaying. A Amy se le erizó el pelo de la nuca. Conocía esa sensación. Solo saber que tenía una tarea crucial la imbuía con nueva energía.

¿Qué había aprendido sobre las IAs durante el entrenamiento? Watson tenía la habilidad de realizar deducciones lógicas basadas en todo lo que conocía. Para ese propósito, los programadores le proporcionaron no solo los datos, sino también un conocimiento del mundo, cosas que un ser humano aprendía por instinto mientras crecía. Pero los programadores tenían que ser selectivos por pura necesidad. No era posible transmitir todas las impresiones que un humano experimentaba en veinte años a una máquina en un periodo de dos o tres años. Por lo tanto, el programa de software se concentraba en las tareas que Watson tendría que ejecutar. Watson no tenía por qué saber, por ejemplo, qué se sentía al estar tumbado en la cálida arena de una playa tropical mientras bebía un refrescante daiquiri de fresa. Si surgiera la cuestión alguna vez, el IA tenía acceso a una base de datos de recetas de cócteles, conocía la composición de la arena, y podía buscar informes meteorológicos de Tahití que cubrieran los últimos doscientos años. Pero no era el mismo concepto que «experiencia».

Amy se dio cuenta de que era la única manera que tenía de ser más lista que Watson. No podía vencerle con datos, y ciertamente tampoco con la lógica, pero Watson carecía del conocimiento del mundo que ella y Jiaying poseían sin ser conscientes de ello, solo porque tenían la ventaja de ser parte de la sociedad humana. Watson no pertenecía a la sociedad, y si él tuviera conciencia ella le tendría lástima.

La «comandante sin mando» retiró su dedo con cuidado de la manita de Sol. El bebé sonrió en sueños y Amy no pudo evitar responder con una amplia sonrisa. Se levantó en silencio y buscó por la cabina. Estaba a la busca de algo de sentido común de lo que Watson no tuviera ni idea, aun cuando estuviera a plena vista de sus ojos de cámara.

En la esquina vio el baúl metálico que contenía los artículos personales que se le habían permitido traer a bordo. Amy no había rebuscado en él desde hacía mucho tiempo. Se arrodilló delante del baúl y levantó la tapa. Las bisagras rechinaron con fuerza, provocando que Amy se encogiera, pero por suerte Sol no se despertó. No podía ver gran parte del contenido del baúl bajo la suave luz. Había atenuado las luces antes por el bien de su hijo, así que tanteó con las manos. Ahí estaba la suave bufanda de su madre. Una bolsa de plástico que debía contener las hojas secas que había recogido antes del despegue. Una caja de terciopelo; esas debían de ser las joyas que nunca se había puesto a bordo. Y ahí estaba: su diario. A la edad de nueve años, Amy había empezado a registrar los sucesos cotidianos porque se sentía muy sola en ese momento de su infancia, aunque había dejado de escribirlo para cuando llegó a la edad de once años. El diario seguía conteniendo muchas hojas vacías, ya que no había sido una escritora muy consistente a lo largo de los años.

En algún lugar debía de haber un lápiz; ella habría traído uno por si acaso. Ella giró el diario entre sus manos y entonces su dedo rozó algo de tacto gomoso. Ella había guardado un lápiz anticuado, uno de madera con una goma en su extremo, en la espiral del cuaderno. «¡Qué bien!». Sacó el diario del baúl y dejó la tapa abierta para no despertar a Sol con el chirriante sonido al cerrarlo. Luego volvió a su asiento junto a la cuna de su hijo.

Sol seguía sonriendo en sueños en la cuna que su padre Hayato había construido para él. Se notaba que estaba hecha a mano, pero era la cuna más hermosa que nunca podría haber imaginado. Tragó saliva con fuerza cuando pensó en Hayato. Cada segundo aumentaba la distancia entre ella e Ío, donde el padre de su hijo estaría probablemente luchando por su vida en ese mismo instante.

Amy abrió el diario. Pasó las páginas hasta que encontró la primera hoja en blanco en el lado derecho. Entonces sacó el afilado lápiz de la espiral. Comenzó a formular un mensaje para Jiaying. Bajo la tenue luz apenas podía ver lo que estaba escribiendo.

Querida Jiaying,

Puede que haya encontrado un medio de comunicarme contigo. En realidad, eso espero porque siento que eres una buena persona. Debe de haber una razón para tus acciones, algo que está más allá de tu control. Lamento que no nos comunicáramos contigo lo suficiente como para darte la impresión de que no pudieras compartirlo todo con nosotros. Pero todavía no es demasiado tarde. Quizá las dos podamos trabajar juntas para revertir estos sucesos. Por desgracia, ni siquiera se me ha dicho qué destino nos aguarda. Incluso si no tienes respuestas útiles para nada de esto, me alegraría saber de ti y saber cómo te va.

Con mis mejores deseos,

Amy

La comandante releyó el mensaje una vez más y sustituyó siento por , y luego arrancó la hoja del diario. El brusco sonido del papel rasgándose alcanzó a Sol en su sueño. El bebé se retorció un poco, pero luego continuó durmiendo. Amy deslizó la hoja con el texto dentro de su blusa. La dejaría caer «por accidente» en el WHC 2 tan pronto como Watson volviera a abrir el sector para ella, y no le prestaría atención. Y cuando Jiaying se diera otra ducha, ella encontraría la página suponiendo que Watson no conociera que era posible escribir mensajes en papel como forma de comunicación. Amy se sentía muy optimista, ya que conocía a mucha gente que ya no eran conscientes de dicha práctica.

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