Electro

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Capítulo 12

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1 de octubre, de 2025

Cinco años.

Es el tiempo que ha pasado desde la muerte de mi madre. Desde que escribí por última vez en estas páginas. Cinco años y parece que ha pasado una vida entera.

Releo las hojas anteriores y me cuesta reconocerme. ¿De verdad ha pasado tan poco tiempo? Es verdad eso que dicen que la eternidad puede estar contenida en un solo segundo.

Hoy podría haber sido un día como otro cualquiera. Podría haber ido al gimnasio, a los laboratorios, haberme olvidado de comer, trabajado más, picado algo para cenar y haberme ido a la cama de nuevo.

Podría, quizás, haber sacado este cuaderno de debajo del colchón solo para mirarlo fijamente varios minutos con el bolígrafo en alto, dispuesto a escribir y sin saber qué poner, como las veces anteriores.

No obstante, aquí estoy, escribiendo, porque el día no ha sido en absoluto como podría haber sido: porque Sarah ha aparecido.

Y pensar que al principio me ha costado reconocerla...

Hace cinco años desde que murió mi madre, cinco años desde que mi camino se separó del de Sarah y Darwin porque fui el único que aprobó las pruebas. Cinco años viviendo en las zonas negras del complejo con mi padre, sin poder volver a las zonas comunes... cinco años repitiendo el mismo ritual, esperando en el pasillo la llegada de los nuevos científicos. Y cuando ha aparecido no he sido capaz de reconocerla.

También es normal, supongo: después de los dos primeros años, había perdido toda esperanza de que Sarah o Darwin entraran. No porque creyera que no estaban capacitados, sino porque se hubieran cansado de estudiar o hubieran conocido a alguien al otro lado del que no estuvieran dispuestos a separarse...

Me había equivocado, como con muchas otras cosas. Durante los cinco últimos años, Sarah se ha estado presentando a los exámenes hasta que, por fin, ha logrado obtener una de las seis mejores calificaciones y ha entrado.

Se ha cortado el pelo y lleva los últimos años a flor de piel. Pero no para mal, en absoluto para mal. Al contrario, parece más... mujer. Imagino que igual que yo parezco más hombre. Está más delgada y esbelta, y aunque se la veía cansada, su sonrisa me ha transportado de golpe al beso que compartimos en los jardines del primer piso.

Por un instante, ha sido como si no hubiera pasado el tiempo. Como si mi padre me hubiera traído a los laboratorios aquella misma mañana y no hubiera tenido que echarla de menos. Al menos por un instante ha sido así. Pero la ilusión se ha roto en cuanto ella me ha tendido la mano con una sonrisa vacilante en los labios y yo se la he estrechado. El peso del tiempo ha caído sobre nosotros cuando nos hemos separado y el silencio ha durado más de lo que debería durar entre dos personas que se conocen y que se quieren. Los dos hemos entendido que ya no somos los mismos ni tampoco nos conocemos como antes.

El encargado de los nuevos científicos ha aparecido en ese momento para pedirle a Sarah que lo acompañase a conocer las instalaciones y ella ha tenido que obedecer. Nos hemos despedido con un gesto y la esperanza de volver a vernos pronto. Y aunque no hemos vuelto a coincidir en todo el día, al menos me tranquiliza saber que no tendrán que pasar otros cinco años para que nos encontremos de nuevo.

PD: Echaba de menos escribir...

1 de octubre de 2025

Segundo día que escribo, no me reconozco.

Cuando murió mamá dejé de encontrarle sentido a poner nada aquí. ¿Para qué?

Ver a Sarah me ha devuelto las ganas. Ha despertado una parte de mí que creía que había desaparecido, como si hubiera estado en una fase letárgica hasta que Sarah entró ayer por aquel pasillo: como si mis sentimientos hubieran hibernado todo este tiempo sin que yo me lo propusiera. Durante los últimos años lo único que he hecho ha sido estudiar y analizar, experimentar y acumular datos para las investigaciones en las que me metía... Ahora tengo la contradictoria necesidad de plasmar en estas páginas mis avances, mis pensamientos, mis emociones... Todo.

Así que empezaré por contar mi vida aquí, en los laboratorios.

La zona negra del mapa, el núcleo del complejo, no se diferencia tanto de los anillos exteriores, como solíamos imaginar cuando ninguno habíamos puesto un pie aquí dentro. Las habitaciones, el comedor, las zonas de esparcimiento y hasta los jardines en la primera planta, bajo la cúpula, son una réplica de las de fuera. No nos tratan mejor ni nos ofrecen más comida que al resto, a pesar de que si esto se mantiene en pie es gracias a nosotros y a los que estuvieron antes de que yo llegara. Lo único que nos diferencia del resto es el código de acceso que tenemos para entrar en el núcleo. En mi caso no he necesitado darle muchas vueltas al asunto y he decidido utilizar la fecha en la que mi vida dio un vuelco de 180 grados.

