El principio de Dilbert

El principio de Dilbert


«Así es mi empresa».

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«Así es mi empresa».

Por muy absurda que intente hacer la tira, no logro mantenerme por delante de lo que experimenta la gente en su vida laboral. Algunos ejemplos del llamado mundo real:

• Una importante empresa de tecnología puso en práctica, de forma simultánea, estos dos programas: 1) un programa de exámenes al azar, para detectar el consumo de drogas; y 2) un programa de «dignificación de la persona».

• Una empresa compró computadoras portátiles para que sus empleados las pudieran utilizar en sus desplazamientos. Pero los directores se temían que se las pudieran robar, así que se les ocurrió una solución muy astuta: fijar las computadoras a las mesas de trabajo.

• Una compañía de transportes se reorganizó a fin de definir funciones y clarificar objetivos. A la dirección no se le ocurrió mejor idea para comunicar estos cambios que mandar a cada departamento que construyera una carroza para un «desfile de calidad».

• Un ejecutivo de una compañía de telecomunicaciones quería reforzar el concepto de «equipo» en su departamento. Celebró una reunión para comunicarle al susodicho «equipo» que en adelante llevaría consigo un bate de béisbol en todo momento, y que los miembros del equipo debían tener siempre a mano una pelota de béisbol mientras trabajaban. Para evitar tener que cargar con la pelota por todas partes, algunos miembros del «equipo» se las ingeniaron para llevar la pelota colgada al cuello. Otros fantasearon con la atractiva idea de arrebatarle el bate al jefe… y usarlo.

• Una empresa decidió que, en lugar de aumentar sueldos, ofrecería premios si se conseguían cinco de los siete objetivos propuestos. Al final del año se informó a todos los empleados que sólo se habían cumplido cuatro de los siete objetivos, de modo que no habría premios. Uno de los objetivos que no alcanzaron fue, precisamente: «aumentar la moral de los empleados».

Miles de personas me han contado historias laborales (la mayoría por correo electrónico) incluso más absurdas que los ejemplos arriba citados. A medida que iba recibiendo estas historias sentía un gran desasosiego, hasta que, después de un cuidadoso análisis, desarrollé una sofisticada teoría para explicar este curioso comportamiento laboral: la gente es imbécil.

Me incluyo. Todo el mundo es imbécil, no sólo la gente que no aprueba los exámenes finales de secundaria. Lo único que nos diferencia es que somos imbéciles con respecto a diferentes cosas, en momentos distintos. Por muy inteligente que uno sea, se pasa la mayor parte del día siendo imbécil. He aquí la premisa central de esta erudita obra.

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