El único amigo del demonio

El único amigo del demonio


Capítulo 2

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Capítulo 2

Les presento un acertijo de lógica: hay cuatro personas, llamadas Grant, Bill, Marci y April. Cada una de ellas tiene un color de ojos diferente: azul, café, verde y avellana. Cada una tiene un rol diferente: novia, vecino, terapeuta y madre. Cada una murió de una forma diferente: apuñalado, garganta cortada, muñecas cortadas y un incendio. Una de las mujeres murió sola. La otra murió sin un corte. Uno de los hombres mató al otro y luego fue asesinado por un chico. Todos ellos querían al chico, pero él no salvó a ninguno de ellos. ¿Pueden resolver el acertijo y encontrar la respuesta?

¿Al menos saben cuál es la respuesta que buscan?

—Buenos días, John —el doctor Trujillo era un hombre mayor, bajo y retacón, y su cabello blanco hacía un fuerte contraste contra su piel bronceada. A él probablemente lo envenenaría, aunque tenía otras opciones dependiendo de las circunstancias. Su camisa estaba tan arrugada que supuse que había pasado la noche en la camilla de la habitación junto a la de Brooke (les habíamos pagado extra a los de Whiteflower para tener una segunda habitación y Trujillo dormía en ella muy a menudo). Se puso de pie mientras caminaba hacia él—. Escuché del proyecto de ayer; me alegra que haya salido bien.

Siempre los llamábamos «proyectos» en público. «Trabajo» sonaba demasiado burdo, «misión» atraía demasiada atención y «asesinato de un monstruo sobrenatural autorizado por el gobierno» simplemente no tenía un tono fresco.

—Paga las cuentas —le respondí. Él inclinó la cabeza en un gesto analítico y yo puse los ojos en blanco—. ¿Está despierta?

—Déjame preguntarte algo antes —dijo, como si realmente esperara mi permiso—. Cuando dices que el trabajo «paga las cuentas», ¿qué quieres decir? Obviamente es cierto, pero no es una forma en la que hayas descripto nuestro trabajo antes.

—¿Tenemos que hacer esto ahora?

—Soy tu psicoanalista, John, me asignaron a esta unidad específicamente para ayudar a mantenerlos a ti y a Brooke estables. Las razones por las que haces el trabajo que haces son casi tan importantes como el trabajo en sí mismo, y si has comenzado a pensar…

—¿Está despierta?

—Si has comenzado a pensar en ti mismo menos como un protector de la humanidad y más como un asesino a sueldo, eso es exactamente la clase de cosas en las que yo me debería estar fijando.

Trujillo era el terapeuta más entusiasta que había tenido, pero por otro lado, haber tenido tantos terapeutas me había hecho muy bueno para saber cómo molestarlos.

—En verdad preferiría ir lo más lejos posible en la dirección opuesta. Tengo un complejo de mesías ahora. No solo protejo a las personas, soy el salvador de la humanidad —dije abriendo los brazos en un gesto beato.

—Ahora estás siendo beligerante —comentó Trujillo—, esa es una táctica de distracción y ya hemos hablado de esto.

—No necesito desviar nada —dije—. Soy inmune al daño. Inténtalo… ¿tu maleta? Estoy seguro de que hay un revolver o una navaja en algún lado, es una guardia psiquiátrica. Claro que si intentas lastimarme serás condenado por toda la eternidad y vivirás por siempre por Mi gracia.

Trujillo se presionó el tabique con los dedos, suspirando o tratando de bloquear un dolor de cabeza.

—¿Por qué haces esto, John?

—Si te lo digo, sería trampa. Se supone que deberías descubrirlo solo.

—Estoy aquí para ayudarte.

—Yo estoy aquí para ver a Brooke, ¿ya está despierta? —insistí. Él me miró, exasperado. Vi muchas veces su expresión exasperada.

—Si no es ahora, ¿podemos al menos hablar de esto más tarde?

—¿Cambia algo si digo que no?

—Siempre puedes decir que no —respondió él—, pero sabes lo que pasará si lo haces. No puedo firmar tu apto psiquiátrico para realizar tu trabajo a menos que te abras conmigo.

—En tu defensa, la ilusión de libertad es una de mis ilusiones preferidas. Y esa en la que puedes arrancarle una porción de la oreja a alguien, me encanta esa.

—Esta no tiene que ser una relación de confrontación, John.