Tras las pruebas de acceso, tuve que seguir estudiando una barbaridad, para mí fue como meterme en una nueva carrera cuyos conocimientos iba a poder aplicar a nuestra nueva realidad. Si tuviera que definirla sería una mezcla extraña entre medicina y microtecnología con tintes de biología y genética. Ahí es nada...

Además, he pasado cinco años viviendo en los laboratorios: me he enfrentado a multitud de casos reales, he realizado numerosos experimentos importantes para el complejo, he participado en investigaciones aplaudidas por los miembros del consejo (entre los que destaca mi padre). En estos cinco años he conseguido forjarme una amplia experiencia en el campo de la biotecnología genética, que es mi especialidad.

Desde hace poco más de siete meses tengo un laboratorio para mí y mi equipo, tres chicos que pasaron hace dos años las pruebas de acceso y que están aquí por y para mis proyectos de investigación. De cara a la galería, producimos alimentos (carnes, sobre todo) creados a partir de moléculas básicas, in embargo, mis investigaciones siguen teniendo como objetivo estudiar los nanobots y su comportamiento. Por supuesto, esto tengo que llevarlo en riguroso secreto. Mi padre no lo aprobaría.

Mi padre... La verdad es que nuestra relación ha cambiado mucho. Tras la muerte de mamá, ambos nos hemos centrado en el traído demasiado y cualquier atisbo emocional lo hemos ocultado hasta enterrarlo, del mismo modo que chocamos a nivel personal, también lo hacemos en el ámbito profesional: da igual lo interesantes que resulten mis resultados, él siempre va a poner pegas...

De todos modos, volviendo a lo de Sarah, antes he dicho que ha despertado en mí algo que creía extinto, no me refiero solo a las ganas de escribir en estas hojas, sino al hecho de atreverme a volver a mirar más allá de los libros, los apuntes y los experimentos.

Siento como si le hubiera hecho la primera grieta a una presa que contenía todo lo que he estado aguardándome sin darme cuenta y que ahora amenaza con inundarme por dentro. Tengo la sensación de que al menos si escribo estas palabras podré contener parte de la ola que se me viene encima. No todos los pensamientos y recuerdos que guardo son bonitos, ni valientes, ni justos. También la rabia y el odio y la pena están empezando a envenenar los minutos y los segundos para no dejarme vivir.

Cuando he llegado a casa he intentado seguir con mis investigaciones, he intentado mantener la cabeza ocupada como siempre, pero no he podido. Soy incapaz, de volver a apagar el interruptor que Sarah ha encendido. Desde que la vi, no paro de pensar en mi madre y en la vida que teníamos antes y en mi casa en el exterior y en la universidad y en ella y... en mi padre. Y solo encuentro fuerzas para escribir esta riada de palabras en busca de clemencia y silencio. Pero no sirve de nada.

Sarah apareció hace una semana. No he vuelto a hablar con ella. Y, desde entonces, solamente se me pasa una pregunta por la cabeza: ¿acaso he olvidado el motivo por el cual me metí aquí dentro?

PD: Tengo que acabar con lo que nos impide recuperar la vida que teníamos antes si no quiero volverme loco.

9 de octubre de 2025

Hoy he hablado con Sarah.

Hemos coincidido muy poco a lo largo de estos días porque ella está especializada en medicina y, por tanto, está en laboratorios muy distintos al mío. Aun así, las veces que nos hemos cruzado nos hemos saludado con un gesto educado, sin dejar de parecer dos perfectos extraños.

No sé ella, pero yo continúo acordándome, de aquella noche bajo la cúpula. Del sabor de sus labios, del tacto de su pelo, de sus caricias... De su mirada. Igual por eso mismo me he visto incapaz de mantener una conversación civilizada con ella.

Hasta hoy.

Justo cuando salía del laboratorio, me he chocado en uno de los pasillos con ella y le he tirado todos los papeles (sí, muy de película). Así que nuestra conversación ha empezado entre perdones y lamentos, a la par que le ayudaba a recoger, y ha acabado en una de las cafeterías de aquí abajo.

La mayor parte del tiempo ha hablado ella. Todos los que nos metemos en los laboratorios no volvemos a salir a los anillos exteriores (excepto los que analizan el estado de las reservas y del oxígeno de fuera), así que me ha contado cómo están las cosas por ahí...

La gente está cada vez más nerviosa, me ha dicho. Algunos esperaban pasar aquí solo una temporada y volver a sus vidas en cuestión de un año, tal vez dos. Con un lustro a sus espaldas, empiezan a comprender que esto ha sido una solución irreversible y que es probable que muchos mueran en este cilindro gigante excavado en la tierra. No, no es fácil de asumir y mucho menos sin tener a alguien a quien poder echarle la culpa.

Por el momento, las condiciones siguen siendo las mismas que al principio. Nadie es más pobre ni tampoco más rico: a nadie le falta comida o bebida ni tampoco se han restringido los accesos a las diferentes opciones de ocio que ofrece el complejo. Pero ambos sabemos que tarde o temprano, si las cosas no cambian, la situación se complicará.