—Entonces ¿por qué tengo que preguntar cuatro veces si mi amiga ya está despierta?

—Sí, está despierta —respondió tras un fuerte suspiro, señalando la puerta de la habitación de Brooke. Volteó y se dirigió a la otra habitación, hablándome por sobre su hombro—. No creo que logres mucho con ella hoy, pero eres bienvenido a intentar. Y hablaremos de esto más tarde.

—Bendito seas, hijo.

Él protestó y desapareció en la otra habitación. Yo caminé hasta la puerta de Brooke y me asomé por la ventana. Estaba sentada en la cama, con las piernas cruzadas, su cabello rubio caía como una cortina enredada sobre sus hombros. Su rostro estaba elevado, con la mirada perdida hacia el techo y su mano izquierda dibujaba intrincados patrones sobre la sábana. Abrí la puerta, que solo estaba trabada desde adentro, y ella volteó hacia mí.

Bunâ ziua —dijo, y su mano, desconectada, siguió dibujando sobre la sábana.

—¿Qué idioma es ese?

—No lo sé —respondió—. ¿Qué idioma es este?

—Inglés.

Ella no dijo nada, solo me miró.

Brooke siempre fue delgada, pero un año de incapacidad mental la había dejado demacrada, con los ojos azules hundidos en su rostro pálido. Trujillo dijo que estaba así en parte por las drogas que le daban; hacían que la comida tuviera mal sabor, así que ella casi nunca comía, a menos que la obligaran. Batidos de proteínas cuando estaba de buen humor, tranquilizantes y suero cuando no. Toda la habitación había sido despejada de cualquier cosa peligrosa, en parte por nuestra seguridad, pero más que nada por la suya: no había cuerdas, vidrios ni bordes afilados. Incluso los tomacorrientes estaban empotrados en la pared, porque los tornillos eran muy fáciles de sacar y usar para cualquier cosa.

—¿Me recuerdas? —le pregunté.

—Claro que te recuerdo —respondió Brooke con la vista repentinamente fija en mí—. Te amo.

—No, no es así —suspiré—. Tú eres Brooke Watson, ¿recuerdas? No eres Nadie.

—Mi nombre es Hulla.

Cuando lo estaba cazando, conocíamos al Marchito como Nadie, pero en sus momentos más lúcidos, Brooke podía recordar su verdadero nombre. Hulla, según Nathan, era un antiguo nombre sumerio, pero eso no nos decía mucho; ya sabíamos que los Marchitos eran antiguos. ¿Hulla vendría de Sumeria, o solo había robado un nombre allí?

—¿Tú no me amas, Ghita?

—Soy John. Tú eres Brooke, yo soy John.

Su mano seguía dibujando, por si sola, como si no fuera parte de su cuerpo.

—Vi a Meshara anoche.

—Esas no son personas reales —le dije—. Ya no. Vives en el Centro de vida asistida Whiteflower, en una ciudad llamada Fort Bruce. Mi nombre es John Wayne Cleaver. ¿Recuerdas algo de esto? —no sabía cuánto de ella era Brooke y cuánto era Hulla; cuánto era locura y cuánto eran las drogas para controlar esa locura.

Solo podía imaginar cuánto peor era para ella.

—Claro que te recuerdo —repitió—, vivías en mi calle. Éramos amigos. Nos casamos y yo morí al día siguiente.

—Yo no soy Ghita —le dije—. Ni siquiera sé quién es él. Mi nombre es John, y esto es…

—Esto es el Centro de vida asistida Whiteflower —continuó ella—. Mi nombre es Nadie y nací hace miles de años en la cabaña de un pastor en la ladera de la gran montaña. Y Meshara estaba ahí y él ahora está aquí.

Me enderecé en la silla; esto era diferente de sus desvaríos habituales. A veces me llamaba por nombres antiguos, pensando que era alguien de su pasado, pero nunca se había dirigido a nadie más de esa forma a excepción de los verdaderos Marchitos: los dos que habíamos conocido en Clayton se llamaban Makhai y Kanta, al igual que Nadie se llamaba Hulla. Esos eran sus antiguos nombres, los que usaban entre ellos; escucharla usando un nombre de ese tipo para llamar a alguien que vio la noche anterior, y que lo relacionara con algo tan lejano de su pasado, era algo problemático, por empezar. ¿Quién era ese Meshara?

—¿Viste a alguien aquí? ¿Lo reconociste?