Y es que ese es el problema de este lugar: igual que la temperatura, nada cambia, nada varía. Y eso nos recuerda que estamos encerrados. Y como animales que somos, la jaula se nos va a terminar quedando pequeña. Y no somos los únicos que hemos llegado a esta conclusión. No han entrado apenas científicos nuevos en los últimos años, pero chicos y chicas en buena condición física sí, y he visto cómo se los llevaban a la zona de entrenamiento. Pase lo que pase, está claro que los mandamases del Ocaso no van a dejar que la seguridad del complejo se tambalee.

Aunque he intentado evitarlo por todos los medios, hemos terminado hablando de lo que ocurrió. De cómo me fui sin decir nada a nadie y de lo mucho que se preocuparon ella y Darwin por mí. Ni siguiera he intentado excusarme: habría podido llamarles para explicarles dónde estaba o les podría haber mandado un mensaje de cualquier otra manera. No lo hice porque no guise: porque cuando crucé las puertas del núcleo fue para dejar atrás algo más que el recuerdo de la muerte de mi madre... Hasta ahora, al menos.

Le he preguntado por Darwin y su gesto ha cambiado por completo. Dice que está bien, pero que ha dejado de estudiar. No se volvió a presentar a ninguna otra convocatoria y empezó a currar en el departamento informático para transcribir libros y archivos a formato electrónico.

Me ha dicho que desde que les conté lo de mi madre y los nanobots, sus asuntos pasaron a ser otros... Al parecer, mi antiguo amigo es uno de los que no está de acuerdo en cómo se están haciendo las cosas en el complejo. Quiere transparencia, quiere saber qué ocurre aquí y que todas las personas tengan acceso a esa información. Bastaría con que pasase una semana con nosotros para que se diera cuenta de que incluso a nosotros nos esconden secretos.

No hemos hablado mucho más. Ella me ha propuesto ir a tomar algo en alguno de nuestros días libres para que sea yo quien le cuente cómo he estado todo este tiempo. No le he dicho ni que sí ni que no, y ella se ha dado cuenta porque no ha insistido más. Sé que lo haré, pero cuando esté preparado.

Esta vez, al despedirse, me ha dado un abrazo. Ha sido la primera vez que alguien lo hacía desde que entré aquí. Se me había olvidado lo bien que se sentía uno estando tan cerca de los demás.

PD: Me ha recordado las ganas que tengo de volver a besarla. Las mismas que de volver a respirar el aire del exterior.

20 de noviembre de 2025

Llevamos varias semanas inmersos en un importante avance de cara a mis investigaciones que me veo obligado a anotar en algún lugar. Algún sitio privado y personal del que solo yo tenga constancia de que existe.

Uno de los experimentos secretos que estoy realizando a espaldas de mi padre y el resto de la junta es el comportamiento de los nanobots en tejidos vivos. Creo indispensable introducir este pequeño organismo artificial en un cuerpo vivo para ver cómo se desenvuelve. Habíamos estudiado su comportamiento en las propias muestras de aire que se han ido recociendo del exterior y en tejidos vegetales, pero no me es suficiente. Las pruebas no son concluyentes porque no hacen absolutamente nada. El cómo se asientan en un ser vivo es un campo que aún no hemos explorado.

Puesto que aquí abajo no hay animales, hemos decidido generar un organismo vivo artificial para probar los nanobots en su interior modificando los procesos que solemos utilizar para los nutrientes del complejo. En otras palabras: hemos creado un ser artificial con tejido animal para introducir a esos hijos de puta en su sistema y ver qué es lo que ocurre.

Debido a que no tenemos tiempo para desarrollar al sujeto entero estamos creando un sencillo cuerpo con su sistema óseo, locomotor, circulatorio y respiratorio a partir de las células de un cerdo, por ser uno de los animales genéticamente más similares al ser humano. Si tuviera que describirlo con palabras diría que se trata de una masa muscular de aproximadamente cinco kilos y que no supera los sesenta centímetros de diámetro Es redondo, carece de extremidades, rostro, corazón y cerebro. El funcionamiento de los órganos lo conseguimos a base de pequeñas descargas eléctricas que les dan total autonomía para funcionar. El cuerpo está en un pequeño tanque lleno de un suero que simula el líquido amniótico y el oxígeno se lo suministramos vía intravenosa. Para simular el trabajo del corazón, lo hemos conectado a una bomba externa que permite que la sangre fluya.

Esta mañana, hemos introducido los nanobots en su organismo y los datos han sido, cuanto menos, desconcertantes. Durante los primeros treinta y cuatro minutos, los nanobots se han alimentado de las células sanguíneas, debilitando así los glóbulos rojos y comenzando a formar coágulos en la sangre del sujeto. Sin embargo, por alguna extraña razón, el nanobot se ha detenido en ese momento y se ha quedado en el organismo del cuerpo sin hacer absolutamente nada.

Mi teoría es que los nanobots han reconocido el cuerpo en el que estaban y se han desactivado al advertir que no era humano y que no tenía un corazón real, por eso cabe pensar que los animales y las plantas del exterior no han sufrido la muerte como nosotros: porque a ellos no les afecta.

PD: Tengo que exponer mi sangre al exterior y analizarla.

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