—Abajo, en el lobby. El médico me llevó a caminar. Casi no lo reconozco, ha pasado tanto tiempo. Quizás unos cien años.

Pensábamos que había solo dos Marchitos en Fort Bruce. Si había tres…

—¿Le contaste a Trujillo a quién viste?

—No me gusta el doctor Trujillo —dijo Brooke frunciendo el ceño—. Nunca me deja cortar mi propia comida.

—¿Puedes describirme a Meshara?

—Está triste.

—¿Qué aspecto tiene?

—Luce triste.

—¿Podrías señalarlo si lo vuelves a ver? —dije poniéndome de pie y yendo a la puerta; necesitaba hablar con Trujillo.

—Por favor, no me dejes —su voz cambió de repente, perdiendo el tono extraño y desconectado que parecía usar siempre que estaba recordando cosas y volviéndose dura y conmovida.

—Volveré, solo necesito…

—Nadie jamás regresa.

—Lo prometo —dije, y golpeé a la puerta—. Intenta recordar todo lo que puedas sobre Meshara, ¿sí? ¿Puedes hacer eso?

—Él está aquí.

—Lo sé, y necesito que recuerdes todo lo que puedas sobre él…

—No Meshara —dijo Brooke—, el doctor.

Medio segundo después, Trujillo apareció a la vista a través de la ventana e hizo un análisis visual de la habitación antes de abrir la puerta.

—¿Todo está bien? —preguntó.

Lancé una última mirada a Brooke; tenía lágrimas en las mejillas y una expresión de desesperación en sus pálidos ojos poseídos. Me di la vuelta, salí al corredor y cerré la puerta con firmeza detrás de mí.

—¿La llevaste a caminar anoche?

—Sí, hasta el lobby y regresamos. Compramos algunos dulces de la máquina expendedora.

—Ella encontró a otro Marchito, aquí en Whiteflower.

—Se suponía que solo había dos en la ciudad —dijo con el ceño fruncido por la preocupación.

—Exacto —respondí—. Y si hay uno más, y está aquí, justo frente a nuestras narices, eso solo puede significar una cosa: los Marchitos están cazándonos a nosotros.

—Ghita es un nombre rumano —explicó Nathan—. Su saludo también lo era: bunâ ziua significa «buenos días». Todo se relaciona con la clase de recuerdos que solemos ver de Brooke: despertó con los recuerdos equivocados en la superficie de su consciencia y pensó que era una aldeana de Rumania. No es precisamente el peor escenario para ella, dadas las posibilidades.

—¿Y Meshara? —preguntó la agente Ostler. El equipo completo estaba reunido alrededor de la mesa en nuestra oficina, un lugar rentado justo frente a Whiteflower. Podía notar por su inquietud (golpeteaban la mesa con los dedos, miraban a través de las ventanas, pasaban el peso de un pie al otro sin molestarse por sentarse) que estaban tan tensos como yo.

—Ese no es rumano —respondió Nathan—. No tuve tiempo de investigarlo muy a ero la investigación preliminar sugiere que Meshara es sumerio, como Hulla, lo que a su vez sugiere que se trata de otro Marchito. Felicitaciones a John por haberlo notado.

Ignoré el cumplido, tomándolo como un pobre intento de ganarse a mi lado bueno luego de la discusión del día anterior.

Pobre de él por creer que yo tenía un lado bueno.

—¿Cómo lo rastreamos? —pregunté.

—Pude conseguir fotografías de ayer de las cámaras de seguridad del lobby —respondió Kelly, dejando una pila de fotografías de baja definición sobre la mesa, impresas de apuro en un papel blanco ordinario. Señaló la primera, apuntando a un hombre de apariencia normal con una chaqueta holgada—. Se las llevé a Brooke y ella reconoció a este hombre como Meshara.

—¿Esta es la mejor toma que tenemos de él? —preguntó Potash girando las fotografías para verlas mejor.

—Esto no es una tienda en la que las cámaras están ubicadas para tener imágenes claras de los rostros de los clientes frente al mostrador. El mayor riesgo de seguridad que puede tener Whiteflower es que los pacientes salgan sin acompañante, así que la cámara del lobby es una de ángulo amplio apuntada hacia la puerta de entrada. La imagen que estás mirando es de una cámara del corredor y ofrece una vista de su rostro ligeramente mejor que la del lobby —afirmó Kelly.

Revisé la pila de fotografías buscando la del lobby. Estaba apenas más abajo y tenía un círculo rojo por el encuentro de Kelly con Brooke. La chaqueta parecía la misma que en la fotografía del corredor, pero el rostro era difícil de distinguir; cabello oscuro, sin barba ni bigote, panzón. Un hombre de aspecto increíblemente común.

—¿Ya tenemos un nombre? —preguntó Ostler.

—La envié al cuartel para reconocimiento facial —dijo Kelly—, pero sin una mejor imagen es probable que la computadora no encuentre nada. Es algo que seguramente tengamos que hacer a mano, así que espero que todos ansíen sentarse con viejas carpetas de archivos y comenzar a pasar páginas.

—Tiene que haber una mejor manera —dijo Nathan—. ¿No hay cámaras de tránsito afuera? Nunca lo noté.

—¿En Fort Bruce? Regresa en cinco años —comentó Diana.

—Hay una cámara en el estacionamiento —respondió Kelly—, pero no funciona. Puedo intentar ir a los otros comercios de alrededor con la esperanza de tener suerte, pero a menos que él haya parado en una gasolinera inmediatamente antes o después de su visita aquí, es casi seguro que sea algo inútil.

—Brooke no me dijo nada —agregó Trujillo—, así que si yo no tengo idea de que ella vio algo, este Marchito tal vez tampoco sepa. Nuestra mayor esperanza ahora es que él aun piense que no sabemos nada sobre él.

—¿Él? —dijo Potash—, ¿o ellos? Esto puede ser la señal de un contraataque mucho mayor del que estamos imaginando —el grupo comenzó a protestar, pero los ignoré y me concentré en la fotografía. Había algo en ella…

—No saquen conclusiones apresuradas —siguió Ostler, intentando recuperar el control—. Lo último que necesitamos es entrar en pánico.

—Lo último que necesitamos es ser asesinados —replicó Nathan—. Pueden pasar semanas hasta que descubramos quién es este tipo, y para entonces podríamos estar todos…

—¿Preguntaste en la recepción? —sugerí. Kelly me miró y yo apunté la fotografía hacia ella—. Mira su posición aquí; o cambió de dirección sin ningún motivo en medio de la habitación o está alejándose de la recepcionista.

La habitación se quedó en repentino silencio, y Kelly estudió la imagen un momento antes de cerrar los ojos.

—Estoy intentando recordar la disposición del lobby. Alejarse de la recepción en ese ángulo lo llevaría hacia…

—El comedor —dije mirando a Trujillo—. ¿Caminaron por ahí?

—Nunca lo hacemos —respondió—. Demasiados cuchillos.

—El comedor es solo para residentes y sus invitados; a menos que estuviera acompañando a alguien, él ni siquiera podría entrar ahí.

—¿Y qué importancia tiene eso? —preguntó Nathan.

—Que eso significa que Meshara tiene una coartada —Ostler continuó con mi línea de pensamiento—. Si él estuviera simplemente caminando y observando a las personas, las enfermeras sospecharían, así que debe ser amigo de un residente. Esa es su excusa para estar ahí. Y eso significa que ha estado allí más de una vez y que las personas de la recepción deben reconocerlo.

—Debe ser un paciente con Alzheimer —agregué—. Uno que no recuerde a nadie, así que nadie pensaría que es extraño que no recuerde a este tipo.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó Diana.

—No lo sé con certeza. Pero así es cómo lo haría yo.

Ostler miró a Kelly.

—¿Señorita Ishida?

—Voy a investigar. Potash, ven conmigo; nadie debería andar solo ahora que sabemos que nos están siguiendo —dijo Kelly poniéndose de pie y tomando la mejor fotografía. Salió con Potash, y el resto nos miramos unos a otros.

—¿Qué significa esto? —preguntó Trujillo—. En la práctica, quiero decir. He trabajado en casos de asesinos seriales antes, pero nunca en uno en el que los investigadores estuvieran siendo acechados. ¿Esto ha ocurrido antes?

—Nadie estaba cazando a John, es decir, el Marchito llamado Nadie estaba cazando a John —comentó Nathan.

—Qué nombre extraño para un Marchito —dije yo—. ¿«Nadie estaba cazando a John» también es sumerio?

—Esto es serio —interrumpió Diana—. ¿Puedes por favor dejar de hacer bromas por cinco malditos minutos?

—Déjame llenar algunos huecos por ti. En el proceso de cazar a John, el Marchito llamado Nadie mató a cuatro chicas que John conocía, incluida su novia, luego intentó matar a Brooke y finalmente quemó viva a su madre. Así que tal vez el humor sea un mecanismo de defensa y no debes ser tan dura con él.

Así que ahora ellos sabían mi historia. Y a juzgar por su silencio, les ponía los pelos de punta.

—Entonces entiendo que la respuesta a mi pregunta es «Sí, estamos en increíble peligro» —Trujillo fue el primero en hablar.

—Todo lo que sabía sobre Nadie era su nombre —respondí—. De Meshara conocemos su nombre, su rostro, ubicación, y tenemos grandes probabilidades de saber más, sumado a cualquier otra cosa que podamos obtener de Brooke. Podemos hacer esto —afirmé.

—¿Y cuántos de nosotros moriremos en el proceso? —preguntó Nathan.

—Mejor que seamos nosotros y no civiles —respondió Diana.

—¡Yo soy un civil! —gritó Nathan.

—Conocíamos los riesgos cuando nos involucramos en esto —replicó Ostler—. Incluso tú, civil o no. Si quieren que esto sea una guerra, tenemos las herramientas, la experiencia y las armas para pelear.

—Nuestro primer paso debe ser ir por Mary Gardner —intervino Trujillo—. Si hay más de un Marchito trabajando juntos, tenemos que asumir que ella es parte. Si la sacamos del medio lo más pronto posible, eliminamos a un soldado enemigo antes de que tengan oportunidad de atacarnos. Eso podría desarmar todo su plan y ganarnos el tiempo necesario para rastrear a este Meshara.

—No estamos listos para avanzar con Mary. Aún no he descubierto su debilidad —dije.

—Ella pasó la prueba del reductor de velocidad, así que sabemos que va a ser difícil —comentó Nathan.

—Tal vez esa prueba es parte de nuestro problema —dijo Diana—. Si los Marchitos se comunican entre ellos, y esto sugiere que lo hacen, el hecho de que cada uno de ellos haya estado en un grave accidente automovilístico inexplicable recientemente va a resultarles una pista indudable.

—Entonces no lo hagamos con Meshara. Hagámosle creer que aún no sabemos nada sobre él —propuse.

—Todo lo que haría eso sería negarnos información —contradijo Nathan—. Aunque les niegue información a ellos también, aun así es una pérdida, como mínimo, y una precaución innecesaria si Brooke ya se comunicó con él de todas formas. ¡Demonios! —golpeó la mesa, como si acabara de recordar algo terrible—. ¡Ella cree que es uno de ellos! ¡Por lo que sabemos, puede haber estado hablando con él desde un principio!

—Ella no haría eso —dije, aun sabiendo que era una afirmación falsa. Nunca podríamos estar seguros de lo que Brooke haría. Negué con la cabeza—. Todo lo que tenemos que hacer es lo mismo de siempre: conocerlos, hacer un plan y atacar. Y ya hemos hecho un gran avance, a pesar de que apenas sabemos de este tipo desde hace unas tres horas. Sabemos que nos está acechando, sabemos que está usando a un paciente como coartada y sabemos que no puede cambiar de forma igual que los demás.

—¿Cómo sabemos eso? —preguntó Ostler.

—Porque Brooke lo reconoció —expliqué—, después de lo que dijo que fueron cientos de años. Si él pudiera cambiar de forma lo habría hecho. Así que, a menos que la recepcionista despache a Kelly sin respuestas, tenemos una buena punta para descubrir lo que hace, cómo lo hace, y cómo detenerlo —sonó el teléfono de Ostler—. Llamada del diablo.

—Señorita Ishida, está en altavoz —dijo Ostler dejando el teléfono en el centro de la mesa.

—Su nombre es Elijah Sexton —comenzó Kelly—. La recepcionista lo reconoció de inmediato. Visita a un hombre llamado Merrill Evans, un paciente con Alzheimer, justo como John supuso.

—¡Qué bien! —Nathan alzó la mano como para chocar cinco, pero lo ignoré.

—Ahora prepárense para la parte extraña: ha estado visitando este lugar desde que Merrill ingresó. Eso fue hace casi veinte años —suspiró—. O se trata de una pantalla realmente profunda, o no tenemos idea de lo que está ocurriendo aquí.

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